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General: ¿PORQUE PERMITE DIOS EL SUFRIMIENTO?
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Respuesta  Mensaje 1 de 2 en el tema 
De: BARILOCHENSE6999  (Mensaje original) Enviado: 13/10/2011 06:40
 

¿POR QUÉ PERMITE DIOS EL

 

SUFRIMIENTO?

 

LA RESPUESTA BIBLICA A LA TRAGEDIA HUMANA

 

EL SUFRIMIENTO es un problema en la vida que afecta a todos. Un niño nace ciego, deforme o con discapacidad mental; y entonces surge la pregunta: ¿Por qué? El niño no ha hecho ningún daño.

 

Un hombre, o mujer, de excelente carácter y en la flor de la vida,  es atormentado por el dolor de una enfermedad incurable que sólo puede terminar en la muerte. ¿Por qué él? ¿Por qué ella? Al menos a estas personas se les podría eximir.

 

Millones en el mundo sufren cuasi-hambruna y enfermedades en países de inmenso crecimiento demográfico y poca producción agrícola. Otros perecen o pierden su hogar en inundaciones y terremotos. ¿Por qué tienen ellos que sufrir?

 

La tiranía del hombre y la destructibilidad de la guerra moderna han impuesto dolor, tortura y muerte sobre millones de seres indefensos. Incontables vidas se han perdido en actos de terrorismo por la brutalidad y los secuestros aéreos. Siempre han ocurrido accidentes, pero la escala de desastres y calamidades naturales de hoy en día es a menudo abrumadora; un avión de pasajeros se estrella; una planta de extracción de petróleo explota; el fuego atrapa a cientos en un tren subterráneo. La gente se pregunta: ¿Por qué lo permite Dios?

 

Las preguntas suben rápidamente a la mente, y a primera vista parecen razonables; no obstante, un franco análisis de ellas muestra que presentan ciertas implicaciones. Implican que el sufrimiento en la vida humana es incompatible ya sea con el poder de Dios o con su amor; que como un Dios de amor, o no tiene el poder para evitar el sufrimiento o, si lo tiene, entonces no tiene la voluntad de usarlo, y, por lo tanto, no es un Dios de amor. Se asume que la eliminación del sufrimiento, como el que está afectando a seres evidentemente inocentes, es algo que deberíamos esperar de un Dios de amor, el cual también es Todopoderoso. ¿Se justifican estas suposiciones?

 

Los Hechos de la Vida

 

Algunos hechos de la vida se deben tomar en cuenta antes de que tratemos de formarnos un juicio:

 

1.        El hombre vive en un universo de causa y efecto, y las consecuencias de ciertas causas son ineludibles. El fuego quema, el agua ahoga, los gérmenes infecciosos destruyen. Estos hechos tienen implicaciones morales. Los hombres viven en un universo en el que las consecuencias de lo que hacen son inevitables y, por lo tanto, su responsabilidad por lo que hacen es igualmente inevitable. Sin esta carga de la ‘ley natural’ él podría hacer con impunidad lo que quisiera, y no habría responsabilidad. Dios hizo el universo de esta manera porque es un Dios moral, que hace a los hombres seres responsables con libre albedrío para que elijan cómo han de actuar.

 

2.        El descuido y mal uso que hace el hombre de su vida ha corrompido el desarrollo de la vida humana misma, y ha dejado males que afectan a las generaciones    subsiguientes. Éstas, a su vez, como parte de la ley natural, pueden manifestarse en forma de debilidades y tendencias hereditarias hacia las enfermedades. La materia misma de la vida puede ser afectada al pasar de generación en generación.

 

3.        Las consecuencias de los actos de los hombres no son tan sólo directamente físicas. Los males sociales y políticos que el género humano ha creado en el transcurso de la historia han dejado una carga acumulativa en las generaciones subsiguientes. La gente hoy en día está atrapada en una red de consecuencias de la historia pasada, e incluso cuando tratan de corregir un mal, provocan la aparición de otro:

 

“Sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora” (Romanos 8:22).

 

¿Se Debería Salvar a la Gente de sí Misma?

 

Tomando en cuenta hechos como estos, debemos preguntarnos: ¿Qué es lo que en verdad estamos haciendo cuando exigimos a Dios que quite el sufrimiento? ¿No estamos pidiendo que Dios (a) suspenda la ley natural, (b) desvíe las consecuencias hereditarias, y (c) quite de los hombres los efectos de la inhumanidad de los mismos hombres? ¿Tenemos derecho de esperar que Dios salve a los hombres de las consecuencias de los actos humanos? ¿Sería un universo moral si él lo hiciera?

