TAN SÓLO UN MENSAJERO

Quizás alguien pueda descubrir un día

tu sonrisa

semioculta detrás de un verso mío,

y piense con admiración o envidia:

“Éste sí que habla de lo que conoce”.

Pero si acaso leyendo un poema de esos

tu Rostro brillara sobre algún hermano,

y le iluminara el alma,

será un puro amor, una caricia tuya.

Para él y para mi.

Vos te das a conocer cuando es el tiempo.

No dependés de mí para mostrarte,

porque la fuerza de todos mis versos

es impotente para vulnerar

blindados corazones.

Es tu fuerza, Señor, que los anima

es tu gracia que les da la vida

y entre tantas oscuras disonancias,

sólo por tu querer y tu poder

pueden dejar de ser

vanas palabras huecas.

En el decir de mi Padre Francisco

«Poderoso es Dios

para volver las tinieblas luz».

Poderoso también para servirte

de renglones tan pobres, tan torcidos,

como aquellos en los que escribí mi vida.

No presumiré de conocerte,

aunque a veces me fue dado vislumbrar,

tras un velo tenue

urdido de niebla y de silencio,

tu rostro y tu sonrisa amiga,

que, entre bambalinas y embozada,

me miraba con ternura.

Por eso, y para ser coherente, yo te pido:

si alguien descubriera tu Presencia

semioculta detrás de un verso mío,

Vos le mostrarás que es tu bondad

y tu misericordia maternal las que le ofrecen

a través de esas palabras tu amor benevolente.

Por eso una vez más, Señor, te ruego:

¡que te vean a Vos en mis palabras;

que puedan ser un faro y no echen sombras!,

que iluminen el rostro y la sonrisa

del Autor de graves revelaciones

Y dulces confidencias

portadoras de gozosas noticias.

Y sea el mensajero,

¡sólo el mensajero!

quien se quede en sombras.

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nfb