El 11 de septiembre de la mafia de Miami
• En esa misma fecha de 1980, los capos de la mafia de Miami celebraban el éxito de su última hazaña terrorista: el asesinato de Félix García Rodríguez, un joven diplomático cubano ante las Naciones Unidas, ejecutado en plena calle de Nueva York por el matón más sanguinario de que disponían, Pedro Remón • Fue el primer y único asesinato de un diplomático adscrito a la ONU y la noticia recorrió inmediatamente el mundo entero • Nunca castigado por este hecho, Pedro Remón sigue siendo un terrorista activo, se encuentra detenido en Panamá con el cabecilla Luis Posada Carriles y, tal vez, podrá pronto regresar impunemente a su residencia de Florida
ONCE de septiembre de 1980. Son las 6:20 de la tarde. Como siempre, el tráfico es infernal en el corazón de Nueva York. Félix García Rodríguez conduce un vehículo de la Misión cubana ante la ONU. Debía pasar a recoger a una colega de trabajo y a sus niños, pero, en el último momento y, ¡por suerte!, ella había decidido quedarse en casa. Así que Félix, al salir de su apartamento de Queens, había pasado a recoger vestidos en una tintorería del barrio y se dirigía ahora hacia su oficina de Lexington Avenue, esquina a 38, en Manhattan…
 El día 13 de septiembre de 1980, llegaron a La Habana los restos del joven diplomático asesinado.
 Pedro Remón nunca fue castigado por el primer y único asesinato de un diplomático adscrito ante la ONU. |
Iba por Queens Boulevard cuando tuvo que parar en un semáforo de la esquina de 55th Street. Fue en este momento que, en una fracción de segundos, su mundo basculó. Desde un vehículo que vino a parar a su lado, un desconocido apuntó una ametralladora MAC 10 y empezó a disparar.
Un proyectil le alcanzó al cuello y lo dejó inanimado. Su vehículo fue a estrellarse contra otro auto que venía en dirección opuesta.
Los asesinos pararon entonces su carro, salió el hombre de la ametralladora y le dio a Félix otro tiro en la cabeza.
Este hombre se llama Pedro Remón, un terrorista del grupo Omega 7. El chofer del vehículo era Eduardo "Omar" Arocena, jefe de ese grupo criminal, ya autor de una larguísima lista de atentados.
"Omar" celebraba ese mismo día el sexto aniversario de su organización. Y el primer asesinato de un diplomático en la ONU era para él una hazaña que iban a festejar, en Miami, los capos de la mafia cubano-americana, quienes sostenían ciegamente su acción terrorista. Con la bendición de la CIA y del FBI.
Es probable que el "informante anónimo" que llamó luego por teléfono a la agencia de prensa United Press International (UPI) para decir que la organización terrorista Omega 7 se responsabilizaba con el hecho, fuera el propio "Omar".
INDIGNACION EN LA ONU
En Washington, la Sección de Intereses de Cuba en Estados Unidos, máxima representación de la Isla en territorio norteamericano, fue avisada por las autoridades a las 7 de la tarde. Ramón Sánchez-Parodi, entonces jefe de la Sección, se dirigió inmediatamente hacia la metrópoli.
Ahí, una fuerte conmoción se había apoderado de la comunidad diplomática de las Naciones Unidas. Por primera vez, terroristas habían usado la violencia contra un representante legítimo de un país miembro de la organización. Nunca nadie se había atrevido a tal crimen y nunca más volvería a suceder tal ignominia.
En 3 ocasiones al día siguiente, Kurt Waldheim, secretario general de la ONU entonces, expresó públicamente su disgusto ante tal crimen. Se comunicó con la representación de Estados Unidos ante la ONU y reclamó que fueran tomadas todas las medidas para garantizar la seguridad de todo el personal cubano en Nueva York.
Y para que fuese investigado con toda diligencia el trágico hecho. "Condeno fuertemente este injustificado acto de terrorismo, el cual es una nueva y trágica ilustración de la creciente violencia a la que han sido sujetos los diplomáticos alrededor del mundo", declaró en una rueda de prensa.
