La agroindustria capitalista estadounidense se juntó con el
socialismo tropical la noche del sábado, cuando el gobernante cubano,
Fidel Castro, cenó y bebió con cientos de ejecutivos de la industria
alimenticia norteamericana.
Hubo bailarines de salsa y mojitos, cena de cinco platos, champaña y
cigarros cubanos para agradecer a los ejecutivos y funcionarios agrícolas
estatales estadounidenses que participan en la primera feria
agroalimentaria en Cuba desde la década de 1950, buscando reabrir un
largamente prohibido mercado.
El banquete para 800 personas se llevó a cabo en un palacio de
protocolo construido para la cumbre presidencial del Movimiento de Países
No Alineados en La Habana, en 1979.
La feria, auspiciada por los gigantes de alimentos Archer Daniels
Midland y Cargill Inc., fue permitida a regañadientes por la
administración del presidente estadounidense George W. Bush, quien ha
amenazado con vetar una mayor suavización del embargo comercial que
comenzó en 1962 sobre la Cuba de Castro.
''Un esfuerzo tan noble han hecho para superar obstáculos, luchando
para que se desarrollen las mejores relaciones entre nuestros dos pueblos
que son, afortunadamente vecinos y estamos obligados a ser amigos'', dijo
Castro, vestido de traje azul oscuro en vez de su usual uniforme
militar.
Los hombres de negocios rodearon a Castro, intentando sacarse una foto
con el gobernante.
''El tiene sentido del humor. Toda esa gente quería tener fotos con él
y él me dice: rápido, que comience la música'', dijo el vicegobernador de
Dakota del Norte, Jack Dalrymple, quien se sentó junto a Castro durante la
cena.
Los comisionados agrícolas de Maryland, Dakota del Norte y Iowa también
cenaron en la mesa de Castro.
En la cena tocó el virtuoso cubano del piano de jazz Jesús ''Chucho''
Valdez, galardonado a mediados de mes con el cuarto Grammy de su
carrera.
Luego de la cena, los ejecutivos se arrebataron cigarros Cohiba con el
mismo entusiasmo con que los cubanos hicieron fila en el stand
Wrigley Co. para probar goma de mascar durante la feria, de cinco días de
duración.
Castro anticipó que la exhibición produciría negocios por unos 60
millones de dólares, lo que subiría a 200 millones de dólares las ventas
de bienes agrícolas estadounidenses desde que Cuba comenzó las
compras.
Enemigo declarado del capitalismo global, Castro alabó la productividad
en las granjas familiares estadounidenses y la eficiencia y la puntualidad
de los
proveedores