La credibilidad de Jesús está fuera de toda duda. Israelitas, samaritanos y romanos que tuvieron ocasión de conocerle, se sintieron animados a poner sus penas y necesidades en sus manos.
El capitán romano es descrito como un hombre bien dispuesto que confía en la benevolencia y la compasión eficaz del Señor Jesús. Si hacemos un salto de siglos y nos apropiamos de la lectura, podemos advertir que los discípulos que confesamos a Jesús como Señor enfrentamos una crisis de credibilidad.
La congruencia no es lo suficientemente clara para atraer o suscitar el interés de los que buscan algún camino que dé sentido a su vida. La cantidad de personas que se han alejado de la comunidad creyente es alarmante.
Desilusionamos a hombres y mujeres de vivir como nosotros vivimos.
Por fortuna, seguimos encontrando testigos creíbles, que no abren brecha entre su fe y su vida, sino que amoldan su existencia con sus convicciones creyentes.