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LA CUBA DEL GRAN PAPIYO
 
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General: imperialismo cap.3
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De: anel  (message original) Envoyé: 10/08/2002 22:30
hola hola
este es el fin
hasta la vista

Una guerra sin tregua

No son pocos los comentaristas que aluden a la extraterritorialidad de las
acciones norteamericanas como si ella surgiera de las leyes Torricelli y
Helms- Burton ignorando que las regulaciones anteriores han tenido siempre
ese carácter. Es cierto que ambas leyes intensificaron esa inaceptable
violación del derecho internacional y la agravaron al imprimirle el sello
parlamentario y la sanción presidencial. Pero las disposiciones que las
antecedieron y su aplicación práctica siempre implicaron transgresiones a la
soberanía de otras naciones.

Pero extraterritorial ha sido toda la conducta de Estados Unidos desde el
primer día, todos los días con sus noches, de estos 42 años. Grosera y
criminalmente extraterritorial, puesto que toda ella busca sojuzgar a Cuba,
un país que no le pertenece y al que nunca podrá esclavizar.

La Ley Torricelli cerró para Cuba cualquier posibilidad de adquirir
alimentos y medicinas, aunque sean producidos en cualquier país del mundo,
si en la empresa que los produce participa algún norteamericano.

A pesar de ello, desde 1992 la propaganda norteamericana identifica esa
legislación como la que autoriza la exportación a Cuba de medicinas de
Estados Unidos. Nada más y nada menos. Desvergonzadamente, han repetido esa
torpe mentira durante ocho años. Y de esa mentira se han hecho eco, sin
sonrojarse siquiera, algunos políticos, académicos y periodistas.

El otro ingrediente de la Ley Torricelli es el denominado carril dos por el
cual proclaman abiertamente la entrega de asistencia, financiera, material o
de otro tipo a los llamados elementos de la "oposición cubana". De ese modo
consagran en un texto legislativo lo que habían estado haciendo, en forma
más o menos oculta, desde 1959.

Nuestro heroico pueblo supo resistir esa prueba descomunal. Creció la
solidaridad y aumentó el rechazo internacional a la prepotencia yanki. Entre
1992 y 1995, en cuatro ocasiones consecutivas y hasta conformar una
abrumadora mayoría que siguió creciendo después, la Asamblea General de la
ONU condenó el bloqueo y aisló completamente a Washington.

¿Cuál fue su respuesta ante el clamor del mundo entero? Intensificar la
agresión, multiplicar la afrenta, llevar al paroxismo la prepotencia.
Aprobaron lo que Helms y Burton bautizaron, nada más y nada menos, como “Ley
para la libertad y la solidaridad democrática cubanas Ley libertad) de
1996”. La promovió la ultraderecha y la firmó el presidente Clinton,
aduciendo como excusa la adulteración de los hechos ocurridos el 24 de
febrero de aquel año, mintiendo, sin pestañear, sobre las constantes
provocaciones contra Cuba.



--------------------------------------------------------------------------------

La feria del embuste

Con la promulgación de esa ley Washington se ha librado a una sistemática
campaña de mentiras que no conoce límites y no tiene paralelo. Lo han
falsificado todo desde las razones para firmaría hasta el contenido de su
texto y los pasos que han dado para ejecutarla meticulosamente.

Ese documento sólo ha sido publicado masivamente en Cuba. En el resto del
mundo, incluyendo Estados Unidos, se obliga a la gente a conocer sólo una
versión pérfidamente edulcorada.

De ese modo se hace creer a muchos que la ley Helms-Burton consiste nada más
que de dos títulos, uno de los cuales está suspendido y el otro sólo
funciona a medias. Nada más falso. La integran cuatro títulos todos los
cuales están en vigor desde el primero de agosto de 1996 y sólo podrían
derogarse o mortificarse mediante otra ley que nunca ha sido considerada.

