Pàgina principal  |  Contacte  

Correu electrònic:

Contrasenya:

Inscriviu-vos ara!

Heu oblidat la vostra contrasenya?

LA CUBA DEL GRAN PAPIYO
 
Novetats
  Afegeix-te ara
  Plafó de missatges 
  Galeria d’imatges 
 Arxius i documents 
 Enquestes i Tests 
  Llistat de Participants
 Conociendo Cuba 
 CANCION L..A 
 FIDEL CASTRO.. 
 Fotos de FIDEL 
 Los participantes más activos 
 PROCLAMA AL PUEBLO DE CUBA 
 
 
  Eines
 
General: PARTE 2 Del estalinismo al capitalismo en la URSS-Rusia
Triar un altre plafó de missatges
Tema anterior  Tema següent
Resposta  Missatge 1 de 1 del tema 
De: ATTACmx  (Missatge original) Enviat: 16/03/2004 00:31

                    http://groups.msn.com/ATTACPRAXISMEXICO/©


               PARTE 2

Unos años después, en 1977, Rudolf Bahro, de Alemania Oriental, publicó en
Alemania Occidental, La Alternativa (libro editado en español en 1979). En
este libro, y a diferencia de la opinión de Jacoby, explicaba el dominio de
la burocracia tanto en el Estado como en el partido, especialmente en éste,
cuya burocracia logró sobreponerse a la del Estado . Esta burocracia, nos
explicaba Bahro, hablaba a nombre de la clase obrera no sólo sin
representarla sino evitando que ésta tuviera representación (“los sindicatos
no son ya sus asociaciones [de los trabajadores], sino asociaciones para
ellos”, y lo mismo podría decirse del partido y del Estado). El
burocratismo, escribía Bahro, “hace tiempo que ha dejado de ser una mera
forma externa, sobrepuesta. Se ha convertido en la forma de existencia
política en alguna medida natural de un gran grupo de personas con intereses
particulares muy determinados y que ha cristalizado en torno a las raíces,
el tronco y las ramas del aparato de poder. (…) Este grupo social comprende
en lo esencial la ocupación de las instancias oficiales principales en toda
la pirámide política, estatal y ‘social’ de dirección, incluyendo las ramas
militares, policial e ideológica, o sea, precisamente el extenso
funcionariado del partido, el Estado y la economía en el sentido más amplio”
. Voslensky, tres años después del libro de Bahro, denominaría a ese
funcionariado, a esa “politburocracia”, nomenclatura. Tituló su libro La
nomenclatura. Los privilegiados en la URSS , y explicaba que “en la lengua
burocrática soviética corriente, ‘nomenclatura’ significa: 1o. Lista de
puestos de dirección de la jurisdicción de las autoridades superiores; y 2o.
Lista de personas que ocupan esos puestos o que están en reserva para esos
puestos . Para Voslensky, la nomenclatura era una clase . “El grupo de los
‘dirigentes’ –escribía– constituye en la URSS una clase, una clase de la
sociedad soviética que se disimula. En la medida en que el lugar de esta
clase en el sistema de producción social es preponderante, en que ella
dispone de los medios de producción, en que su papel en la organización
social del trabajo es director, se trata de la clase dominante de la
sociedad soviética, cosa que se le oculta al mundo” . Jean Elleinstein, en
su prólogo al libro de Voslensky, decía que “la nomenclatura no es una clase
banal. Ella dispone de un poder sin precedente en la historia, puesto que
ella es el Estado mismo” .
Djilas decía, refiriéndose a los países llamados comunistas, que “es la
burocracia la que usa, administra y controla oficialmente tanto la propiedad
nacionalizada y socializada como la vida entera de la sociedad. El papel de
la burocracia en la sociedad, es decir, la administración monopolista y el
control de la renta y los bienes nacionales, le da una posición especial
privilegiada. Las relaciones sociales se parecen a las del capitalismo de
Estado, tanto más por cuanto la industrialización se realiza no con la ayuda
de capitalistas, sino con la ayuda de la maquinaria estatal. En realidad,
esa clase privilegiada realiza esa función utilizando la maquinaria del
Estado como una cubierta y un instrumento” . Rizzi, en esta misma lógica,
decía que, “para nosotros, de la Revolución de Octubre y de su reflujo, ha
salido una nueva clase dirigente: la burocracia (…) Poseer el Estado da a la
burocracia la propiedad de los medios de producción, que es colectiva y no
ya privada, que pertenece in toto a la clase dirigente” . Más adelante
escribía: “¿Quién dirige la economía? ¿Quién prepara los planes
quinquenales? ¿Quién señala los precios de venta? ¿Quién decreta las obras
públicas, las construcciones industriales, etcétera, sino la burocracia
soviética? Y si la propiedad no estuviera a disposición de ésta, ¿a
disposición de quién iba a estar? ¿Quién está encargado de la distribución
