Conviérteme, Señor
 
Del ruido, que         me impide escucharte,
a la paz que         me permite sentirte con nitidez.
De la         comodidad, que desfigura mi felicidad,
a la sobriedad         que necesita mi alma para no perderte,
a la belleza         interior como camino hacia la perfección.
 
        Conviérteme,  Señor.
De mi voz,         suave y tímida para pregonarte,
a un         testimonio vivo, eficaz  y valiente,
para proclamar         que, como Tú, 
nada ni nadie         ha de salvar al hombre.
 
        Conviérteme,  Señor.
De mi         autosuficiencia, orgullo y seguridades,
a la humildad         para saber y poder encontrarte.
 
        Conviérteme,  Señor.
De mis         apariencias, simples e interesadas,
a la plenitud         que me ofrece tú presencia,
real y         misteriosa, dulce y exigente,
divina y         humana, audible…. y a veces silenciosa.
Con         respuestas…. y a veces con interrogantes.
 
        Conviérteme,  Señor.
Y dame un         nuevo corazón para alabarte.
Y dame un         nuevo corazón para bendecirte.
Y dame un         nuevo corazón para esperarte.
Y dame un         nuevo corazón para amarte.
Amén.
 
P. Javier Leoz