El primer título trata del fortalecimiento de lo que llaman las sanciones
contra Cuba. En esencia amplía y refuerza todas las medidas del bloqueo
contenidas en el Código de Reglamentos Federales, establece otras
adicionales y a todas da carácter de ley, las codifica, de manera que no
pueden ser modificadas o eliminadas sino por un acto legislativo.

El título dos establece claramente que el bloqueo y la guerra económica
continuarían, aunque lograsen destruir a la Revolución, hasta que fueran
devueltas o pagadas completamente las propiedades que son del dominio
público o pertenecen a los trabajadores y campesinos cubanos. Como si lo
anterior no bastase, describe detalladamente el plan para dominar a Cuba,
sin olvidar los mecanismos de control que asegurarían el sometimiento total
a Washington de un país que, a todos los efectos, habría dejado de ser
independiente.

El título tercero es del que más se habla. Sirve para que cada seis meses,
como quien cumple un obligado ritual, se trate de hacer creer que la ley
Helms- Burton no existe. La esencia de este título es establecer unos
supuestos "derechos" de los antiguos propietarios y una "responsabilidad
legal”, ejecutable ante tribunales yankis, de quienes son sus actuales y
verdaderos dueños. Aquel "derecho” le ha sido concedido por igual a toda la
mafia de ladrones y explotadores de origen cubano y esa "responsabilidad”,
según la ley, la han asumido quienes utilicen o hayan utilizado de cualquier
forma esas propiedades, es decir, no sólo los inversionistas extranjeros, y
el Estado cubano sino también todos y cada uno de los habitantes de la
República de Cuba. Esa monstruosidad está en vigor desde el primero de
agosto de 1996 y no dejará de estarlo hasta que una legislación contraria
decida otra cosa.

El título cuatro se contrae a negar visas de entrada a Estados Unidos a
quienes inviertan en Cuba y a sus familiares. Esta represalia ha sido
empleada varias veces y el Departamento de Estado ha establecido una unidad
administrativa especial encargada de buscar y reunir informaciones para
facilitar la  aplicación de esta medida.

La promulgación de la Helms-Burton provocó algunos contratiempos
diplomáticos que Washington ha sabido sortear con una combinación de
presiones y astucia y con la dócil ayuda que  ha recibido de algunos
funcionarios extranjeros. Así, los pasos iniciales que dio la Unión Europea
para llevar el tema ante las instancias pertinentes de la Organización
Mundial de Comercio, desembocaron en un Entendimiento, anunciado con mucha
pompa, que fue cumplido por una de las partes e ignorado completamente por
la otra.

Europa se comprometió a suspender su reclamación ante la OMC y lo cumplió.
Estados Unidos prometió a cambio dar los pasos necesarios, apenas para
introducir modificaciones secundarias a los títulos tercero y cuarto

-los otros dos no fueron siquiera mencionados- pero no ha hecho
absolutamente nada. La Administración no ha tomado iniciativa alguna en esa
dirección. No lo han hecho pese a que con posterioridad se han aprobado
otras legislaciones que extienden el bloqueo y afectan intereses europeos:
la más reciente, la sección 211 de la Ley del Presupuesto del año 1999,
violatoria de los acuerdos internacionales sobre marcas y patentes, dirigida
a dañar los intereses de una empresa mixta cubano-francesa.

Entretanto el gobierno de Estados Unidos se ha preocupado por cumplir al pie
de la letra la Ley Helms-Burton en toda su extensión. Regularmente sus
funcionarios dan cuenta a los comités congresionales, en forma confidencial
o abierta, según el caso, de las medidas ejecutadas, que incluyen las
represalias contra empresas o ciudadanos extranjeros, el suministro de
recursos monetarios y materiales a los grupúsculos contrarrevolucionarios y
el acopio por medios ilegales de informaciones sobre las actividades
económicas y comerciales de Cuba.

Como prueba de la importancia decisiva que, a los fines de la ley, tiene la
devolución de las propiedades, el Departamento de Estado desarrolla un
programa especial para organizar y apoyar a los emigrados que poseían
tierras, viviendas, fábricas o cualquier otro bien que aspiran a recuperar
con el auxilio de las bayonetas yankis.