 

Estas preguntas sólo se pueden hacer con respecto a situaciones donde esté involucrada la mano del hombre. A los terremotos, tempestades, hambruna e inundaciones se les llama casos de ‘fuerza mayor’ porque por lo general no hay otra explicación acerca de por qué se produjeron. Así que si miramos más allá de los hechos humanos, al desastre natural, encontramos que afecta a todos, inocentes y culpables por igual. Tan pronto como empezamos a cuestionar el sufrimiento de las víctimas inocentes de  estos desastres, surge otro dilema. ¿Estamos diciendo que las calamidades deberían ser selectivas en su operación, eligiendo sólo a aquellos que ‘merecen’ sufrir?

 

¿Un Mal o un Síntoma?

 

Reforzando todo el pensamiento general sobre el tema que se ha estudiado hasta aquí, surge una suposición básica: que el sufrimiento es malo en sí. Esta creencia de que el sufrimiento es el mal esencial se halla en la raíz del budismo. El punto de vista bíblico es radicalmente diferente: el sufrimiento no es un mal en sí, sino que es un síntoma de un mal más profundo. Las Escrituras describen al sufrimiento como una consecuencia del pecado; no necesariamente el pecado de la persona que sufre, sino el pecado en la historia del hombre y en la sociedad humana. Su origen es expresado sucintamente por el apóstol Pablo:

 

“Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron” (Romanos 5:12).

 

La sentencia que se impuso a la mujer después de la desobediencia en el Edén dice:

 

 

“Multiplicaré en gran manera los dolores en tus preñeces; con dolor darás a luz los hijos; y tu deseo será para tu marido, y él se enseñoreará de ti”.

 

Al hombre le dijo Dios:

 

“Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás” (Génesis 3:16, 19).

 

La enseñanza es sencilla. Con la desobediencia del hombre se produjo un trastorno en la relación entre el Creador y lo creado; la relación entre Dios y el hombre está desbaratada. El primer pecado produjo un cambio fundamental que afecta a todos con los males que son comunes al hombre. La muerte es universal: Dios no la modifica para nadie en particular. La enseñanza de la Biblia es que se ha dejado que los hombres actúen a su propia manera y sujetos a la operación de la ley natural, aunque puede haber ocasiones en que un desastre natural es dirigido divinamente como un castigo para el hombre y además para la purificación de la tierra. El ejemplo sobresaliente es el diluvio en los días de Noé.

 

Al mismo tiempo, es cierto que en la Biblia el sufrimiento adquiere un nuevo significado para aquellos que buscan servir a Dios; ellos están en una nueva relación con el Creador, y aprenderán a ver la tragedia desde una nueva perspectiva. ¿Cuál es?

 

La Experiencia de un Hombre Bueno

 

La respuesta se puede ver en el ejemplo de Job. Este es un hombre devoto que se ve afectado por el desastre en la pérdida de sus rebaños y ganado--la fuente de su riqueza; con la terrible desgracia de la pérdida de todos sus hijos de un golpe; y entonces es afligido con una penosa enfermedad que lo separa de los demás. No obstante, él dice: “¿Qué? ¿Recibiremos de Dios el bien, y el mal no lo recibiremos?” (Job 2:10). Él reconoce el importante principio de que no puede pretender el bien como un derecho; no le corresponde a él decidir lo que hará Dios.

 

El Doloroso Problema

 

Sin embargo, llega el momento cuando el sufrimiento es tan inaguantable que parece que es preferible la muerte. En agonía y desconcierto, él pregunta, en efecto: ¿Por qué vive un hombre si sólo es para sufrir? Dios, que ha hecho al hombre, ¿puede destruirlo como un juguete que se ha dado de baja?

 

Los amigos de Job sostienen que hay una conexión directa entre el pecado de un hombre y su sufrimiento, y, por lo tanto, razonan que para sufrir de manera tan terrible, Job debe haber pecado gravemente. Él está convencido de su propia integridad: es humano, pero sabe que no es culpable de los pecados que ellos tratan de atribuirle. No obstante, la filosofía de sus amigos ha sido suficiente para que ahora sienta que está sufriendo injustamente. ¿Lo ha elegido Dios para presentarlo como un blanco para que le disparen? Porque, comparado con los demás, sus sufrimientos parecen totalmente desproporcionados ante cualesquiera faltas que él pueda confesar. Le parece que su aflicción sólo puede significar que Dios se ha vuelto contra él, y este problema moral se añade a su amargura. “Prosperan las tiendas de los ladrones”; ¿por qué deberían sufrir los justos?

