De: ATTACmx (Missatge original) |
Enviat: 16/03/2004 00:31 |
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PARTE 2
Unos años después, en 1977, Rudolf Bahro, de Alemania Oriental, publicó en Alemania Occidental, La Alternativa (libro editado en español en 1979). En este libro, y a diferencia de la opinión de Jacoby, explicaba el dominio de la burocracia tanto en el Estado como en el partido, especialmente en éste, cuya burocracia logró sobreponerse a la del Estado . Esta burocracia, nos explicaba Bahro, hablaba a nombre de la clase obrera no sólo sin representarla sino evitando que ésta tuviera representación (“los sindicatos no son ya sus asociaciones [de los trabajadores], sino asociaciones para ellos”, y lo mismo podría decirse del partido y del Estado). El burocratismo, escribía Bahro, “hace tiempo que ha dejado de ser una mera forma externa, sobrepuesta. Se ha convertido en la forma de existencia política en alguna medida natural de un gran grupo de personas con intereses particulares muy determinados y que ha cristalizado en torno a las raíces, el tronco y las ramas del aparato de poder. (…) Este grupo social comprende en lo esencial la ocupación de las instancias oficiales principales en toda la pirámide política, estatal y ‘social’ de dirección, incluyendo las ramas militares, policial e ideológica, o sea, precisamente el extenso funcionariado del partido, el Estado y la economía en el sentido más amplio” . Voslensky, tres años después del libro de Bahro, denominaría a ese funcionariado, a esa “politburocracia”, nomenclatura. Tituló su libro La nomenclatura. Los privilegiados en la URSS , y explicaba que “en la lengua burocrática soviética corriente, ‘nomenclatura’ significa: 1o. Lista de puestos de dirección de la jurisdicción de las autoridades superiores; y 2o. Lista de personas que ocupan esos puestos o que están en reserva para esos puestos . Para Voslensky, la nomenclatura era una clase . “El grupo de los ‘dirigentes’ –escribía– constituye en la URSS una clase, una clase de la sociedad soviética que se disimula. En la medida en que el lugar de esta clase en el sistema de producción social es preponderante, en que ella dispone de los medios de producción, en que su papel en la organización social del trabajo es director, se trata de la clase dominante de la sociedad soviética, cosa que se le oculta al mundo” . Jean Elleinstein, en su prólogo al libro de Voslensky, decía que “la nomenclatura no es una clase banal. Ella dispone de un poder sin precedente en la historia, puesto que ella es el Estado mismo” . Djilas decía, refiriéndose a los países llamados comunistas, que “es la burocracia la que usa, administra y controla oficialmente tanto la propiedad nacionalizada y socializada como la vida entera de la sociedad. El papel de la burocracia en la sociedad, es decir, la administración monopolista y el control de la renta y los bienes nacionales, le da una posición especial privilegiada. Las relaciones sociales se parecen a las del capitalismo de Estado, tanto más por cuanto la industrialización se realiza no con la ayuda de capitalistas, sino con la ayuda de la maquinaria estatal. En realidad, esa clase privilegiada realiza esa función utilizando la maquinaria del Estado como una cubierta y un instrumento” . Rizzi, en esta misma lógica, decía que, “para nosotros, de la Revolución de Octubre y de su reflujo, ha salido una nueva clase dirigente: la burocracia (…) Poseer el Estado da a la burocracia la propiedad de los medios de producción, que es colectiva y no ya privada, que pertenece in toto a la clase dirigente” . Más adelante escribía: “¿Quién dirige la economía? ¿Quién prepara los planes quinquenales? ¿Quién señala los precios de venta? ¿Quién decreta las obras públicas, las construcciones industriales, etcétera, sino la burocracia soviética? Y si la propiedad no estuviera a disposición de ésta, ¿a disposición de quién iba a estar? ¿Quién está encargado de la distribución de la plusvalía? ¿Acaso la burguesía zarista, muerta y enterrada? ¿El imperialismo mundial? ¿El proletariado ruso?” Se contestaba afirmando: la burocracia, “no ya como clase capitalista, sino como clase burocrática”. “En la sociedad soviética –escribía Elleinstein– los explotadores no se apropian el plusvalor directamente como lo hace el capitalista cuando se embolsa los dividendos de su empresa. Ellos lo hacen indirectamente