 | | Henry Alfredo Calaña Matos | | | Aquellos primeros pasos dados con apenas nueve meses, las tempranas palabras pronunciadas y ese uno, algo viradito, dibujado precozmente por él en ocasión de su primer cumpleaños, bastaron para completar la felicidad surgida desde el mismo nacimiento de Henry, pues más allá del orgullo familiar, razón tenía la abuela cuando al contemplarlo repetía: âpero si parece un muñeco de pelucheâ. Mas, inesperadamente aparecieron las inexplicables complicaciones. Cada día le resultaba más difícil andar, y mientras no aparecía un diagnóstico médico satisfactorio, en toda la familia crecían el pesimismo, la tristeza y el dolor, ya que sólo para evitar que los pies se le viraran el niño pasó dos años durmiendo con zapatos especiales indicados por el ortopédico. “Vivíamos entonces en Holguín –recuerda Blanquita, su madre--, y así como en mi trabajo de cuadro civil de las FAR tenía la mayor comprensión de jefes y compañeros, todos los centros de salud necesarios estuvieron a nuestra disposición, hasta llegar al Instituto Nacional de Neurología y Neurocirugía, en Ciudad de La Habana, para descartar si el problema era genético”. Fueron dos años de constantes viajes a la capital con ingresos en un centro que a casi 15 años sigue en los corazones de Henry y Blanquita, por la esmerada asistencia de competentes especialistas que realizaron los costosos estudios, el trato de quienes brindaban atención al paciente y sus juguetes del cumpleaños colectivo mensual, así como el correspondiente trato a la madre acompañante. Una afección neurológica que lamentablemente no tiene tratamiento en el país ni en el exterior, fue el diagnóstico que transformó la vida de Henry Alfredo Calaña Matos, ya que la progresiva discapacidad generada por una atrofia muscular en los miembros inferiores del niño, entonces con apenas ocho años de edad, lo condenaba de por vida a una silla de ruedas. CONFIANZA EN LA REVOLUCIÓN Con el cielo comprimiéndola contra la tierra y pese a las facilidades que en estos casos brinda el Estado cubano (incluyendo la asignación de un maestro en casa), la madre decidió seguir los consejos de los especialistas de que atendiendo al desarrollo intelectual de Henry lo tratara como a un niño normal, opción donde enfrentaría no pocas incomprensiones y múltiples obstáculos de accesibilidad al medio físico. “Desde la primaria hasta los estudios superiores jamás tuve dificultades docentes –señala Henry-, y ahí están mis calificaciones que culminan con cinco puntos en la discusión de la tesis “El principio de oralidad en la solución de los conflictos civiles”, una investigación con la cual me diplomé de Licenciado en Derecho el 28 de junio del pasado año, en la Universidad de Oriente. âEn honor a la verdad âagrega-, siempre fui uno más en asistencia y participación en clases, para lo cual primero mi madre me llevaba a la escuela en esta misma silla de ruedas, y luego fue la Universidad, con varios miles de kilómetros acumulados en cinco años sobre un rústico triciclo, desde mi casa a ese centro, donde mis compañeros me subían cargado dos o tres niveles hasta las aulas de la Facultad de Derechoâ. Gabriel García, hoy oficial del MININT; Hermes Alejandro López, a punto de licenciarse en Economía; su condiscípulo Reynaldo Tarragó, y otros amigos especiales como su hermano Orestes, fueron los âcómplicesâ en estos traslados, el autoestudio, en las pruebas de aptitud e ingreso a la carrera, en la pasión por el dibujo a creyón, en las fiestas hasta el amanecer y las salidas con novias. “El mayor problema siempre radicó en el transporte, dada la dependencia de mi madre (aún trabajadora de las FAR), o de mis compañeros, y las dificultades en los días de adversidades climáticas, de ahí que además de agradecerle a Fidel la posibilidad de realizarme en nuestra sociedad socialista, de corazón considero a Raúl como un padre, pues su ayuda para resolver un transporte resultó decisiva en el último año de la carrera y para cumplir ahora con mi trabajo”. Desde hace año y medio Henry se desempeña como especialista del Departamento de Atención a la Población en la Dirección Provincial de la Vivienda, en Santiago de Cuba, donde junto a la satisfacción por las orientaciones y el apoyo moral que brinda a las personas en este delicado tema, se considera apto para desempeñar una asesoría jurídica en ese o cualquier otro organismo. “Cada día lo dejo en la oficina y salgo pensando qué habría sido de nosotros sin la Revolución –enfatiza Blanquita-, pues nací en Punta de Maisí, allí la guardia batistiana quemó mi casa al saber que papá se había alzado con los rebeldes, y luego muy joven lo perdí a causa de la tuberculosis contraída en las celdas del Vivac de Santiago de Cuba, donde lo encarceló la tiranía. Por eso realmente creo que Henry es tan hijo de la Revolución como mío”. |