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 Messaggio 1 di 2 di questo argomento  |  
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| Da: moriajoan  (Messaggio originale) | 
Inviato: 10/05/2010 17:16 |   
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LA LEY DEL AMOR
Francisco Manuel Nácher
  
Todo lo que querríais que hicieran 
 los demás por vosotros, hacedlo 
 vosotros por ellos, porque eso 
 significan la Ley y los Profetas. 
 Mateo 7:12 
  
 - ¿Cómo hay gente que, sabiendo que no es cierto lo que dicen, lo 
 dicen? Hay que ser ciego o loco, o no sé cómo calificarlo, para decir 
 que lo que estás viendo que es blanco, es negro y que lo verdadero es 
 falso o lo falso, verdadero. 
 - No es tan difícil de entender. Pero, de esa histórica 
 incomprensión - y, precisamente, por parte de los más evolucionados, 
 los que saben distinguir entre el blanco y el negro, y precisamente 
 demostrando que han caído en la misma trampa que aquéllos a los que 
 descalifican - han nacido toda la violencia y todas las miserias de las que 
 la Humanidad ha sido víctima. 
 - ¿Entonces resulta que el equivocado soy yo? 
 - No es que estés equivocado. Es que, creyéndote superior, o más 
 en lo cierto, o con más derecho, haces lo mismo que aquél a quien 
 condenas: Despreciarlo. Y con ello sólo demuestras que esa superioridad 
 tuya es imaginaria. 
 - O sea, que yo no sé lo que es bueno y lo que es malo y lo que es 
 verdad y lo que no lo es. 
 - No se trata de que sepas distinguirlo. Lo importante es el uso que 
 haces de ello. 
 - No te entiendo.
  
 
  
