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JOSE MEJIA: Traspasando el velo de la carne y cómo acortar o prolongar el tiempo de vida
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De: moriajoan  (Mensaje original) Enviado: 05/06/2016 13:34

Traspasando el velo de la carne y cómo acortar o prolongar el tiempo de vida



La mejor manera de ayudar a una persona que ha traspasado el velo de la carne es orando a Dios y pidiendo a los Auxiliares de Dios que le asistan prestos y generosos en su transición en el mundo del purgatorio. Sus amigos o parientes de similar época de vida que han fallecido antes en su entorno, eventualmente se encontrarán algún tiempo después en esa etapa maravillosa que es el Primer Cielo, donde en verdad las personas son recompensadas y gozan de los beneficios que su lado positivo y bueno generó en la Tierra, y disfrutan del resultado de todas las buenas obras en las que participaron o hicieron, directa o indirectamente.
Cuando el Espíritu o Ego sale del cuerpo al morir, el panorama de su vida pasada se descorre ante él hasta y durante los tres días y medio siguientes a su
desprendimiento del cuerpo. Esas imágenes se graban en su cuerpo de deseos o emocional y forman la base de la vida en el Purgatorio y en el Primer Cielo, que están situados en el llamado Mundo del Deseo o astral. Por eso es una importante necesidad de que no se le incinere o entierre al cadáver antes de ese periodo y que los deudos y amigos mantengan en el tiempo de la velación, la mayor compostura y silencio, al menos durante ese espacio de tiempo. En Latinoamérica, ni bien muere el individuo, en menos de 24 horas ya le entierran o creman, lo cual es una barbaridad inenarrable, casi un crimen para el fallecido. Los pueblos anglosajones y otros de otras geografías, esperan bastante más tiempo para deshacerse del cuerpo denso, que es entonces nada más que un ropaje inservible.
En el Purgatorio, que es lugar donde van casi todos los espíritus desencarnados, solo se reviven las escenas en las que el hombre hizo mal, y el alma se ve a sí misma como si fuera aquel a quien perjudicó y sufre como aquellos a quienes hizo sufrir en su vida terrestre. Por tanto, el objeto del Purgatorio es borrar los malos hábitos como los vicios adquiridos, haciendo imposible su gratificación y corregir los desequilibrios emocionales y energéticos que se ocasionaron en las interrelaciones experienciales en el mundo fenoménico. El individuo sufre lo mismo que ha hecho sufrir a otros con su deshonestidad o sus abusos y crueldades consigo mismo, por medio de las malas costumbres acciones y /o vicios, adicionalmente a la crueldad, avaricia, intolerancia o lo que fuere. Por este sufrimiento aprende a obrar benévola cariñosa, honestamente y con toda paciencia y tolerancia para los demás en el futuro. Y, como consecuencia de este beneficioso estado, el hombre aprende el valor de la virtud y de la acción justa y recta. Cuando renace, está libre de malos hábitos, o por lo menos, las malas acciones que cometa son producto de su libre voluntad. La tendencia a repetir el mal de sus pasadas vidas subsiste, porque debemos aprender a obrar con rectitud, conscientemente y por propia voluntad. Ocasionalmente, las tendencias nos tientan, proporcionándonos así oportunidades de dominarnos a nosotros mismos e inclinarnos hacia la virtud y la compasión y oponernos a la crueldad y al desenfreno. Si nos abstenemos del mal, la tentación cesa; nos libramos de ella para siempre. Si caemos de nuevo, experimentaremos un sufrimiento aún mucho más agudo que antes, hasta que aprendamos a vivir la Regla de Oro (1), porque el destino de los transgresores es muy duro.
Cuando el periodo purgatorial termina, el espíritu se eleva hacia el Primer Cielo, donde los resultados o esencia conciencial adquirida por ese sufrimiento y reconocimiento de los pecados cometidos se incorporan en el llamado átomo-simiente del Cuerpo de deseos, corpúsculo energético que es una especie de nano computadora, o micro disco duro, si vale el término moderno, impartiéndole
así a su espíritu la cualidad de la rectitud, la que, como ya se expresó arriba, actuará como impulso para el bien y la repulsión para el mal en el futuro. Es esa la razón por la cual existe el Purgatorio, es decir para purgar o purificar al Ser de sus errores y debilidades, como los que ya hemos mencionado, por motivo de que las personas siguen errando ignorantemente y abusando de su mal llamada libertad o libre albedrío, sin saber o importarles sus consecuencias.
Entonces se crea esa conciencia de rectitud y aversión hacia los vicios e inclinaciones o crueldades, con lo cual nacerá el ser humano en vida futura “inocente” y con ese recaudo o tesoro interior en su personalidad que se reflejará en sus actos futuros, aunque, como también se señaló, probablemente será probado en esa vida futura una y otra vez, para medir su temple y virtudes y cuán fortalecida está su moral y tendencia hacia el bien, mediante la llamada y necesaria tentación.
