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FRANCISCO NIETO V.: CUANDO NOS SEDUCE EL ALMA
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De: moriajoan  (Mensaje original) Enviado: 03/09/2011 12:20

 

CUANDO NOS SEDUCE EL ALMA

Francisco Nieto

Todo estudiante de ocultismo que aspira a una vida superior sabe que debe

esforzarse por ser un amoroso y fraternal servidor de los demás, pero como

 principiante en el camino de perfección, también sabe que hay momentos

de desfallecimiento y otros de debilidad ante las tentaciones que le hacen caer

en pruebas y tentaciones a veces inesperadas. Cuando ese estudiante medita,

ora, discierne y pide ayuda a lo superior a la vez que se pone en estado

receptivo para ello, vuelve al estado espiritual que le corresponde y

comienza de nuevo la batalla contra el enemigo que lleva dentro.

Este artículo podría haber sido escrito perfectamente por cualquier

aspirante después de una de esas caídas y una vez dispuesto

 de nuevo a proseguir su camino.

El acto físico de lo que normalmente llamamos “mirar” u “observar”,

se produce gracias a que los terminales nerviosos de la retina reciben la

frecuencia de luz relacionada con el color del objeto percibido. El ser

 humano, en general, percibe siete frecuencias relacionadas con los colores

 del arco iris, las que, hablando de vibraciones, son unas cuantas más pero

 muy pocas en comparación con las vibraciones existentes que son infinitas.

 Esto quiere decir que solo vemos u observamos las vibraciones relacionadas

 con los objetos del mundo físico, pero nuestros sentidos (ni tampoco la mente)

no están tan desarrollados como para percibir, entre otras muchas fuerzas como,

por ejemplo la electricidad, el magnetismo, los rayos X o las partículas

atómicas y subatómicas que forma el mundo en que vivimos. Será en un

 futuro aún lejano cuando desarrollemos los próximos sentidos llamados

clarividencia (voluntaria y consciente) y clariaudiencia, pero para que

podamos alcanzar esos poderes hay que desarrollar, hasta cierto grado,

el poder interno, ese Yo superior que nos intenta

 guiar a modo de voz de la conciencia.

Si tenemos que desarrollar ese Yo superior para que ocupe el lugar de la

 personalidad debemos saber primero quiénes somos, así es que, veamos

lo que es la personalidad y lo que es el Yo superior. El ser humano

 ha desarrollado a través de su propia evolución (la vida del Espíritu

reencarnante) en las  formas físicas varios cuerpos o vehículos

de manifestación, estos son:

1º.- Un cuerpo físico que es el que al principio de nuestra evolución

utilizamos (y por eso es el más desarrollado y perfecto) como hoy

 utiliza otra vida grupal en desarrollo, el reino mineral.
2º.- Un cuerpo vital compuesto de cuatro éteres que compenetran la

 materia (átomos, quarck, gluones…) y que mantiene el cuerpo físico

vivo incluyendo el funcionamiento del organismo y los sentidos; este

 es el cuerpo etérico que sale del cuerpo físico después de la muerte.
3º.- Un cuerpo de deseos o emocional (también llamado astral) que

 nos permite tener deseos, sentimientos y emociones. Este cuerpo lo

 tienen también los animales que, aunque menos desarrollado que el

nuestro, no tienen esa parte de maldad que nosotros al no tener

 la mente y la voluntad para hacer mal intencionada y conscientemente.
4º.- Una mente que, aunque es el cuerpo menos desarrollado, nos ha

servido para dar ese gran paso desde la era prehistórica hasta nuestros

 días. Es el cuerpo que debemos desarrollar, o mejor dicho espiritualizar

 cuanto antes para vencer el aspecto personal-animal que aún

 tenemos y así actuar voluntaria y conscientemente en la

búsqueda de la meta para lo que fuimos creados.

