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MAX HEINDEL: LOS SINSABORES DEL ALMA QUE BUSCA...(I)
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Respuesta  Mensaje 1 de 2 en el tema 
De: moriajoan  (Mensaje original) Enviado: 13/09/2009 14:04

 

 

 

 Parsifal...Opera 

hello.gif picture by vislumbrar

 

LOS SINSABORES DEL ALMA QUE BUSCA...(I)

 

Lo mismo que el ejercicio es necesario para el desarrollo del músculo físico, así el

desarrollo de la naturaleza moral se obtiene por medio de la tentación. El alma queda en

libertad para escoger a su antojo, porque aprende tanto por sus equivocaciones como por

sus aciertos y quizá aun más. Por esta razón, en el mito de Job, se le permite al diablo

servirse de la tentación y en el mito de Fausto hace esta petición:

“Señor. ¿apuestas algo

a que tu siervo te vende,

si llevarlo por mis sendas

me dejas?”.

Y el Señor le contesta:

“Pues bien, te entrego mi siervo.

De la originaria fuente

desvía el alma piadosa,

y el cauce, si sabes, tuerce.

Quedarás abochornado

viendo que un ser pobre y débil

el camino recto encuentra

entre tantas lobregueces.

Ancho campo te concedo;

nunca odié a los de tu especie,

entre todos los que niegan

genios a mi ley rebeldes,

pobre bufón malicioso,

el menos dañino tú eres.

El hombre, a menudo, en brazos

del reposo desfallece.

y es bueno que a cada instante

le anime, aguijonee y despierte

un compañero de viaje,

aunque el mismo Diablo fuere.

(A los arcángeles.)

La que brilla inmortal santa hermosura

gozad, hijos de Dios, en mi regazo,

la substancia, que vive eterna y pura,

de amor os ligue con el tierno lazo,

y a la incierta apariencia del momento

forma dé vuestro fijo pensamiento”.

Así la conspiración está tramada y Fausto está a punto de quedar enmarañado en los

cepos que se encuentran en el camino de todas las almas investigadoras. Las siguientes

líneas demuestran el propósito beneficioso y la necesidad de la tentación. El espíritu es

parte integrante de Dios: primordialmente “inocente”, pero no virtuoso. La virtud es una

cualidad positiva desarrollada por una postura firme adoptada a favor de lo justo durante la

tentación, o por el sufrimiento soportado pacientemente como consecuencia de malas

acciones. Así el prólogo en el cielo da al mito de Fausto su más alto valor como un guía, y

su estímulo al alma que busca. Demuestra el propósito eterno detrás de las condiciones

terrestres que causan dolor y pesares.

Después Goethe nos presenta a Fausto mismo sentado en su cuarto de estudio, y

ocupado en introspección y retrospección:

“Física. Metafísica. Derecho,

Medicina después, y Teología

También, ¡ay. Dios! por mi desgracia, todo,

todo lo escudriñé con ansia viva,

y hoy, ¡ pobre loco de infeliz mollera!

¿qué es lo que sé? Lo mismo que sabia.

¡Sólo pude aprender que no sé nada,

y el alma en la contienda está rendida!

Bachiller o doctor, seglar o preste,

nadie su ciencia iguala con la mía;

ni escrúpulo ni duda me atormentan:

ni demonio ni infierno me intimidan;

y así. de sombras y de espantos libre,

huyó todo el encanto de mi vida.

Al hombre inútil; para el bien estéril,

nada puedo enseñar que de algo sirva,

y sin caudal, ni crédito, ni honores,

vida arrastro que un can despreciaría.

Doyme a la Magia. pues. ¡OH, si pudiera

el vigor del Espíritu, que anima

al Verbo humano, la secreta clave

revelarme de todos los enigmas!

No con pálido afán sudara sangre

para hacer comprender lo que mi misma

razón no comprendió y en las entrañas

penetrando del mundo, encontraría,

del eterno Poder vivificante,

allí dentro, las fuentes escondidas,

y no hiciera, en insulsas peroratas,

tráfago insubstancial de charla ambigua.”

Toda, una vida de estudio no ha podido procurar a Fausto ningún verdadero saber.

