Página principal  |  Contacto  

Correo electrónico:

Contraseña:

Registrarse ahora!

¿Has olvidado tu contraseña?

Fraternalmente unidos
 
Novedades
  Únete ahora
  Panel de mensajes 
  Galería de imágenes 
 Archivos y documentos 
 Encuestas y Test 
  Lista de Participantes
 General 
 Normas de convivencia en el grupo-- 
 Lee la Biblia aquí! 
 Biblia en Power Point 
 Conoce tu Biblia 
 La Biblia en ocho versiones 
 Recursos Teológicos 
 Estudios biblicos 
 Reflexiones- Hernán 
 Selección de pasajes Bíblicos- por Hernán 
 Biografías de hombres de la Reforma protestante- Por Hernán 
 Arqueología Bíblica (por Ethel) 
 Reflexiones 
 Jaime Batista -Reflexiones 
 Tiempo devocional-Hector Spaccarotella 
 Mensajes de ánimo--Por Migdalia 
 Devocionales 
 Escritos de Patry 
 Escritos de Araceli 
 Mujer y familia- 
 Poemas y poesias 
 Música cristiana para disfrutar 
 Creaciones de Sra Sara 
 Fondos Araceli 
 Firmas hechas-Busca la tuya 
 Pide Firmas 
 Regala Gifs 
 Libros cristianos (por Ethel) 
 Panel de PPT 
 Amigos unidos-Macbelu 
 Entregas de Caroly 
 Regala Fondos 
 Texturas p/ Fondos 
 Separadores y barritas 
 Retira tu firma 
 Tutos 
 Tareas HTML 
 COMUNIDADES AMIGAS 
 
 
  Herramientas
 
Tiempo devocional-Hector Spaccarotella: PAPÁ ESTABA MUY ENOJADO
Elegir otro panel de mensajes
Tema anterior  Tema siguiente
Respuesta  Mensaje 1 de 2 en el tema 
De: hectorspaccarotella  (Mensaje original) Enviado: 18/10/2013 21:13

PAPÁ ESTABA MUY ENOJADO

 

Juan 14:27 La paz les dejo; mi paz les doy. Yo no se la doy a ustedes como la da el mundo. No se angustien ni se acobarden.

En un diario de hace un tiempo atrás, se describía una escena que tristemente es demasiado conocida, que de un modo u otro hemos escuchado otras veces.

Una escena que es la representación de lo que en muchos de nosotros es parte inclusive de nuestra realidad hoy, o lo fue en nuestro pasado.

Eran tres niños, hermanitos los tres, de seis, siete y ocho años de edad. Con ojos aterrorizados y temblando de miedo, no podían dejar de mirar. Estaban absolutamente paralizados.

¿Qué estaban mirando?

Veían cómo su padre le daba una paliza brutal a su madre.

El hombre enfurecido, a la vista de sus tres hijitos, golpeaba brutalmente a su esposa.

Esto no era la primera vez que pasaba.

Después de estas palizas la mujer quedaba absolutamente destruida. Ensangrentada, con su rostro deformado y su cuerpo lleno de dolor por los muchos golpes que quedaban disimulados debajo de sus ropas.

Pero además, los golpes más fuertes estaban en su alma.  Esos no se pasaban con hielo ni se disminuían con antiinflamatorios.

Sentía que su vida ya no tenía sentido, y mientras estaba siendo golpeada hasta caer prácticamente desvanecida miraba a sus hijos sabiendo que si no hacía algo, ellos vivirían de un modo o de otro un infierno similar.  Así había pasado con ella y su madre.

¿Cuál era la causa?

Nadie sabe. Los niños sólo decían: «Papá estaba muy enojado

En realidad la causa puede ser cualquiera. Es solamente que hace falta encontrar una excusa que justifique el inicio de la descarga, porque la verdadera razón está dentro del agresor y no en lo que esa mujer o sus hijos puedan haber hecho.

La violencia doméstica, un tema que es parte de la historia demasiado frecuente en la vida diaria de muchas familias, pero es nuevo en las crónicas de los diarios y en los tribunales.