Volviendo a lo que estábamos tratando en el primer párrafo y después de

 ver que tenemos cuatro cuerpos (cada uno de ellos de materia más sutil)

 que se compenetran mutuamente, he de decir que el sentimiento y las

 emociones (el cuerpo de deseos o astral) se formaron y se siguen formando,

 gracias a los impactos externos que afectan al cuerpo físico y por medio de

los sentidos. Antes de desarrollar la mente nos guiábamos por esos

sentimientos, emociones, deseos y pasiones, por eso éramos más

 animales que humanos. Pero fueron precisamente esos

 impactos del exterior, esas sensaciones, las que hicieron que la

humanidad comenzara a “razonar”. Hoy actuamos de la misma forma,

 pero como en estos miles de años últimos hemos espiritualizado de

 forma más notable el cuerpo de deseos y un poco más la mente, creemos

 que somos buenas personas y que casi hemos alcanzado la meta que

 tenemos que alcanzar como humanos.

Como es evidente después de las explicaciones dadas, resulta que:

1º.- Del cuerpo físico y gracias a sus sentidos, surge o creamos, los deseos,

 los sentimientos o las emociones.
2º.- De los sentimientos y emociones, surgen o creamos como respuesta,

pensamientos, sean conscientes o inconscientemente creados. Pero estos

pensamientos surgen o son creados en base al archivo que normalmente

 llamamos “memoria”, por tanto, la respuesta tendrá mucho que ver con

 la naturaleza positiva o negativa de lo que hay en esa memoria.

Por consiguiente, lo que percibimos, analizamos o razonamos tiene

su origen en los sentidos. La respuesta inmediata a esas sensaciones

suele venir del cuerpo de deseos, cuya naturaleza está basada en lo

 experimentado en esta vida y en la quintaesencia de las experiencias

de vidas pasadas; mientras que la respuesta de la mente,  basándose en

 el cuerpo de deseos, puede ser de tres clases:

a) Como indiferencia
b) Como atracción
c) Como repulsión

Así es que, como podemos ver, la que debería ser mejor respuesta es la

de interesarse consciente y voluntariamente por el hecho para “discernir”

 y ver la parte positiva o más elevada del asunto.

A nivel físico decimos que no somos lo que vemos puesto que estamos

 formados por materia sólida, líquida, gaseosa y etérica, es decir, células,

 moléculas, átomos y (hasta ahora la ciencia no ha descubierto más) quarck

y gluones. Pero incluso entre estos últimos hay muchísimo espacio vacío

 (invisible pero origen de todo lo mencionado en estas líneas) por tanto, no

somos el cuerpo físico ni tampoco el cerebro. A nivel esotérico, tampoco

somos el cuerpo físico puesto que las emociones y deseos le dominan

 (están por encima del mismo) estos últimos son dominados por la mente,

 y esta última es gobernada por la voluntad. Si el origen de la humanidad

está más allá de los átomos y sus partículas y si los deseos, sentimientos

 y pensamientos (todos de materia invisible) son dominados por la voluntad,

 quiere decir que nuestro origen es una clase de Energía, Fuerza o Espíritu

cuya Mente y Naturaleza está más allá de todo lo que podemos imaginar.

Y si, guiándonos por todas las religiones, culturas, y ya incluso por la física

 cuántica, queremos darle un nombre que represente lo que “ES” diríamos

 que es Omnipotente porque nada hay, a nuestro común entendimiento, por

 encima de Él; Omnipresente porque todo lo creado y que podemos

 percibir tiene su origen en Él y por tanto “está en todo y nosotros estamos”

 dentro de Él; y Omnisciente porque Su sabiduría debe ser infinita

 para poder crear el universo.

