COMENTARIOS DESDE EL FIN DEL MUNDO
Las conspiraciones suelen ser secretas. Lo que no es ni una conspiración ni un secreto, es el compromiso de sectores del exilio para derrocar al gobierno cubano y así justificar su obsesión histórica: devolverle a los EE.UU. su colonia del Caribe.
Humberto Tirado| Miami
Con el comienzo de la guerra de intervención de los EE.UU en contra de Irak, Cuba pasó a ser “centro de noticias” de la prensa norteamericana y europea. No sucedió esto porque Cuba estuviera, de alguna manera, vinculado al affair Irak, sino que algunas decenas de activistas, opositores, dicen ellos, al gobierno cubano, fueron arrestados. Según el propio Fidel Castro afirmara en comparecencia televisiva, estas detenciones fueron consecuencias directas de las actividades impropias e injerencistas del representante del gobierno norteamericano en La Habana. Este representante se arrogó el derecho de actuar en la vida política cubana como si fuera una ficha más de ese ajedrez. Hay personas que se resisten a aprender de la historia y no aceptan que existen otras que actúan motivadas no por el dinero y el poder de compra que este provee, sino por principios. La irracionalidad y la impericia de aquellos que tienen el propósito de matar a Cuba como entidad independiente volvió a ser manifiesta, no importa en qué orilla vivan, o mueran.
Las conspiraciones suelen ser secretas. Lo que no es ni una conspiración ni secreto es el compromiso de sectores del exilio cubano para derrocar al gobierno cubano y así justificar su obsesión histórica: devolverle a los EE.UU. su colonia del Caribe. Estos sectores, con su renuencia a mirar de frente la historia y conceder que el gobierno cubano es un gobierno legítimo y representa los intereses más genuinos de la nación, han tratado de provocar que la experiencia de la intervención norteamericana se reedite ahora en el contexto, no del nacimiento de la primera potencia imperialista, sino en otro muy diferente, el de la emergencia de un poder global económico y militar de carácter fascista, lo que implicaría que las consecuencias y los costos de esa intervención se multiplicaran con respecto a lo que se pagó después de la ocupación norteamericana del 1898.
Desde hace años, desde que el llamado “bloque socialista” colapsó, Cuba está sola. Sola en su aspiración de mantener su estatus de país soberano e independiente, que es el trasfondo político de todo este conflicto. Es verdad que el número de países que tienen vínculos oficiales con Cuba ha crecido en el último decenio; que las relaciones de los cubanos que viven en la Isla con el mundo han cambiado drásticamente con respecto a los primeros treinta años de la Revolución. No solo el internacionalismo justifica la salida de los cubanos en este momento. El turismo y las inversiones extranjeras han propiciado que la salida de Cuba se pueda lograr por vías no oficiales. Los cubanos que residen fuera del territorio nacional han aumentado considerablemente los vínculos con su país de origen, emigrar ya no carga el susto de “desaparecer” definitivamente: opciones para el regreso temporal están ahí. (Más temprano que tarde será normal regresar y volver a vivir en el país). Hay quienes se empeñan en hacer pasar como verdad que Cuba es un episodio de la “guerra fría” aún por resolver para que se incorpore a este mundo que marcha -con el mismo entusiasmo que marchaban los países de la Europa oriental hacia el futuro que pertenecía por entero al socialismo- hacia los “benéficos” y “prodigiosos” brazos del mercado. Esto es una verdad en las planas de los periódicos y los shots de las cámaras de la televisión y el cine. Ese âepisodioâ rezagado que es Cuba es otra cosa en realidad (y eso es lo que molesta): Cuba es la diversidad en un mundo cada vez más aburrido; es la disidencia en un mundo cada vez más homogéneo; es el sitio de solidaridad en un mundo cada vez más egoísta.
Cuba está sola y ahora es cuando esta afirmación parece cobrar realidad. Ahora que las conspiraciones de poca monta de ciertos sujetos de la administración norteamericana han quedado al descubierto. Los datos están ahí, la historia también. La mayoría de los opositores al gobierno cubano han defendido intereses, propios o ajenos. Nunca les ha pasado por la cabeza definirse y actuar de acuerdo a ideas, a propósitos. Los esquemas siempre han sido retocados con eso de la democracia, los derechos humanos, la libertad de no sé cuántas cosas pero el trasfondo, el fondo y el frente han sido siempre derrocar un proceso que se opone por su naturaleza y definición al sistema de cosas que abolió: el capitalismo, las podridas relaciones sociales que genera ese sistema y la injusticia consustancial de toda sociedad que se regula por el capital.
La soledad de Cuba es como aquella voz que clamaba en el desierto: su contenido profético se hace fehaciente en el hecho incontestable que los programas sociales no solo se han mantenido, sino que se han incrementado, que el gobierno y sus instituciones no han colapsado y que las durísimas restricciones y la escasez no ha socavado la voluntad y la efectividad de sobrevivir. La soledad de Cuba es la esperanza de más del cincuenta por ciento de la población mundial y a una escala mucho menos importante ha sido, para mí, el costado abierto de donde brota agua y sangre, y me ha hecho reconsiderar la importancia de la virtud de la lealtad y la generosidad.
Los asustadizos de siempre claman por los derechos y la legalidad en momentos en que ambas cosas son meras ilusiones (perdidas), un cuento de un solo imperio. ¿Por qué no se desgañitan pidiendo que se investigue la muerte de periodistas en Irak durante la invasión de aquel país y el bombardeo del hotel “Palestine” donde se alojaba la prensa internacional? ¡Ah! Se destiñeron con Cuba pensando que así iban a hacer dormir a sus vacilantes conciencias después de haber sido tan timoratos contra el genocidio del imperio. Pero Cuba, sola, enhiesta, humilde, sensata, desborda sus limitados contornos geográficos y no está al pairo ni al borde de la quiebra, sino redefiniendo y replanteando, en el nuevo contexto internacional que se ha creado, los principios de siempre: respeto a la integridad de la patria, solidaridad para con los más desvalidos e intransigencia con los que pretenden socavarla desde dentro o desde fuera.
En un gastado giro retórico, muchos dicen ser solidarios con Cuba y con el pueblo cubano, que las desavenencias y la ruptura son con el gobierno cubano. Dicen que son pocos los que se han atrevido a solidarizarse con el proceder del gobierno cubano y sus instituciones. Yo quiero ser de los menos. En medio del abandono y de la incomprensión, con mis angustias e indecisiones, abrazo a Cuba, a su historia y tradiciones, a su cultura y sus ciudades y sus pueblos y sus campos y sus caminos y veredas y todo lo que ella es; la abrazo con la timidez de quien sabe que no es mucho lo que puede dar, pero con el convencimiento que la gratitud y el honor, obliga.