6.-La globalización puede definirse como un proceso objetivo propio del desarrollo del modo capitalista de producción, particularmente en su fase imperialista. La entendemos como la tendencia hacia la internacionalización del capital en una fase del desarrollo de las fuerzas productivas en cuyo centro está la revolución científica y tecnológica. Y, al mismo tiempo, por las condiciones en que se produce, es un proceso mediante el cual el imperialismo se propone someter el mundo recurriendo al neoliberalismo y al neocolonialismo. Expresa un proceso dual: de un lado está asociada a la expansión capitalista e imperialista, cuya artillería pesada es el capital financiero y especulativo y que se beneficia del monopolio de las conquistas tecnológicas y científicas alcanzadas; del otro, señala los límites del capitalismo para encontrar solución a los problemas de la humanidad y alcanzar el equilibrio del ser humano y su entorno medioambiental, precisamente en una situación en la cual están maduras las condiciones para lograrlo. Con la globalización neoliberal la riqueza se concentra en pocos monopolios cuyos tentáculos se extienden por todo el mundo, y sus beneficios alcanzan al 20 por ciento de la humanidad al mismo tiempo que se excluye al 80 por ciento restante, condenada al atraso, la pobreza, la marginación y la expoliación.
El concepto globalización fue oficializado en la década pasada por Bhutros Gali, entonces Secretario General de la ONU. La globalización vincula la realidad interna de cada país con su contexto externo mediante la expansión del comercio, la integración financiera, las operaciones transnacionales de las empresas, el desarrollo de la información. Este fenómeno premonitoriamente anticipado por Marx en el Manifiesto Comunista, ha cobrado su más alta expresión gracias a los desarrollos de la tercera revolución científico - tecnológica como son la comunicación en tiempo real, la microelectrónica, la cibernética, la informática, el acortamiento de las distancias por el avance en los medios de transporte, el desarrollo de nuevos materiales que sustituyen las materias primas y la biogenética. Para usufructuar los avances de la globalización entendida en esos términos, el capital imperialista ha desarrollado un conjunto de estrategias y políticas que van desde la imposición del pensamiento único y la asunción del rol de gendarmes mundiales por los Estados Unidos y sus socios europeos nucleados en la OTAN, hasta la eliminación de barreras comerciales a fin de abrir nuevos mercados, el desarrollo del sistema financiero que busca valorizar ingentes capitales que no encuentran como invertirse productivamente o el uso cínico y prepotente de la deuda externa para extorsionar y someter países y regiones enteras. Con todo, no logra sino exacerbar las contradicciones del propio sistema cuyos principales resultados a la vista son el caos financiero internacional, la creciente marginalización en la que se encuentra el 80% de la población mundial que vive en países del tercer mundo, la sistemática destrucción del medio ambiente, la ruina en masa de industrias enteras como se observa en América Latina, arrastrando con ella la desocupación generalizada, el subempleo, la precariedad, la sobreexplotación del trabajo. También importantes bolsones de grupos desfavorecidos al interior de los propios países imperialistas y demás países capitalistas desarrollados.
Pese a que continuamos viviendo la época del imperialismo y la revolución proletaria, es un hecho objetivo que el mundo ha cambiado como resultado de la globalización. Ello no nos lleva de ningún modo a aceptar la estrategia y las políticas que el imperialismo nos impone a fin de beneficiarse de tal proceso. Por el contrario, abogamos por una inserción en el mundo actual en los términos y condiciones que más convengan al desarrollo de nuestro país y nuestro pueblo, desde una visión de país de desarrollo autocentrado, integrándonos con el resto de países del tercer mundo, en particular con los de América Latina que luchan por un orden económico mundial justo y equitativo. Un mundo distinto al que ofrece el capitalismo es posible; o mejor todavía, es indispensable, si queremos salvar a la humanidad del desastre al que lo arrastra irremediablemente. Ese mundo no es otro que el socialismo que coloca en el centro al ser humano, su destino, su relación equilibrada con su medio ambiente.
