Hobbsbawn tendría también que revisar y actualizar sus propuestas, ¿no crees? El mundo ha cambiado mucho desde que publicó "La era del capital", o así lo veo yo al menos. Blair ha transformado al laborismo y lo ha convertido en una fuerza actualizada y flexible.
En cuanto a Bush, no me va su faceta de fundamentalismo religioso, ya que no soy creyente, pero es el único que planta cara decididamente al terrorismo islamista, ante el que no valen claudicaciones ni componendas. La izquierda lo ha declarado enemigo público número uno olvidando muchas cosas, de las cuales voy a señalarte dos fundamentales.
La primera, que él es un presidente democrático, no un dictador vitalicio; le dan demasiada importancia a su persona y el hecho es que de aquí a menos de 4 años dejará la presidencia y se irá a su casa. Si la oposición quiere otra política en los USA, lo que tiene que hacer es concentrarse en ir preparando a un candidato con más pegada que la caquita dentífrica de Kerry, y no perder el tiempo demonizando a alguien que no puede ser reelegido.
La segunda es que no se puede combatir eficazmente la política de Bush sin dar alternativas prácticas y eficaces a la guerra antiterrorista. Lo de la "alianza de civilizaciones" no es sino una chorrada idílica para hacer reir a Ben Laden. Y Occidente necesita garantías de mantenimiento de los suministros de petróleo, sea como sea.
Es a esto a lo que yo me refería. Para criticar eficazmente a Bush hay que enfrentarle alternativas pragmáticas. Oponer a su fundamentalismo cristiano otro fundamentalismo, como el de la izquierda, que se limita a multiplicar bellos discursos de principios sin dar soluciones concretas a los problemas reales, es como el diálogo de la sartén y el caldero. No basta con predicar, que está muy bonito para emocionar a las damas sensibles, pero de nada más sirve; hay sobre todo que dar trigo. Es decir, petróleo. Si no se quiere por ese camino, pues tienen que buscar otro que alcance el mismo objetivo sin necesidad de la guerra.
Pero yo estoy absolutamente convencido de que la inmensa mayoría de la población en los países desarrollados no está dispuesta a retroceder 40 o 50 años en su nivel de vida ni por Cristo ni por Marx ni por Alá ni por nada. Y el oficio de los políticos -de izquierdas, de derechas o de la cara oculta de la luna- consiste en buscar la manera de hacer posible lo que desean los ciudadanos, por unos u otros caminos. Que hagan su trabajo, pues, y que se dejen de prédicas de cara a la galería.