Aquellos que han recibido y reconocido la presencia de 
Dios han nacido del Espíritu. «Sois el templo de Dios, y el espíritu de Dios 
mora en vosotros».
 
Libro 
de Urantia. Pág.34
 
 
   El 
amor de nuestro Padre es tan inmenso, que decretó quedarse con nosotros junto a 
nuestro Espíritu residente, pero eso no es suficiente, es preciso que nosotros 
sintamos esa presencia divina en lo más íntimo de nosotros y nos hagamos 
conscientes que nuestro cuerpo no es sólo el vehículo que se nos ha dado en 
préstamo para evolucionar, sino que además es nada menos que el templo de Dios, 
porque él está siempre junto a nosotros, no para recibir la adoración y la 
pleitecía que se le rinde a un juez, sino el amor que se le prodiga a un 
Padre.
 
Es 
cierto que para Dios todos los hombres somos iguales, no tiene preferencias de 
religión, ni de raza, de ni nivel social, sin embargo ese amor universal es 
también personalizado, porque " el amor del Padre individualiza absolutamente 
cada personalidad como un hijo único del Padre Universal, un hijo sin duplicado 
en el infinito, una criatura volitiva irremplazable en toda la eternidad. El 
amor del Padre glorifica a cada hijo de Dios, iluminando a cada miembro de la 
familia celestial, perfilando agudamente la naturaleza única de cada ser 
personal frente a los niveles impersonales que se hallan fuera del círculo 
fraterno del Padre de todos. El amor de Dios retrata vivamente el valor 
trascendente de cada criatura volitiva, inequívocamente revela el altísimo valor 
que el Padre Universal ha colocado sobre todos y cada uno de sus hijos, desde la 
más elevada personalidad creadora de estado paradisiaco hasta la personalidad 
más inferior de dignidad volitiva entre las tribus de los hombres salvajes en 
los albores de las especies humanas, en algún mundo evolutivo del tiempo y el 
espacio.138"
 
Hoy en 
día gracias a la ciencia, ya no nos parece un imposible el ser criaturas únicas 
e irrepetibles y por lo mismo cada uno de nosotros vino a este mundo con una 
misión determinada, la cual nadie puede hacer por nosotros...Pero ¿cuál es esa 
misión?  Pregunta que desde siempre el hombre se ha hecho en líneas generales 
cuando se pregunta ¿quién soy? ¿hacia donde voy? Desgraciadamente estas 
interrogantes quedan más bien en el plano filosófico, pero muy pocas veces nos 
damos el tiempo para meditar en forma seria sobre ellas... Si lo hiciéramos, sin 
lugar a dudas que nuestra responsabilidad ante la vida sería completamente 
diferente, porque nunca nos parecería que lo que estamos haciendo es de poca 
importancia, sin importar lo que ello sea., porque “nada de lo que haga un hijo 
de Dios es sin importancia.”1638 
 
Lo que le da valor de 
sobrevivencia  a nuestra vida, es el estar conscientes de lo que hacemos y para 
qué... porque muchas de las cosas que hacemos son producto de nuestro 
ego.
 
yolanda silva 
solano