De todo esto podemos deducir que nuestra meta final es Él y que, como

hijos o parte suya en Espíritu que somos, tenemos sus propios poderes

 y posibilidades latentes para ir desarrollándolos. Sabiendo esto nos podemos

 preguntar ¿Qué impide que yo acelere mi desarrollo para transformarme en

 ese Espíritu o Yo superior? y ¿Qué ayuda tengo para conseguirlo? El mayor

 inconveniente que actualmente tiene la humanidad es el poco control de la

 mente y el poder del cuerpo de deseos sobre ésta y sobre la voluntad, así es

 que nuestro mayor esfuerzo debe centrarse en

el control y la purificación de la mente.

Cuando queremos hacer una limpieza en la casa o en una simple habitación,

además de dicha limpieza, tenemos que cerrar las ventanas para que no entre

 suciedad. Pues bien, eso mismo tenemos que hacer respecto a la mente,

 primero limpiar la mente de todos aquellos pensamientos que nos llevan

a actuar mal, y segundo evitar que penetren malos pensamientos. La

“suciedad” entra por los sentidos físicos del cuerpo, los cuales, si los

 repetimos, crean un mal hábito, éstos, a su vez, estimulan y son un

 aliciente para que tengamos malos deseos y sentimientos, y éstos, a

 su vez, se asientan en la memoria como un patrón de conducta y

respuesta ante nuestra relación con el prójimo y ante las circunstancias

que surgen en nuestra vida cotidiana.

Por lo general, nos inclinamos a disfrutar de los placeres materiales,

egoístas y sensuales que no forman parte del desarrollo espiritual; por

otro lado, rechazamos todo aquello que suponga hacer un esfuerzo por

 desarrollar la naturaleza de nuestro Yo superior, así es que:

1º.- Nos dominan el resentimiento, la envidia, el egoísmo, la venganza,

 la crítica, la injuria y un sinfín de deseos y sentimientos cuyo origen

está en la naturaleza animal del cuerpo de deseos que aún tenemos

 desde que comenzamos a ser humanos.
2º.- No tenemos interés en desarrollar la voluntad para imponerla

sobre la mente para así hacer limpieza y purificar la personalidad.

¿Y qué podemos hacer al respecto? Si el hecho de experimentar u observar

algo hace que nos interesemos en ello, lo primero que debemos hacer

es analizarlo o discernir sobre su naturaleza, o sea, utilizar la mente con

 voluntad y consciencia para ver si puede ayudarnos en nuestro desarrollo

espiritual o no. Pero la regla más segura para superar todos estos obstáculos

 sería: “No pensar en aquello que nos domina y que puede entorpecer

 nuestro desarrollo interno”, es decir “olvidarnos de ello” por medio de no

 repetir ese deseo, sentimiento o pensamiento.

Es necesario erradicar los malos hábitos de pensar mal y de tener malos

 deseos y sentimientos para eliminarlos de nuestra memoria, y eso no puede

ocurrir hasta que dejemos de alimentar esas imágenes guardadas fruto de

 las experiencias del pasado. Por ejemplo: Podemos enfadarnos por el hecho

de ver o recordar algo que hizo una persona determinada. Está claro que lo

 que debemos hacer es cambiar esas imágenes por otras donde veamos

 algo positivo o donde evitemos juzgarle, y aquí entra en juego la regla de

“Si queremos cambiar a una persona  debemos cambiar la manera de verla

en nosotros mismos”. Es decir, si en vez de recordar el mal que una

 persona hace recordamos que es nuestro hermano, (que está evolucionado

 como nosotros) que tiene otras virtudes, que en un error puede caer

cualquier, que hay que perdonar, etc., y guardamos esas imágenes

 para repetirlas con un toque de amor y fraternidad cada vez que

 la veamos o que nos acordemos de ella, estaremos cambiando a esa

 persona dentro de nosotros y a partir  de ahí no crearemos ningún mal

 sentimiento, deseo o pensamiento sobre ella.

