CARNAVAL
 En estos días es habitual ver, por nuestras calles, a muchos niños –y a
 algunos adultos- disfrazados con las más variopintas vestimentas y 
máscaras: ha llegado el Carnaval. 
 Sin embargo, sería una 
auténtica pena que dejáramos pasar esta festividad sin profundizar –al 
menos un poco- en su simbolismo y significación, en la enseñanza que 
trata de transmitirnos esta antigua tradición que antecede a la Cuaresma
 cristiana.
 Su origen histórico resulta controvertido: hay quien 
dice que estas fiestas proceden de las antiguas bacanales romanas, otros
 las vinculan a las saturnales, otros a las luparcales, hay quien 
encuentra relación con las celebraciones en honor del egipcio Apis… etc.
  Como veremos, lo más probable es que tengan relación con todas ellas 
-y con muchas otras como la “fiesta del asno” medieval- al ser su 
simbolismo y función los mismos en la mayoría de los ejemplos citados.
 Tampoco existe unanimidad respecto a la etimología del término.  De 
hecho, tradicionalmente se proponen dos raíces contradictorias cuya 
aparente oposición sólo puede ser entendida y superada (la coincidencia 
de los opuestos) gracias a la comprensión del simbolismo que envuelve a 
sus celebraciones:
 - Carne-levare: que significa, abandonar la carne
 - El término italiano “carnevale”, que significa época en la que se puede comer
 ¿Contradictorio? Como veremos, sólo en apariencia.  Más bien en esa 
oposición se encuentra uno de los secretos mejor guardados del 
hermetismo: la alquimia espiritual.
 Todos los posibles orígenes 
históricos de los Carnavales, todas las fiestas con las que se los 
relaciona, tienen un elemento común: son épocas de inversión del orden 
establecido, de liberación de la sombra personal y social, de 
efervescencia de lo reprimido, de eclosión de las más viles 
inclinaciones del ser…  Celebración de carácter “siniestro”, de 
satisfacción de los vicios más propios del hombre caído, de las 
características más rastreras de su ser.
 La pregunta es: ¿por qué
 distintas tradiciones y culturas mantienen viva una tradición como 
ésta? Y, ¿por qué, en nuestro caso, justo antes de la Cuaresma?
 
Una primera razón de ser de los Carnavales es la canalización de todas 
estas bajas tendencias, el intento de controlar y regular su 
manifestación para evitar sus peligros y hacerlas así inofensivas.  No 
puede uno reprimirse permanentemente, acaba explotando…  Tiene que 
permitirse ciertas licencias, aunque con mesura…  Sólo así consigue 
restar fuerza a sus más bajas pulsiones.  Ya lo he dicho en alguna otra 
ocasión: el enfrentamiento directo es uno de los caminos más seguros 
hacia el fracaso en la lucha por el desarrollo espiritual.
 Del 
mismo modo que hay quien recomienda -para dejar de fumar- el pegarse un 
atracón de tabaco, un auténtico exceso que te siente fatal, no está de 
más “soltarse el pelo”, permitirse una última cena, antes de iniciar un 
periodo de purificación y transformación como es la Cuaresma.  Para 
dejar de comer carne (carne-levare) se hace preciso, primero, comerla 
(carnevale).
 Ahora bien, para evitar ser reconocido en pleno 
“desenfreno” es propio de estas fechas el recurrir a máscaras o 
disfraces que, como mínimo, le cubran a uno el rostro ante la mirada de 
los curiosos.  Sin embargo, como bien apunta Guénon, mientras cubren la 
faz, descubren el alma porque “cada cual elegirá obviamente la máscara 
que más le convenga, aquella que represente lo que es más conforme a sus
 propias tendencias, de modo que podría decirse que la máscara, cuya 
aparente función es ocultar el verdadero rostro del individuo, descubre a
 los ojos de todos lo que uno lleva realmente dentro, pero que 
habitualmente debe disimular”.
 En este sentido, durante la orgía 
carnavalesca -si uno la vive con plena conciencia- es posible 
identificar todos los demonios y sombras que habitualmente se encuentran
 agazapados en nuestro interior…  Así podremos darles caza durante la 
Cuaresma, ese periodo de ayuno y purificación que tiene por objeto que 
muramos a lo superfluo y peor de nosotros mismos para así resucitar, en 
Pascua, como hombres nuevos.
 Es, por tanto, capital la 
importancia de los Carnavales –de ese momento de distensión y 
descubrimiento de lo peor de nosotros mismos- para iniciar correctamente
 la Cuaresma.  Aprovechad estas celebraciones para conoceros mejor, para
 reíros de vuestros defectos e imperfecciones, para no darles más 
importancia de la que tienen y para despediros de ellos…  Porque durante
 la Cuaresma mudaréis de piel como la serpiente, abandonando al hombre 
viejo y resucitando como hombres nuevos.
 Hace diez mil años antes
 de Cristo, hombres, mujeres y niños se reunían en verano con los 
rostros enmascarados y los cuerpos pintados para espantar a los demonios
 de la mala cosecha. Los orígenes del carnaval se consigue como una de 
las más antiguas celebraciones de la humanidad, tanto como las Fiestas 
Egipcias  que homenajeaban a la diosa Isis  o al Toro Apis. Los griegos 
festejaban con grandiosidad las Fiestas Lupercais y Saturnais y 
celebración del regreso de la primavera, que simboliza el Renacer de la 
Naturaleza. Más pronto todos concordaron que las grandes fiestas como la
 del carnaval estaban asociadas a fenómenos astronómicos o a ciclos 
naturales. 
 El carnaval se caracteriza por fiestas, diversiones 
públicas, bailes de máscaras y manifestaciones folklóricas. En Europa, 
los más famosos carnavales son los de Paris, Monique y Roma, seguidos de
 los de Nápoles, Florencia y Nice. En muchos otros países acontece las 
fiestas de carnaval, más no siempre son en la misma fecha que las 
nuestras.  
 En Roma había una fiesta a Saturnália, en que un 
carro en formato de navío abría camino en medio de la multitud, que 
usaba máscara y promovía las más diversas fantasías y diversiones. Esas 
fiestas incorporaban a la iglesia Católica, y según algunos el origen de
 la palabra Carnaval es carrum navalis (carro naval). Esa etimología, 
entretanto, ya fue contestada. Actualmente la más aceptada y es la que 
liga la palabra “Carnaval” a la expresión carne levare, o sea arrastrar 
la carne, una especie de último momento de alegría y festejos profanos 
antes de la cuaresma.
 El Carnaval de Brasil tiene su origen por 
vía del portugués, donde en el pasado, las personas jugaban unas con 
otras con agua, huevos y harina. El encuentro acontecía en un periodo 
anterior a la cuaresma, y por tanto, tenia un significado ligado a 
libertad. Este sentido permanece asta los días de hoy el Carnaval. 
 En Brasil, al final del siglo XIX, comienzan a aparecer los primeros 
grupos carnavalescos, disfiles y los famosos “corsos”. El Carnaval en la
 calle mantiene sus tradiciones originales en la región Nordeste de 
Brasil. En ciudades como Recife y Olinda, las personas salen a las 
calles durante el Carnaval al ritmo del movimiento de la danza y la 
música.
 Podemos concluir que la gran fiesta del Carnaval tiene un
 origen religioso y fue por mucho tiempo como el último día en que se 
comía carne antes de entrar en el tiempo de penitencia y de conversión 
que era la cuaresma.