Esto es lo más preocupante: Está creciendo significativamente en las últimas décadas. Y crece como aumenta la violencia en la sociedad.

Y no distingue clases sociales. Los más humildes son los que menos pueden disimular socialmente lo que pasa dentro de casa, y sale más a la luz. Pero en las clases altas también hay golpes. También hay muerte.

 Y esta crónica nos obliga a tocar dos puntos: la violencia entre padres, y su efecto en los hijos.

Esa pesada herencia que afecta a las generaciones siguientes, multiplicando hombres golpeadores y mujeres golpeadas en hijos y en nietos.

Algunos dicen que la violencia familiar la incita la familia misma, pero eso es ver el asunto de una manera superficial. La violencia nace en el corazón. Está adentro de uno como lo estaba en el corazón de Caín, y sólo necesita una muy pequeña provocación para estallar.

Decimos que es culpa de la mujer, o de los hijos, o del jefe o de otro, pero no lo es. Procede del corazón herido y confundido que vierte su frustración sobre los que están más cerca. Cuando el tronco está malo, todo el árbol lo está.

Cuando el corazón vive en amargura, la persona no puede o no sabe o no aprendió a canalizar sus sentimientos de un modo saludable.

Una estadística levantada por una revista del Banco Interamericano de Desarrollo, dice que en Argentina, el 37% de las mujeres golpeadas por sus esposos lleva 20 años o más soportando abusos de este tipo. Esta cifra fue levantada solamente haciendo alusión al maltrato conyugal; no incluyen el maltrato a niños y ancianos.

Si sumáramos estas situaciones el porcentaje de violencia en la familia subiría arriba del 50% según escribió la recientemente fallecida María Elena Mamarian, autora del libro  “Rompamos el silencio” (editorial Kairos).

 

No hay nada en todo el mundo que frustre y confunda y atemorice más al niño que ver a sus padres peleándose, especialmente cuando son encuentros violentos. Y si la criatura tiene dos, tres o cuatro años de edad, esos disgustos tienen efectos desastrosos que afectan toda su vida. Un sociólogo investigador dijo: «Cuanto más violenta es la pareja, de las que hemos entrevistado, más violentos son los hijos.»

Y así ha sido también con la generación de los que ahora son papás. Por cierto, la violencia en los padres viene de la violencia en los progenitores de ellos.

En un programa de radio el locutor hablaba de un tema social crítico de este tiempo y mencionó el conocido ejemplo del huevo y la gallina, en que alguien se pregunta qué fue primero.

Y aquí podríamos pensar lo mismo. ¿Por qué este incremento de la violencia intrafamiliar tan importante en las últimas décadas?

¿Es que la sociedad cargada de agresividad desde los medios de comunicación, desde la actitud de los gobernantes, dese la inseguridad, está generando que dentro del núcleo familiar se reproduzcan los mismos síntomas sociales que pueden verse puertas afuera del hogar?

¿O es al revés y la familia, con su violencia interior, está fabricando las semillas de los estallidos sociales que vivimos en la calle?

¿Estamos los padres fabricando niños violentos que luego cuando adultos construyen una sociedad violenta? ¿O es la vida fuera de los límites cuidados de la familia la que filtra o inocula el veneno mortal del golpe físico o psicológico dentro de casa?

Creo que es un interactuar. Sin ser especialista en psicología ni en sociología, pienso que una realidad realimenta a la otra realidad e interactúan entre sí.

Hemos sido durante muchos años tolerantes a los crecientes niveles de violencia.

También han ido formándose culturalmente imágenes distorsionadas de qué es un hombre y qué es una mujer. Esta distorsión termina avalando socialmente al hombre que levanta la mano o levanta la voz. Y hago este distingo porque muchos hombres violentos me dicen “yo nunca le levanté la mano a mi esposa”… aunque hay una prisión psicológica desde el grito, desde el silencio, desde el aislamiento, desde la dependencia económica que terminan siendo armas mucho más poderosas y destructivas que un golpe físico.

Esto ha dado como resultado que toda la sociedad, incluso quienes somos cristianos y nos congregamos en iglesias cristianas, hayamos sido tolerantes y pasivos frente al maltrato en nuestras familias, en nuestras iglesias y en nuestra sociedad en general.