Pero si queremos ir un poco más allá y hacer una limpieza a fondo en la

mente, no nos tenemos que conformar con “olvidar” ciertas prácticas e

 imágenes mentales (de pensamientos, sentimientos, deseo, palabras

 y obras) y no pensar en lo que nos perjudica a nuestro desarrollo interno,

sino que deberíamos estar atentos constantemente en lo que hacen

nuestros diferentes cuerpos para actuar siempre en conciencia y

 así dar paso al verdadero Yo superior.

La idea es “prevenir” y “cambiar” las imágenes mentales que tenemos y

 que creamos, a la vez que nuestra atención se centra en que el cuerpo de

deseos no intente estimularnos en sentido contrario. Prevenir es enfocar

 voluntaria y conscientemente la mente en todo lo positivo que podamos

 observar de la persona o de los hechos. Hay que tener claro que todo lo

 negativo en que hasta ahora nos hemos fijado o hemos rememorado son

 hechos impermanentes en nosotros que no nos pueden traer felicidad

 alguna ni ayuda espiritual; esas imágenes nos traen apego a lo que es

contrario al desarrollo del Espíritu y a nuestra relación con Dios. Si es

 algo que nos causa aversión y rechazo por parte de nuestra conciencia,

 debemos pensar en algo que nos cause felicidad, amabilidad, amor,

compasión, servicio desinteresado, etc. Por ejemplo, la persona que se

 quiere quitar de fumar, debe pensar en el mal que hace el tabaco a

 su cuerpo y, por tanto, debe cambiar sus pensamientos  (pensamientos

 de poder conseguirlo, de confianza propia, de la salud que ganará y de

 que eso no puede ser parte de él puesto que él es parte de Dios donde

no cabe ningún mal hábito que domine a las personas) Esto purifica la

mente y ésta dominará el deseo de fumar como ocurriría en el caso

del odio y la maldad en cualquier sentido contra alguien.


   

 
 
 


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Respuesta  Mensaje 2 de 2 en el tema 
De: moriajoan Enviado: 03/09/2011 12:25

 

 

Purificar la mente también es meditar sobre nosotros mismos, hacer una

introspección para analizar nuestros deseos, sentimientos, pensamientos

 y palabras a lo largo del día; así podremos cambiar esas imágenes mentales

 porque, cuando la mente es impura estamos intoxicando nuestros diferentes

 cuerpos. Entonces nos sentimos incómodos físicamente, no dormimos

bien, la conciencia nos martiriza, nos enfadamos con nosotros mismos

 porque no controlamos los malos sentimientos y pensamientos, y así

 sucesivamente hasta que encontramos la paz y la armonía del Espíritu,

 el cual nos hace ver más claro para comprender que un cuerpo de deseo

 descontrolado y una falta de voluntad para discernir nos puede llevar al

 odio, al resentimiento, al desamor y a otros aspectos contrarios a

 nuestro propio desarrollo espiritual.

Es necesario, para los que buscamos el progreso espiritual, observar

 cómo y en qué piensa nuestra mente, y cuando digo esto me estoy

 refiriendo al pasado, presente y futuro:

1º.- Hechos del pasado guardados como imágenes negativas (donde

 hay odio, rencor, ánimo de venganza, injurias, etc.) pueden despertar

de vez en cuando esos mismos sentimientos y pensamientos y llevarnos

 a la acción o, al menos, al recrear mentalmente esos mismos hechos.
2º.- Hechos del presente, como ya hemos explicado, por las mismas razones.
 3º.- Respecto al futuro, previniendo esas malas actitudes por medio

de meditaciones, auto programaciones, y el mantenimiento y

práctica de los más elevados ideales espirituales.

Así es que debemos enfocar la mente en lo interno para ver cómo

reaccionamos ante los demás y ante las circunstancias. Dándonos cuenta

de nuestra reacción y actitud ante todo esto podemos cambiar y

 transformar la manera de responder y de, de nuestros cuerpos, de

esta manera fortalecemos la voluntad y tenemos autocontrol para

purificarnos en todos los sentidos, lo que nos trae felicidad

 interna, relajación y paz mental.

