EL CASTRO-FASCISMO
EN EL BANQUILLO DE LOS ACUSADOS

La dictadura está contra reloj. Se le acaba el tiempo a los coreógrafos de la tiranía. El espectáculo bochornoso de la impunidad del régimen despótico más antiguo del planeta casi llega a su fin. No porque una vez más se le haya levemente señalado en Ginebra como transgresor, ni porque sea común llamarle ahora por su verdadero nombre. La Historia siempre termina por precisar lo esencial de la verdadera naturaleza de los hechos y comienza a pronunciarse sobre esa estafa atroz que fue el Castrismo. Lo desnuda; lo explica, al exponer gradualmente ante nosotros la carnes íntimas de la mórbida pantomima en que devino esa falsa revolucion social. Una vez más el Castro-Fascismo está sentado en el banquillo de los acusados. No fue un voto contra Cuba, ni un pronunciamiento contra el pueblo cubano. Fue contra el Estado-Policía; contra el Estado-Terrorista; contra el mafioso Cartel de La Habana. Un dedo levantado acusador contra los torturadores, contra los victimarios; contra los secuaces del crimen. Sólo que una vez más se ha descorrido algo del manto bajo el cual se oculta la dictadura.

A FAVOR	EN CONTRA	ABSTENCION
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Paño tejido por una bien aceitada y pagada maquinaria diabólica de propaganda. Una maquinaria sin principios, sin sentimientos, ni ética alguna. Tras ese engañoso y adictivo espejismo se esconde la realidad última del Castrismo: un híbrido, engendro monstruoso, mezcla ingeniosa de discurso marxista, caudillismo latinoamericano y técnicas de control poblacional fascistas. Pero ya se le despoja de sus máscaras, de sus disfraces; se revelan sus cantos de sirena, se exponen sus laberintos y pesadillas. Y ciertamente que la Historia es inexorable. Los tiempos cambian; han cambiado. La escenografía absurda se desploma. El sentido común, la decencia, el pudor y la honestidad gradualmente parecieran como que recobran su compostura. No obstante, los cancerberos de la dictadura se ceban aún con mayor saña en sus inermes víctimas. ¡Como si la aurora de la libertad no estuviese a punto de quebrantar la larga noche de tinieblas! ¿Cuánto tiempo falta para que se les acabe el tiempo? No mucho más. Todos lo sabemos, ellos y nosotros. Hace ya que la canallocracia tiembla en sus guaridas de La Habana.

Editorial
La Nueva Cuba
Abril 17, 2004