El secretario de Estado, Edmund Muskie, habló de un gesto "reprobable" y pidió a "todas las agencias federales pertinentes, así como al Departamento de Policía de Nueva York, cooperar en la investigación".
"Condenamos el terrorismo en todas sus formas y estamos obligados a su erradicación", dijo el responsable de la política exterior norteamericana.
El propio embajador de Washington ante la ONU, Donald McHenry, calificó el crimen de "mancha sobre los Estados Unidos".
Sin embargo, tanto Muskie como McHenry se abstuvieron de condenar específicamente el terrorismo anticubano apadrinado, como se sabía demasiado bien, por los servicios de inteligencia del país y, en gran medida, tolerado por la policía federal.
En la ONU, el embajador cubano, Raúl Roa Kourí, habló con toda claridad: "Estos grupos de asesinos profesionales tienen diversos locales en el país sede de nuestra organización internacional —subrayó—. Sus miembros y dirigentes hacen declaraciones públicas en la prensa hispana de Nueva York y realizan mítines en plena calle, alardeándo groseramente de sus intenciones criminales".
Y recordó con justeza: "Son los mismos que, en el curso de los dos últimos años, han detonado cinco bombas en las oficinas de la Misión cubana ante la ONU y colocaron una bomba plástica de alta potencia en el carro del representante permanente de Cuba ante esta organización".
Añadió: "Félix García Rodríguez ha muerto como consecuencia de que sus cobardes asesinos quedaron impunes de sus crímenes anteriores".
Las investigaciones subsecuentes, concluidas años más tarde, iban a darle enteramente la razón.
El día 13, llegaron a La Habana los restos del joven diplomático asesinado, acompañados por Víctor Villa, compañero de trabajo de Félix en la ONU y ex combatiente de la Sierra Maestra. Una importante comitiva encabezada por Carlos Rafael Rodríguez, miembro del Buró Político y vicepresidente de los Consejos de Estado y de Ministros, se encontraba en el aeropuerto José Martí.
Félix García Rodríguez fue sepultado el día 14 en la habanera necrópolis de Colón, en presencia de miles de personas que acudieron para saludar a este heroico compañero, víctima del hampa batistiana de Miami.
El joven, quien había laborado como periodista en Juventud Rebelde antes de sumarse al Ministerio de Relaciones Exteriores, dejaba a todos sus colegas y amigos el recuerdo de un muchacho "chévere". Había sido asignado a la Misión cubana ante la ONU en 1977 y se había incorporado ahí al equipo de Ricardo Alarcón.
En la sede neoyorquina, Félix se dedicaba principalmente a la atención a los numerosos visitantes de Cuba que se encontraban en Nueva York en misión de trabajo.
LOS MATONES DEL CAID OMAR
Según un informe desclasificado por el FBI en 1993, Omega 7 era una organización terrorista basada en Miami, Florida, y fundada, precisamente, el 11 de septiembre de 1974, por Eduardo "Omar" Arocena, con el apoyo del Movimiento Nacionalista Cubano (CNM) y también del Movimiento Insurreccional Martiano (MIM), dos grupos de cubano-americanos fanatizados.
Omega 7 fue activo hasta 1983 cuando se derrumbó con el propio arresto de su jefe.
Varios de la veintena de matones que reunió Arocena habían sido reclutados y especialmente entrenados en las técnicas de inteligencia y de comandos por la CIA en vista de la fracasada invasión de Playa Girón.
Su preparación para el trabajo mercenario, además del financiamiento garantizado por el CNM, dio a Omega 7, según el FBI, "un potencial casi ilimitado para la actividad terrorista".
La mayoría de las acciones de Omega 7 fueron atentados con bombas, tiroteos y asesinatos.
A pesar del impacto internacional que tuvo la muerte de Félix García Rodríguez, el FBI tardó hasta 1981 —por lo menos oficialmente— antes de empezar a identificar a los autores del crimen.
En diciembre de 1980, según el documento de la organización, Pedro Remón —el hombre de la ametralladora— y otro emigrado cubano, Ramón Sánchez, son interrogados por el Servicio de Inmigración y Naturalización (INS) cuando cruzan la frontera canadiense, procedentes de Montreal.