de la plusvalía? ¿Acaso la burguesía zarista, muerta y enterrada? ¿El
imperialismo mundial? ¿El proletariado ruso?” Se contestaba afirmando: la
burocracia, “no ya como clase capitalista, sino como clase burocrática”. “En
la sociedad soviética –escribía Elleinstein– los explotadores no se apropian
el plusvalor directamente como lo hace el capitalista cuando se embolsa los
dividendos de su empresa. Ellos lo hacen indirectamente por medio del Estado
que ingresa el monto global del plusvalor nacional y lo distribuye entre sus
funcionarios” . Pero aun así, diría Trotski, esa burocracia no era
propietaria del Estado ni de los medios de producción, supuestamente de la
sociedad, pero realmente estatales. Lo que él decía en La revolución
traicionada era que “todos los medios de producción pertenecen al Estado y
el Estado, en cierta medida, a la burocracia”, y para Trotski la clave de su
expresión era “en cierta medida”. En su crítica a Craipeau, Trotski advertía
una diferencia importante entre la burocracia nazi en Alemania y la
burocracia en la Unión Soviética. Añadía: “Podemos decir, por la vía de la
argumentación lógica: si la burocracia fascista consiguiera imponer cada vez
más al capitalismo su disciplina y las restricciones que de ella se
desprenden sin encontrar resistencia real, se transformaría gradualmente en
una nueva ‘clase’ dominante, absolutamente análoga a la burocracia
soviética. Pero el Estado fascista no pertenece a la burocracia más que ‘en
cierta medida’… Si Hitler intenta convertirse en propietario del Estado y,
con ello, convertirse en propietario de la propiedad privada, completamente
y no ya sólo ‘en cierta medida’, se topará con la oposición violenta de los
capitalistas…” Pero en la URSS no había capitalistas, por lo que tampoco
podía darse una “oposición violenta” de éstos si la burocracia intentara,
cosa que logró, convertirse en propietaria del Estado, “en cierta medida”
–concedamos.
En síntesis, del análisis anterior pareciera que no ha habido acuerdo sobre
si la burocracia soviética era o no una clase social; sin embargo, con este
u otro nombre se insinuaba su caracterización como clase, al aceptarse que
esa burocracia se apropiaba una parte de la renta nacional, que sería un
poco la concepción weberiana de clase social definida, no por los modos de
posesión (Besitzklassen, en alemán), sino por los modos de adquisición
(Ewerbsklassen) . Atrás del debate sobre la caracterización de la burocracia
dirigente, estaba el punto esencial: no se estaba construyendo el
socialismo, es decir, las condiciones para un cierto igualitarismo o, para
decirlo en términos marxistas ortodoxos, la desaparición de las clases
sociales.
Mi conclusión, a partir de L철wy, pero reinterpretándolo, es que sí había
clases sociales en los países llamados socialistas; nuevas clases, pues se
ubicaban tanto en el proceso de producción, puesto que lo dirigían y se
beneficiaban de él, como en relación con instancias extraeconómicas de la
estructura social, es decir, en lo político .
Elleinstein señalaba algo que a mi juicio era muy importante,
particularmente por el momento en que escribía su prólogo al libro de
Voslensky: “Se puede afirmar que la existencia de esta clase dominante y
explotadora constituye un obstáculo, un freno al desarrollo de las fuerzas
productivas.” Si es correcta esta afirmación de Elleinstein, entonces no
podemos decir que la burocracia soviética fuera precisamente de izquierda,
pues en una economía no capitalista, supuestamente socialista, no debería
existir la explotación del trabajo ni freno al desarrollo de las fuerzas
productivas, freno que, junto con la explotación del trabajo, atentó contra
el bienestar de la sociedad y añadió serios cuestionamientos a la supuesta
tendencia hacia el igualitarismo social del régimen .
(Según el historiador Mourin , las promesas de mejoramiento de la condición
material del pueblo, expresadas desde la cúpula del poder en 1929, no fueron
cumplidas y el resultado fue un mayor endurecimiento de las políticas
gubernamentales, como por ejemplo la prohibición a los obreros para
desplazarse de una región a otra o la prisión a los trabajadores del
transporte que se indisciplinaran –y pena de muerte si la indisciplina era
premeditada–. En 1931, continuaba Mourin, se instituyó el carnet de trabajo,
el establecimiento fijo y por oficio de la residencia de los trabajadores,
el retiro del carnet de compra en las cooperativas por un día de ausencia no
justificada en el trabajo y, a partir de 1932, la exigencia de un pasaporte
interior que establecía una visa para cualquier ausencia del lugar de