- Mira. Tú sabes que, en última instancia, el progreso de la 
humanidad, en cualquier campo, se debe siempre a su conocimiento y 
manejo de las leyes naturales que va descubriendo. 
- No estoy tan seguro. 
 - Bueno, te pondré algunos ejemplos y te convencerás: El hombre 
 primitivo que, ignorando que la frotación de los cuerpos transforma la 
 energía del movimiento en calor, no podía calentar un leño frotándolo; 
 es decir, podía, pero eso para él no tenía objeto ¿no? 
 - Por supuesto. 
 - Sigamos. Si ese hombre no sabía tampoco que, al alcanzar cierta 
 temperatura, el leño ardía, tampoco tenía sentido para él frotar el leño. 
 Pero, para el que conocía ambos fenómenos - que no son sino la 
 plasmación en la realidad de dos leyes naturales (toda frotación produce 
 calor y cada cuerpo tiene su temperatura de ignición) - la cosa era fácil: 
 Utilizó - obedeció, en términos exactos - ambas leyes y, mediante ello, 
 obtuvo el fuego. ¿Quieres más ejemplos? Tú mismo, y yo, y todos, de 
 recién nacidos cuando, desde la cuna alzábamos los brazos para alcanzar 
 la bombilla del techo o el osito de peluche del estante, ignorábamos la 
 existencia de la distancia y por eso intentábamos cosas imposibles. ¿Y 
 qué pasó? Pues pasó que con la repetición de intentos infructuosos, 
 aprendimos la ley (para alcanzar algo con la mano ha de estar a menor 
 distancia de lo que da de sí el brazo) y, desde entonces, alargamos la 
 mano hacia lo que sabemos que podemos alcanzar - la frase es "lo que 
 tenemos a mano" - y renunciamos a aquello que no alcanzamos o nos 
 valemos, para alcanzarlo, de otro conocimiento - herramientas - lo cual 
 no es sino la utilización de otras leyes naturales, que ya hemos 
 aprendido. 
 - Comprendo por dónde vas. 
 - Y, si sigues examinando cuantas cosas quieras, cuantas 
 actuaciones desees, siempre te encontrarás con la misma respuesta: Sólo 
 se trata de conocer las leyes naturales y luego, obedeciéndolas, 
 utilizarlas para conseguir lo que nos propongamos. 
 - ¿Por qué obedeciéndolas? 
 - Pues porque, si no las obedeces, las leyes naturales no te ayudan. 
 Si el hombre primitivo no obedecía la ley del calentamiento por 
 frotación o la de que hay que elevar la madera a su temperatura de 
 ignición, ¿cómo podía conseguir fuego? Y si tú y yo y todos, no 
obedecemos la ley de las distancias y tratamos de asir con las manos 
 algo más allá de nuestro alcance, estamos repitiendo nuestra intentona de 
 bebés. Las leyes naturales hay que descubrirlas, conocerlas y 
 obedecerlas, que equivale a decir "utilizarlas". 
 - Bien, ¿y qué tiene esto que ver con que yo estoy al mismo nivel 
 que el que no distingue lo verdadero de lo falso? 
 - Pues tiene mucho que ver. Lo mismo que esas leyes que te he 
 expuesto se refieren al mundo físico, el mundo que vemos y tocamos, 
 también hay leyes naturales, - es decir, superiores al hombre, que les 
 está sometido y no puede sustraerse a ellas - y que rigen el mundo de los 
 sentimientos y de las emociones y aún el mundo del pensamiento. Y esas 
 leyes, por ser leyes naturales, es decir, consustanciales al mundo, al que 
 están configurando permanentemente, son infranqueables para el 
 hombre y - quizás por no ser obra del hombre sino de Dios, de la 
 naturaleza o como lo quieras llamar - no se pueden incumplir, es decir, 
 ignorar, si se quiere uno desenvolver normalmente. Mejor dicho: Se 
 pueden incumplir, pero la consecuencia del incumplimiento se 
 producirá, sin tener en cuenta ni la intención del infractor, ni su carácter, 
 ni su edad, sexo o condición y, además, de modo inevitable. Por 
 ejemplo: Tú puedes arrojar una piedra a lo alto, pero esa piedra volverá a 
 caer a la tierra; tardará más o menos, pero caerá cumpliendo la ley de 
 gravedad; o puedes arrojarte por la ventana y aletear como un pájaro 
 pero, como no eres un pájaro y no cumples las leyes que permiten volar, 
 te estrellarás contra el suelo; o puedes ingerir un veneno, infringiendo la 
 ley que te obliga a vivir y, salvo que uses un antídoto - lo cual sería 
 emplear, es decir, obedecer otra ley natural - te morirás. Y así podría 
 ponerte miles de ejemplos. 