Aunque pocas horas antes había explotado una bomba en el Consulado cubano en la entonces metrópoli de Canadá, los dos individuos no son interrogados sobre este tema.
Sin embargo, el INS transmite al FBI los datos de los dos individuos y la organización policíaca "descubre" entonces, ¡por fin!, a la red Omega 7. La investigación sobre Remón y Sánchez permite, en efecto, a los especialistas descubrir sus lazos con Eduardo Arocena, Andrés García y Eduardo Fernández Losada y darse cuenta de la existencia misma de la organización criminal.
UNA MULTA Y UN CHEQUE
Así pudieron comprobar un intercambio importante de llamadas telefónicas entre Arocena y Remón alrededor de las fechas de varios atentados, así como sospechosos alquileres de vehículos en el aeropuerto neoyorquino de Newark.
Profundizando la búsqueda, los investigadores encontraron en los archivos de la policía de Nueva York una multa a un vehículo alquilado por Arocena y Remón, frente a la Misión cubana ante la ONU, ese mismo día 11 de septiembre de 1980… y un cheque cancelado de Arocena en pago de esta infracción.
El 2 de diciembre de 1982, Arocena fue llamado a comparecer ante un Grand Jury, donde afirmó rotundamente desconocer las actividades de Omega 7, excepto por haber oído del grupo en la prensa.
Sin embargo, recuerda el informe del FBI, el Jefe terrorista sostuvo inicialmente trabajar "como agente del Gobierno de los Estados Unidos". Asimismo, luego de esa comparecencia, Arocena aceptó brevemente colaborar con el FBI y tuvo conversaciones con los investigadores Robert Brandt y Larry Wack.
En un principio, afirmó representar a "Omar", el jefe de Omega 7, para luego admitir, el día siguiente, que "Omar" y él eran una sola y misma persona.
Después de viajar a Miami, para recuperar 600 (¡seiscientas!) libras de explosivos, a los cuales, confesó, Pedro Remón tenía acceso, "Omar" sorprendió a Brandt y Wack, anunciándoles por teléfono que se negaba a seguir colaborando y desapareció en la naturaleza.
El FBI pretende haber perdido sus huellas hasta su arresto, siete meses más tarde, el 22 de julio de 1983.
SOÑABA CON CINCO VICTIMAS
Mientras colaboraba con Brandt y Wack, "Omar" denunció a Pedro Remón como autor del asesinato de Félix García Rodríguez. Informó a los dos investigadores de los pormenores del sangriento atentado. Y también del otro asesinato cometido por su organización, el del cubanoamericano Eulalio Negrín, ocurrido el 25 de septiembre de 1979, un crimen particularmente repugnante.
Usando la misma ametralladora que empleara en el asesinato del 11 de septiembre de 1980, una MAC 10, Remón irrumpió en casa de Negrín y lo ametralló frente a su joven hijo.
"Omar" confesó al FBI que soñaba con mandar a asesinar a cinco diplomáticos cubanos el 11 de septiembre fatídico, a fin de "celebrar" el sexto aniversario de su organización criminal.
Entre otras víctimas seleccionadas se encontraban Ramón Sánchez Parodi, jefe de la Sección de Intereses de Cuba en Washington, y Raúl Roa Kourí, embajador cubano ante las Naciones Unidas.
En un testimonio ofrecido ante jurado, en el juicio de Arocena, en 1984, el investigador Brandt contó cómo Arocena le había dicho haber tratado de convencer a Remón de que no asesinara al joven diplomático ese 11 de septiembre... cuando se dio cuenta de que Félix García Rodríguez viajaba solo.
"El no deseaba matar a un solo cubano —dijo Brandt—; él deseaba matar a cinco."
Pedro Remón y Eduardo Losada Fernández fueron arrestados el 24 de septiembre de 1982 mientras trataban de robarse un carro en Belleville, New Jersey, para intentar asesinar a Sánchez Parodi, al hacer estallar una bomba en la Sección de Intereses de Cuba en Washington.
