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Respuesta  Mensaje 1 de 3 en el tema 
De: Néstor Barbarito  (Mensaje original) Enviado: 03/09/2018 23:28

 

«Consuelen, consuelen a mi pueblo, dice vuestro Dios».

(Is. 40,1).

Montado en este lema había comenzado yo, hacía varios años, a desempeñar el “ministerio del alivio” en el hospital de rehabilitación. En principio era ésta la intención que me llevaba. Si, además, podía trasmitir algo de mi fe y mi esperanza en Cristo, todas mis expectativas allí estarían satisfechas.

Por aquel entonces conocí a Antonio. Era un hombre de unos cuarenta y cinco años, o tal vez algunos más, que se hallaba postrado en una cama de aquel viejo hospital. Ni bien lo visité por primera vez, comprendí que estaba enormemente angustiado y abatido. En aquel momento pensé que ello se debía a la enfermedad que lo postraba, lo obligaba a movilizarse apenas, y a trasladarse en una silla de ruedas con mucha dificultad.

Al poco tiempo, sin embargo, entendí que Antonio estaba apesadumbrado por otras razones que sólo las de su salud física. Con el correr de las semanas fuimos haciendo amistad, y poco a poco me fue confiando los pesares de su alma. Al principio me limitaba a brindarle palabras de afecto y consuelo, “arrojando cada tanto algunos dardos” apuntados al espíritu, pero cuando quise entrar más en el plano de la fe, el hombre me sorprendió con una manifestación inesperada. Me dijo Antonio aquel día:                —Tengo que contarte, Néstor, que, además de mis graves problemas de salud y familiares, soy homosexual—. Esta confesión por un momento paralizó mis argumentos. Yo no lo había sospechado hasta ese momento y siempre había guardado un fuerte sentimiento de rechazo hacia los que tenían aquellas tendencias. Sólo atiné a invocar en mi interior al Espíritu Santo para pedirle que guiara Él mis palabras y gestos.  Confiando en eso, creo que pude decirle algo así como: —Aun así, sos hijo de Dios, y Él te ama enormemente. Jesús dio su vida también por vos. Es necesario que te confíes a Él—.

Me contó entonces que, a causa de esa condición, la familia lo había hecho a un lado y, por su enfermedad, su pareja lo había abandonado. Aquel día, por primera vez, Antonio y yo lloramos juntos. Luego habríamos de hacerlo más de una vez en medio de sus reflexiones y confesiones. Entendí que aquel era un ser humano con sentimientos similares a los míos y a los de cualquier otro humano.

Me gustaría poder decir que aquel hermano doliente y apesadumbrado le abrió plenamente el corazón a Jesucristo, pero no me consta. Luego de algunos meses en que lo visitaba semanalmente, un día Antonio fue trasladado a un hospicio de las hermanas de la Madre Teresa de Calcuta en la Provincia de Buenos Aires, de manera repentina, sin que yo pudiera despedirme de él. Aún oro por su curación física y espiritual, y, sobre todo, por su definitivo encuentro con Cristo, cuya huella había          procurado yo hacerle descubrir brindándole acompañamiento, oración y consuelo; quizás a partir de aquel destello de esperanza que en algún momento vi surcar en su oscuro cielo.      

En cuanto a mí, en aquella breve amistad que el Señor me tenía reservada, aprendí a no hacer juicios apresurados. Creo que entonces conocí de verdad el valor de las palabras de Jesús. “No juzguen y no serán juzgados”.  Y “Con la vara con que midan serán medidos”.

Descubrí también que era cierto que en el amor a Dios y a los hermanos está sintetizado todo el Evangelio de Jesús, y Él me había llevado a aquel hospital a mí, que amo la palabra y la metáfora, para que lo aprendiera prácticamente. Sin metáforas de por medio. Y aprendí que el amor a los hermanos que Cristo me pide, está por encima de cualquier consideración ética o moral. Que en el fondo de cualquier dolor o miseria hay un hombre o una mujer, un ser humano; un hijo de Dios, y de un modo u otro, yo me debo a él. Servirlo a él es servir a Cristo, aunque tenga para con él reparos o prejuicios humanos, por justificados que parezcan. Ante todo, el amor, después las consideraciones morales.



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Respuesta  Mensaje 2 de 3 en el tema 
De: hectorspaccarotella Enviado: 04/09/2018 13:01
Tremendo testimonio, Nestor. Seguramente muchos lectores están hoy siendo bendecidos con tus palabras.


HÉCTOR

Respuesta  Mensaje 3 de 3 en el tema 
De: Dios es mi paz Enviado: 19/09/2018 02:37


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Hermoso testimonio Hermano Néstor, es una bendición leerlo, gracias por compartirlo, Araceli


 
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