Página principal  |  Contacto  

Correo electrónico:

Contraseña:

Registrarse ahora!

¿Has olvidado tu contraseña?

Fraternalmente unidos
 
Novedades
  Únete ahora
  Panel de mensajes 
  Galería de imágenes 
 Archivos y documentos 
 Encuestas y Test 
  Lista de Participantes
 General 
 Normas de convivencia en el grupo-- 
 Lee la Biblia aquí! 
 Biblia en Power Point 
 Conoce tu Biblia 
 La Biblia en ocho versiones 
 Recursos Teológicos 
 Estudios biblicos 
 Reflexiones- Hernán 
 Selección de pasajes Bíblicos- por Hernán 
 Biografías de hombres de la Reforma protestante- Por Hernán 
 Arqueología Bíblica (por Ethel) 
 Reflexiones 
 Jaime Batista -Reflexiones 
 Tiempo devocional-Hector Spaccarotella 
 Mensajes de ánimo--Por Migdalia 
 Devocionales 
 Escritos de Patry 
 Escritos de Araceli 
 Mujer y familia- 
 Poemas y poesias 
 Música cristiana para disfrutar 
 Creaciones de Sra Sara 
 Fondos Araceli 
 Firmas hechas-Busca la tuya 
 Pide Firmas 
 Regala Gifs 
 Libros cristianos (por Ethel) 
 Panel de PPT 
 Amigos unidos-Macbelu 
 Entregas de Caroly 
 Regala Fondos 
 Texturas p/ Fondos 
 Separadores y barritas 
 Retira tu firma 
 Tutos 
 Tareas HTML 
 COMUNIDADES AMIGAS 
 
 
  Herramientas
 
Tiempo devocional-Hector Spaccarotella: Comentarios sobre la novela LA CABAÑA
Elegir otro panel de mensajes
Tema anterior  Tema siguiente
Respuesta  Mensaje 1 de 2 en el tema 
De: hectorspaccarotella  (Mensaje original) Enviado: 23/08/2013 00:29

Leí hace tiempo una novela escrita por el canadiense Paul Young, llamada La Cabaña.

Habitualmente alterno bibliografía de estudio con estas novelas escritas por autores cristianos, porque más allá de ser historias de ficción, aportan valores que respeto y comparto.

Te recomiendo que te acerques a una buena librería y preguntes por novelas cristianas. Hay una veintena que fui descrubriendo a lo largo de estos años. Ninguna hasta ahora me defraudó.

Además hay una buena colección con otro estilo, también muy atractivo, de novelas basadas en la vida de personajes bíblicos, que verdaderamente son un deleite. La última de este tipo que también leí hace poco y te recomiendo es JADASÁ. Se trata del primer trabajo de ficción escrito por el pastor americano Tommy Tenney. Es un magnífico trabajo de ambientación histórica basado en la historia de la Reina Esther (del libro bíblico del mismo nombre).

Pero hoy quiero detenerme un poco más en Algunos relatos de La Cabaña. Cuando tuve el libro en mis manos, la contratapa me cautivó. Allí aparece un par de párrafos del libro que me decidieron a comprarlo.

¿Los lees conmigo?

 

Si algo importa, todo importa. Dado que tú eres importante, todo lo que haces es importante. Cada vez que perdonas, el universo cambia; cada vez que te esfuerzas y tocas un corazón o una vida, el mundo cambia; con cada bondad y favor, visto o no, Mis Propósitos se cumplen, y nada volverá a ser lo mismo.

 

La vida de este canadiense es ya de por sí atrapante. Junto con sus tres hermanos menores, creció en medio de una tribu de la Edad de Piedra al lado de sus padres, quienes eran misioneros en Nueva Guinea, Papúa occidental.

La familia regresó a Canadá, donde el padre de Paul fue pastor en varias iglesias de distintas denominaciones. Podés encontrar una biografía completa de su vida en internet (www.windrumors.com).

 

En la novela, La hija menor de Mackenzie, con sólo dos años, es raptada en un camping durante unas vacaciones familiares, (en una situación muy similar a lo que sucedió con nuestra Sofía de Río Grande, Tierra del Fuego), mientras él trata de rescatar del agua a su otro hijo, cuya canoa se volcó. La busca desesperadamente y se encuetran evidencias de que fue brutalmente asesinada en una cabaña abandonada en lo más profundo de un bosque.

El protagonista se sumerge en una gran tristeza de la que no puede salir de ningún modo.

