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Respuesta  Mensaje 1 de 1 en el tema 
De: moriajoan  (Mensaje original) Enviado: 29/04/2012 15:54

 

 


 

Desde la propia Mente Cósmica del Creador del Universo –como ocurre con
 Su Vida y Su Conciencia– descienden sus aspectos manifestándose de diferentes
 formas y vibraciones hasta alcanzar la más diminuta partícula existente en el mundo
 físico; al igual que la vida, la conciencia y el principio mental están en todo el universo
 para que cada vida pueda desarrollar su propio aspecto mental a través de las formas que
habite. Aunque se dice que es la ley de atracción la encargada de atraer a los átomos para
crear las formas, se puede decir que esta misma ley es una operación mental con causa y
 efecto, es lógico pensar, como así se puede comprobar, que las moléculas y células
 así como los planetas y los sistemas solares o las galaxias también contienen ese
 “algo” –mente– que hace que se muevan en un orden establecido o que se atraigan o
 repelan entre ellas. Así nosotros estamos evolucionando entre ese microcosmos y
 el macrocosmos estelar, con la particularidad de que nuestra conciencia está muy
 por encima del microcosmos y de que ya tenemos conciencia y mente propia.
Nuestra etapa actual de consciencia tiene aún entremezclada la subconciencia
del pasado, pero también el principio de la que
 será en el futuro, es decir, de la intuición.


Ya hemos dicho que nuestro cuerpo físico está compuesto de la misma materia
que cualquier otro objeto, sin embargo, la vida que lo anima, aun teniendo su
origen en la vida universal, está más o menos evolucionada según sea el desarrollo
del ser humano o forma donde habite. Pero, sea cual sea la forma, la vida viene a
construir para evolucionar y adquirir su propia conciencia, así es que la vida es la que
 construye, hace que se desarrolle y muera en un momento dado el vegetal. Esta
misma vida –a través de las células– y más evolucionada ya que en el vegetal,
es la que construye los organismos animales y también es la que se expresa a
 través del instinto. Y es esa misma vida –ya en el humano– la que en un pasado
creó nuestro cuerpo primitivo y original quedándonos hoy todavía como muestra
de ello lo que llamamos “mente vegetativa” o “inconsciente”. Esta mente
está relacionada con la formación de los cuerpos de los reinos y con
 el desarrollo de su aspecto emocional, de deseos y mental.

Quizás le parezca todo esto increíble a alguien pero si pudiéramos ver con
nuestro propios ojos –como lo ven los científicos– cómo se van formando las
 aves en el huevo o los animales en el vientre, llegaríamos a pensar que unas
manos invisibles van dirigiendo a las células para que den la forma del animal; sin
embargo, nuestra vida junto al subconsciente tienen un papel muy especial en ese
trabajo. Pero el trabajo de esta vida subconsciente no acaba con el nacimiento del
nuevo ser, durante la vida lucha contra la destrucción del cuerpo y contra la muerte
creando nuevas células y un sistema defensivo del cuerpo; controla la circulación
sanguínea para que llegue a todas partes; atiende a la digestión y a la salud, cura las
 heridas, procrea, etc. El ser humano no es consciente de este aspecto subconsciente
 pero puede influir sobre él según se exprese en bien o en mal; es decir, los
 pensamientos conscientes negativos perturban la acción subconsciente de
esta mente y los positivos la estimulan en su labor y crean
 armonía y equilibrio en el organismo.

Nuestra única colaboración con esta mente vegetativa –elemental constructor–
aunque más bien inconsciente, es la de alimentar el cuerpo físico y cuidarle para
facilitar su labor y alargar nuestra propia vida. Es en este plano inferior del Mundo
Mental donde podríamos situar también el instinto de creación y de reproducción
que como impulso interno tenemos; el hambre, la sed o la enfermedad común
son otras manifestaciones para que la mente –la consciencia– responda de forma
activa para remediarlo. Sin embargo, esto no hay que confundirlo con los impulsos
y deseos animales que nos llevan a malgastar la energía creadora a través del sexo
 y de otras acciones negativas e innecesarias desde el punto de vista físico, moral
 y espiritual. Estos impulsos son aspectos inferiores del cuerpo de deseos, y hay
 muchos de ellos que todavía dirigen nuestras vidas actuando, por tanto,
 instintiva y automáticamente y muchas veces como
 los “animales” que fuimos en el pasado.

