El pianista y el baterista se miran y sonríen. Disfrutan su complicidad. Un nuevo arreglo musical los hermana por un momento.
Dos enamorados disfrutan, café mediante, de una charla infinita. Pareciera que el tiempo se hubiera detenido en ese instante de bella comunión.
En una cancha de fútbol, dos compañeros de equipo se divierten juntos. Encuentran sintonía entre sus movimientos. Pareciera que siempre hubieran jugado uno al lado del otro. Abundan los pases, los encuentros (léase “paredes” en la jerga futbolística) y los goles como resultado de esta dupla.
Dos amigos ya casi no hace falta que se hablen. Sólo una mirada y la inmediata traducción. Hay códigos establecidos. Viejos chistes, viejas anécdotas, viejas mañas hacen que el fluir sea natural en esos espacios compartidos.
Un cómplice. Un compadre. Un compinche. Llámalo como quieras. Una persona que a tu lado te permite (o te permitió) sentirte en una especie de éxtasis fraternal. Un encuentro que te potenció mil veces más. Una comunión que te hizo crecer en algún área de tu vida.
¡Qué hermoso regalo de Dios significan los viejos y nuevos cómplices que permitieron o permiten sacar lo mejor de nosotros! ¡Cuánta riqueza saboreamos en esos momentos de verdadero encuentro con el otro!
Esto también nos lleva a reflexionar sobre nuestra capacidad (o incapacidad) para generar estas sociedades. Nos invita a preguntarnos cuán dispuestos estamos a dejar nuestro individualismo de lado para dar espacio al aporte y protagonismo de ese compañero. No resulta sencillo lograr esa sintonía cuando permanecemos centrados exclusivamente en nosotros mismos.
En la Biblia se encuentra reiteradamente la referencia a cómo "dos son más que uno". Aparecerá dicho en forma literal, expresado en conceptos o en anécdotas. Dios lo ha pensado así porque sabe de nuestras posibilidades y también de nuestras limitaciones.
Ese socio es una fortaleza en medio de tu debilidad. Tú a su vez lo compensas allí dónde él flaquea. Las respectivas incompletudes dejan de ser tan notorias por la riqueza que cada uno aporta a la situación (por las dudas, te recuerdo que la omnipotencia es sólo un atributo divino).
Amigo, no te aísles. Busca cómplices en la vida. Como decía Hellen Keller: "Solos podemos muy poco, juntos podemos mucho". Dios desea que establezcas "sociedades" que hagan historia en tu paso por la tierra.
GUSTAVO BEDROSSIAN