Partido Social-Revolucionario
Democrático de Cuba.
Comité de
Dirección
MANIFIESTO
Cuba, a 7 de Octubre del 2002.
Ni el gobierno ni el no-gobierno pueden
negar que el sentimiento más generalizado, en unos y en otros y en grado cada
vez más alarmante, es el de frustración. Los del gobierno rumian el amargo de un
país conquistado en 1959, en pleno vigor desarrollista, actualmente degradado
hasta niveles mínimos de civilización material. Entiéndase consumo alimenticio,
bienes de uso inmediato, condiciones higiénicas, acumulación progresiva,
intercomunicación personal con el resto del mundo, y aún el del aumento del
producto en relación a un natural crecimiento de su población.
Si esto es en lo material, ¿qué decir de
la responsabilización personal para con el destino colectivo, de la información
suficiente y de universal alcance para la formación del criterio, del desarrollo
de la crítica constructiva y de la proposición original para proveer a una
pluralidad de puntos de vista en la dialéctica nacional, del estímulo y la
protección a la iniciativa particular hacia el bien común, de la renovación
generacional de la función lideral, etc.?
A esto añadimos, como consecuencia, por
supuesto, el rendimiento menos que exiguo del trabajo económico, la no
correlación entre el esfuerzo y la remuneración, y la inexistencia de opciones
alternativas para una renovación integral.
Como si fuera poco, el crudelísimo
sacrificio exigido en aras de un modelo ideal de sociedad, ahora se pervierte
por la incorporación indocta de modalidades socioeconómicas que nos degradan a
las perores prácticas del capitalismo; y el discurso cambia, deformándose cada
vez más, sólo para defender a ultranza una posición de poder cuyo horizonte es
indeterminable.
Ni el gobierno ni el no-gobierno pueden
desconocer que esta desconcertante incertidumbre en nuestros modos sociales
precipita a la población en la peor de las enajenaciones, al punto que, por
detestar una situación inmediata, se reniega de la nación, de su opción
histórica, de las bases conceptuales sobre las que fundamos nuestro pensamiento
y hasta de la propia dignidad personal. Se pierde la confianza en nuestra
capacidad para asumir nuestro destino y se ve como única salida el escaparse de
todo y de todos, bien por la adhesión fanática y ciega a un poder que va hacia
un final mágico o catastrófico, bien por el abandono a estampía del país dejando
atrás familia, tradiciones y todo lo que constituye nuestra existencia, para
intentar insertarnos en otra sociedad no menos mágicamente
idealizada.
Sin embargo, lo cierto es que sólo una
exigua minoría, tanto en el gobierno con en el no-gobierno, ora se empeña en
mantener un orden inútil, acaso por miedo interior a perder la protección del
poder y a tener que decidir por sí mismo como adultos conscientes, esperando una
catástrofe apocalíptica que nunca llega, ora se niega a pensar en su
responsabilidad para con la casa de todos y escapa, desprendiéndose de todo lo
que es más amado y necesario. Pero la gran mayoría del gobierno y del
no-gobierno, de los de adentro y de los de afuera, quiere encontrarse con los
suyos, en lo suyo, y hacer algo. Algo valioso por todos y para todos.
Lo cierto es que Cuba tiene, en estos
momentos, las condiciones óptimas, y su situación en la correlación del mundo es
la más propicia, para un desarrollo integral, por su propia cuenta y con sus
propios medios, )que no son tan escasos, sino que no se usan o se usan mal). La
oportunidad es la de acometer una construcción espiritual y material que no sólo
satisfará nuestras perentorias necesidades y mínimas aspiraciones actuales, sino
que nos instrumentará física, intelectual y socialmente para obrar con eficacia
con los otros pueblos en la promoción del destino de la especie. El proyecto de
la Anfictionía del Caribe dentro de la Mancomunidad Iberoamericana no es la
ilusión de algunos apasionados sino el requisito imprescindible para un justo
equilibrio futuro de toda la comunidad humana y para la coordinación de su
desarrollo.
No nos faltan ni los recursos naturales,
ni los de civilización, ni los biológicamente humanos. Por las experiencias
vividas, el temple intelectual y la disciplina voluntariamente alcanzados,
nuestra población, donde quiera que se encuentre, está hoy especialmente
preparada para enfrentar los retos internos y externos de lo que se nos viene
encima. Los cubanos de hoy - acaso por lo mucho padecido - están más dispuestos
que nadie a rechazar la violencia, a combinar los factores más diversos en aras
del bien común y a superar los conflictos del pasado con el entusiasmo de la
construcción solidaria del presente y del futuro. Tenemos urgencia de
rencontrarnos, abrazarnos y trabajar en serio 'con todos y para el bien de
todos'.
Hemos conocido hasta la agonía lo bueno y
lo malo, de nosotros y de los demás. Por tanto, libres de prejuicios y
privilegios, sencillamente humanos, seres libres que tenemos que asumir la
responsabilidad de nuestras vidas, sabemos lo que hay que hacer y cómo, y
sabemos que podemos hacerlo.