 - ¿Y cuál es esa ley que yo infrinjo igual que el ignorante que 
 llama negro al blanco? 
 - Son varias. La primera establece que todo hombre, en cualquier 
 instante de su vida, posee - y ajusta su conducta a ella - una escala de 
 valores. 
 - ¿A qué llamas tú aquí una escala de valores? 
 - Pues, a una serie de cosas que te son importantes, por necesarias 
 o convenientes, ordenadas de mayor a menor interés, es decir que, 
 cualquier valor tú estás dispuesto a sacrificarlo en favor de otro que esté 
 por encima en tu escala de valores. 
- No sé... 
 - Eso es exactamente así. Es una ley. Y lo vas a ver: Tú, por 
 ejemplo - y sólo es un ejemplo, pues yo no puedo conocer tu escala de 
 valores - tienes como primer valor la conservación de la vida (salud, 
 alimentos, etc.), después las posesiones (dinero, bienes, etc.), luego los 
 placeres, etc. Si tienes dinero pero peligra tu vida, que está por encima 
 en tu escala de valores, ¿no sacrificarás el dinero que haga falta para 
 salvarla? 
 - Hombre, claro. 
 - Y, si peligra tu fortuna, ¿no sacrificarás los placeres para 
 conservarla? 
 - Sí. En el supuesto que tú has propuesto, sí. 
 - Claro, ahí estaría precisamente la diferencia, por ejemplo, entre 
 un personaje calderoniano o de Lope de Vega, en cuya escala de valores 
 el honor estaba por encima de la vida, y otro, con esos valores 
 invertidos. 
 - Ya comprendo. Sigue. 
 - Sigo. La segunda ley natural, a este respecto, establece que esa 
 escala de valores, a lo largo de la vida e, incluso, a veces, a lo largo del 
 día, va variando su orden de prelación. Por ejemplo, para el niño, el 
 jugar está por encima del aprender pero en un adulto es lo lógico que ese 
 orden se invierta. Tú te puedes levantar hoy, por ejemplo, con la amistad 
 por encima de la propia estimación pero luego, cuando tu amigo te 
 ofende, cambias el orden, sacrificas la amistad al amor propio y le 
 contestas "debidamente" a tu amigo. 
 - ¿Y? 
 - Falta, para aclarar el caso que nos ocupa, una tercera ley natural, 
 muy importante y muy ignorada, que establece que cada hombre hace 
 todo lo que hace lo mejor que puede, de acuerdo con su escala de valores 
 de ese momento. 
 - Hombre, eso es un poco raro ¿no? Porque puede conducir a que 
 todo tenga una justificación. 
 - Exactamente. No una justificación, pero sí una explicación que lo 
 haga comprensible. Y la ignorancia de eso es lo que ha producido la 
 miseria de la Humanidad. 
 - ¿Quieres decir que hay que justificar, por ejemplo, al asesino, al 
 violador o al ladrón, por ponerte tres ejemplos bien claros? 
- No quiero decir, en modo alguno, que la sociedad tenga que 
 justificarlos sino que, en el momento de cometer sus respectivos delitos, 
 ellos actuaron de acuerdo con su escala de valores de entonces. 
 - Por tanto ¿qué debe hacer la sociedad? ¿Agradecerles su delito? 
 - No. La sociedad, que ha establecido también su escala de valores 
 que, teóricamente es la suma o el compendio o, mejor, la media 
 aritmética, de las escalas de valores de la mayor parte de sus 
 componentes, espera y exige que todos sus miembros ajusten a ella su 
 propia escala de valores - esa es la principal misión de la educación - y 
 actúen en consecuencia. Y, cuando no ocurre así, obviamente, queda 
 demostrado el carácter antisocial de esa conducta - ojo, he dicho de esa 
 conducta y no de esa persona - y reacciona como tiene establecido, es 
 decir, separándolos de la sociedad, y metiéndolos en la cárcel con el fin 
 de que paguen su delito. Y ahí está el error. 
 - ¿Error por qué? ¿Es que no son delitos? ¿Es que no son 
 delincuentes? 
 - Sí. Son delitos. Y, si al que comete un delito se le llama 
 delincuente, son delincuentes. Pero sólo en el momento de delinquir. 
 ¿Tú no has tenido nunca la tentación e incluso te has recreado en ella, de 
 "cargarte" a alguien o de aprovecharte de alguien o de apropiarte de algo 
 ajeno o, incluso, no has hecho nunca nada ilícito? ¿Eres delincuente por 
 eso? No, pero solamente porque la sociedad no lo sabe. No. La manera 
 de restablecer el equilibrio jurídico, alterado por el delito, no consiste en 
 castigar. 
  