residencia por más de 24 horas. El Estado policiaco, confirmado con la
Constitución de 1936 , habría de ser la constante, así como las depuraciones
incluso en el Partido Comunista, situación que se endurecería todavía más a
partir del asesinato de Kírov, lugarteniente de Stalin en Leningrado, en
1934, y particularmente en 1937 y 1938 . En la economía, por otro lado, la
situación no mejoró: la industrialización a toda costa, exitosa en muchos
sentidos, llevó no sólo a la desincentivación de la producción en el campo,
sino al hambre generalizada, sobre todo entre la población rural.)
Los señalamientos de Elleinstein habrían de dar pie, aunque no se lo
propusiera, a uno de los puntos centrales de las reformas de Gorbachov. Abel
G. Aganbeguián, el primero de los consejeros económicos de Gorbachov,
señalaba que “en este momento (1987) el sistema administrativo de dirección
y de gestión de la economía [en manos de la vieja burocracia] se ha
transformado plenamente en un mecanismo de freno de nuestro desarrollo” y
“el nivel de vida ha dejado de aumentar” .
De lo mencionado anteriormente, se puede llegar a una conclusión
irrefutable: independientemente de si la burocracia era una clase sui
generis o una “categoría social”, como la llamó Löwy, lo cierto es que había
una burocracia política que, desde el aparato del Estado y del partido, no
sólo dirigía a la sociedad entera (y el proceso de producción), sino que la
dominaba, sin permitir o sin importarle cubrir las necesidades crecientes de
la población, para no hablar del socialismo. Esa burocracia, sobre todo en
el largo periodo de Brézhnev, habría de convertirse en la nueva derecha de
la Unión Soviética y también de los otros países llamados socialistas de
Europa dominados por aquélla. Fue una burocracia que ciertamente, como decía
Nemchinov, no obtuvo su poder de los ingresos privados de una economía
socializada (que más bien fue estatizada), pero que sí obtuvo beneficios y
privilegios al ejercer el poder. Fue una burocracia que, impedida para
vender las empresas estatales, usufructuaba los beneficios de éstas y de su
administración y gestión que, muy probablemente, dado el ambiente de
corrupción existente e innegable, capitalizaba para su provecho personal
(cuando se confiere a un burócrata el poder de repartir, decía en alguna
parte Trotski, nunca se olvida de sí mismo). Las mafias rusas, por ejemplo,
y que ahora son famosas por su fuerza económica, no surgieron ni podían
surgir por generación espontánea a los pocos meses del vuelco al capitalismo
de la URSS. De alguna manera, tenían que haberse gestado anteriormente, en
el mercado negro, en los circuitos cerrados de bienes de consumo, en el
control de la prostitución y la droga, etcétera. Putin (quien por su paso
por la KGB, y posteriormente como director del Servicio Federal de Seguridad
—durante el gobierno de Yeltsin— debió saber mucho de lo que ocurría en las
altas esferas de la Unión Soviética y de Rusia después) declaró en alguna
ocasión, en ese estilo coloquial que a veces lo caracteriza: “¿Acaso creían
que la población rusa era indiferente al comportamiento de esos oligarcas
que, tras repartirse los bienes del Estado, dirigían sus avionetas cargadas
de ‘fulanas’ (blyad) hacia la Costa Azul?” .
Aganbeguián explicaba los cambios propuestos por la llamada “refundación” o
reestructuración de Gorbachov, conocida como perestroika. Estos cambios, es
decir, la perestroika, debían ser acompañados por otras dos políticas muy
importantes: la ouskorenie (aceleración) y la glasnost (transparencia y
apertura, pero no libertad absoluta de expresión). En su libro, este autor
hace un balance de la economía, de la industrialización, de la producción en
el campo, de los niveles de vida del pueblo soviético. En todos estos
rubros, se detectó una fuerte caída en los anteriores 15 años o más, un gran
desperdicio de recursos, irracionalidad administrativa y una dirección
altamente centralizada que dictaba medidas económicas y políticas sin
conexión con la realidad de cada empresa, koljós, sovjós o con la población
semirrural o urbana. Indirectamente, Aganbeguián situó la responsabilidad
del fracaso económico, de la baja productividad, de los altos costos para el
país y de la disminución de la calidad de vida del pueblo, en la burocracia
de más alto rango y en el hecho de que esta burocracia llevaba a cabo una
gestión meramente administrativa sin tomar en cuenta a la economía.
Asimismo, criticaba que las decisiones se tomaran de manera centralizada y
que fueran impuestas. “Los métodos administrativos de gestión –decía–, se