por medio del Estado que ingresa el monto global del plusvalor nacional y lo distribuye entre sus funcionarios” . Pero aun así, diría Trotski, esa burocracia no era propietaria del Estado ni de los medios de producción, supuestamente de la sociedad, pero realmente estatales. Lo que él decía en La revolución traicionada era que “todos los medios de producción pertenecen al Estado y el Estado, en cierta medida, a la burocracia”, y para Trotski la clave de su expresión era “en cierta medida”. En su crítica a Craipeau, Trotski advertía una diferencia importante entre la burocracia nazi en Alemania y la burocracia en la Unión Soviética. Añadía: “Podemos decir, por la vía de la argumentación lógica: si la burocracia fascista consiguiera imponer cada vez más al capitalismo su disciplina y las restricciones que de ella se desprenden sin encontrar resistencia real, se transformaría gradualmente en una nueva ‘clase’ dominante, absolutamente análoga a la burocracia soviética. Pero el Estado fascista no pertenece a la burocracia más que ‘en cierta medida’… Si Hitler intenta convertirse en propietario del Estado y, con ello, convertirse en propietario de la propiedad privada, completamente y no ya sólo ‘en cierta medida’, se topará con la oposición violenta de los capitalistas…” Pero en la URSS no había capitalistas, por lo que tampoco podía darse una “oposición violenta” de éstos si la burocracia intentara, cosa que logró, convertirse en propietaria del Estado, “en cierta medida” –concedamos. En síntesis, del análisis anterior pareciera que no ha habido acuerdo sobre si la burocracia soviética era o no una clase social; sin embargo, con este u otro nombre se insinuaba su caracterización como clase, al aceptarse que esa burocracia se apropiaba una parte de la renta nacional, que sería un poco la concepción weberiana de clase social definida, no por los modos de posesión (Besitzklassen, en alemán), sino por los modos de adquisición (Ewerbsklassen) . Atrás del debate sobre la caracterización de la burocracia dirigente, estaba el punto esencial: no se estaba construyendo el socialismo, es decir, las condiciones para un cierto igualitarismo o, para decirlo en términos marxistas ortodoxos, la desaparición de las clases sociales. Mi conclusión, a partir de L철wy, pero reinterpretándolo, es que sí había clases sociales en los países llamados socialistas; nuevas clases, pues se ubicaban tanto en el proceso de producción, puesto que lo dirigían y se beneficiaban de él, como en relación con instancias extraeconómicas de la estructura social, es decir, en lo político . Elleinstein señalaba algo que a mi juicio era muy importante, particularmente por el momento en que escribía su prólogo al libro de Voslensky: “Se puede afirmar que la existencia de esta clase dominante y explotadora constituye un obstáculo, un freno al desarrollo de las fuerzas productivas.” Si es correcta esta afirmación de Elleinstein, entonces no podemos decir que la burocracia soviética fuera precisamente de izquierda, pues en una economía no capitalista, supuestamente socialista, no debería existir la explotación del trabajo ni freno al desarrollo de las fuerzas productivas, freno que, junto con la explotación del trabajo, atentó contra el bienestar de la sociedad y añadió serios cuestionamientos a la supuesta tendencia hacia el igualitarismo social del régimen . (Según el historiador Mourin , las promesas de mejoramiento de la condición material del pueblo, expresadas desde la cúpula del poder en 1929, no fueron cumplidas y el resultado fue un mayor endurecimiento de las políticas gubernamentales, como por ejemplo la prohibición a los obreros para desplazarse de una región a otra o la prisión a los trabajadores del transporte que se indisciplinaran –y pena de muerte si la indisciplina era premeditada–. En 1931, continuaba Mourin, se instituyó el carnet de trabajo, el establecimiento fijo y por oficio de la residencia de los trabajadores, el retiro del carnet de compra en las cooperativas por un día de ausencia no justificada en el trabajo y, a partir de 1932, la exigencia de un pasaporte interior que establecía una visa para cualquier ausencia del lugar de residencia por más de 24 horas. El Estado policiaco, confirmado con la Constitución de 1936 , habría de ser la constante, así como las depuraciones incluso en el Partido Comunista, situación que se