Para hombres y mujeres, la madre es nuestro primer objeto de amor y, como señala la psicóloga Noemí Balada: “La figura más importante en la formación de nuestra personalidad, ya que marca nuestra manera de amar y de relacionarnos con los demás”. De ella tomamos muchos de nuestros referentes y aprendemos modelos de conducta que se reflejarán en nuestras actitudes en la vida adulta. Así, señala la psicóloga, en la forma de amar del hombre “influye el modelo educativo con el que la madre ha educado al niño. Si ha estado basado en tener en cuenta al otro y en considerarlo igual en derechos y necesidades, le resultará mucho más fácil tratar a su pareja de igual modo”.

Porque si el vínculo con la madre es siempre fundamental, según la teoría de Sigmund Freud, en el caso de los hombres cobra una fuerza todavía mayor. Para el creador del psicoanálisis, si la hija, al entrar en la fase de Edipo, cambia de objeto de amor virando de la madre hacia el padre, el hijo, en cambio, continúa siempre volcado en la figura materna.

Una relación fusional

Incluso sino la formula de esa manera, lo asuma o no, una madre sabe cuán especial es la relación que la une a su hijo. Un vínculo cuya influencia se dejará sentir en la forma de amar del hombre adulto. “La relación madre-hijo tiene las más vastas consecuencias en la constitución psíquica del niño y en su futura vida amorosa”, explica la psicóloga Mónica Pereira. Una relación que se establece desde los primeros cuidados. “En esta etapa –señala la psicóloga-, aparece en el bebé la ilusión de ser el objeto capaz de colmar a la madre, de ser aquello que la completa. Indicios de esta ilusión narcisista se extiende a la vida amorosa posterior y están en la base de toda experiencia de enamoramiento. Si bien el hijo tendrá que desasirse de esta unión inaugural, ella es imprescindible, constitutiva y persistirá a lo largo de la vida como una relación perdida y anhelada.”

De objeto a sujeto

Para superar esa relación fusional con la madre es básico que el niño perciba que su madre no sólo lo necesita a él. Como explica Mónica Pereira: “Para el niño es tan necesario ocupar esa posición inicial respecto de la madre como poder salir de ella. Esta salida se da a través del padre. Él ha de poder separar la diada madre-hijo, mostrando al niño que la madre desea otras cosas, que el niño no es todo para ella, que ese estado de completitud es ilusorio”. De esta manera, indica la psicoanalista, es necesario que el niño supere ese vínculo excluyente que establece con la madre para ser capaz de iniciar relaciones con otras mujeres en la edad adulta. “Al liberar al niño de esa posición inicial de objeto, el padre funda la legalidad y permite al hijo constituirse en un sujeto capaz de desear. ‘Ser hombre’ requiere este pasaje por el padre en la trama edípica. Así el hijo obtiene los emblemas masculinos y las identificaciones necesarias para poder relacionarse con una mujer en la vida adulta. El futuro acceso a una mujer que no sea la madre sólo podrá darse si el hijo renuncia a esa posición de objeto de goce materno.”

Ideal femenino

La psicoanalista nos recuerda igualmente que la relación madre-hijo está también modelada por lo que ésta transmite de su propia relación con lo masculino. “Ello determinará que la función del padre opere o que no lo haga, y dependerá también de cómo haya tramitado ella su propio Edipo. En tanto la mujer pueda asumirse como deseante, como no completa, habrá lugar para que la función paterna sea efectiva. Es decir, un padre difícilmente podrá separar la diada madre-hijo si la mujer no lo permite a hacerlo. Una madre ubicada en esta posición, denominada fálica por negar la diferencia sexual, suele dificultar la constitución del hijo como sujeto. En la consulta, esta situación se presenta baja la forma de patologías grave”, apunta Pereira.

En otras ocasiones, la madre puede también convertirse para el hijo en una suerte de ideal femenino. Como explica la psicoanalista, ese mecanismo “es un modo en que muchos hombres continúan ligados a esa madre originaria, y suele representar un obstáculo en las relaciones amorosas”.

No es el único factor

¿Podemos así prever cómo será la forma de amar de un hombre en función de cuál haya sido el tipo de actitud de su madre hacia él –permisiva, autoritaria, sobreprotectora, distante, comprensiva…-? “En psicoanálisis toda generalización es engañosa –responde la psicóloga-. Afirmaciones como que ‘tales madres producen tales hijos’ desconocen que cada sujeto es responsable de cómo se posiciones frente a su deseo y a su goce.”  Como explica la doctora, “si la relación con la madre es fundamental, lo que cuenta para cada persona en su realidad psíquica”.