En enero de 1997, en cumplimiento estricto de lo previsto en la Ley Helms-
Burton, el gobierno de Estados Unidos desató una ruidosa campaña
publicitaria alrededor de lo que presentaron como una supuesta oferta de
ayuda económica para llevar a cabo lo que denominaban una "transición
democrática" en Cuba. Sus voceros y corifeos lo promovieron como si se
tratase de una alternativa a la guerra económica y fuese algo diferente al
diabólico propósito de esa Ley. La lectura de ese plan, que aquí en Cuba
difundimos y explicamos ampliamente, hacía evidente que la vulgar patraña
era, además, un insulto a todos Ios cubanos a quienes imaginaba sobornar con
la más inmunda superchería.

Basta leer el título dos de la infame norma legislativa. Allí, con la mayor
claridad posible, prohíbe toda forma de asistencia a Cuba mientras no
consigan destruir a la Revolución y se condiciona incluso cualquier fingida
cooperación económica posterior a la devolución de sus propiedades a la
mafia miamense y a los antiguos explotadores.

Lo que sucede es que el mismo texto, concretamente el inciso f) de la
sección 202, instruye al Presidente a hacer esa maniobra embustera. La
práctica de la mentira por mandato de ley. ¿Se quiere un ejemplo mejor de
inmoralidad y cinismo?

La respuesta, como siempre, hay que buscarla en Washington. En su celo por
obedecer los designios de Helms y la mafia anexionista han convertido el
engaño en conducta permanente. Anuncios semejantes fueron hechos en marzo de
1998 y en enero de 1999. Nuestro pueblo conoce perfectamente la obscena
falsedad y la insondable maldad de esas repetidas maniobras.

Otra vez, con la ley de Agricultura recién aprobada por el Congreso de
Estados Unidos, vuelven a hablar de "autorizar” ventas de alimentos y
medicinas a Cuba. Lo primero que hay que decir es que, si los senadores y
representantes consideraron la posibilidad de eliminar la prohibición a las
ventas de alimentos y medicinas a Cuba es, sencillamente, porque ellos
saben, mejor que nadie, que ese comercio había estado enteramente proscrito
y que lo que su gobierno había propagado durante años era una absoluta
mendacidad. Pero nadie explica como tal cosa cambiaría ahora, mientras sigue
en pie la abultada maraña de prohibiciones y restricciones que durante años
ha hecho imposible cualquier relación comercial entre ambos países.

Las imaginarias ventas a Cuba tendrían que ser autorizadas, una a una,
mediante licencias específicas, sujetas a rigurosa supervisión congresional;
los pagos habría que hacerlos en efectivo y por adelantado; no se permitiría
ningún financiamiento público o privado norteamericano, ni de extranjeros
radicados en Estados Unidos, ni de sucursales o dependencias norteamericanas
en el exterior, y quienes violasen esas disposiciones serían castigados con
las penas actualmente en vigor (hasta 10 años de cárcel y un millón de
dólares de multa por cada violación.).

Puesto que todos los componentes del bloqueo siguen aplicándose los
exportadores, además, deberían verificar el "uso final" de cada medicina o
producto médico.

No conformes con esas restricciones adicionales al comercio, convirtieron en
Ley la prohibición de viajar a Cuba, clara violación de los derechos
constitucionales de los ciudadanos norteamericanos.

Es obvio que, en la práctica, Cuba no podría adquirir producto alguno en el
mercado norteamericano o procedente directa o indirectamente de Estados
Unidos.

Pero hay algo peor. No debería olvidarse que con la ley aprobada se eliminan
todas las demás sanciones unilaterales y se establecen nuevas normas para
regularlas y controlarlas en el futuro, en el caso que alguna vez el
Congreso decidiera volver a imponerlas a algún país. Estados Unidos entra,
pues, según dicen, en una nueva era, en la que dejaría de actuar por su
cuenta contra los países que quiera castigar. Pero, al mismo tiempo,
ratifica el bloqueo contra Cuba y lo amplía.