La muerte no tiene poderes transformadores y la persona, cuando fallece, será exactamente la misma que fue al momento de morir, en lo que respecta a sus cualidades y defectos anímicos. No es que porque falleció se convierte de manera milagrosa en un angelito sin mácula. Es en el Purgatorio donde se depura y limpia de sus labilidades adquiridas y no superadas en su vida en la Tierra. Este proceso no es para nada un castigo divino ni nada por el estilo, sino el resultado de la Ley de la Consecuencia o también llamada la de Causa y Efecto, una ley universal que opera también en los planos espirituales y éticos, de manera absolutamente impersonal, nada más.
Pasada esta etapa, la que dura aproximadamente la tercera parte de la vida física vivida - por lo que el sufrimiento y ansiedades son también triple en intensidad en ese lugar -, sigue el Primer Cielo, que es un espacio de alegría sin mezcla alguna de amargura, en el cual el espíritu está más allá de la influencia de las condiciones materiales y terrestres y de la influencia de las fuerzas y leyes de la física que gobiernan el mundo denso. Allí asimila todo el bien encerrado en su vida pasada conforme la revive de nuevo. Todas las empresas nobles que el hombre aspiró y que quizás no realizó se hacen patentes en toda su amplitud aquí. Es un lugar de reposo y cuanto más dura y aciaga fue su vida, más intenso será el descanso de que gozará. La enfermedad, la tristeza y el dolor son cosas desconocidas. Esta es, por decirlo así, la ‘tierra de veraneo de los espiritualistas’, la tierra de promisión. Todos obtienen aquí la satisfacción de lo que carecieron en su vida terrestre. Hay en esta Región una clase que lleva especialmente una vida hermosísima y son los niños. Cuando un niño muere antes del nacimiento de su cuerpo de deseos, lo que tiene lugar alrededor de los catorce años, (o lo que llamamos la adolescencia) no va más allá del Primer Cielo, porque no es responsable de sus actos, como tampoco es responsable el no nato, del dolor que causa a su madre moviéndose o saliendo de la matriz. Para tales niños el Primer Cielo es una sala de espera
donde permanecen desde uno hasta veinte años, hasta que se presenta una nueva oportunidad para renacer.
Este Primer Cielo es también “un lugar de progreso para todos los que han sido estudiosos, artistas o altruistas, sin embargo lo es, en efecto, para todos los seres humanos, en mayor o menor grado. Dicen que, por ejemplo, el filósofo o el estudiante, el investigador, el científico, tienen acceso instantáneo a todas las librerías del mundo, bastante mejor que los buscadores digitales actuales, para ejemplificar. El pintor observa con inefable delicia los colores siempre cambiantes y muy pronto aprende que su pensamiento forma y moldea esos colores a voluntad. En el Primer Cielo se goza de la música mucho más hermosa y permanente que en el mundo físico, así que allí los oídos del músico gozan de melodías que nunca oyeron en su vida terrestre. Las experiencias del poeta son parecidas a las del músico, porque la poesía es la expresión de los más íntimos sentimientos del alma. Además el poeta encuentra una inspiración magnífica en las imágenes y colores que son las características principales del Mundo del Deseo. El filántropo produce sus planes altruistas para el mejoramiento de la raza humana. Si estos fallaron en una vida, verá la razón de los fracasos en el Primer Cielo y aprenderá a sobrepasar los obstáculos y a omitir los errores que hicieron impracticables sus ideas y sus planes. Este es el Primer Cielo.
Mientras el Primer Cielo se encuentra en el Mundo del Deseo o de las emociones, el Segundo Cielo se encuentra en lo que llamamos los estudiantes del espíritu, la Región del Pensamiento concreto. Este lugar es realmente la patria-hogar del espíritu.
El trabajo que realiza el hombre en el Mundo Celeste es múltiple. No es una existencia inactiva, soñadora o ilusoria la que lleva, sino que, por el contrario, es de la más intensa e importante actividad, preparándose para la próxima vida, así como el sueño es una preparación activa para el trabajo del siguiente día. En el Segundo Cielo permanece el Ego durante siglos enteros, asimilando el fruto de su última vida terrestre y preparando las condiciones terrestres más apropiadas para su próximo paso de progreso.
Finalmente ingresa en el Tercer Cielo. Diremos de manera breve que después de haber asimilado los frutos de la vida pasada y alternado la apariencia de la Tierra de tal manera que pueda proporcionar el alrededor ambiente requerido para el próximo paso hacia la perfección, el Ego asciende a la más elevada Región del Mundo del Pensamiento: el Tercer Cielo. Aquí, por medio de la armonía inefable de este mundo superior, que es cuando se está más cerca de Dios y de Cristo, se fortalece para su próxima inmersión en la materia. El Tercer Cielo es un lugar en el cual muy pocas personas en el actual estado de desenvolvimiento tienen conciencia, porque la mayoría de nosotros estamos guiados en nuestras actividades mentales más por las emociones y sentimientos concernientes a las cosas concretas, que no por el pensamiento abstracto, (que es como el que se necesita para las ciencias exactas) y que es la facultad especial que pertenece a ese Tercer Cielo. Cuando pensamos en el amor, lo hacemos generalmente
