-          Pero…

Y ese fue el último comentario del espectro quien inclino el rostro tal y como la rodilla que se reclino sobre el suelo demostrando su obediencia aun cuando no le gustasen las ordenes que se le acababan de dar.

-          Sólo puedo confiar en ti Kagaho… -frase que resonó por parte del Dios de Inframundo hacia su más leal espectro, por lo menos es así como se proclamaba el ave egipcia y sabiendo que dichas palabras lograrían convencerlo y evitar cualquier acto fuera de su control.

Momentos antes…

No hace mucho que la guerra entre los mares y el Inframundo había comenzado y las piezas estaban moviéndose tal y como el Señor Hades había conjeturado ya, sin embargo, un eslabón estaba ahí presente y el tenerlo a raya era tarea importante antes de que su desfachatez y carencia de figura de autoridad pudiera descontrolarlo pues sabía de su gran poder pero también su enorme debilidad y no podía contar con la debilidad fuera aún superior a su fortaleza por lo que, ha decidido usarlo de la mejor manera.

-          Me alegra verte de nuevo – anexa con sobriedad y convicción, con ese tono frío y solemne digna de una divinidad para con sus subordinados. – Has tardado un poco debo reconocer –continua cuando se levanta de su trono y se encamina hacia el hombre recién llegado.

El silencio invade la habitación, esa penumbrosa y solitaria habitación en el castillo que ahora es la morada en la tierra del hermano de Zeus. – Lo siento Hades – Sama  -dice con respeto mientras ingresa al centro del salón para inmediatamente hincarse apoyando una sola rodilla en el suelo manteniendo la mirada en el suelo de perfecta cuadricula – Esta guerra tiene a muchos con ansias de asesinarlo… No puedo permitir que algo como eso llegue a suceder… Por eso mi tardanza a su llamado – acota sereno pero con esa asperidad característica en su personalidad violenta – Lo entiendo Kagaho… Y por eso he pedido que vinieras… -

Esas últimas palabras hicieron merma en las facciones endurecidas del espectro quien cerró los ojos aun cuando Hades no podía verlo – Pero tranquilo… No estoy enfadado por eso…Es por lo que necesito de ti en este momento. – sentencia regresando a su trono.

-          Como bien sabes, los Dioses ocupamos cuerpos temporales y humanos cada vez que despertamos después de un tiempo definido. Nuestras almas se encuentran en lugares que sólo nosotros sabemos y el cual protegemos con recelo. Hasta donde sé y dado las batallas realizadas he caído en cuenta que el alma de Poseidón está en la Atlántida. No podía ser de otra forma. Lo que quiero decir es que necesito que me traigas el depósito donde se encuentra concentrada su divinidad… Athena alguna vez la selló así que más pistas para el paradero no necesitas ¿O si? –cuestiona con ironía manteniendo la mirada en el fiel esbirro que escucha con atención.

– Lo que quiero que comprendas es que, tu única misión es esa… ¡Traerme lo que te pido! –exclama empuñando la palma de la mano – No quiero una muerte innecesaria ni impulsos estúpidos ¿Entendido? -finaliza reclinándose con mayor comodidad sobre la enorme silla que lo demanda como máxima autoridad… Como el Rey de la Oscuridad, del reino de los muertos.