Cuba queda como un caso aparte, la única excepción, como si no formase parte
de este mundo.

Cualquier intento que se quisiera hacer para vender algún producto en tales
condiciones tendría un resultado nulo. Así ha sido con los numerosos e
infructuosos esfuerzos hechos por Cuba para comprar medicamentos, 0 incluso,
piezas indispensables para equipos de cirugía infantil, después que, en
marzo de 1998, el Presidente Clinton prometió "agilizar" los trámites que
supuestamente permitirían adquirirlos.

Cualquier intento que se hiciera ahora, además de resultar completamente
inútil, tendría graves consecuencias Jurídicas implicaría aceptar que Cuba
pertenece a otro planeta, que para ella deben regir normas especiales,
absolutamente discriminatorias.   Sería admitir ese tratamiento como algo
normal y eternizar el bloqueo. Quienes redactaron tan infame legislación lo
hicieron sabiendo que Cuba, como cualquier Estado que se respete, jamás
aceptaría nada semejante.

Como si fuera poco, para demostrar que en nada les interesa aflojar el
bloqueo, el mismo Parlamento aprobó simultáneamente, en el marco de otra
ley, una enmienda que despoja a Cuba de los fondos arbitrariamente
congelados en Estados Unidos como consecuencia del bloqueo. El robo de esos
recursos y su entrega a la mafia anexionista de Miami, hace añicos el
infundio de la supuesta "flexiilización”  ¿Quién se atrevería a enviar
dinero en efectivo, sin garantía alguna, a un país cuyo gobierno es capaz de
apoderarse de lo que no le pertenece y repartirlo entre sus compinches?.

Es realmente chocante que algunos se empeñen en describir lo ocurrido como
un paso de aflojamiento en la guerra económica de Estados Unidos contra
Cuba. La verdad es que el bloqueo, ahora reforzado, permanece intangible.

Todo ello después que dos veces, en 1999 y este año, el Senado había
adoptado una ley que eliminaba esas sanciones contra todos los países,
incluyendo a Cuba, y luego que el Comité de Asignaciones de la Cámara aprobó
una ley idéntica y derrotó una propuesta para excluir a Cuba y más tarde el
pleno de esa misma Cámara, por 301 votos, se pronunció por eliminar los
mecanismos que nos impiden comprar alimentos y medicinas en Estados Unidos.
Este proceso quedará para la historia como ejemplo elocuente del carácter
corrupto y antidemocrático del sistema político norteamericano.

El texto final de la Ley de Agricultura contradice la opinión claramente
expresada, varias veces, por la mayoría de los legisladores. Lejos de
favorecer las intenciones originales de quienes buscaban acercarse al
mercado cubano las desnaturalizó de forma indecente hasta reducidas a una
burla macabra.

A partir de ahora el pueblo cubano será el único a quien se le continuará
negando acceso a alimentos y medicinas por parte del gobierno norteamericano
que seguirá cometiendo el delito de genocidio. Como ese es un crimen
abominable, repudiado por toda la gente decente, Washington se ve obligado
también a desplegar toda su poderosa maquinaria de desinformación para
ocultar la verdad y sembrar la confusión.

El engaño y la mentira, principales productos de exportación de Estados
Unidos, seguirán inundando el planeta. Pero cada vez serán menos los que se
dejen embaucar.

El embuste será derrotado.    Fracasarán los que intentan convertir a las
personas en dóciles autómatas. No podrán imponer eternamente la maldad y la
injusticia.

Cuba prevalecerá. Los cubanos sabremos resistir, salvaremos la Patria y la
haremos aun más justa, más libre y más hermosa. Quienes en todo el mundo
luchan por conquistar el futuro contarán con la amistad y la solidaridad de
Cuba hasta la victoria siempre.

BONITO FIN DE SEMANA
SU SERVILLETA ANELITA
SALUDOTES REVOLUCIONARIOS




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