En mis incursiones al Supermercado, mientras mi esposa se pasea parsimoniosamente por cada rincón del mismo, siempre encuentro ocasión para emprender mi “huída” hacia el sector de librería y así matar el tiempo.
El sábado me detuve a hojear las memorias de Hillary de reciente edición. Como curiosidad les transcribo dos breves tramos del extenso volumen:
En ocasión de la asunción de Mandela, la respetable señora se encuentra en Sudáfrica y cuenta textualmente:
“…nos llevaron a la casa para tomar un cóctel y para charlar con las docenas de Jefes de Estado y sus delegaciones que habían acudido a la celebración. Uno de mis retos esa tarde, era Fidel Castro. Los asesores del Departamento de Estado me habían advertido de que Castro quería conocerme. Me habían dicho que debía evitarlo a toda costa, pues no manteníamos relaciones diplomáticas con Cuba, por no mencionar ya el embargo. “No puede darle la mano - me dijeron - No puede hablar con él.”
Incluso si sólo topábamos casualmente, los anticastristas de Florida me saltarían a la yugular.
A menudo miré por encima del hombro durante la fiesta, buscando su tupida barba gris entre el mar de caras. Mantenía una conversación fascinante con el Rey Mswati III de Swazilandia, cuando de repente vi a Castro moviéndose hacia mí, y yo reculé hasta una esquina de la habitación.
Fue ridículo, lo admito, pero sabía que una sola fotografía o una frase cazada al vuelo o un encuentro casual se convertiría en una gran noticia al día siguiente.”
Muchas páginas más adelante, estando en el Paraguay, relata lo siguiente:
“…de camino al Palacio Presidencial, para una recepción que daban el Presidente Juan Carlos Wasmosy y su esposa, María Teresa Carrasco de Wasmosy, subí al autobús y vi un asiento libre al lado de una anciana de pelo blanco y aspecto agradable.
Llevada por la curiosidad, le pregunté cuánto había durado su viaje hasta Paraguay (lo que me daría una idea de su país de procedencia) y cómo iban las cosas en su Patria.
-“Bien, - me dijo impertérrita - excepto por el embargo.”
Me había sentado al lado de Vilma Espín, la cuñada de Fidel Castro y representante cubana en el Congreso.
Gracias a Dios, nadie malinterpretó mi situación en el autobús junto a ella como un acercamiento político a Cuba.”
Sin palabras.
SALUDOS REVOLUCIONARIOS
(Gran Papiyo)