REFLEXIÓN VIERNES 29 DE ENERO DE 2016
“Yo le digo al SEÑOR: Tú eres mi refugio, mi fortaleza. Dios mío, confío en ti.” Salmo 91:2.
Las personas que se aferran a Dios en todo momento, independientemente de sus circunstancias, pueden soportar diversas tormentas de la adversidad, porque su confianza está puesta en el Padre Celestial y saben que Él está con ellos para fortalecerlos, guardarlos y protegerlos.
En cambio, los autosuficientes, los que han rechazado la ayuda de Dios, cuando las cosas se ponen difíciles, no tienen nada de que agarrarse. Se sienten perdidos, agobiados y desamparados.
El que habita a la sombra del Altísimo, se acoge a la protección del Todopoderoso. Cuando nuestra seguridad está puesta en las manos del SEÑOR, podemos decir confiados: “Aunque un ejército acampe contra mí, No temerá mi corazón; Aunque contra mí se levante guerra, Yo estaré confiado.” Salmo 27:3.
Sabemos que vendrán tormentas a nuestras vidas, porque ellas nos forman y cumplen un propósito divino en cada uno de nosotros, pero podemos estar seguros que, en medio de las tempestades, Dios estará con nosotros fortaleciéndonos, guardándonos y protegiéndonos. “Porque tú confiaste en el SEÑOR e hiciste que el Altísimo fuera tu protección, nada malo te sucederá.” Salmo 91:9-10.
No estamos exentos de problemas y diversas adversidades en nuestra vida. La diferencia está en las manos en las cuales depositamos nuestra confianza, para afrontar y vencer las tempestades. ¿En qué manos has depositado tu confianza?
ORACIÓN
“Soberano Dios y Padre Celestial” Tú eres mi roca y mi castillo, por tu nombre me guiarás y me encaminarás. En ti he confiado, no sea yo confundido jamás; líbrame en tu justicia. Tú vas delante de mí, me sostienes de mi mano derecha, quitas mi temor y me ayudas. Por tanto, confiadamente, en el poderoso nombre de nuestro Señor Jesucristo: “Diré yo al Señor: Refugio mío y fortaleza mía, mi Dios, en quien confío.” Amén y Amén.
-FELIZ FIN DE SEMANA-
ARBEY SERNA ORTIZ