7.- Las contradicciones entre el capital y el trabajo, entre el capitalismo y el socialismo, entre el imperialismo y los pueblos del Tercer Mundo, y entre los propios países imperialistas y los conglomerados monopólicos en su rivalidad por mercados y zonas de influencia, en lugar de atenuarse se agudizarán en el futuro. Los síntomas son muy claros al respecto. Sus formas pueden adquirir nuevos tonos pero la esencia se mantiene inalterable. Las clases y la lucha de clases no han perdido sentido ni el proletariado deja de existir con los avances tecnológicos, como sostienen ideólogos trasnochados del capitalismo. Pueden producirse cambios de forma, y de hecho es así, pero no cambia su naturaleza. El socialismo no está terminado ni han desaparecido las condiciones objetivas que lo sustentan. Son ilusorias teorías como âel fin de la historiaâ o âde las ideologíasâ. El neoliberalismo es también una ideología, sólo que reaccionaria y antihistórica. De otro lado, el imperialismo cobra hoy dimensiones que no las tuvo en el pasado, y el imperialismo norteamericano se ha convertido en el imperio más poderoso de la historia, sin rivales por el momento, cuya prepotencia y apetitos desbocados no tienen parangón. Y, sin embargo, como la historia también ha demostrado, su momento de gloria es al mismo tiempo el inicio de su decadencia y de la presencia de contradicciones y tensiones que terminarán por agotar su poderío. Las naciones y los estados soberanos, el derecho a la independencia, la autodeterminación y el patriotismo de los pueblos, no pierden validez. Ocurre más bien todo lo contrario: se reforzarán en los años venideros como un rechazo de los pueblos, naciones y países al globalismo imperialista. La pretendida seguridad norteamericana abarca todo el globo terrestre, y gruñe amenazando intervenir punitivamente donde sus intereses o su prepotencia lo requieran -contando con el aval de organismos internacionales que se someten a sus dictados-, pero no tolera que nadie intervenga en sus asuntos internos ni ponga el pie en su territorio. En esto reside la hipócrita democracia, libertad y derechos humanos que predica y no pocos incautos aceptan.
8.- La formación de grandes bloques políticos y económicos no cambia la esencia del fenómeno; señala más bien la preparación para futuras confrontaciones. Es verdad que se alejan las posibilidades de una nueva guerra mundial, pero la terminación de la Guerra Fría no ha traído la paz en el mundo. Subsisten cerca de 60 conflictos regionales y locales, y nada indica que esta situación se modificará en el futuro. Hoy día se destinan 800,000 millones de dólares a un armamentismo que carece de sentido, de ellos 250,000 millones corresponden a los Estados Unidos. Después de acabado el Pacto de Varsovia ¿Qué sentido tiene la permanencia de la OTAN y cómo justificar su expansión a la parte oriental de Europa? Es completamente inaceptable el rol de patrón del orden internacional que se ha impuesto el imperialismo norteamericano, disponiendo sus fuerzas de intervención donde sus intereses lo exigen, atropellando la soberanía de las naciones, instrumentando organismos internacionales para tal fin, ejerciendo el papel de matón universal.
9.- El mundo se está convirtiendo en un enorme mercado en feroz disputa por monopolios y potencias imperialistas que no admiten fronteras fuera de las suyas, sobre todo en el Tercer Mundo. Devorándose unos a otros, fusionándose, se vienen construyendo gigantescas transnacionales que todo lo someten a sus dictados, imponiéndose sobre países y gobiernos, subordinando a su lógica el destino de pueblos enteros, dejando en ridículo la llamada libertad de mercado. No puede haber tal libertad de mercado donde predomina el capital monopólico y donde la globalización se convierte en el instrumento del cual se sirven para meter las manos donde sus intereses los llaman. Mientras exigen a los países del Tercer Mundo fronteras abiertas, desregulan, privatizan y reprimarizan sus economías, se adueñan de sus recursos naturales, imponen un modelo de crecimiento basado en la mano de obra barata, una moneda infravalorada, importaciones a ultranza en un mercado que se satura de continuo, tipos de interés elevados para atraer a inversores especulativos. Además depredan y saquean los recursos naturales, intensifican la sobreexplotación del trabajo, desmantelan la función social del Estado al mismo tiempo que desconocen su rol promotor de estrategias de desarrollo acordes con las realidades de cada país. Todo ello muchas veces en el marco de gobiernos autoritarios y en nombre de una globalización unilateralmente concebida. Mientras tanto los estados y países imperialistas no renuncian a ese rol, ni abren indiscriminadamente sus mercados, ni eliminan subsidios, ni permiten el libre mercado de trabajo, ni dejan de asumir su rol directriz al servicio del gran capital.
