-conoces la lengua de mis ancestros-

-conozco a los elfos de este territorio y sé que tu no eres de aquí, mas si eres elfo-

-aciertas a medias caballero, no nací aquí pero ya tengo algún tiempo en estas tierras y no soy del todo elfo, mi madre era humana-

-Soy Shaka mace paladin para servirte-

-Steve de la casa krossana de Lyoness-

-Krossan, he oido algunos cuentos acerca de esos bosques y de las rarezas que habitan allí, el viaje es demasiado largo hasta aquí y no se ha vuelto a saber de viajeros de esos lares-

-eso no me extraña, Krossan ya no debe de existir así como la mayoría de gente-

-lamento saberlo, ...no deberías aventurarte a este lugar si no estás preparado y será mejor que nos vayamos, no tardará el mal en levantarse nuevamente-

Mi maestra me había hablado acerca de la maldición de Sauron “el mal jamás podrá erradicarse por completo, las razas lucharán una y otra vez y siempre volveré encarnado en sus fantasmas y tarde o temprano cuando las razas no puedan luchar mas, o luchen entre ellos, reinaré de nuevo”

Toda la tierra media en esta cuarta era estaba infestada de lugares malditos en donde el mal reinaba, era posible luchar contra sus engendros, pero siempre volvían una y otra vez, si las razas dejaban de luchar contra el mal, éste poco a poco proliferaría.

-Venga caballero lo acompañaré a la ciudad debe cambiar esos harapos que trae puestos-

La cortesía de Shaka obligaba a mostrar el mismo respeto que a su poder.

Shaka me acompañó a la ciudad mientras charlábamos un poco, la empatía entre ambos era evidente. Resulta que Shaka era casi tan joven como yo, sin embargo era ya un guerrero consumado y de renombre en esta tierra. Un paladín un hombre religioso consagrado a luchar por el bien, sonaba romántico, tal vez algún día... tal vez yo... tal vez.

Nos encontramos nuevamente después de ese día y me enseñó algunos trucos que todo guerrero debe saber. Una amistad había surgido entre ambos, esto me alegraba, pues aparte de mi maestra, casi no conocía a nadie que sea de mi confianza