endurecería todavía más a partir del asesinato de Kírov, lugarteniente de Stalin en Leningrado, en 1934, y particularmente en 1937 y 1938 . En la economía, por otro lado, la situación no mejoró: la industrialización a toda costa, exitosa en muchos sentidos, llevó no sólo a la desincentivación de la producción en el campo, sino al hambre generalizada, sobre todo entre la población rural.) Los señalamientos de Elleinstein habrían de dar pie, aunque no se lo propusiera, a uno de los puntos centrales de las reformas de Gorbachov. Abel G. Aganbeguián, el primero de los consejeros económicos de Gorbachov, señalaba que “en este momento (1987) el sistema administrativo de dirección y de gestión de la economía [en manos de la vieja burocracia] se ha transformado plenamente en un mecanismo de freno de nuestro desarrollo” y “el nivel de vida ha dejado de aumentar” . De lo mencionado anteriormente, se puede llegar a una conclusión irrefutable: independientemente de si la burocracia era una clase sui generis o una “categoría social”, como la llamó Löwy, lo cierto es que había una burocracia política que, desde el aparato del Estado y del partido, no sólo dirigía a la sociedad entera (y el proceso de producción), sino que la dominaba, sin permitir o sin importarle cubrir las necesidades crecientes de la población, para no hablar del socialismo. Esa burocracia, sobre todo en el largo periodo de Brézhnev, habría de convertirse en la nueva derecha de la Unión Soviética y también de los otros países llamados socialistas de Europa dominados por aquélla. Fue una burocracia que ciertamente, como decía Nemchinov, no obtuvo su poder de los ingresos privados de una economía socializada (que más bien fue estatizada), pero que sí obtuvo beneficios y privilegios al ejercer el poder. Fue una burocracia que, impedida para vender las empresas estatales, usufructuaba los beneficios de éstas y de su administración y gestión que, muy probablemente, dado el ambiente de corrupción existente e innegable, capitalizaba para su provecho personal (cuando se confiere a un burócrata el poder de repartir, decía en alguna parte Trotski, nunca se olvida de sí mismo). Las mafias rusas, por ejemplo, y que ahora son famosas por su fuerza económica, no surgieron ni podían surgir por generación espontánea a los pocos meses del vuelco al capitalismo de la URSS. De alguna manera, tenían que haberse gestado anteriormente, en el mercado negro, en los circuitos cerrados de bienes de consumo, en el control de la prostitución y la droga, etcétera. Putin (quien por su paso por la KGB, y posteriormente como director del Servicio Federal de Seguridad —durante el gobierno de Yeltsin— debió saber mucho de lo que ocurría en las altas esferas de la Unión Soviética y de Rusia después) declaró en alguna ocasión, en ese estilo coloquial que a veces lo caracteriza: “¿Acaso creían que la población rusa era indiferente al comportamiento de esos oligarcas que, tras repartirse los bienes del Estado, dirigían sus avionetas cargadas de ‘fulanas’ (blyad) hacia la Costa Azul?” . Aganbeguián explicaba los cambios propuestos por la llamada “refundación” o reestructuración de Gorbachov, conocida como perestroika. Estos cambios, es decir, la perestroika, debían ser acompañados por otras dos políticas muy importantes: la ouskorenie (aceleración) y la glasnost (transparencia y apertura, pero no libertad absoluta de expresión). En su libro, este autor hace un balance de la economía, de la industrialización, de la producción en el campo, de los niveles de vida del pueblo soviético. En todos estos rubros, se detectó una fuerte caída en los anteriores 15 años o más, un gran desperdicio de recursos, irracionalidad administrativa y una dirección altamente centralizada que dictaba medidas económicas y políticas sin conexión con la realidad de cada empresa, koljós, sovjós o con la población semirrural o urbana. Indirectamente, Aganbeguián situó la responsabilidad del fracaso económico, de la baja productividad, de los altos costos para el país y de la disminución de la calidad de vida del pueblo, en la burocracia de más alto rango y en el hecho de que esta burocracia llevaba a cabo una gestión meramente administrativa sin tomar en cuenta a la economía. Asimismo, criticaba que las decisiones se tomaran de manera centralizada y que fueran impuestas. “Los métodos administrativos de gestión –decía–, se han