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Tiempo devocional-Hector Spaccarotella: ¿QUÉ LLEVAREMOS AL CERRO?
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Réponse  Message 1 de 3 de ce thème 
De: hectorspaccarotella  (message original) Envoyé: 21/02/2013 13:41

¿QUÉ LLEVAREMOS AL CERRO?

 

Fue realmente un día de locos, pero ahora, el cerro se calmó. Por primera vez en todo el día no se escucha un ruido. Los gritos empezaron a ceder cuando la oscuridad, esa sorprendente oscuridad del mediodía, cayó sobre la tierra.

Era algo sobrenatural. Las sombras del cielo apagaron todo ruido . No más burlas. No más bromas.

Uno a uno todos los espectadores empezaron a descender.

Es decir, todos los espectadores menos vos y yo. Nosotros no nos fuimos. Vinimos a aprender. Por eso permanecimos en la semioscuridad y escuchamos.

Oímos a los soldados maldiciendo, a los que pasaban haciendo preguntas y a las mujeres llorando.

Pero más que nada, oímos a esos tres moribundos quejándose. Se quejaban con cada movimiento de cabeza o con cada cambio de posición de las piernas.

Pero a medida que los minutos se fueron convirtiendo en horas, los quejidos fueron disminuyendo. Parecía que los tres habían muerto. Pero seguían respirando entrecortado, como única señal de vida.

Y entonces, Él gritó. Como si alguien lo hubiera levantado del pelo, la parte posterior de su cabeza dio contra el letrero que tenía escrito su nombre, y gritó.

Su grito cortó la oscuridad.

Estirado tanto como se lo permitían los clavos, gritó como cuando alguien llama a sus amigos que se han ido: «¡Eloi!»

Su voz sonaba áspera, chirriante. «¡Dios mío!»

En medio de ese inmenso dolor, se estiró hacia arriba hasta que sus hombros estuvieron a mayor altura que sus manos clavadas. «¿Por qué me has abandonado?»

Los soldados miraron con asombro. Las mujeres dejaron de lamentarse. Uno de los fariseos dijo, irónicamente: «¡Está llamando a Elías!»

Nadie se rió.

Había hecho una pregunta a los cielos, y era de esperar que el cielo le diera una respuesta.

Y aparentemente se la dio. Porque la expresión de Jesús se suavizó. Y la tarde cayó mientras él decía las que habrían de ser sus últimas palabras: «Todo está terminado. Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu».

Y cuando dió su suspiro final, la tierra se sacudió violentamente. Una roca se desprendió y empezó a rodar mientras un soldado tropezaba.

Y ahora todo está quieto. Las burlas terminaron. Nadie se ríe.

Los soldados están atareados limpiando los vestigios de muerte. Han venido dos hombres. Bien vestidos y de modales finos, se les entrega el cuerpo de Jesús.

Y nosotros nos quedamos con los residuos de su muerte.

Tres clavos, tres cruces que se perfilan contra las sombras, una corona entretejida con manchas rojas.

¿no te parece grotesco, que esta sangre no sea sangre de hombre sino de Dios?

¿no te parece ridículo, que con esos clavos hayan colgado tus pecados en una cruz?

¿no te parece absurdo, que la oración de un ladrón haya obtenido respuesta? ¿O más absurdo que otro delincuente no haya querido orar?

Forma rara de redimir, de liberar el mundo. Los hombres pensaríamos en otra: Caballos blancos, espadas llameantes. El maligno aplastado. Dios sobre su trono.

 

¿Pero Dios sobre una cruz?

¿Un Dios sobre una cruz con la boca abierta, los ojos inflamados y sangrando?

¿Una esponja arrojada a su rostro?

¿Una espada clavada en su costado?

¿Dados lanzados a sus pies?

 

Para que la cruz de Cristo sea la cruz de tu vida, vos y yo necesitamos llevar algo al cerro.

Hemos visto lo que Jesús trajo. Con manos heridas ofreció perdón. A través de su piel agujereada prometió aceptación. Dio los pasos para llevarnos de vuelta a casa. Vistió nuestra propia ropa para darnos la suya. Hemos visto los regalos que trajo.

 

Pero yo te pregunto ahora: ¿Qué llevaremos nosotros?

 

No se nos pidió que pintáramos el letrero ni que lleváramos los clavos. No se nos pidió que lo escupiéramos ni que compartiéramos la corona. Pero se nos ha pedido que hagamos el camino y dejemos algo en la cruz.

