—Harían falta más de doscientos denarios para hacerlo. Eran como cinco mil hombres más las mujeres y niños. Ciertamente se necesitaría mucha comida para tantas personas. Leemos en:
Juan 6:9
Aquí está un muchacho, que tiene cinco panes de cebada y dos pececillos; mas ¿qué es esto para tantos?
Él solo tenía cinco panes y dos peces. Esto era insignificante para alimentar a semejante multitud. Apenas si alcanzaba para él solo. Sin embargo el jovencito lo compartió con Jesús para que lo repartiera.
Juan 6:11
“Y tomó Jesús aquellos panes, y habiendo dado gracias, los repartió entre los discípulos, y los discípulos entre los que estaban recostados; asimismo de los peces, cuanto querían.”
Acabamos de leer que con esos cinco panes y los dos pececillos, Jesús dio de comer a todos y les dijo que comieran cuanto quisieran. Continuemos leyendo un poco más para ver cómo sigue este relato.
Juan 6:12
“Y cuando se hubieron saciado, dijo a sus discípulos: Recoged los pedazos que sobraron, para que no se pierda nada.”
Comieron hasta saciarse y Jesús los envió a recoger lo que sobró. El versículo siguiente nos dice que:
Juan 6:13
“Recogieron, pues, y llenaron doce cestas de pedazos, que de los cinco panes de cebada sobraron a los que habían comido.”
Volvamos al primer relato sobre Dorcas mencionado al comienzo. Esta mujer que estuvo tan dispuesta a servir a los necesitados ¿qué tenía en sus manos? Simplemente una aguja. Pero se puso al servicio de Dios y extendió su amor sobre quienes lo necesitaban con las prendas que ella misma hizo, con esa simple aguja y su vida dispuesta a servirle con trabajo y dedicación.
El segundo relato de esta serie de reflexiones nos presenta a un muchachito. ¿Qué tenía en sus manos? Solo cinco panes y dos peces, pero al ponerlo en las manos de Jesús sirvió para alimentar a cinco mil hombres más mujeres y niños. Imagínate la expresión del rostro del niño y de los discípulos al juntar todo cuanto sobró.
Nuestros pequeños recursos en las manos de Dios se multiplican y toman otras dimensiones. Un jovencito y una mujer, pusieron lo que tenían en las manos de Jesús, y Él hizo con ellos algo increíble. Si deseas en tu corazón servir a Dios puedes hacerlo, como Dorcas y este joven. Pon lo que tienes en tus manos en las manos de Dios y Él hará lo demás. Te sorprenderás al ver lo que Dios puede hacer.