fundado sobre las directivas del plan de Estado que, cada año, es impuesto a la base desde lo alto. Este ha sido el fundamento del sistema de dirección económica por mandato y órdenes. Se tiene la intención de desembarazarse de este sistema y de renunciar a las directivas de un plan impuesto imperativamente” . La perestroika sugería cambiar las cosas y sustituir la gestión administrativa por la económica, bajo criterios de desconcentración y descentralización. Se hacía énfasis en el desarrollo de la democracia económica, la planificación y el centralismo realmente democrático, con transparencia, con libertad de prensa y de expresión, con sindicatos libres, etcétera. ¿En qué consistía la reforma radical de gestión? Aganbeguián contestaba de la siguiente manera: “Ella no consiste en renunciar a tal o cual conquista del socialismo (…) Se trata, ante todo, de respetar principios tales como la supremacía de la propiedad socialista del pueblo entero, el desarrollo planificado y proporcional, la división del trabajo, el principio del centralismo democrático en la organización de la gestión, la intensificación de la producción mercantil y de las relaciones de negocios y monetarias, etcétera” . En otras palabras, modernización científica, tecnológica, de gestión, y democracia y autogestión como condiciones indispensables para la refundación . Al margen de los eufemismos propios de quien fue un funcionario importante en el Estado soviético, queda en claro que las reformas de Gorbachov afectarían enormes intereses de la alta burocracia de ese país. Quienes se sintieron amenazados, sobre todo por la perestroika y por la glasnost, habrían de conformar la principal oposición al gobierno . Esta y otras oposiciones habrían de manifestarse gracias a la demokratizatsiya (una suerte de democratización) que abría las posibilidades de elegir, entre varios candidatos, a quienes debieran ocupar cargos locales en el partido, en el gobierno y en las legislaturas también locales. Estas reformas no permitían, al principio, la formación de partidos, pero poco a poco fueron conformándose grupos políticos tolerados que irían convirtiéndose, algunos de ellos, en nuevos partidos políticos, particularmente a partir de 1988. Los reformistas tendrían mayores oportunidades de expresión y, entre éstos, los liberales, pero también la oposición en las repúblicas de la URSS. Para 1987, hubo movimientos independentistas en las repúblicas del Báltico: Estonia, Lituania y Letonia, no sin respuestas enérgicas del gobierno central. Lo mismo ocurrió en el sur, en las repúblicas transcaucásicas. Las reformas de Gorbachov, al menos formalmente, tenían varias intenciones, unas implícitas y otras explícitas: marginar o neutralizar a la vieja burocracia (lo cual significaba quitarle privilegios) y dar el poder a los tecnócratas (más jóvenes en general), reimpulsar las fuerzas productivas y racionalizar la economía , incentivar la participación de los trabajadores en las decisiones económicas y transparentar, en un ambiente democrático hasta entonces inexistente, la gestión pública. En los hechos, la perestroika conducía a la privatización de la propiedad, a estimular el espíritu empresarial y, desde luego, a terminar con el monopolio estatal de la economía, como explícitamente declaró el mismo Gorbachov a los soldados de Odessa el 18 de agosto de 1990 . En conclusión, Trotski tenía razón al afirmar que si no había cambios sustanciales en la URSS, si el stalinismo continuaba, si no había democracia, si los trabajadores no readquirían el poder, este país regresaría al capitalismo. Así ocurrió. En cuanto Gorbachov aflojó el control sobre los países supuestamente socialistas de Europa, esto es, en cuanto Gorbachov aplicó la “doctrina Sinatra”, llamada así porque se aceptaba que los antiguos satélites de la URSS pudieran desarrollarse in their “own way” (a su manera), el viraje al capitalismo fue una realidad. Otra cosa hubiera pasado si los trabajadores y su vanguardia, una nueva vanguardia, hubieran llevado a cabo la reforma política de que hablaba Trotski un poco antes de su muerte. El autor es profesor-investigador de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, UNAM. Obra reciente: Izquierda e izquierdismo, Siglo XXI Editores, México, 2002.
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F I N
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