Los Cinco Seguidores
El Mar de Galilea, siempre estrechamente asociado
con el Ministerio de Cristo, en los primeros tiempos de
la cristiandad sustentó la más interesante situación;
porque casi en forma circular, estuvo rodeado por doce
pueblos. Todos prominentes en la actividad y vida del
Maestro. El tamaño de estos pueblos era tal, que las
afueras de uno, se unían con las fronteras del próximo.
Hacia el norte, donde el río Jordán fluye al mar de
Galilea, quedaban Cafarnaún (Capernaum), Betsaida y
Magdala. De Cafarnaún, vinieron cuatro de los más
ilustres Discípulos. De ellos, Andrés y Pedro fueron los
primeros en conferir obediencia al Maestro.
Andres
Andrés fue el primero en ser llamado, pero nunca actuó
de primero en el puesto de dirección. Fue
profundamente humilde, de una naturaleza callada y
retraída. Andrés reveló su verdadera grandeza, cuando cedió su primer lugar a su famoso
hermano y permaneció satisfecho al brillar, en la gloria de Pedro. Andrés y Juan, parecen
haber trabajado juntos en un íntimo compañerismo. Un fragmento de un canon muy antiguo
del Nuevo Testamento indica, que Andrés ayudaba a Juan, a escribir su Evangelio. Él fue
llamado el santo patrón personal, de los obreros.
Según los informes de Eusebio, Andrés encontró la muerte en Grecia, por orden Aegeas
(Aegeates), quien se quejó de todas las personas que abandonaron el culto del templo, para
seguir los milagros de la nueva disciplina proclamada por tal Discípulo. Andrés fue acusado
de culpar a las personas de rendir culto a la vieja religión; la cual vertía, bebidas a los dioses.
Andrés negó haber dicho eso, por lo que se le ordeno al Discípulo impartir los secretos a
Aegeas, de su arte mágico. Además, de ser colgado en la cruz, por representar el emblema de
su fe. Andrés contestó, “Si ustedes no conocen la verdad del discipulado; entonces, deben
vivir la existencia para aprender ese arte que antes inquirieron. La tortura, no puede trazar de
mí, tales sagradas cosas”.
Cuando Andrés fue puesto en cruz, él exclamó con una bonita sonrisa que hizo radiante
su cara: “Me regocijo por ser colgado en la cruz de Cristo; la cual, ha adornado Sus miembros
como si fueran perlas”.
Cuando oró, se sintió alegre y triunfante. La gran luz de cielo resplandeció como
iluminándolo; rodeándolo con tal esplendor, que los ojos de los mortales no pudieron verle.
Al ser levantado de la cruz, Maximilia, la esposa del gobernante, ungió su cuerpo con
costosas especies, y lo puso en su propia tumba. Esta santa mujer, había sido iluminada por el
amor de Cristo; y vivió calladamente, con el Cristianismo.
Tomas
Diófenes y Rea, eran prósperos posaderos en la ciudad Siria de Antioquia. Diez años
después que Tiberias se convirtiera en Emperador, tuvieron gemelos (El varón Tomás; y la
hembra, Lisias), que nacieron de esta pareja. Cuando Tomás tenía catorce años, un accidente
le ocurrió; el cual, según él, le había marcado significativamente su destino. Tres rey Magos,
regresando de una visita a Jerusalén, estuvieron dos días en la posada. El muchacho se
impresionó profundamente con la historia que ellos contaron, al encontrar una gran estrella y
el bebé que nació en un pesebre. Este niño, le dijeron los hombres Sabios a Tomás, se
convertiría en el rey de Luz.
Perplejo de fe, pero puro en hechos.
Por fin, él tocó su música.
Allí vive más fe, en honesta duda.
Creerme, es la mitad de las creencias.
Esas líneas de Tennyson, son apropiadas para Tomás, el Discípulo que dudaba, y de
quien se ha dicho: “Las dudas eran simplemente los menores acordes en una vida, que
produjo una emocionante armónica música”.
Tomás se sintió pesimista y desalentado; pero también se percibía sin temores, fiel y
constante, luego que sus dudas fueran aliviadas. Era un literalita en los primeros días de su
discipulado. Posteriormente, después de las maravillosas experiencias que se le interpusieron
al Grupo interno en el ínterin entre la Resurrección y la Ascensión, todas sus oscuras
interrogantes fueron barridas. Su duda se transformó en una gloriosa y certera realización, al
nacer del conocimiento de primera mano, lo que lo elevaría al estado espiritual al lado de
Pedro y Juan. En ese Octavo Domingo de Pascua, cuando Tomás exclamó adorando al
Ascendido Cristo: “Mi Señor y mi Dios”, su dedicación se completó.
Después del Pentecostés, Tomás fue hasta la India, para llevar el mensaje del Cristo.
Allí, en las ruinas de los modernos tiempos, en la costa de Malabar, existe una secta que se
autodenomina los Seguidores de Santo Tomás. Este Discípulo, era conocido como un
verdadero maestro constructor y es; incluso, llamado el santo patrón de los arquitectos. Su
símbolo, es la Escuadra Masónica. La Logia Masónica del Kilwinning, de Escocia, fue
dedicada a su nombre. Como Juan, Tomás es un apóstol de Gnosis; porque tipificó el
intelectualismo, como frecuentemente se halló en la sociedad Helenística.
La siguiente leyenda, se encuentra en armonía con la investigación ocultista. Cuando
Tomás estaba en India, el rey Gundaphorus, supo que él era un constructor, por lo que le
otorgó una alta suma de dinero para que le construyera un lugar para el invierno. En ese
momento, el hambre entre los pobres era muy dolorosa, por lo que Tomás gastó todo el dinero
del rey, para aliviar tal condición. Cuando el rey regresó a su provincia para descubrir que
ningún edificio había sido comenzado aún, y que todo el dinero había sido gastado, mandó a
Tomás a prisión con la amenaza de que debía ser desollado vivo. Antes de que esta frase
pudiera expresarse, el único hermano del rey falleció repentina y sosegadamente, y al
aparecer ante el rey Gundaphorous le dijo, que los Ángeles le habían mostrado un palacio
glorioso en cielo, edificado por Tomás, con sus actos de amor y servicio a sus hermanos sobre
la tierra. El rey, atendiendo al mensaje de su hermano, mandó a liberar a Tomás de prisión;
luego de descubrir, sus buenas obras.