Las fuentes convencionales de sabiduría resultan ser estériles finalmente. El hombre de

ciencia puede creer que Dios es algo superfluo: puede figurarse que la vida consiste en

acción y reacción química, es decir, al principio de su estudio. Pero cuanto más sondee la

materia, tanto mayores se le presentarán los misterios en su camino, y por fin se verá

forzado a renunciar a investigaciones ulteriores o a creer en Dios como un Espíritu cuya

vida penetra cada átomo de materia. Fausto ha llegado a este punto. Dice que no ha obrado

por oro “ni por tesoros, ni honor mundano, ni rango ni placer”. El ha luchado por amor en

la investigación y ha llegado al punto donde ve que un mundo de espíritu nos rodea a todos;

y por medio de este mundo, por la magia, aspira ahora a un conocimiento superior y más

real que aquel contenido en libros.

Un tomo, escrito por el famoso Nostradamus está en su mano, y abriéndolo apercibe

el signo del macrocosmos. El poder contenido en él abre a su percepción una parte del

mundo que está buscando, y en un éxtasis de alegría exclama:

“¡ Cuán sabrosa fruición, ante esa imagen,

mi ser inunda y mi sentido animal !

Por mis arterias y mis nervios corre

el santo hervor de renaciente vida.

¿Fue un dios acaso quien trazó ese signo,

que el hondo afán del corazón mitiga,

al Espíritu presta nuevas alas

y a la Naturaleza el velo quita?

¿Un dios yo mismo soy? Todo a mis ojos

aparece distinto: en esas líneas

vi a la Naturaleza productora,

que al alma está patente y sometida.

El sabio dijo bien — hoy lo comprendo:

Barrera impenetrable no limita

el mundo del Espíritu: ¿está muerto

tu pobre corazón, tu alma rendida?

Alzate, pues, y tu terrena frente

baila en el rosicler del nuevo día.”

Pero otra vez el péndulo oscila hacia atrás. Al igual que si intentásemos mirar

directamente la luz brillante del sol daría como resultado la destrucción de la retina del ojo,

así la tentativa audaz de penetrar lo Infinito resulta un fracaso y el alma anhelante cae desde

el éxtasis de alegría en la oscuridad de la desesperación:

“¿Bella visión, pero visión al cabo!

¡Cómo asir y estrechar a la infinita

Naturaleza, y exprimir sus pechos!

Manantial ellos son de toda vida.

de ellos penden los cielos y la tierra;

su fecundo raudal todo lo anima,

y en vano pide mi sediento labio

una gota, no más, de esa ambrosía.”

Primero tenemos que comprender lo inferior antes de que podamos aspirar con éxito

a conocimientos superiores. Disparatar y delirar del más allá, de cuerpos más sutiles,

cuando tenemos un entendimiento muy limitado de los vehículos en los cuales actuamos

todos los días y de la atmósfera en la cual nos movemos, es el colmo de la locura.

“Hombre, conócete a ti mismo” es una enseñanza sana. El único modo seguro está en subir

la escalera peldaño por peldaño, y nunca dar un nuevo paso antes de estar bien asegurados

en el terreno que pisamos. Muchas almas habrán experimentado por sí mismas la

desesperación expresada en las palabras de Fausto.

Tontamente había empezado en el escalón más alto, y había sufrido el consiguiente

desengaño: pero todavía no entiende que debe empezar desde la base y por esto emite una

evocación al Espíritu de la Tierra en esta forma:

“¡Cuánto es diversa, Genio de la Tierra,

tu acción! Estás más cerca, y a tu vista

crecen mis bríos, cual si rojo mosto

inundara mi ser; con frente erguida.

quiero lanzarme al mundo; afrontar quiero

sus infortunios, afrontar sus dichas;

provocar la tormenta, y sin espanto

ver la nave a mis pies rota y hundida.

Pero, nublóse el cielo,

la luna en él se eclipsa,

mi lámpara se apaga,

y ráfagas rojizas

descienden y circundan

mi sien descolorida.

Vertiginoso anhelo

dentro de mí palpita

y siento que el Espíritu

siniestro se aproxima.

¡Rasga el velo! ¡ Aparece!

¡Cuál sufre el alma mía!