Ciertamente hay que establecer la
soberanía popular desde sus fundamentos institucionales. Las comunidades
básicas. La familia, el municipio, el sindicato, la universidad, la asociación
campesina, y las que en la ocasión hubieren de constituirse. Sobre éstas. En
cualquier tiempo, se ha asentado la construcción nacional, y con ellas hay que
tratar para llevar adelante cualquier programa.
Como no nos satisface, ni mucho menos, la
aberrante colectivización estatista caricaturescamente llamada ''comunismo', y
nos repugna el capitalismo, ambos causantes de los peores desniveles,
marginaciones y violencias a que hemos asistido, hemos de conjugar necesidades y
posibilidades, de modo que, en una pluralidad de formas en la gestión
empresarial y comercial, justamente orientada hacia la satisfacción personal y
el incremento del aval colectivo, construyamos el bien común, que, en síntesis,
no es más que el rendimiento mayor y la distribución más amplia.
Para todo esto nos hace falta una sola
cosa: Libertad.
Esto quiere decir, ante todo, la
recuperación del respeto y la confianza entre todos, gobernantes y gobernados,
los del gobierno y los del no-gobierno, los de adentro y los de afuera. Hay que
ir, pues, a un nuevo pacto constitucional, acordado por todos los cubanos, sin
excepción.
Esto quiere decir: la convocatoria a una
asamblea nacional constituyente soberana, donde representantes de todo el pueblo
-los de adentro y los de afuera-, electos directamente a uno por cada número de
población, discutan y redacten y suscriban cómo queremos ser gobernados. Sólo
así son válidos una ley primera, a la cual han de ajustarse todas las demás, y
el gobierno que de tal procedimiento, diáfanamente aplicado se produzca. Si no
es así, no hay obligación moral ni de acatar ninguna disposición ni de obedecer
a ninguna autoridad. Si así ocurre, es sólo por miedo a la represión o por mera
utilidad casual. Y esto es indigno.
Por supuesto, éste es el paso culminante
de un proceso que tiene que empezar, necesariamente, por la promulgación de una
amplísima amnistía política que dé por terminada cualquier contienda entre
cubanos y liquide la horrenda alternativa de adversarios perseguidores y
perseguidos; y por el establecimiento pleno y garantizado de las libertades
públicas, en sus tres categorías sustanciales: civil -de expresión, reunión,
asociación y locomoción-, penal -probación objetiva del delito, autonomía de la
judicatura, legitimidad de la defensa y garantías en el procedimiento-, y
social- reconocimiento del sindicato como órgano representante de la comunidad
del trabajo: 1) de derecho público, 2) único, 3) autónomo, 4) democrático y 5)
apartidista; con sus derechos y competencias; a la huelga y concertación de los
convenios colectivos del trabajo, la seguridad social y dirección económica, tal
como se fundamentaron en el derecho social cubano acumulado hasta
1958.
Se reclama la habilitación de todos los
ciudadanos cubanos, los de adentro y los de afuera, con documentación
suficiente, reconocidos idénticos derechos, y bajo la protección consular del
gobierno de la República.
Cuanto antes hay que ir a la convocatoria
de asambleas municipales, sindicales, universitarias y campesinas, para afirmar
su constitución institucional y elegir su dirigencia representativa, en un medio
de libertades plenas, sin coacción ni predeterminación oficial, y con la
garantía directa de las fuerzas armadas.
Los distintos proceso electorales
mencionados -a las asambleas municipales, universitarias, sindicales y
campesinas, y a la asamblea nacional constituyente, que por supuesto ha de ser
soberana -reclaman un mínimum de instrumentación legal, que apunta a la
redacción de una ley electoral y a la constitución de un tribunal superior
electoral de confianza para todos.
En el momento en que el mundo entero
parece a punto de descalabrarse, Cuba, por haber estado descalabrada durante
mucho rato, está en el umbral de su gran recuperación, para su consolidación en
la nación libre y justa que hace falta para trabajar en serio por el equilibrio
mundial, la paz y la civilización universal. No se nos olvide que por muchas
generaciones y para las que vendrán, todos los conflictos del hombre han tenido
o van a tener escenario en nuestra patria, que por algo es llamada, para la
expansión de allende sus costas: Llave del Golfo y Antemural de las
Indias.
Es necesario -ya casi impostergable- ir
limpios de corazón, sin prejuicios de ninguna clase, y sin más pretensión que la
justeza de nuestra razón y la pureza de nuestras intenciones, a encontrarnos y
reconocernos en un gran diálogo nacional y ha comprometernos, como seres libres
que somos, en el proyecto nuestro de colaboración colectiva.
Oigan esto los que van a pasar y los que
vienen a vivir, los de una orilla y los de otra, los del gobierno y los del
no-gobierno. Sepa cada cual qué es lo que tiene que hacer, y
empréndalo.
Repetimos: Ni estamos frustrados, ni
creemos que todo es demasiado difícil. Por el contrario, porque siempre hemos
estado presente, hoy más que nunca, estamos llenos de esperanza.
La noche ya termina están llamando a
amor.
Partido Social Revolucionario Democrático
de Cuba
Por su Comité de Dirección
Jorge Valls Roberto Simeón
Presidente
Secretario
En la Ciudad de Nueva York, E.U. el 7 de
octubre del 2002