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¿DOS MALES HACEN UN BIEN?

PREGUNTA: Ustedes manifiestan que, desde el punto de vista espiritual, todas las cosas o palabras son

buenas, para ese fin. Pero tomen, como ejemplo, los indecibles crímenes viles y cobardes que

se cometen con la indefensa población civil de algunas naciones en la zona de guerra. La

teoría del renacimiento puede argumentar que esta infeliz gente que sufre así puede haber

cometido atrocidades semejantes en existencias previas, pero aun así, ¿dos males hacen un

bien? En vista de tales condiciones uno se siente impulsado a veces a refugiarse en la doctrina

filosófica que enseña que el testimonio de los sentidos es ilusorio, la teoría de ser todo un

ensueño desagradable o pesadilla como una explicación del mal en el mundo; o el simple

materialismo, el cual, por supuesto y por su naturaleza, no necesita hacer ninguna de las

explicaciones que se esperan de la enseñanza espiritual. ¿Existe alguna otra solución para el

problema?

Respuesta: Sí, por cierto, la hay, porque aunque nosotros con nuestras mentes finitas no

podamos comprender los intrincados detalles de la enmarañada telaraña del destino, no

obstante, los amplios lineamientos de la ley del amor que trabaja para el bien a través de lo

que parece ser el mal, pueden fácilmente ser discernidos. Pero antes de entrar directamente en

la discusión de la pregunta, permítasenos hacer una aclaración a nuestro corresponsal.

Nosotros no decimos que todas las cosas son buenas, porque si eso fuera verdad, sería bueno

que continuaran las atrocidades de que nuestro corresponsal habla. En vez de eso, siempre

hemos mantenido, y todavía aseveramos que todo mal es realmente bien en formación, es

decir, que de esa condición llamada mal, algo bueno resulta. No rehuimos llamar a una nube,

una nube, pero también señalamos el borde plateado que demuestra que más allá y detrás de la

nube, todavía brilla el sol tan bellamente como siempre. Y si el dolor y sufrimientos causados

por esta guerra son los medios para finalmente terminar con las guerras en la tierra,

seguramente no es mucho su costo.

De su observación de que la teoría del renacimiento arguye que esa infeliz gente mencionada

pudiera haber cometido atrocidades semejantes en existencias previas, se desprende que usted

está bajo el común malentendido de que todas las actuales condiciones deben relacionarse con

acciones de vidas pasadas, y que tampoco se ha dado cuenta, o ha olvidado tomar en consideración

el hecho de que en cada momento de nuestras vidas estamos generando nuevo

destino al mismo tiempo que expiamos nuestras antiguas deudas. Este grande e importante

hecho fue expuesto en la antigua mitología Griega, en la que las Parcas que son tres,

representan el pasado, presente y futuro; también en la mitología nórdica, en la que los tres

Norns: Urda, Skuld y Verdande, están hilando las hebras del destino y desenredándolas de

nuevo. Tampoco el destino es una medida para equilibrar. Si en una vida A robó a B

arruinándolo, no debemos suponer que en la siguiente existencia B no va a ser honrado y va a

robar a A. Esto de cierto sería una mala solución del problema, pues seguramente es mucho

mejor para una persona perder su dinero totalmente que recuperarlo a costa de su honestidad.

Similarmente, en la suposición de que en una previa existencia, como se sugiere, las víctimas

presentes de la atrocidad militar fuesen responsables también de atrocidades contra los que

ahora las hacen sufrir, sería mucho mejor para el crecimiento de su alma que no ejercieran

venganza, para no ser convertidos en la vida actual en bestias. Si en la forma anteriormente

dicha, la ley trabajara, entonces las crueldades y atrocidades se multiplicarían, y uno se

estremecería de sólo pensar en lo que hay reservado para la humanidad en la próxima vida

cuando los civiles lesionados ahora busquen vengarse de los presentes agresores militares.

Pero, gracias a Dios, eso no es así. Un estudio de la Memoria de la Naturaleza ha demostrado

concluyentemente la verdad de la enseñanza espiritual que enseña que el odio cesa no por el

odio, sino por el amor y el servicio. Se ha encontrado en todos los casos investigados por el

autor, -y ellos se cuentan por cientos- que cuando en una vida una persona hiere a otra, el

sufrimiento acarreado contra sí mismo por el acto durante la expiación purgatorial que sigue a

la muerte, ha compelido a la comprensión y al arrepentimiento, cuando menos en cierta

medida. Esa persona entonces es colocada en una posición en la que pueda prestar algún

servicio a la que lesionó cuando ambos vuelvan a encarnar. Si intuye la oportunidad, bien y

provechosamente, entonces ambas partes se benefician; se fomenta la paz y la buena voluntad

en la tierra. Si la rehúsa es colocado en una posición en la que ascuas se amontonan sobre su

cabeza, y entonces, en la tercera vida puede ser inducido a pagar la deuda de servicio, o puede

ser la víctima del daño de otro y así aprender la simpatía y la fraternidad que producen el

requerido servicio. Pero, cualquiera que sea el método, y estos posibles métodos son legión,

de uno u otro modo la deuda de odio tendrá que pagarse con amor, porque este es el único

camino para que la humanidad se desarrolle mejor.

Aplicando estas ideas al problema presente de los sufrimientos de la población civil en la zona

de la guerra (Guerra Mundial I) y admitiendo todavía que el pasado tenga algo que ver en

algunos casos, es un hecho indudable que una gran cantidad de nuevo destino se está

generando ahora, tanto por los agresores como por las víctimas. Tampoco debe olvidarse que

los agresores mismos están sufriendo tan grandes tribulaciones como sus víctimas. Es la época

de sufrimiento en todas partes, y las experiencias purgatoriales de aquellos que hoy permiten

que sus naturalezas inferiores se desenfrenen, serán excesivamente severas. Después, cuando

comience, una nueva vida y sean puestos en condiciones de enfrentarse con sus víctimas, la

memoria subconsciente del sufrimiento purgatorial engendrará en la gran mayoría un deseo de

dar satisfacciones adecuadas, de tal modo que del horno de la actual aflicción saldrá un reino

de paz en la tierra y buena voluntad entre los hombres.

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