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Respuesta  Mensaje 1 de 1 en el tema 
De: amigosmios_un챠os  (Mensaje original) Enviado: 25/12/2004 19:24

HASTA LA VICTORIA SIEMPRE 

O  nosotros somos capaces de destruir

con argumentos las ideas contrarias,

o debemos dejar que se  expresen.

att.

No es posible destruir ideas por la fuerza,

porque esto bloquea cualquier desarrollo

libre de la inteligencia."

att.

EL SOCIALISMO Y EL HOMBRE

Por: Doctor y Revolucionario ````

  Lo dif¡cil de entender, para quien no viva la experiencia de la
   revoluci¢n, es esa estrecha unidad dial‚ctica existente entre el
   individuo y la masa, donde ambos se interrelacionan y, a su vez,
   la masa, como conjunto de individuos, se interrelaciona con los
   dirigentes.

Intentar‚, ahora, definir al individuo, actor de ese extra¤o y
   apasionante drama que es la construcci¢n del socialismo, en su
   doble existencia de ser £nico y miembro de la comunidad.

En este período de construcción del socialismo podemos ver el
   hombre nuevo que va naciendo. Su imagen no está todavía acabada;
   no podría estarlo nunca ya que el proceso marcha paralelo al
   desarrollo de formas económicas nuevas. Descontando aquellos cuya
   falta de educación los hace tender al camino solitario, a la
   autosatisfacción de sus ambiciones, los hay que aun dentro de este
   nuevo panorama de marcha conjunta, tienen tendencia a caminar
   aislados de la masa que acompañan. Lo importante es que los
   hombres van adquiriendo cada día más conciencia de la necesidad de
   su incorporación a la sociedad y, al mismo tiempo, de su
   importancia como motores de la misma.

Ya no marchan completamente solos, por veredas extraviadas, hacia
   lejanos anhelos. Siguen a su vanguardia, constituida por el
   partido, por los obreros de avanzada, por los hombres de avanzada
   que caminan ligados a las masas y en estrecha comunión con ellas.
   Las vanguardias tienen su vista puesta en el futuro y en su
   recompensa, pero esta no se vislumbra como algo individual; el
   premio es la nueva sociedad donde los hombres tendrán
   características distintas: la sociedad del hombre comunista.

El camino es largo y lleno de dificultades. A veces, por extraviar
   la ruta, hay que retroceder; otras, por caminar demasiado aprisa,
   nos separamos de las masas; en ocasiones por hacerlo lentamente,
   sentimos el aliento cercano de los que nos pisan los talones. En
   nuestra ambición de revolucionarios, tratamos de caminar tan
   aprisa como sea posible, abriendo caminos, pero sabemos que
   tenemos que nutrirnos de la masa y que ésta solo podrá avanzar más
   rápido si la alentamos con nuestro ejemplo.

En el campo de las ideas que conducen a actividades no
   productivas, es más fácil ver la división entre la necesidad
   material y espiritual. Desde hace mucho tiempo el hombre trata de
   liberarse de la enajenación mediante la cultura y el arte. Muere
   diariamente las ocho y más horas en que actúa como mercancía para
   resucitar en su creación espiritual. pero este remedio porta los
   gérmenes de la misma enfermedad.: es un ser solitario el que busca
   comunión con la naturaleza. Defiende su individualidad oprimida
   por el medio y reacciona ante las ideas estéticas como un ser
   único cuya aspiración es permanecer inmaculado.

El socialismo es joven y tiene errores.
   No hay artistas de gran autoridad que, a su vez, tengan gran
   autoridad revolucionaria. Los hombres del Partido deben tomar esa
   tarea entre las manos y buscar el logro del objetivo principal:
   educar al pueblo.

Las grandes multitudes se van desarrollando, las nuevas ideas van
   alcanzando adecuado ímpetu en el seno de la sociedad, las
   posibilidades materiales de desarrollo integral de absolutamente
   todos sus miembros, hacen mucho más fructífera la labor. El
   presente es de lucha, el futuro es nuestro.

Resumiendo, la culpabilidad de muchos de nuestros intelectuales y
   artistas reside en su pecado original; no son auténticamente
   revolucionarios. Podemos intentar injertar el olmo para que dé
   peras, pero simultáneamente hay que sembrar perales. Las nuevas
   generaciones vendrán libres del pecado original. Las posibilidades
   de que surjan artistas excepcionales serán tanto mayores cuanto
   más se haya ensanchado el campo de la cultura y la posibilidad de
   expresión. Nuestra tarea consiste en impedir que la generación
   actual, dislocada por sus conflictos, se pervierta y pervierta a
   las nuevas. No debemos crear asalariados dóciles al pensamiento
   oficial ni «becarios» que vivan al amparo del presupuesto,
   ejerciendo una libertad entre comillas. Ya vendrán los
   revolucionarios que entonen el canto del hombre nuevo con la
   auténtica voz del pueblo. Es un proceso que requiere tiempo.