 

Si Dios lo está juzgando, ¿es justo que él sea juzgado por una norma que la naturaleza humana no puede alcanzar?

 

Los amigos fracasan completamente en sus intentos por desestabilizar la convicción de Job de su propia rectitud, y finalmente dejan de debatir. Pero respaldando la contención de Job está su fe máxima en Dios, a pesar de todos los cuestionamientos, y su creencia en la justicia de Dios; y así Job obtiene la esperanza de que en otra vida, si no ahora, Dios, como su Redentor, lo defenderá y estará a su lado. Y así él incorpora un nuevo elemento en el debate cuando mira más allá del sepulcro, hacia la resurrección y la reconciliación. Esa creencia, aludida ligeramente en el libro de Job, se expresa plenamente en otros pasajes tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, y da una nueva perspectiva al problema. No obstante, no explica en sí por qué hombres y mujeres sufren en esta vida.

 

Dios Habla al Hombre

 

Cuando se han acallado los amigos, y Job ha hecho su discurso final, el joven Elifaz entra en el debate. Él muestra que Job en su padecimiento ha impugnado la justicia de Dios, pero también aporta una nueva luz al problema. Dios habla a los hombres (a) por revelación, y (b) por el sufrimiento. Dios se comunica por sus propios conductos con hombres y mujeres y los lleva hacia él (lea Job 33:14:18).

 

 Elifaz dice que Dios habla a los hombres para la educación espiritual de ellos, para que tengan una guía en su vida, y para preservarlos de la destrucción. Él quita al hombre de su propósito, y aparta la soberbia de él, alejándolo de su falso curso de vida, porque la soberbia es la fuente del mal. En cuanto a los otros medios de comunicación, Elifaz dice:

 

“También sobre su cama es castigado con dolor fuerte en todos sus huesos, que le hace que su vida aborrezca el pan, y su alma la comida suave. Su carne desfallece, de manera que no se ve, y sus huesos, que antes no se veían, aparecen. Su alma se acerca al sepulcro, y su vida

a los que causan la muerte” (Job 33:19-22).

 

La descripción del sufrimiento concuerda perfectamente con lo que le ocurrió a Job, y Elifaz dice que incluso él necesita la disciplina aleccionadora y correctiva del Señor—no por los pecados específicos imputados por sus amigos, porque Elifaz no los menciona, sino por una falta más sutil. Elifaz ya ha aludido a ella, pues es el  pecado de la soberbia espiritual, y sólo la experiencia del sufrimiento puede ponerla al descubierto como para culparlo de eso.

 

Dios Obra en el Hombre

 

Por lo tanto, el sufrimiento puede ser parte de los medios que utiliza  Dios para obrar en los hombres para el desarrollo de ellos y para llevarlos al conocimiento de él; y el resultado para Job fue un conocimiento nuevo e íntimo de Dios. Él pudo decir:

 

“De oídas te había oído; mas ahora mis ojos te ven. Por tanto me aborrezco, y me arrepiento en polvo y ceniza” (Job 42:5-6).

 

Esta obra de Dios en el hombre debe ser de naturaleza individual; sólo el hombre que sufre puede ganar esto como una experiencia personal. El problema mayor del sufrimiento permanece, y la única respuesta que se puede sacar del Libro de Job es que el hombre no puede poner en duda la majestad y sabiduría de Dios; él es el Creador y el Sustentador de toda la vida, y sus obras sobrepasan el conocimiento del hombre. Es esta respuesta la que formula con tanto poder y belleza la voz que sale del torbellino en los capítulos 38-41.  El hombre no puede más que aceptar que los caminos de Dios están más allá de su entendimiento.

 

“¿Acaso Teme Job  a Dios de Balde?”