Por supuesto, no tenemos que hacerlo. Muchos no lo hacen.

pocos se preguntaron qué debemos dejar nosotros.

 

¿Querés que te sugiera algo que podrías dejar en la cruz?

Ya viste lo que Jesús dejó.

¿No querrías dejar algo vos también?

¿Por qué no comenzás con tus malos momentos ?

¿Aquellos malos hábitos? Déjalos en la cruz.

¿Tus egoísmos y las mentiritas piadosas? Entrégaselos a Dios.

¿Tus noches de parranda y tus intolerancias? Dios quiere que se lo des todo.

Cada caída, cada fracaso. Él quiere cada una de estas cosas.

¿Por qué?

Porque sabe que nosotros no podemos vivir con eso.

A todos los chicos les gusta jugar en el pasto. El problema es que muchas veces tiene espinas y hace falta un papá que las saque, pacientemente, una por una.

Los niños saben que si quieren volver al juego, tienen que conseguir que alguien les quite las espinas.

Cada falta en la vida es como una de aquellas espinas. No se puede vivir sin caer, y no hay caída sin daño.

¿Pero, sabes una cosa? No siempre somos tan sabios como los niños jugando en el pasto. A veces tratamos de seguir jugando sin quitarnos las espinas.

Esto pasa, por ejemplo, cuando no queremos que nadie sepa que nos caímos y actuamos como si no tuviéramos ninguna molestia.

Y seguimos andando la vida, pero con dolor. No podemos caminar bien, dormir ni descansar bien. Y nos ponemos insoportables.

¿Querrá Dios que vivamos de esa manera? De ningún modo.

 

Dios hace más que perdonar nuestras faltas… ¡Él las quita!

Lo único que nosotros tenemos que hacer es llevárselas a Él.

Él no solo quiere las faltas que hemos cometido. ¡También las que estamos cometiendo ahora! ¿Estás cometiendo una en este momento?

¿Estás bebiendo demasiado?

¿Estás engañando en tu trabajo?

¿En tu matrimonio?

¿Estás administrando mal tu dinero?

¿Tu vida?

Si es así, no trates de aparentar que todo está bien. No intentes hacer creer que no has caído. No trates de volver al juego.

Andá primero a Dios. El primer paso después de una caída debe darse en dirección de la cruz.

1 Juan 1.9  «Si confesamos nuestros pecados a Dios, siempre podremos confiar que nos perdonará y quitará nuestros pecados»

 

¿Qué podés dejar en la cruz?

Comenzá con tus malos momentos. Y mientras estás allí, entrega a Dios tus momentos de enojo .

 

¿Conocés la historia de aquel hombre que lo mordió un perro?

Cuando supo que el perro tenía rabia, empezó a hacer una lista.

El doctor le dijo que no era necesario que hiciera su testamento, que iba a mejorar de la enfermedad y no se iba a morir.

«No, no», le dijo el hombre, «no estoy preparando mi testamento. ¡Estoy haciendo una lista de todas las personas a las que voy a salir a morder!»

 

¡No te rías!. ¿No hacemos todos nosotros una lista?

Ya aprendiste que los amigos no siempre son todo lo amigables que esperamos que sean. Los vecinos no siempre son amistosos. Algunos trabajadores nunca trabajan y algunos jefes están siempre arriba de uno.  La esposa tiene sus días… y los hijos siempre parecen estar en esos días.

¿Ya te diste cuenta que una promesa que se hace no siempre es una promesa que se cumple?

No porque alguien se llame tu papá, significa que actuará como un padre.

Aun cuando tus padres digan «sí» en el altar, es posible que en el matrimonio digan «no».

¿Te habías dado cuenta que tenemos la tendencia a pelearnos con la gente que no nos gusta? ¿Morderlos? Mantenemos una lista y estamos con los dientes apretados y listos para gruñir.

Dios quiere que le entregues esa lista.

Él quiere que dejemos nuestra lista en la cruz.

Ya te estoy escuchando… ¡Es que no es fácil!.

 

«¡Pero fijate en lo que me hicieron!», protestamos mostrando nuestras heridas.

«¡Fijate lo que yo hice por vos!» nos recuerda, y señala a la cruz.

 

Colosenses 3.13 «Si alguien hace algo malo contra ti, perdónale porque el Señor te perdonó a ti».