Un estado de depresión disparado por la pérdida de su amada bebé, por la culpa de sentir que no estuvo a su lado para cuidarla y por la pregunta que no encuentra respuesta, cuando un hombre de profunda fe no puede entender cómo Dios puede permitir que eso pase.

Un día 4 años después recibe una sospechosa carta firmada por Dios, que lo invita a volver a esa casucha semi destruida donde había visto los rastros ensangrentados del vestido de su hija durante un fín de semana.

Sin compartirle a nadie y sintiéndose viviendo una absoluta locura, Mackenzie llega una tarde de invierno para retornar a su más oscura pesadilla.

Allí vivirá situaciones de un encuentro personal con Dios que cambiarán su vida para siempre.

A lo largo del libro el personaje protagonista entra en un diálogo profundo con las tres personas divinas de la Trinidad y de a poco va llegando a enfrentar sus angustias más profundas.

En determinado momento de ese encuentro, entra en un enorme ambiente donde hay un escritorio con una silla y una señora vestida de negro que lo invita a sentarse en ese lugar.

Te reproduzco el diálogo con la dama, adaptado para que puedas seguirlo:

Ella le dice:

-hoy es un día muy serio, con graves consecuencias. (…) estás aquí por tus hijos; pero también para…

-¿mis hijos? La interrumpió él.

-amas a tus hijos, Mackenzie, como tu padre nunca fue capaz de amarte a ti.

-¡Claro que amo a mis hijos! ¡Todos los padres aman a sus hijos!

- Es verdad, hasta cierto punto, respondió la señora. Pero tenés que saber que algunos de ellos están demasiado destrozados para amarlos como deberían, y otros apenas pueden amarlos siquiera. En cambio, tú amas a tus hijos como se debe, y más que eso aún.

(…)

-Yo quiero preguntarte, Mackenzie, a cuál de tus hijos amas más. (…)

-No amo a ninguno más que a los otros. Amo a cada cual de diferente manera- contestó eligiendo con cuidado sus palabras.

-Explícame eso, dijo ella interesada.

-Bueno, cada uno de mis hijos es único. Y esa excepcionalidad y especial personalidad exige una respuesta única de mi parte. (…) Cuando pienso en cada uno de mis hijos en lo individual, encuentro que soy especialmente afecto a cada uno de ellos.

-Ella respondió: “Pero, ¿y cuando no se portan bien, o toman decisiones distintas a las que quisieras, cuando son rudos o agresivos? ¿y cuando te avergüenzan frente a los demás? ¿cómo afecta eso tu amor por ellos?

Mackenzie tomó tiempo para pensar su respuesta.

-En realidad no me afecta… bueno, en realidad sí me afecta, y a veces me siento enojado o avergonzado; pero aunque ellos actúen mal, no por ello dejan de ser mi hijo o mi hija.

 

El diálogo continúa y se profundiza. En determinado momento, la señora le informa que él tendría que actuar de juez. De juez de sus propios hijos, de juez de Dios, de juez del mundo.

¿Estás bromeando? Dijo él.

¿Porqué no? Respondió ella. Seguramente hay muchas personas en el mundo que creés que tienen que ser juzgadas.

Debe haber unas cuantas a quienes culpar por tanto dolor y sufrimiento.

 

¿Y los codiciosos que matan de hambre a la gente?

¿Y quienes sacrifican a  sus hijos para la guerra?

¿Y los hombres que golpean a su esposa?

¿y los padres que maltratan a sus hijos solamente para aliviar su propio sufrimiento?

¿ellos no merecen ser juzgados?

¿Y el hombre que abusa de niñas inocentes? ¿es culpable? ¿merece ser juzgado?

-¡Sí! Respondió él. ¡Qué se lo lleve el diablo!

-¿Debe ser culpado de tu pérdida?

-¡si!

-¿y su padre, que lo sometió a una infancia de terror?

-¡sí, él también!

-¿Qué tan lejos debemos retroceder? ¿hasta Adán? ¿Hasta Dios?... después de todo, Él fue quien empezó todo. ¿Dios tiene la culpa?

Mackenzie estaba aturdido.

La mujer siguió, implacable.

¿No es eso lo que te obsesiona? ¿no es eso lo que ocaciona tu Gran Tristeza? ¿Qué no se puede confiar en Dios?

¡Si, un padre como vos tiene derecho a juzgar a otro Padre!

El enojo de Mackenzie creció como una llama descomunal.

Ella siguió presionando.