 

Por lo tanto, aunque el Libro de Job no ofrece una respuesta sencilla al problema del sufrimiento, este ha sido elevado a un nivel más amplio. Sólo por la pérdida de sus propiedades y por el sufrimiento podía saber Job que él no servía a Dios por amor a casas, tierras, ganado y rebaños, o incluso hijos.  Ni siquiera le servía por amor a su piel, su riqueza y bienestar. Adoraba a Dios por lo que él es, y a pesar de todas las palabras vanas que salieron de su mente y cuerpo atormentados, tenía una máxima creencia en la justicia y fidelidad de Dios. Fue sólo cuando quedó despojado de todo  que  realmente supo que Dios era su único refugio, y en ese descubrimiento él quedó triunfalmente reivindicado contra la calumnia del adversario representado en los tres amigos.

 

La fe de Job en Dios fue puesta a prueba, y por la prueba su fe quedó templada como el acero. Fue por su aceptación final de la sabiduría de Dios, y por aprender que la fe podía desarrollarse por medio del sufrimiento, que Job llegó finalmente al más pleno conocimiento de Dios.

http://www.bereans.org/espanol/Sufrimiento.htm



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Respuesta  Mensaje 2 de 2 en el tema 
De: BARILOCHENSE6999 Enviado: 13/10/2011 06:40

Algunas Conclusiones

 

Las conclusiones que se pueden sacar de lo que se ha considerado hasta ahora se pueden resumir como sigue:

 

1.           El hombre vive en un universo ordenado de causa y efecto, y debe aceptar sus consecuencias; y desde que el pecado entró en la vida humana estas deben incluir el sufrimiento. Sin embargo, el sufrimiento tal vez no esté relacionado directamente con el pecado del sufriente, pero puede ser el resultado de las acciones de generaciones anteriores.

 

2.           Al mismo tiempo, el universo es de un Dios de sabiduría y amor que puede guiar y controlar el sufrimiento de aquellos que lo buscan a fin de llevarlos a un conocimiento más profundo de él.

 

Una Disciplina Divina

 

Es a la luz de esta última conclusión que podemos entender un pasaje en la Carta a los Hebreos, basado en un dicho del Libro de los Proverbios:

 

 

“Y habéis ya olvidado la exhortación que como a hijos se os dirige, diciendo: Hijo mío, no menosprecies la disciplina del Señor, ni desmayes cuando eres reprendido por él; porque el Señor al que ama, disciplina, y azota a todo el que recibe por hijo. Si soportáis la disciplina, Dios os trata como a hijos; porque ¿qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina? Pero si se os deja sin disciplina, de la cual todos han sido participantes, entonces sois bastardos, y no hijos. Por otra parte, tuvimos a nuestros padres terrenales que nos disciplinaban, y los venerábamos. ¿Por qué no obedeceremos mucho mejor al Padre de los espíritus, y viviremos? Y aquellos ciertamente por pocos días nos disciplinaban como a ellos les parecía,  pero éste para lo que nos es provechoso, para que participemos de su santidad. Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados. Por lo cual, levantad las manos caídas y las rodillas paralizadas” (Hebreos 12:5-12; Proverbios 3:11-12).

 

Leído en su contexto, el pasaje se explica solo. El sufrimiento y las pérdidas son comunes al hombre, pero para los hijos de Dios estas están dirigidas por su Padre Celestial como una disciplina espiritual, y como tal son la expresión de su amor.

 

¿Sufre Dios?

 

Una etapa más se puede alcanzar en el entendimiento del sufrimiento. Es que Dios mismo está involucrado en el sufrimiento del hombre, porque por causa de su amor él dio a su propio Hijo para que muriera por ellos, lo que le hizo sufrir a él también. Jesús era totalmente inocente, no contaminado por el pecado de ninguna clase, no obstante  voluntariamente puso su vida, sufriendo injusticia y crueldad por amor a sus amigos:

 

“Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él” (Juan 3:14-17).

 

“Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos”. Incluso Dios no podía tener mayor amor que dar a su amado Hijo al sufrimiento de la cruz para la redención de los hombres.

 

Por lo tanto, es cierto decir que incluso Dios sufre, y así se puede entender el dicho del profeta referente a la relación de Dios con Israel:

 

“En toda angustia de ellos él fue angustiado, y el ángel de su faz los salvó” (Isaías 63:9; véase también Jueces 2:16).

 

¿Por Qué no Interviene Dios?

 

El Dios de Israel no es una Primera Causa remota e impasible; su Espíritu Santo puede afligirse, puede conmoverse con ferviente compasión. Él puede amar con un amor eterno. Todas estas son expresiones bíblicas, y revelan a Dios como la Personalidad suprema que, por su santa trascendencia, puede entrar en la vida de hombres y mujeres que él ha creado.