10.- En los últimos 30 años, el 20 por ciento de la población más rica ha incrementado su porción del ingreso total mundial de 70 por ciento a 85 por ciento, en tanto que el 20 por ciento más pobre ha registrado un descenso pasando de 2.3 por ciento a apenas l.4 por ciento del total mundial. Las 7 potencias industriales del mundo (EE.UU., Japón, Alemania, Francia, Inglaterra, Italia y Canadá) y sus socios más próximos, controlan el 8l.2 por ciento del comercio mundial, el 94.6 por ciento de los préstamos, el 80.5 por ciento de las inversiones mundiales. Consumen, a su vez, el 70 por ciento de la energía mundial, el 75 por ciento de los metales, el 60 por ciento de los alimentos del planeta. Este puñado de países es también responsable directo del 80 por ciento del deterioro del medio ambiente que, de continuar, amenaza el futuro mismo de la humanidad. Se calcula que a nivel mundial el 40 por ciento del comercio se realiza entre las mismas transnacionales, y no en el mercado libre. El corazón del conglomerado monopólico mundial ( 37,000 transnacionales) lo constituyen 2OO de ellos. Ninguno radica en América Latina ni en Ãfrica. Tenemos así que un pequeño grupo de países y de monopolios transnacionales gigantescos bajo hegemonía de Estados Unidos, controlan la producción, las finanzas y el comercio, el poder militar, la ciencia y tecnología, los medios de comunicación y la cultura, y se han propuesto imponer al mundo sus valores y modo de vida como parte de la globalización del capital y de su hegemonía universal. Son ellos quienes manejan, de hecho, las decisiones de organismos internacionales como el Consejo de Seguridad de la ONU, la Organización Mundial del Comercio (OMC), el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial (BM), la OCDE, la OTAN. Todos ellos cumplen funciones normativas y de imposición coercitiva, e intervienen a su antojo premunidos con el chantaje de la deuda externa, promoviendo una especulación financiera universal desenfrenada, una globalización aplastante que todo lo somete al arbitrio de las potencias hegemónicas y un neoliberalismo ciego, cada vez más incontrolable, que hacen más vulnerables las economías de los países en desarrollo. Es indispensable sustituir este viejo orden mundial basado en la fuerza y al servicio de unos pocos, por un nuevo orden mundial basado en la justicia, la equidad y el beneficio mutuo, el respeto a la soberanía e integridad territorial, la no intervención y coexistencia pacífica entre los estados.
11.-El imperialismo norteamericano en particular, ejerce sobre países como el nuestro no sólo una dominación económica y política sino también cultural. Se propone domesticar y alienar la conciencia de los pueblos a fin de asegurar su hegemonía; para ello se vale de los más diversos medios que le proporcionan los avances de la tercera revolución científico-técnica: impresos, cine, radio, televisión, internet, etc., además de un ilusorio nivel de vida fundado en el derroche y el consumismo. El modelo norteamericano excluye las más diversas manifestaciones culturales de los pueblos, así como las expresiones culturales críticas elaboradas en su propio país.
Todos los mensajes culturales del imperialismo, tanto los que tienen que ver con disciplinas sociales como las del arte y el entretenimiento, promueven valores en función de su forma de pensamiento, costumbres, hábitos y tienden a legitimar su dominación neocolonial. Sus mensajes son agresivos y violentos, al extremo de rendir culto a la irracionalidad, al individualismo extremo, al pragmatismo ultrautilitario. Atentan contra formas culturales históricamente solidarias que han existido por siglos en pueblos como los nuestros.
Asimismo, dentro del quehacer cultural, el imperialismo se propone lograr mercados para sus productos culturales. En esa medida tiene claros objetivos económicos. La industria de la comunicación, la información, el entretenimiento y la publicidad son actividades que producen enormes ganancias a los propietarios de las empresas. Los monopolios de la informática y el entretenimiento se han fortalecido, y son cada vez más poderosos e influyentes. «De entre los 400 americanos más ricos, el porcentaje de aquéllos que obtienen su riqueza en los medios de comunicación ha subido de 9.5 % en 1982 a 18 % en 1989» Esta tendencia ha ido incrementándose. También se han conformado verdaderas alianzas multinacionales en las empresas culturales, como para demostrar que los intereses del capital transnacional están por encima de cualquier otro interés que no sea la ganancia. Según datos de la UNCTAD â en 1985, el mercado mundial de tecnología de la información equivalía a 745,000 millones de dólares. Diez años después ascendió a dos billones de dólares. Alrededor de 90 por ciento corresponde al mundo altamente industrializado: Estados Unidos, Europa Occidental y Japón. Al resto le queda el 10 por ciento. Unas 20 empresas realizan el 70 por ciento de los negocios de la actividad. De ellas 10 son estadounidenses, seis japonesas, una de Alemania, Francia, Italia y Gran Bretaña» respectivamente.