  
    
  
  
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- ¿En qué consiste, pues? 
 - Sencillamente, en cambiar la escala de valores, de modo 
 permanente, a los que tú llamas delincuentes. ¿A ti no te ha remordido 
 algo la conciencia, aunque los casos más conocidos no se han dado en 
 nuestro país, cuando has sabido que se había ejecutado en la cámara de 
 gas o en la silla eléctrica a un delincuente, equis años después de su 
 delito, cuando ese delincuente había manifestado su arrepentimiento 
 sincero, había escrito libros, había estudiado carreras, en una palabra, 
 había dado más garantías que muchos hombres en libertad, de que podía 
 ser un ciudadano ejemplar? ¿Y por qué te remordía la conciencia por 
 aquella muerte y te parecía injusta? Pues porque ese hombre te constaba 
 que había reestructurado, de modo fiable, su escala de valores, es decir, 
 que no era probable que, en las mismas circunstancias, repitiese lo que 
hizo. ¿Tú no sabes que lo que hace avanzar a la Humanidad y a cada uno 
 de sus componentes es, precisamente, la comisión de errores y su 
 enmienda posterior, es decir, el "aprender la lección”? ¿No ves que el 
 verdadero mérito no está en la "inocencia", que supone inactividad y, 
 por tanto inexperiencia, sino en la "virtud", que presupone haber caído, 
 haberse levantado y haber aprendido la lección que incluye, 
 inexcusablemente, el propósito de enmienda? 
 - Sí. Me parece razonable. Pero acaba de aclararme el asunto al que 
 íbamos. 
 - Ahora ya puedo hacerlo: Si tú ves una cosa blanca y otra negra, 
 como tú dices, es decir, si un asunto te parece correcto y otro no, es 
 sencillamente porque el primero está por encima del segundo en tu 
 escala de valores. 
 - ¿Así de sencillo? Y ¿qué pasa con los otros? 
 - Pues que su escala de valores está estructurada al revés, 
 sencillamente. 
 - Entonces resulta que ya no hay nada bueno ni nada malo y que 
 todo es café con leche, ¿no? 
 - No. Lo que pasa es que los conceptos de bueno y malo, como los 
 de bonito y feo, caliente y frío, este y oeste o verdadero y falso, son 
 conceptos relativos y no absolutos, dependiendo siempre de la jerarquía 
 de valores de cada uno y de la sociedad en que vive. Lo que para ti es 
 superfluo, para un necesitado puede ser vital. Lo que para ti es frío, para 
 un esquimal puede ser agradable. Lo que para ti es irrespirable, para un 
 sherpa es lo normal... 
 - ¿Y qué? Volvamos al violador, por ejemplo ¿cómo lo explicas? 
 - Muy sencillo. Fíjate: Hasta puede ocurrir que su escala de valores 
 sea parecida a la tuya o a la mía. Pero, en un determinado momento, el 
 deseo sexual, que está normalmente por debajo del respeto a los demás, 
 pasa a un lugar preferente y él actúa de acuerdo con su escala de valores 
 haciendo lo que en ese momento es lo mejor que puede hacer. Otra cosa 
 será que esa conducta sea la correcta, a tenor de la escala de valores de 
 la sociedad que, como te he dicho, es la quintaesencia de las de sus 
 componentes. Recuerda que en la edad de piedra el hombre iba a la caza 
 de hembras y estaba bien visto, lógicamente, a tenor de la escala de 
 valores de aquella sociedad. Y otra cosa será que, si se ha producido esa 
 transposición rápida en el violador, ello se deba a que su escala de 
valores no es aún lo suficientemente firme en ese aspecto. Pero él actuó 
 lo mejor que podía y sabía actuar. Y la labor de la sociedad, si desea que 
 no vuelva a violar, ha de consistir en cambiar, de forma firme y estable 
 esa escala de valores. 
 - ¿Y con relación a lo nuestro? 
 - Pues lo mismo. Las personas que tú acusas, para ti equivocadas o 
 malintencionadas, han actuado de acuerdo con su escala de valores y, 
 aunque a ti te pese, han hecho lo mejor que podían hacer. ¿Que resulta 
 que, por ejemplo, se han vendido? Pues eso será porque en su escala de 
 valores el dinero está por encima de la veracidad. Pero ¿hasta qué punto 
 tienes tú que ponerte furioso y despreciarlos, cuando no hay relación de 
 causa a efecto entre su actuación y tu cólera, sino entre su actuación y la 
 estructura de tu escala de valores? ¿Tú no comprendes que, si es cierto 
 que ellos han trasladado el dinero por encima de la veracidad, tú has 
 trasladado el odio y el desprecio por encima del respeto a tus 
 semejantes? ¿En qué puedes considerarte mejor? 
 - Hombre, visto así, tienes razón. Pero, si todo lo que me dices es 
 como me lo dices, ¿cómo es que nadie se ha dado cuenta hasta ahora? 
 - Claro que se han dado cuenta. ¿Qué crees que significa aquello de 
 "no juzguéis y no seréis juzgados" o aquello de que "el que esté libre de 
 culpa que arroje la primera piedra" o aquello, definitivo, de "ama a tu 
 prójimo como a ti mismo"? Y ¿qué crees que han predicado todos los 
 fundadores de religiones y todos los filósofos importantes? Lo que 
 ocurre es que también la Humanidad va errando y aprendiendo de sus 
 errores. Y por eso las leyes van cambiando, generalmente a mejor; y por 
 eso aparecen la Cruz Roja y Cáritas y la Unicef y Manos Unidas y 
 Proyecto Hombre y la Madre Teresa de Calcuta y la Declaración de los 
 Derechos Humanos y los del Niño y la equiparación de la mujer al 
 hombre, y todo eso está cada vez más de moda; porque la Humanidad se 
 va concienciando, va ha asimilando sus errores y va reajustando su 
 escala de valores. ¿Que quedan aún racistas, fanáticos religiosos o 
 antirreligiosos, intransigentes? Claro que quedan. Pero la dirección que 
 ha de seguir ya la tiene clara la Humanidad. Y, mira como todas esas 
 organizaciones internacionales, e incluso las constituciones de muchos 
 países, ya no hacen diferencias basadas en el sexo, la raza, la religión, la 
 clase social, la cultura, las ideas políticas o cualquier cosa que no sea la 
 característica de pertenecer al género humano. Se fijan en el hombre. Y, 
en ese camino, pronto habrá voces pidiendo que se estudie y se proclame 
 y se haga propia la nueva ley que el hombre acaba de descubrir, la única 
 solución de la Humanidad: La Ley del Amor. Y, curiosamente, resultará 
 así que la ciencia acabará coincidiendo, al fin, con la religión, y se habrá 
 cerrado un período de la historia de la evolución del hombre. 
 * * *  
http://www.fraternidadrosacruzmadrid.com/fmnacher/libros/Que%20pasa%20cuando%20nos%20morimos.pdf  
http://www.fraternidadrosacruzmadrid.com/index1.php     
  
  
  
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