 

A menudo la gente pregunta: ¿Por qué no interviene Dios para detener el sufrimiento; para poner fin a las guerras, para eliminar las enfermedades, etc.? Por supuesto, Dios efectivamente interviene en los asuntos humanos; muchas veces ha mostrado su poder en la historia. Pero hay un límite para esta intervención; le ha permitido al hombre el libre albedrío, y  le permite que use ese libre albedrío para bien o para mal.

 

Dios intervino en la historia de su pueblo escogido, Israel, y les dio oportunidades especiales para que lo adoraran a él y sean sus testigos. Él les confió su revelación y las promesas y profecías de un venidero Mesías.

 

Dios Envió a su Hijo

 

Así fue que, aproximadamente 2000 años atrás, Dios intervino en la vida e historia del hombre dando a su Hijo Jesucristo para que participe del sufrimiento humano al máximo a fin de llevar a cabo la redención del pecado y de la muerte. Cristo vino y tomó sobre sí la vida y naturaleza del hombre; compartió nuestra experiencia y soportó las tentaciones internas y las aflicciones externas que son la herencia común de todo el género humano:

 

“Porque convenía a aquel [... perfeccionar] por aflicciones al autor de la salvación de ellos [...]. Por lo cual debía ser en todo semejante a sus hermanos, para venir a ser misericordioso y fiel sumo sacerdote en lo que a Dios se refiere, para expiar los pecados del pueblo. Pues en cuanto él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados” (Hebreos 2:10-18).

 

“Y aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia” (Hebreos 5:8).

 

Al aceptar el sufrimiento en obediencia a la voluntad de Dios él lo elevó a un nuevo plano, y ya no lo mostró más como el más grande de los males, sino como un medio para un fin; porque por el sufrimiento, en su perfecta obediencia a Dios, él venció el poder del pecado en la naturaleza humana, y así hizo posible la resurrección de los muertos a vida eterna con el Padre. En esto él obtuvo la perfección, una fe examinada y puesta a prueba, la obediencia en su plenitud, totalidad en el amor de Dios y en el servicio del hombre—un ejemplo para todos sus seguidores.

 

Perfecto Por Medio del Sufrimiento

 

“Pues para esto fuisteis llamados; porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas; el cual no hizo pecado, ni se halló engaño en su boca; quien cuando le maldecían, no amenazaba, sino encomendaba la causa al que juzga justamente; quien llevó el mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados” (1 Pedro 2:21-24).

 

Y “habiendo sido perfeccionado, vino a ser autor de eterna salvación para todos los que le obedecen” (Hebreos 5:9). Él es el autor, la  fuente, la causa de una salvación que los hombres no pueden lograr por sí mismos, ya que por causa de su sacrificio aquellos que vengan a él en busca de vida son aceptados por la gracia de Dios como miembros de Cristo. Y así, como Cristo resucitó al tercer día, hay una resurrección espiritual a nueva vida para aquellos que se bautizan en él, y la esperanza de la resurrección física y un cambio a la inmortalidad en el día en que él regrese.

 

“Participantes de la Naturaleza Divina”

 

Si hombres y mujeres habían de llegar a ser “participantes de la naturaleza divina” (2 Pedro 1:4), levantados del pecado a un nivel donde verdaderamente podían conocer a Dios, disfrutar de comunión eterna con él y compartir su vida incorruptible, entonces sólo Dios sabía cómo se podía alcanzar esto en forma compatible con su propia majestuosa santidad. Era una condición que requería que diera a su Hijo para que muriera en la cruz.

 

Entonces, si Dios sufrió, y si, en obediencia al Padre, Cristo sufrió hasta la muerte, todo el problema del sufrimiento del hombre se eleva a un nuevo nivel. Sin fe en Dios, el sufrimiento es un mal que se debe soportar. Con fe, y el ejemplo del Hijo de Dios, el sufrimiento puede purificar y ennoblecer, y ser un medio por el cual Dios acerca más al sufriente a su presencia. El castigo del Señor puede ser en verdad una educación divina.

 

Todas las Cosas Nuevas

 

Si el Hijo de Dios sufrió, ¿pueden esperar los hombres ser una excepción? Pero más allá del sufrimiento estaba la resurrección, y más allá de la resurrección vendrá el reino de Dios cuando Cristo vendrá a reinar, tomando para sí a aquellos que ya se han comprometido como seguidores suyos.