Por abrir nuevo cauce

mis sentimientos lidian,

y hacia ti, fatal Genio,

todos se precipitan.

¡Preséntate, aunque fuere

el precio de mi vida!.

Como hemos dicho en el Concepto Rosacruz del Cosmos y como hemos explicado

además en la Filosofía Rosacruz respecto a una pregunta que se refiere al ritual en latín en

la Iglesia Católica, un nombre es un sonido. Propiamente pronunciado, no importa por

quien, tiene una influencia dominadora sobre la inteligencia que representa, y la palabra

dada en cada grado de Iniciación facilita al hombre la llave para entrar en una esfera

especial de vibración, poblada de ciertas clases de espíritus. Por consiguiente, como un

diapasón responde a una nota del mismo sonido, así cuando Fausto pronuncia el nombre del

Espíritu de la Tierra, este nombre abre a su conciencia todo lo que penetra su presencia.

Se debe tener presente que la experiencia de Fausto no es un ejemplo aislado de lo

que puede suceder bajo condiciones anormales. El es un símbolo del alma que busca. Todos

nosotros somos Faustos en cierto modo, porque en algún estado de nuestra evolución

encontraremos al Espíritu de la Tierra y nos daremos cuenta del poder de Su nombre,

propiamente pronunciado.

 

Max Heindel – Misterios de las Grandes Óperas

 

 

 

 
 


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Respuesta  Mensaje 2 de 2 en el tema 
De: moriajoan Enviado: 21/09/2009 18:45
 

 

 

 

Wagner: Tristan und Isolde - Prelude

 

hello.gif picture by vislumbrar

 

LOS SINSABORES DEL ALMA QUE BUSCA...(II)

 

(continuación)

En “La Estrella de Belén”, “Un hecho Místico”, hemos tratado de dar a los

estudiantes un vislumbre de cierta fase de Iniciación. La mayoría de nosotros andamos por

el mundo y no vemos de esta tierra más que una mente muerta, pero uno de lo revelados en

nuestra consciencia es la realidad viva del Espíritu de la tierra. Lo mismo como la

superficie de una cosa muerta comparada con los órganos interiores, así la cubierta exterior

de la tierra, formando como una costra, no da ninguna idea de la maravillosa actividad que

hay adentro. En el sendero de la Iniciación, se nos revelan nueve capas distintas y en el

centro de esta esfera giratoria hallamos al Espíritu de la Tierra frente a frente. Es un hecho

real y verdadero que esta “gimiendo y viajando” dentro de la tierra en favor de todos,

afanándose y esperando impacientemente que nos manifestemos como Hijos de Dios, para

que, lo mismo como el alma anhelante que aspira a la liberación queda finalmente libertada

de su cuerpo denso, el Espíritu de la Tierra también pueda ser libertado de su cuerpo

mortífero en el cual está ahora confinado para nuestra salvación.

Las palabras que dice el Espíritu de la Tierra a Fausto, en la obra de Goethe, ofrecen

excelente materia para la meditación, porque representan místicamente lo que el candidato

siente cuando por primera vez se da cuenta de la absoluta realidad del Espíritu de la Tierra

como una presencia real y tangible y de que se halla trabajando para nuestra elevación

espiritual.

“En la incesante ráfaga

de actividad continua,

vuelo de arriba abajo,

vuelo de abajo arriba;

y en ese veloz torno,

que el Tiempo mueve y gira,

mis dedos impalpables

las tenues hebras hilan

de la vida y la muerte,

de la muerte y la vida,

tejiendo a Dios, en el telar eterno,

la que viste inmortal túnica viva.”

Naturalmente, al Espíritu de la Tierra no debemos representárnoslo como un

hombre mayor, ni teniendo una forma física distinta de la tierra misma. El cuerpo vital de

Jesús, en el cual estuvo confinado el Espíritu de Cristo antes de su ingreso actual en la

tierra, tiene la forma humana ordinaria: está preservado y es enseñado al candidato en un

momento determinado de su progresión. Algún día, en un remoto porvenir, dará otra vez

albergue al Espíritu de Cristo, a Su vuelta del centro de la tierra, cuando nos hayamos

convertido en seres etéricos y cuando El estará dispuesto a ascender a esferas superiores,

dejándonos a nosotros para que recibamos la enseñanza del Padre, cuya religión será más

elevada aún que la religión cristiana.