 

Salmo 55:12 al 14 Porque no es un enemigo el que me reprocha, si así fuera, podría soportarlo; ni es uno que me odia el que se ha alzado contra mí, si así fuera, podría ocultarme de él; sino tú, que eres mi igual, mi compañero, mi íntimo amigo; nosotros que juntos teníamos dulce comunión, que con la multitud andábamos en la casa de Dios.

 

Tomando este texto del salmo 55, María Elena Mamarián escribe que “Nuevamente nos conmueve que una relación tan íntima, tan comprometida, destinada a ser una fuente de placer y de crecimiento para ambos miembros, se convierta en un espacio destructivo y de tanto sufrimiento”.

 Lo que aprendí a partir de trabajar en mi propia violencia y una búsqueda de paz que trabajo día a día a lo largo de muchos años, es que simplemente “aprendemos la violencia”. Estamos acostumbrados a descargar en esta forma nuestras tensiones y frustraciones personales. Así es como siempre lo hicimos y no nos cuestionamos el daño que hacemos.

Pero esto se puede desaprender para aprender nuevas formas que hagan centro en la comunicación sana y que no dañe al otro.

Dentro de un violento hay un hombre que necesita paz.

¡Cuánto necesitamos paz y tranquilidad en nuestro corazón!

¡Cuánto necesitamos que ese Jesús del que hablamos y del que tanto escuchamos entre realmente a nuestro corazón! ¡Cuánto necesitamos al Príncipe de paz!

 

Efesios 5:25 Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia y se dio a sí mismo por ella (…)

 

¿Cuál es la propuesta de Pablo?

¿Cuál es el límite supremo al que nos desafía?

Jesús amó a su iglesia hasta la muerte… y muerte de Cruz. Así es como nos está hablando Efesios. Esa es la medida del amor que nos propone.

Otro Héctor, que hoy tiene 46 años, dice:

 

Nunca entendí tan claramente mi comportamiento equivocado hacia mi esposa como cuando me confronté con este texto bíblico. ¡Me dí cuenta qué lejos estaba de tratarla como Cristo me trató a mí!

Aunque todavía no sé cómo controlar mis desbordes de ira, sé hacia dónde tengo que caminar”

 

Sin duda Héctor está confrontándose con quién es y cómo es él mismo. Sin duda Héctor está comenzando el camino hacia su propia libertad. No sé cuánto tiene este hombre de convertido espiritualmente, pero puedo decir que finalmente se abre dentro de su corazón un camino de luz. Es el sendero hacia una vida nueva. Es el génesis de un futuro distinto del que pudo construir hasta el presente.

Sin duda Héctor pudo empezar a hablar de lo que le pasa. Rompió el silencio. Abrió la puerta de su realidad para que otros puedan entrar para ayudarlo. Se animó a confesar que no estaba bien lo que hacía, que estaba destruyendo lo más valioso que el Señor puso en sus manos: su matrimonio y sus hijos.


HECTOR SPACCAROTELLA          

tiempodevocional@hotmail.com

www.puntospacca.net


Inspirado en un mensaje aparecido en www.conciencia.net

Tomando datos de varios artículos publicados en diversos medios.

Tomando comentarios y reflexiones del libro “ROMPAMOS EL SILENCIO” de María Elena Mamarian (editorial Kairós)

 



Primer  Anterior  2 a 2 de 2  Siguiente   Último  
Respuesta  Mensaje 2 de 2 en el tema 
De: Dios es mi paz Enviado: 03/11/2013 22:58




Muy bueno hermano, un tema que es necesario tratar en este tiempo en que lamentablemente
ha llegado hasta el extremo, he notado que los niños que presencian estos hechos, desgraciadamente repiten lo que han visto en su infancia.Terminan viendolo como normal.
Fijate, los chicos simplemente dicen, papá esta muy enojado...

Gracias hermano, luego te pasaré un escrito muy breve que escrbí sobre la actitud que la victima debería tener desde el comienzo. Nunca debería haber una segunda vez...creo yo.

Araceli






 
©2024 - Gabitos - Todos los derechos reservados