Naturalmente que, en cierto modo, la mente vegetativa está unida a los aspectos
inferiores del cuerpo de deseos. Hubo una época en que, entre otras muchas
 cosas, esa mente nos impulsaba a procrear y a alimentarnos al igual que
 ocurre hoy, pero en aquella época nos dejábamos llevar por los deseos que
satisfacían nuestro aspecto inferior y prostituimos esos hechos convirtiéndolos
 entonces en gula y lujuria, y así con todo lo demás. Pero después de aquella
época y una vez que comenzamos a desarrollar la mente, no fuimos, –ni hoy
casi tampoco somos– capaces de vencer esos aspectos inferiores que en
un principio eran para la supervivencia y después fueron los que nos
 esclavizaron. Hoy nuestra mente subconsciente apenas puede ayudarnos
 a vencer esos aspectos inferiores puesto que deberíamos superarlos
 con la razón consciente, sin embargo, todavía sigue impidiendo que
recibamos la luz de la intuición y del propio espíritu.

Llamamos instinto animal al hecho de que un animal cambie de sitio a sus crias
 cuando cree que hay un peligro para ellas, al hecho de que las aves construyan
 un nido antes de aparearse para luego poner sus huevos, sin embargo, cuando
nos comparamos con ellos y vemos nuestra superioridad, no queremos comprender
 que nosotros pasamos por una fase similar antes de obtener la autoconsciencia,
una autoconsciencia que hasta ahora se ha esforzado poco por superar todos esos
aspectos inferiores que aún dominan al hombre. Las tribus más o menos
 salvajes que aún quedan siguen guiándose mayormente por esta mente
 instintiva que está por debajo de la razón concreta y mientras sea así
y no imponga la voluntad para discernir no vencerá su naturaleza inferior.

Este plano inferior de la mente es como un almacén donde están los impulsos
 hereditarios de anteriores generaciones y renacimientos y los instintos, emociones
y sensaciones del pasado –odio, lujuria, celos envidia…– Éstos se presentan ante
 nuestra consciencia constantemente como un yo haciendo que actuemos como
ese yo desea, y esto seguirá ocurriendo mientras no aprendamos a diferenciar esos
 sentimientos y deseos de la mente y a ésta última de nosotros mismos como “yo
 soy yo”. Cuando nos situemos en ese nivel mental superior al ordinario
comprenderemos y “viviremos” esa experiencia interna que nos separa del
mundo físico y de lo que hasta ahora hemos sido como personalidad. Este plano
mental superior es el que hará que nos expresemos voluntaria y conscientemente
 desde la distancia y sin identificarnos con esa mente instintiva ni con la
 mente concreta, sino que lo haremos con un sentimiento interno difícil de
 describir pero intenso aunque solo sea por unos segundos.

Lo cierto es que no es nada fácil vencer al cuerpo emocional –de deseos–
puesto que su naturaleza se ha ido haciendo fuerte en nosotros desde hace
 millones de años, es más, actuábamos como si fuéramos él puesto que no
 teníamos la mente para razonar; es algo similar al hecho de que hoy se piensa
que somos la mente sin darnos cuenta que la voluntad está por encima. Se nos ha
 acostumbrado a pensar y creer que fuimos muy malos y que seguimos
 siéndolo cuando actuamos sin razonar dejándonos llevar por esa naturaleza
 inferior del pasado, sin embargo, no es totalmente cierto puesto que aquella
 naturaleza semi-animal e instintiva fue necesaria para nuestro desarrollo. Por
tanto, tenemos muchos yoes inferiores en nosotros todavía, sin embargo
 eso no significa que les debamos dar rienda suelta para que
impidan nuestro desarrollo espiritual.

 


 

 
 
MI HOMENAJE A LA FRATERNIDAD ROSACRUZ Y A MAX HEINDEL

                     

 
 



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