¿no es ese un justo reclamo?

¿Qué Dios te falló? ¿Qué le falló a tu hija?

¿Qué desde antes de la Creación Dios sabía que ella iba a ser torturada, brutalizada, y aún así creó?

¿Y después permitió que un alma retorcida la arrebatara de tus brazos cuando él tendría que haberlo impedido?

-¡SI, DIOS TIENE LA CULPA! Gritó él.

Entonces dijo ella, si sos capaz de juzgar así de fácil a Dios, sin duda podés juzgar al mundo.

Tenés que elegir a dos de tus hijos para pasar a la eternidad con ellos. Pero solamente a dos.

¿Qué? Respondió él

-Y debes elegir a tres de tus hijos para pasar la eternidad en el infierno.

Mackenzie no podía creer lo que oía y empezó a sentir pánico.

-La voz de ella fue muy clara. “lo único que te estoy pidiendo es que hagas lo que, según vos, Dios hace.

Él conoce a cada persona que hay en el mundo. Y las conoce mucho más de lo que vos conocés a tus hijos.

Él ama a cada uno como a sus hijos.

Vos creés que él condenará a la mayoría a una eternidad de tormentos, lejos de su Presencia y separados de Su amor, ¿verdad?

-supongo que sí. Nunca lo he pensado en esos términos. Supuse que Dios podía hacerlo.

-Vamos Mackenzie, ¿a cuales de tus hijos sentenciarías al infierno? Deben ser tres.

Tu hija adolescente es la que más pelea con vos ahora.

Te trata mal, y te dijo muchas cosas hirientes. Quizá ella sea la primera y más lógica opción.

Vos sos el juez. ¡Tenés que decidir!

La mente de Mackenzie corría a toda velocidad. ¿cómo podía pedirle Dios que eligiera entre alguno de sus hijos?

No había nada que ellos pudieran hacer para que él los sentenciara al infierno. Aunque alguno cometiera un crimen horrendo, no podría condenarlo. ¡No podía! ¡Eran sus propios hijos!

¡Lo importante no era lo que ellos hacían, sino su amor por ellos!

-No puedo hacer eso.

-Debes hacerlo, respondió ella.

-No puedo hacerlo, gritó él.

-Debes hacerlo, dijo ella bajando la voz.

-¡No… lo… haré! Gritó Mackenzie estallando de enojo.

-debes hacerlo, murmuró ella.

-¡No puedo, no puedo, no lo voy a hacer!

La mujer permaneció de pie, viendo y esperando.

Él la miró al fín, con ojos suplicantes.

-¿podría ir yo a cambio?

¿si necesitas torturar a alguien para toda la eternidad, yo iré en lugar de mis hijos.

¿podría ser así? ¿podría ir yo en lugar de ellos?

Cayó a sus pies, llorando y suplicando:

-por favor, dejame ir en lugar de mis hijos. Por favor, lo haría con gusto.

(…)

Has juzgado bien, Mackenzie. ¡Estoy tan orgullosa de vos!

-¡Pero yo no juzgué nada!

-Claro que sí lo hiciste.

Juzgaste a tus hijos dignos de amor, aún si eso te costara todo. Así es como Jesús ama.

Ahora conocés el corazón de Dios, que ama con perfección a cada uno de sus hijos. A todos.

 

Claro que el relato sigue, estoy haciendo simplemente una lectura de una porción del diálogo entre este personaje de la novela y Dios mismo.

A mí me ayudó a entender un poco más del Padre a quien amo, y espero que a vos también te ayude. Claro que te sugiero que no te quedes con este pedacito de la novela que te cuento. Sería buenísimo que la leyeras completa.

Yo cierro esta reflexión con la cita que vino a mi mente cuando con mis ojos llenos de lágrimas me ponía en la piel de Mackenzie. Seguramente que vos la conocés tanto como yo.

 

Juan 3:16 y 17  Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo aquel que cree en El, no se pierda, mas tenga vida eterna.

Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por El.

 

HECTOR SPACCAROTELLA          

tiempodevocional@hotmail.com

www.puntospacca.net

 

 

 

 

 

 

 

 

 



Primer  Anterior  2 a 2 de 2  Siguiente   Último  
Respuesta  Mensaje 2 de 2 en el tema 
De: Dios es mi paz Enviado: 23/08/2013 00:47
 
 
 
Efectivamente Hector, me la tienes que prestar es muy buena! Araceli



 
©2024 - Gabitos - Todos los derechos reservados