relacionándolo con alguna persona y circunstancia específica, esto es, un pensamiento concreto. Pero pensar en el amor abstracto es cosa que solo pueden hacer contadas personas en ciertos momentos de su vida. Aquí, por medio de la armonía inefable de este mundo superior, se fortalece para su próxima inmersión en la materia.”
Después de algún largo tiempo, luego de muchos años que puede permanecer casi en estado latente y de beatitud en el Tercer Cielo, viene el deseo de nuevas experiencias y la contemplación de un nuevo nacimiento. Esto evoca una serie de cuadros ante la visión del espíritu, un panorama de la nueva vida que le espera. Este panorama contiene solamente los acontecimientos principales. El espíritu tiene plena libertad en cuanto a los detalles. Liberado de sus ataduras y lastres que dejó en el Purgatorio, mejorado y vigorizado proporcionalmente y según haya sido su vida anterior y su aprovechamiento de las experiencias que su espacio vital le otorgó y la conciencia que integró en su Ego, nacerá después dispuesto para enfrentar nuevos retos y a quemar deudas de destino todavía impagas.
Pero eso y el proceso impresionante y extraordinario del renacimiento es otro tema de otro momento.
Imposible detallar aquí sino en forma muy puntual y somera y sin pecar de plagiario confeso, las complejas combinaciones y actividades que se desarrollan en cada etapa celestial, pero hay algo que quiero señalar y que veo necesario no desperdiciar la oportunidad, para que se comprenda por qué muchas veces las personas terminan sus vidas de manera prematura y usualmente de manera inexplicable, inesperada, ya sea por una enfermedad o un accidente impensable, una situación fortuita, etc.:
La duración de la vida terrestre se limita realmente antes de nacer. Cuando el Ego o espíritu está en vías de renacer, forma el arquetipo creador de su forma física en el Segundo Cielo con la ayuda de las Jerarquías Creadoras (los ángeles y los arcángeles, entre otras entidades luminosas, como los Señores de la Mente, para no entrar en detalles). Ese arquetipo es una cosa -un molde o contraparte viva, por intentar explicar de alguna manera- vibrante y sonante, una forma energética, puesta en vibración por el Ego o Espíritu, con cierta fuerza que es proporcional a la longitud de la vida nueva que el ser va a vivir sobre la Tierra, y, hasta que el arquetipo deje de vibrar en dichos planos, la forma (en este caso, el complejo cuerpo humano) compuesta por los elementos químicos constituyentes de la tierra continuará existiendo, o sea, tendrá vida, tal como los habitantes del planeta lo conocemos de manera general.
La Ley de Causa y Efecto, sin embargo, es el árbitro de la forma en que deba vivirse la vida, y cada vez se ponen o siembran ciertas oportunidades de crecimiento espiritual ante el Ego en diversos puntos de su vida terrestre. Si se hace uso de esas oportunidades, la vida continuará por el angosto y recto sendero, pero si no, si se las deja y se mete en un laberinto, por decirlo así, cuando se ha desperdiciado infamemente las oportunidades de crecimiento,
entonces las jerarquías creadoras terminan con la vida destruyendo el arquetipo en el Mundo Celeste. De suerte que podemos decir que la longitud mayor de la existencia queda determinada antes de que nazcamos físicamente, pero la vida puede acortarse si descuidamos ciertas oportunidades. Existe también la posibilidad en algunos casos, cuando la vida se ha vivido completamente, en toda su mayor amplitud y en la que la persona ha tratado en todos los casos de vivir todas sus oportunidades, de que se infunda nueva vida en el arquetipo que se había hecho primeramente, y en esa forma puede prolongarse la vida, pero como dijimos, eso sucede solamente en casos excepcionales. Uno de ellos puede ser cuando los hijos cuidan a sus progenitores ancianos desvalidos mediante el amor y el esmero que el servicio filial puede generar.
Por todo lo señalado aquí, es un terrible error, un pesaroso pecado, el irrespetar el cuerpo denso, el maravilloso cuerpo físico y destruirlo debido a su abuso por la influencia nefasta de las drogas, de los vicios y otros excesos, pues es el templo sagrado del Espíritu, sin el cual no podríamos progresar ni evolucionar.
Ustedes, amables lectores, saquen las conclusiones de tantos y tantos casos que llegan a vuestras mentes y que encajan con estos razonamientos.

Jo Mero

Tomado de: Filosofía Rosacruz de Max Heindel.
(1) Regla de Oro: hacer el bien sin mirar cómo nos tratan los demás; y, como Cristo dijo, debemos amar a nuestros enemigos.


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