"Omar" Arocena confesó entonces haber preparado personalmente todas las bombas usadas por su organización. También reconoció abiertamente sus vínculos operacionales y haber sido entrenado por la CIA.
PARA REMON, LA IMPUNIDAD
En este mismo juicio de 1984, unos testigos confirmaron que Pedro Remón fue quien disparó contra Félix García Rodríguez, el 11 de septiembre de 1980, en Nueva York.
Remón, entonces residente en Kindall, Florida, fue condenado a 10 años de cárcel en 1986 después de admitir su culpabilidad en un intento de asesinato contra Raúl Roa Kourí, embajador de Cuba ante la ONU, y otro contra la Misión cubana ante las Naciones Unidas en diciembre de 1979… a cambio del abandono de cualquier otra acusación. Incluso la de haber cometido el crimen del 11 de septiembre. Un negocio redondo para el terrorista psicópata, quien regresó a la calle, libre de retomar sus actividades, unos pocos años después.
Pedro Remón prosiguió efectivamente su carrera de asesino y terrorista, primero al lado de Huber Matos, el cabecilla de la organización Cuba Democrática e Independiente, vinculado a oscuras operaciones de terrorismo y narcotráfico, y luego con el architerrorista Luis Posada Carriles.
En el 2000, Remón reapareció en Panamá, en el momento del fracasado intento de atentado dirigido por Posada Carriles contra el Jefe de la Revolución Cubana que, de haber tenido lugar, hubiera provocado cientos de muertes.
Está detenido con Posada y otros dos cómplices en la cárcel "modelo" El Renacer, a 60 metros del Canal de Panamá y, en Miami, los círculos mafiosos apuestan desde hace ya mucho rato a la posible evasión de los cuatro terroristas.
Remón, el asesino, terrorista de Omega 7, también cómplice de la mayoría de la larguísima lista de atentados atribuidos a Omega 7, pudiera entonces reintegrarse a su domicilio del 170099 NW 98th Ave, en el distrito miamense de Hialeah Gardens. Con toda impunidad, como conviene en el país que siempre toleró, cuando no dirigió, las actividades de los elementos más fanáticos de la comunidad cubano-americana mientras perseguía a los Cinco de Miami que trataban, al riesgo de su vida, de contrarrestarlos.
El 11 de septiembre, cuando el pueblo norteamericano recuerde las trágicas horas vividas, un año atrás, al mirar las imágenes de las Torres Gemelas derrumbándose en llamas… ¿Conmemorarán en los círculos terroristas de Miami cómo el 11 de septiembre de 1980 su sicario Remón asesinó cobardemente en plena calle de Nueva York a un joven diplomático cubano? ¿Se jactarán de haber organizado, financiado y alentado, durante más de 40 años, un sinnúmero de asesinatos, atentados sangrientos y conspiraciones criminales contra Cuba? ¿Se enorgullecerán, como lo hicieron aquel 11 de septiembre de 1980, de tener las manos manchadas de sangre mientras usen la violencia y el terrorismo para realizar sus sueños de anexionismo?
Criaron cuervos
• LAS autoridades judiciales norteamericanas "no fueron todo lo enérgicas que pudieron ser" al investigar el caso del asesinato de Félix García Rodríguez, por miedo "a dañar sus propios intereses", comentó Ramón Sánchez Parodi, quien era jefe de la Sección de Intereses de Cuba en Washington en el momento del trágico hecho, en conversación con Granma Internacional.
"Criaron cuervos…", añadió en referencia al famoso dicho: "Cría cuervos y te sacarán los ojos".
"Nunca ningún Gobierno norteamericano dejó de apadrinar a los elementos anticubanos", señaló Sánchez Parodi al precisar que esta actitud hace que los individuos más violentos "consideran que tienen licencia para actuar contra Cuba".
Esta política de las varias administraciones norteamericanas no corresponde, según su experiencia propia, a los deseos verdaderos de la gran mayoría de los emigrados cubanos residentes en EE.UU., "que sólo buscan la normalización" de las relaciones entre los dos países.