Con esta práctica nos abrimos a la influencia del Yo superior, nos

 identificamos con él y comenzamos a comprender la realidad. Es

imprescindible estudiar el comportamiento de la mente para ver cómo

 y porqué nos trae ansiedad, problemas, disgustos, remordimientos, etc.,

 sea consciente o inconscientemente. Todo eso nos debe llevar a una

conducta social donde podamos mostrar nuestros mejores sentimientos

 y deseos y no al egoísmo, al materialismo ni al disfrute de los placeres.

Es necesario cultivar pensamientos que estén en armonía con el

 Espíritu y con Dios mismo a la vez que eliminamos (por falta de su

 práctica) los desarmónicos y malévolos; así se obtiene el verdadero

 conocimiento y la sabiduría que nos hará ser un

ejemplo de rectitud ante los demás.

El aspirante espiritual sincero así como los estudiantes de alguna escuela

 de ocultismo sería y verdadera, debemos purificar nuestra mente haciendo

 que no sea egoísta, personal ni débil ante las influencias negativas del cuerpo

 de deseos ni del medio ambiente en que nos movemos. Por el contrario,

debemos tener más presente al prójimo que a nosotros mismos,

 deberíamos mirar al prójimo con amor y fraternidad, y atar a la mente

 tan firmemente que no se distraiga con hechos que obstruyan al Yo

 superior. La purificación del cuerpo de deseos se alcanza negando  la

 satisfacción de los placeres terrenales y de los sentidos que nos apeguen

 a la tierra y hagan que nos olvidemos que somos un Espíritu hijo y parte

de Dios. Por el contrario, hay que ir sembrando (como respecto a los

 pensamientos) los más elevados sentimientos (amabilidad, cariño,

simpatía, altruismo, amor, fraternidad, etc.) para eliminar y tener control

sobre la expresión más animal de dicho cuerpo. Una de las reglas que

 deberíamos tener presente es la de “dar algo nuestro”, sea lo

que sea (ayuda física, amor, buenos pensamientos, cariño, buenos

consejos, comprensión, esperanza, etc.) todo esto purifica la conducta,

 pero para conseguirlo hay que practicar la meditación, la oración,

el discernimiento, la adoración a Dios y la contemplación.

También es muy aconsejable hacernos conscientes de la experiencia

 interna, analizarnos para diferenciar los deseos y sentimientos de

 los pensamientos con la intención de trabajarlos de forma voluntaria

 e independiente. Esta atención interna (introversión consciente y

 voluntaria) debe ser analizada profundamente en todos los aspectos

 posibles y así hacer un esquema claro de lo que somos respecto

a lo que deseamos ser a la vez que observamos nuestros defectos y

 nuestras virtudes. Hay que hacer hincapié en la mente para ver

 cuáles son las distracciones y hechos irrelevantes que atraen

nuestra atención y hacen que perdamos el tiempo, ya que eso es lo

 que nos condiciona y nos aparta de nuestros objetivos espirituales.

Al hacernos conscientes de estos aspectos internos evitamos tensiones y

 obtenemos fortaleza de Espíritu para detener o dejar pasar lo que nos

obstruye o lo que nos ayuda y beneficia. Esta fortaleza, como

 resultado de nuestra labor, se convierte en voluntad que es, junto a

 la conciencia, los representantes del Yo superior en la personalidad.

 Cuando con la voluntad dominamos las sensaciones y la mente obtenemos

 esa paz mental, esa felicidad interna y esa relajación física que tanto

anhelamos. Con la relajación física y la búsqueda de ambientes armónicos

y espirituales, se aquieta la mente y obtenemos la comprensión profunda

que necesitamos para ver la Belleza en todo lo que nos rodea y la

Verdad en nuestros estudios y trabajos internos. Este es el resultado

de la “interiorización de la atención”, es decir, “mirar y ver dentro”.


   

 
 
 



 
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