 

Esta vez el establecimiento del reino está muy cerca. Pero las propias palabras del Señor y muchas otras profecías dejan en claro que la venida de Cristo será precedida por una gran tribulación para el mundo, y sin duda también para sus discípulos:

 

“Porque habrá entonces gran tribulación, cual no ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá. Y si aquellos días no fueren acortados, nadie sería salvo; mas por causa de los escogidos, aquellos días serán acortados” (Mateo 24:21, 22).

 

Pero cuando aparezca el Señor Jesucristo, él purificará la tierra de todo mal, quitará todo pecado y egoísmo, eliminará las enfermedades—y finalmente pondrá fin a la muerte. Reinará para Dios y quitará el sufrimiento para siempre. Entonces se cumplirán las palabras que oyó el apóstol Juan en Patmos:

 

“Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios. Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron, y el que estaba sentado en el trono dijo: He aquí, yo hago nuevas todas las cosas” (Apocalipsis 21:3-5).

 

Para aquellos que responden al llamado del amor de Dios, el camino del sufrimiento puede ser el camino de la vida, y ese es el propósito último de la existencia del sufrimiento en el mundo. El llamado aún está vigente; aún hay oportunidad para todos los que están buscando la esperanza más allá de este mundo impío actual, para encontrarla en las ‘buenas nuevas’ del evangelio.

 

No es infrecuente oír la sugerencia de que el perdón viene tan pronto como creemos, en otras palabras, sin el bautismo. Sabemos con certeza que eso no es cierto. Saulo de Tarso aprehendido por Jesús mientras aquel viajaba a Damasco donde se proponía perseguir a los cristianos. El Camino de Damasco ha llegado a ser un símbolo de la conversión y, erróneamente, para el perdón de los pecados. A Saulo no se le perdonaron sus pecados en ese camino, y en las Escrituras se nos enseña que tres días después él todavía tenía sus pecados. No fue sino hasta que fue bautizado que sus pecados fueron perdonados:

 

“¿Por qué te detienes? Levántate y bautízate, y lava tus pecados” (Hechos 22:16).

 

El perdón viene sólo por la muerte de Cristo. Se nos ha dicho que cuando creemos y somos bautizados, verdaderamente quedamos unidos a la muerte de Cristo. Es claro que cuando Felipe el evangelista predicó al eunuco etíope acerca de Cristo, él predicó todo acerca de Cristo y acerca del bautismo porque el etíope exclamó de repente: “Aquí hay agua; ¿qué impide que yo sea bautizado?” (Hechos 8:36). Para nosotros el mensaje es sencillo y claro: “El que creyere y fuere bautizado, será salvo” (Marcos 16:16).

 

Su Crisis y la Cruz

 

Tarde o temprano todos llegamos a la crisis. Para muchos, lamentablemente, es la crisis de la muerte, por no haber creído en el Señor Jesucristo y su poderosa obra salvadora y futuro glorioso. Para Ud., no tiene por qué ser así. Su futuro está ahora en sus manos porque la obra de Cristo lo ha colocado ahí. Su crisis es decidir si lo que ocurrió en Jerusalén alrededor de 2000 años atrás es la respuesta de Dios al dilema humano. Jesús dijo: “Separados de mí nada podéis hacer” (Juan 15:5). Eso todavía es cierto, y siempre lo será.

 

La vida sin Cristo termina en una muerte cierta y desesperanzada. ¿Por qué aferrarse a eso? Es como rechazar el salvavidas cuando uno está hundiéndose en el océano. Dios quiere salvarnos por medio de Cristo y darnos vida eterna en su reino aquí en la tierra cuando él regrese a la tierra. ¿Por qué no aprovechar esta oportunidad dorada?

 

Jesús nos indica el camino:

 

“Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida por causa de mí, la hallará” (Mateo 16:24-25).

 

Para aquellos que creen estas cosas y se bautizan, y prometen caminar en las pisadas de Cristo, la crisis ha pasado. Los pecados son perdonados y entonces podemos caminar por el camino de Cristo a vida eterna.

 

¡Qué gloriosos futuro! Aférrese a él con toda su fuerza y camine con Jesús.

 

H.T.

http://www.bereans.org/espanol/Sufrimiento.htm



 
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