La Habana.- La cita "Dios me dijo que atacara a Al Qaeda y la ataqué, y luego me instruyó atacar a Saddam, lo cual hice" encendió en Cuba otro bombillo rojo de alarma casi siempre iluminada durante los últimos 44 años.
Más allá de cualquier análisis teológico, la revelación del presidente de Estados Unidos, George W. Bush, al Haaretz News de Israel para intentar justificar las invasiones a Afganistán e Iraq, fue interpretada en La Habana como un peligroso elemento adicional en la tradicional posición amenazadora de Washington.
El presidente Fidel Castro, quien calificó al mandatario estadounidense de "personaje siniestro", reveló al mismo tiempo investigaciones sobre los antecedentes alcohólicos que pudieron haberle llevado al fundamentalismo religioso.
En el contexto del histórico enfrentamiento de Washington contra la isla, la peligrosidad estriba en que para ordenar una agresión Bush no necesitaría pretextos como el del ataque a las Torres Gemelas o la existencia de armas de exterminio masivo.
De continuar la proyección de la lógica, bastaría con un nuevo mensaje divino: "Dios me dijo que atacara a Cuba y la ataqué", se justificaría después Bush.
La confesión del Presidente de Estados Unidos también debilitó las bases de quienes consideran improbable una agresión a la isla, argumento con que se pretenden descalificar las acciones defensivas tomadas por la nación cubana.
En la conmemoración del Día de la Rebeldía Nacional el pasado 26 de julio, el Jefe de Estado cubano advirtió que las acusaciones del mandatario norteamericano de que el país promueve el turismo sexual y la pornografía infantil tienen "el claro propósito de calumniar a Cuba y justificar las amenazas de agresión".
El incidente que siguió a las declaraciones anticubanas de Bush el pasado 16 de julio podría ser una expresión de que el Presidente de Estados Unidos puede estar confundiendo las lecturas de los mensajes divinos, de la misma forma que equivocó el razonamiento utilizado para atacar la industria turística cubana.
Interrogados acerca de la sustentación de Bush sobre el turismo sexual, funcionarios norteamericanos revelaron que se basó en una investigación de Charles Trumbull, estudiante de Derecho de la Universidad norteamericana de Vanderbilt.
Resulta que Trumbull aseguró posteriormente que el mandatario estadounidense tergiversó una frase de su trabajo, en el cual expresó que la prostitución tuvo un alza repentina en Cuba debido a la crisis económica provocada por el desmantelamiento de la Unión Soviética.
El estudiante recordó que la Revolución declaró ilegal esa práctica al asumir el poder en 1959, al tiempo que el Presidente cubano subrayó que antes de esa fecha alrededor de 100 mil mujeres ejercían la prostitución de forma directa o indirecta por pobreza, discriminación y falta de empleo.
Trumbul explicó que las autoridades de la isla tomaron severas medidas contra esa práctica y consideró inexacto decir que el Gobierno la promueve.
El propio Fidel Castro indicó que Cuba tiene hoy leyes de protección a la infancia de mucha mayor severidad que las de Estados Unidos.
Para el líder revolucionario cubano, la insistencia de la Casa Blanca en la acusación de la prostitución, pese al desmentido del autor del estudio, corresponde al tipo de enfoque fundamentalista de Bush.
"Los datos, los argumentos, las verdades, los razonamientos, las realidades sobran y lo único determinante es la idea que él (Bush) tenga, o le convenga sobre un tema en particular", expresó Fidel Castro.
Para explicar esta conducta, el mandatario cubano se sustentó en una investigación del doctor Justin A. Frank, según el cual el patrón generado por el pasado alcohólico de Bush está detrás del hábito de culpar a otros y negar la responsabilidad.
Las dudas sobre las capacidades de exegeta de Bush llevaron a Fidel Castro a sugerirle verificar primero, si recibiera pretendidas instrucciones de Dios para atacar a Cuba y evitar así lo que calificó de un colosal error.
"El debería cerciorarse de la autenticidad de cualquier mandato bélico divino, consultándolo con el Papa y otros prestigiosos dignatarios y teólogos de las iglesias cristianas, preguntándoles qué opinan", sugirió el líder cubano.
Vestido con el tradicional uniforme verde oliva y sus grados de Comandante en Jefe, el Presidente cubano ratificó la determinación repetida durante casi 45 años de resistir cualquier agresión:
"Salve, César, pero esta vez añado: ¡los que estamos dispuestos a morir no tememos a tu enorme poder, tu ira irrefrenable ni tus peligrosas y cobardes amenazas contra Cuba!", expresó el líder cubano; advertencia dirigida tanto a un presunto mandato divino como a una decisión por ambición terrenal.
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