No se trata de cuántos kilogramos de carne se come o de cuántas
   veces por año se pueda ir alguien a pasearse en la playa, ni de
   cuántas bellezas que vienen del exterior puedan comprarse con los
   salarios actuales. Se trata, precisamente, de que el individuo se
   sienta más pleno, con mucha más riqueza interior y con mucha más
   responsabilidad. El individuo de nuestro país sabe que la época
   gloriosa que le toca vivir es de sacrificio; conoce el sacrificio.
   
Dentro del país, los dirigentes tienen que cumplir su papel de
   vanguardia; y, hay que decirlo con toda sinceridad, en una
   revolución verdadera a la que se le da todo, de la cual no se
   espera ninguna retribución material, la tarea del revolucionario
   de vanguardia es a la vez magnífica y angustiosa.

Déjeme decirle, a riesgo de parecer ridículo, que el
   revolucionario verdadero está guiado por grandes sentimientos de
   amor. Es imposible pensar en un revolucionario auténtico sin esta
   cualidad. Quizás sea uno de los grandes dramas del dirigente; éste
   debe unir a un espíritu apasionado una mente fría y tomar
   decisiones dolorosas son que se contraiga un músculo. Nuestros
   revolucionarios de vanguardia tienen que idealizar ese amor a los
   pueblos, a las causas más sagradas y hacerlo único, indivisible.
   No pueden descender con su pequeña dosis de cariño cotidiano hacia
   los lugares donde el hombre común lo ejercita.

En esas condiciones, hay que tener una gran dosis de humanidad,
   una gran dosis de sentido de la justicia y de la verdad para no
   caer en extremos dogmáticos, en escolasticismos fríos, en
   aislamiento de las masas. Todos los días hay que luchar porque ese
   amor a la humanidad viviente se transforme en hechos concretos, en
   actos que sirvan de ejemplo, de movilización.

Claro que hay peligros presentes en las actuales circunstancias.
   No sólo el del dogmatismo, no sólo el de congelar las relaciones
   con las masas en medio de la gran tarea; también existe el peligro
   de las debilidades en que se puede caer. Si un hombre piensa que,
   para dedicar su vida entera a la revolución, no puede distraer su
   mente por la preocupación de que a un hijo le falte determinado
   producto, que los zapatos de los niños estén rotos, que su familia
   carezca de determinado bien necesario, bajo este razonamiento deja
   infiltrarse los gérmenes de la futura corrupción.

En nuestro caso, hemos mantenido que nuestros hijos deben tener y
   carecer de lo que tienen y de lo que carecen los hijos del hombre
   común; y nuestra familia debe comprenderlo y luchar por ello. La
   revolución se hace a través del hombre, pero el hombre tiene que
   forjar día a día su espíritu revolucionario.

Sabemos que hay sacrificios delante nuestro y que debemos pagar un
   precio por el hecho heroico de constituir una vanguardia como
   nación. Nosotros, dirigentes, sabemos que tenemos que pagar un
   precio por tener derecho a decir que estamos a la cabeza del
   pueblo que está a la cabeza de América. Todos y cada uno de
   nosotros paga puntualmente su cuota de sacrificio, conscientes de
   recibir el premio en la satisfacción del deber cumplido,
   conscientes de avanzar con todos hacia el hombre nuevo que se
   vislumbra en el horizonte.

Permítame intentar unas conclusiones:
   
     Nosotros, socialistas, somos más libres porque somos más plenos;
     somos más plenos por ser más libres.
     El esqueleto de nuestra libertad completa está formado, falta la
     sustancia proteica y el ropaje; los crearemos.
    Nuestra libertad y su sostén cotidiano tienen color de sangre y
     están henchidos de sacrificio.
  Nuestro sacrificio es consciente; cuota para pagar la libertad
     que construimos.
     El camino es largo y desconocido en parte; conocemos nuestras
     limitaciones. Haremos el hombre del siglo XXI: nosotros mismos.
     Nos forjaremos en la acción cotidiana, creando un hombre nuevo
     con una nueva técnica.
     La personalidad juega el papel de movilización y dirección en
     cuanto que encarna las más altas virtudes y aspiraciones del
     pueblo y no se separa de la ruta.
     Quien abre el camino es el grupo de vanguardia, los mejores
     entre los buenos, el Partido.
     La arcilla fundamental de nuestra obra es la juventud, en ella
     depositamos nuestra esperanza y la preparamos para tomar de
     nuestras manos la bandera.
     Si esta carta balbuceante aclara algo, ha cumplido el objetivo
     con que la mando.
    
Reciba nuestro saludo ritual, como un apretòn de manos o un "Ave Mar¡a Pur¡sima." Patria o muerte,VENCEREMOS.

La vida no es un pasillo recto y fácil...
por el que viajamos libres y sin obstáculos,
sino un laberinto de pasajes
en el que debemos hallar nuestro camino,
perdidos y confundidos, una y otra vez,
atrapados en un callejón sin salida.
 

  • Kennedy Parrilla P.

HASTA LA VICTORIA SIEMPRE.

PATRIA O MUERTE,VENCEREMOS.

 


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