La verdad esotérica de que cuando un espíritu entra por cierta puerta tiene que

volver también por el mismo camino, es enseñada por Goethe en relación con la primera

entrada en escena de Mefistófeles. Fausto no está en el sendero corriente de Iniciación. No

ha ganado la admiración ni la ayuda de los Hermanos Mayores: está llamando a la puerta

falsa a causa de su impaciencia. Por esta razón es repelido por el Espíritu de la Tierra y

cuando aparentemente ha logrado su fin, se ve lanzado desde la cumbre de la alegría al

abismo de la desesperación, donde se da cuenta de que en realidad ha fracasado en su

intento.

“Ya, hijo de Dios, al misterioso espejo

de la eterna verdad llegar quería,

y los terrenos lazos desatando,

aspiraba feliz la luz divina.

Superior al querube, en el regazo

del mundo derramé mi propia vida.

y mezclando mi sangre con su savia,

audaz soñé la Creación ya mía.

¡Estéril presunción! Una palabra

rayo fue que fulgura y me aniquila.

Medir no puedo mi poder contigo;

mis tristes voces a venir te obligan,

pero no te aprisionan. A tu lado,

¡cuán grande y cuán pequeño me sentía!

Pero a la suerte incierta de la triste

humanidad, arrójanme tus iras.

¿Quién marcará mi norte y mi sendero?

¿Seguiré los impulsos que me guían?

¡Ay! El camino de la vida obstruyen,

dolores, desengaños y desdichas.”

Fausto cree que las fuentes de información están agotadas y que nunca logrará el

verdadero conocimiento. Y temiendo la terrible monotonía de una laboriosa y ordinaria

existencia, coge una ampolla de veneno y está a punto de beber cuando oye fuera unos

cantos que proclaman que Cristo ha resucitado, porque es la mañana de Pascua. Al pensar

en esto, su alma se abre otra vez a la esperanza. Se ve aún más impedido en su propósito

por la llamada de Wágner, su amigo.

Paseando con este último, Fausto da el grito de agonía que sale del pecho de toda

alma aspirante, en la terrible lucha entre la naturaleza superior y la inferior. Mientras

vivimos vidas mundanas sin más altas aspiraciones, hay paz en nuestro pecho. Pero cuando

una vez hemos sentido la llamada del Espíritu, nuestra tranquilidad se acabó y cuanto más

ardientemente perseguimos la busca del Grial, tanto más violenta será la lucha interna. San

Pablo estimaba que él era un hombre perdido porque los bajos deseos de la carne combatían

sus aspiraciones espirituales superiores. Las palabras de Fausto son por el estilo:

“Tú no más tienes un alma,

y en mi pecho laten dos.

Por separarse. entre sí

trabaron lucha reñida:

la una, que de ardiente vida

siente el loco frenesí,

desesperada, al placer

se aferra con vivo anhelo,

la otra, rasgado ya el velo,

quiere a su patria volver.”

Pero él no se da cuenta de que no existe una carretera real que conduzca al logro del

ideal o anhelo; al contrario, cada uno tiene que recorrer el camino hacia la paz solo. Cree

que hay espíritus que pueden darle el poder del alma, listo para el uso:

“Espíritus. si es verdad

que en las alas del ambiente

tranquila y calladamente

reináis en la inmensidad

de las tenues nubes de oro

que os dan callada guarida,

bajad, y la nueva vida

dadme, que anhelante imploro.

¡Ah! Si pudiera yo asir

aquel prodigioso manto

que en las alas del encanto

nos lleva donde ansiamos ir,

avaro de tal favor,

no lo trocara, siquiera

su púrpura me ofreciera

en cambio el emperador.”

Por este su afán de dirigirse a otros, él está condenado al desengaño. “Si eres Cristo

ayúdate a ti mismo”, es la regla universal; y la confianza en sí mismo es la virtud cardinal

que los aspirantes deben cultivar en la Escuela de Misterios Occidentales. A nadie se le

permite apoyarse en Maestros ni seguir ciegamente a Guías. Los Hermanos de la Rosacruz

gustan de emancipar a las almas que van hacia ellos, de educarlas, robustecerlas y

convertirlas en colaboradoras. Los filántropos son raros y los que se figuran que un

instructor debe hacer algo más que indicar el camino, se equivocan profundamente.