 

No es una sugerencia. Es una orden. Nos tenemos que olvidar de las faltas.

 

Además ¿querés de verdad mantener una lista?

¿Realmente querés llevar un registro de todas las veces en que te trataron mal?

¿Querés ir quejándote y gimoteando por la vida?

A Dios no le gusta la idea.

Liberate de tus pecados antes que te infecten y te domine la amargura y entregá a Dios tu ansiedad antes que sea tarde.

Entregale a Dios tus momentos de ansiedad .

La mayoría de nosotros estamos demasiado tensos. Como padres quizás hemos sido demasiado rígidos.

Mis hijos tienen 29, 27 y 20 años. Los tres abrieron sus alas e intentan construir sus propias vidas. Claro que a ojos míos no lo logran todavía. Siento que tengo que estar atento a lo que les vaya sucediendo, dispuesto a darles una mano.

Mi empresa parece marchar y se sostiene, dando muestras inclusive de algún crecimiento. Pero siento que no puedo descuidarla, por aquello de que “el ojo del amo engorda el ganado”.

Seguramente que vos tendrás tu propia lista… ¿Qué hacer con estas preocupaciones?

Literalmente: “Dejarlas en la cruz”.

 La próxima vez que estés preocupado por tu salud, o la casa, o las finanzas o los viajes, emprendé un viaje mental al cerro.

Pasa allí unos momentos mirando de nuevo las cosas relacionadas con la pasión.

Tu mente puede estar ahí cuando quieras. Tocá la madera de la cruz, tomá uno de los clavos en las manos, mirá las manchas de sangre sobre la tierra.

Es sangre de Dios.

Sangre que derramó por vos.

La lanza que le clavaron por vos.

Los clavos que atravezaron sus muñecas en un dolor infinito… por vos.

El cartel que pusieron sobre su cabeza...

Todo esto lo hizo por vos. El vió tu rostro, supo tu nombre y apellido en el momento de morir.

Sabiendo todo lo que hizo por vos, ¿todavía pensás que no tendrá cuidado de vos aquí y ahora?

 

Romanos 8.32 Dios no quiso retener a su propio Hijo, sino que lo dio por nosotros. Si Dios hizo esto, ¿cómo no nos va a dar generosamente todas las cosas?

 

Hacete un favor a vos mismo: dejá tus momentos de ansiedad en la cruz. Dejalos allí junto con tus momentos malos, tus momentos de ira y tus momentos de ansiedad.

¿Podría sugerirte una cosa más? También tu momento final.

Salvo que Cristo vuelva antes a buscarte, tanto vos como yo tendremos un momento final.

Un último suspiro.

Un momento en que nuestros ojos se cerrarán y nuestro corazón dejará de latir.

En una fracción de segundo dejarás lo que conocés y entrarás en lo desconocido.

Esto es lo que nos molesta.

La muerte es la gran desconocida

Dios promete venir en un momento en que no lo esperamos para llevarnos de este mundo gris que conocemos a un mundo dorado que no conocemos.

Y como no lo conocemos, no estamos seguros de querer irnos. Incluso nos sentimos mal cuando pensamos que llegue ese momento.

Por esta razón, Dios quiere que confiemos en él.

 

Juan 14:1-3  No se turbe tu corazón ni tenga miedo... Vendré otra vez y os tomaré para que estén conmigo y así puedan estar donde yo estoy

 

¿ Tenés problemas respecto de los momentos finales?

 Dejalos a los pies de la cruz.

Dejalos ahí, en el cerro, junto con tus momentos malos, tus momentos de ira y tus momentos de ansiedad.

Acerca de este tiempo, alguien podría decirme que si deja todos estos momentos ahí, en el cerro del gólgota, solamente se quedará con los momentos buenos.

¡Espectacular!

Sería lo mejor que podríamos hacer por nosotros.

Después de todo, por eso murió Jesús en la Cruz.

 

HECTOR SPACCAROTELLA          

tiempodevocional@hotmail.com

www.puntospacca.net

 

 (Adaptación de un texto de Max Lucado)



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Réponse  Message 2 de 3 de ce thème 
De: Dios es mi paz Envoyé: 21/02/2013 20:25
los novios son populares

Tremendo mensaje hermano, fuerte, pero real, gracias, bendiciones! Araceli
 
 
 

Réponse  Message 3 de 3 de ce thème 
De: Lolis Navarrete Envoyé: 10/03/2013 04:47
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