han fundado sobre las directivas del plan de Estado que, cada año, es
impuesto a la base desde lo alto. Este ha sido el fundamento del sistema de
dirección económica por mandato y órdenes. Se tiene la intención de
desembarazarse de este sistema y de renunciar a las directivas de un plan
impuesto imperativamente” . La perestroika sugería cambiar las cosas y
sustituir la gestión administrativa por la económica, bajo criterios de
desconcentración y descentralización. Se hacía énfasis en el desarrollo de
la democracia económica, la planificación y el centralismo realmente
democrático, con transparencia, con libertad de prensa y de expresión, con
sindicatos libres, etcétera. ¿En qué consistía la reforma radical de
gestión? Aganbeguián contestaba de la siguiente manera: “Ella no consiste en
renunciar a tal o cual conquista del socialismo (…) Se trata, ante todo, de
respetar principios tales como la supremacía de la propiedad socialista del
pueblo entero, el desarrollo planificado y proporcional, la división del
trabajo, el principio del centralismo democrático en la organización de la
gestión, la intensificación de la producción mercantil y de las relaciones
de negocios y monetarias, etcétera” . En otras palabras, modernización
científica, tecnológica, de gestión, y democracia y autogestión como
condiciones indispensables para la refundación .
Al margen de los eufemismos propios de quien fue un funcionario importante
en el Estado soviético, queda en claro que las reformas de Gorbachov
afectarían enormes intereses de la alta burocracia de ese país. Quienes se
sintieron amenazados, sobre todo por la perestroika y por la glasnost,
habrían de conformar la principal oposición al gobierno . Esta y otras
oposiciones habrían de manifestarse gracias a la demokratizatsiya (una
suerte de democratización) que abría las posibilidades de elegir, entre
varios candidatos, a quienes debieran ocupar cargos locales en el partido,
en el gobierno y en las legislaturas también locales. Estas reformas no
permitían, al principio, la formación de partidos, pero poco a poco fueron
conformándose grupos políticos tolerados que irían convirtiéndose, algunos
de ellos, en nuevos partidos políticos, particularmente a partir de 1988.
Los reformistas tendrían mayores oportunidades de expresión y, entre éstos,
los liberales, pero también la oposición en las repúblicas de la URSS. Para
1987, hubo movimientos independentistas en las repúblicas del Báltico:
Estonia, Lituania y Letonia, no sin respuestas enérgicas del gobierno
central. Lo mismo ocurrió en el sur, en las repúblicas transcaucásicas.
Las reformas de Gorbachov, al menos formalmente, tenían varias intenciones,
unas implícitas y otras explícitas: marginar o neutralizar a la vieja
burocracia (lo cual significaba quitarle privilegios) y dar el poder a los
tecnócratas (más jóvenes en general), reimpulsar las fuerzas productivas y
racionalizar la economía , incentivar la participación de los trabajadores
en las decisiones económicas y transparentar, en un ambiente democrático
hasta entonces inexistente, la gestión pública. En los hechos, la
perestroika conducía a la privatización de la propiedad, a estimular el
espíritu empresarial y, desde luego, a terminar con el monopolio estatal de
la economía, como explícitamente declaró el mismo Gorbachov a los soldados
de Odessa el 18 de agosto de 1990 .
En conclusión, Trotski tenía razón al afirmar que si no había cambios
sustanciales en la URSS, si el stalinismo continuaba, si no había
democracia, si los trabajadores no readquirían el poder, este país
regresaría al capitalismo. Así ocurrió. En cuanto Gorbachov aflojó el
control sobre los países supuestamente socialistas de Europa, esto es, en
cuanto Gorbachov aplicó la “doctrina Sinatra”, llamada así porque se
aceptaba que los antiguos satélites de la URSS pudieran desarrollarse in
their “own way” (a su manera), el viraje al capitalismo fue una realidad.
Otra cosa hubiera pasado si los trabajadores y su vanguardia, una nueva
vanguardia, hubieran llevado a cabo la reforma política de que hablaba
Trotski un poco antes de su muerte.
El autor es profesor-investigador de la Facultad de Ciencias Políticas y
Sociales, UNAM. Obra reciente: Izquierda e izquierdismo, Siglo XXI Editores,
México, 2002.

********************************************************

                                     F   I   N

_________________________________________________________________
Charla con tus amigos en línea mediante MSN Messenger: 
http://messenger.microsoft.com/es



Primer  Anterior  Sense resposta  Següent   Darrer  

 
©2025 - Gabitos - Tots els drets reservats