Cualesquiera que sean sus títulos o pretensiones, que venga en cuerpo denso o como

espíritu, no importa que sea todo lo espiritual que quiera, un instructor, positivamente, no

puede hacer por nuestra cuenta las buenas obras que son necesarias para el crecimiento del

alma, y asimilarlas, ni darnos el poder del alma resultante dispuesto para el uso, como

tampoco no podría darnos la fuerza física, comiendo él nuestros alimentos. Es verdad que

Fausto, el alma que busca, atrae a un espíritu dispuesto a servirle, pero es un espíritu de una

naturaleza indeseable: Lucifer. Cuando Fausto le pregunta por su nombre, él contesta:

“Aquel Espíritu soy

que duda y lo niega todo.

Aquella fuerza que

queriendo hacer el mal.

logra sólo hacer el bien.”

Personas o espíritus que ofrecen satisfacer nuestros deseos, persiguen generalmente

un fin determinado.

Ahora llegamos a un punto que envuelve una importante ley cósmica, en la cual

subyacen vados fenómenos espiritualistas y apoya al mismo tiempo la enseñanza singular

de la Fraternidad Rosacruz (y de la Biblia) de que Cristo no volverá en un cuerpo denso,

sino en un cuerpo vital. También demuestra por qué debe volver. Los estudiantes harán

bien de leer muy atentamente lo que sigue.

Atraído por la actitud mental de Fausto, Lucifer le sigue hasta dentro de su gabinete

de estudio. En el suelo, precisamente al lado de la puerta, está dibujada una estrella de

cinco puntas, apuntando dos puntas hacia la puerta. En el proceso ordinario de la

naturaleza, el espíritu humano entra en su cuerpo denso durante la vida prenatal y se retira a

la muerte, por medio de la cabeza. Los Auxiliares Invisibles, que han aprendido a

transformar su fuerza sexual en poder del alma en el cuerpo pituitario, también salen y

entran en el cuerpo denso pasando por la cabeza; por esta razón, el pentagrama con una

punta hacia arriba simboliza el alma aspirante que obra en armonía con la naturaleza.

El mago negro que no tiene alma ni poder de ella, también usa la fuerza sexual. Sale

de su cuerpo y entra en él pasando por los pies, proyectándose el cordón plateado desde el

órgano sexual. Por esta razón, el pentagrama con las dos juntas hacia arriba es el símbolo

de la magia negra. Lucifer no tenía dificultad alguna para entrar en el gabinete de trabajo de

Fausto: pero cuando desea marcharse después de su conversación con Fausto, la punta

superior de la estrella le cierra el camino. Ruega a Fausto que quité el signo y éste le

replica:

FAUSTO:

“¿El pentagrama te aterra

que está en el umbral trazado?

Pues, ¿cómo, dime, has entrado,

si el paso. al salir, te cierra?

¿Cómo incurrió en tal error

espíritu tan experto?.

LUCIFER:

Porque ley

es de toda nuestra grey,

por donde entramos, salir.

Hay en lo uno libertad.

Pudiendo la entrada elegir,

mas ésta también la salida será.”

Antes del año 33 de nuestra era, Jehová guiaba a nuestro planeta en su órbita y a la

humanidad en el sendero de la evolución desde fuera. En el Gólgota, Cristo entró en la

Tierra la que El ahora guía desde dentro, y seguirá haciéndolo basta que un número

suficiente de nuestra humanidad haya desarrollado el poder del alma necesario para hacer

flotar la tierra y guiar a nuestros hermanos menores. Esto requiere aptitud para vivir en

cuerpos vitales, capaces de levitación. El cuerpo vital de Jesús por medio del cual Cristo

entró en la Tierra es Su única avenida de vuelta al Sol. Por ende la Segunda Venida será en

el cuerpo vital de Jesús.

Max Heindel – Misterios de las Grandes Óperas

 

 

 

 
 


 
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