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General: Nuestro anarquismo (uruguay)
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De: RudolfRocker1  (Mensaje original) Enviado: 17/04/2006 16:34


Nuestro
anarquismo


Reproducimos una declaración de principios redactada por los compañeros
del Grupo de Estudio y Acción Libertaria (G.E.A.L.) de Montevideo tomada de su
revista “Opción libertaria”.


Contra el Poder
Concebimos el anarquismo como un movimiento que
combate -en terreno político, económico y social- contra la autoridad, ejercida
bien a través de la organización estatal que se sirve de la fuerza coercitiva
del Ejército y de la Policía, bien desde posiciones económicamente privilegiadas
ligadas a la posesión de los medios de producción e intercambio, bien a través
de la sugestión irracional de los dogmas, de los ritos, de los eslóganes o aún
de personalidades particularmente carismáticas.
El anarquismo lucha a fin de
que la estructura de la sociedad se base no en la autoridad, sino en la
solidaridad y en los pactos libremente concertados. Brega por una sociedad
autogestionaria, en la que los resortes federativos, aplicados hasta la
capilaridad, permitan una participación decisoria a todos desde la base. En
otras palabras, defiende la autonomía e integridad de cada persona y de los
organismos variadamente articulados a través de los cuales las personas buscan
asegurar la continuidad de su vida material y espiritual y proteger y ampliar su
propia “humanidad”.


Por un socialismo autogestionario
Propugna pues, el socialismo
autogestionario, y lucha contra el capitalismo privado o estatal. Se opone a
toda forma de gobierno, tratando de conquistar cada vez mayores libertades y de
defender las ya conquistadas; en eso consiste su largo camino (pues se trata más
de un camino que de una meta: ninguna meta se alcanza nunca en su plenitud, pero
marca el rumbo y su presencia es inmanente en cada paso que se da en su
dirección). No se nos escapa que, para que un ideal de convivencia social se
realice sin imposición, no digamos en su integridad, sino en la medida
compatible con las limitaciones de la condición humana, se necesita el apoyo, no
de una simple mayoría, sino de una mayoría arrolladora.


La verdadera modernización
Vivimos en un mundo en rapidísima
transformación, en el que, por un lado tiende a desaparecer el proletariado,
mientras se incrementan las categorías de los técnicos y de los desocupados, y,
por otro, se levantan, pavorosos, los fantasmas del hambre, de la cotaminación,
de las guerras. Al mismo tiempo el hombre ha conquistado el espacio exterior y
las posibilidades de aumentar en forma incalculable la producción. Las únicas
fuerzas que se oponen a la solución, enteramente posible, del problema del
hambre en el mundo y vuelcan sus recursos disponibles en la fabricación de
armamentos que se acumulan peligrosamente, son las mismas contra las que el
anarquismo está en lucha desde siempre: el Estado, el capital, el dogma. Cada
vez más se presentan como las fuerzas de la muerte, mientras el socialismo y la
libertad representan la vida y por lo tanto el camino que tarde o temprano la
humanidad ha de reconocer como suyo, si no quiere correr al
suicidio.
¿Utopía? Puede ser, pero entonces la supervivencia de la humanidad
no es una utopía. De todos modos, la vía del socialismo libertario, de la
autogestión económica y política, es la opción que elegimos y que proponemos,
independientemente de nuestras posibilidades de éxito inmediato, para que, en
los momentos de crisis, haya una experiencia en marcha susceptible de
multiplicarse.


Nuestra revolución
Somos revolucionarios, en cuanto que la sociedad
que queremos construir es radicalmente distinta de la actual, pues opone a la
economía de mercado la solidaridad, a la fuerza el amor, a la jerarquía la
igualdad, a la autoridad la libertad creadora. Estamos en contra del Estado, del
ejército que, siendo parte de él, en todos los países tiende a dominarlo, de la
propiedad explotadora.
Queremos sustituir todo esto por comunidades federadas
de trabajadores libres. Un cambio tan profundo en la historia se llama
revolución. No hay dos revoluciones parecidas, pero tenemos claro nuestro papel
en los acontecimientos que nos toque vivir: no aspiramos a imponer nada, y menos
a la fuerza. Aspiramos a crear, en los espacios libres de esta realidad
pesadillesca, pero poblada de seres que quieren seguir viviendo, una red de
núcleos de autogestión, toda una sociedad alternativa, no para separarnos, no
para buscar nuestra emancipación, sino para ser, en un mundo que todos sentimos
enfermo, algunas de las células vivas, generadoras de futuro. Puede haber, hay
muchas otras (no pretendemos monopolizar la verdad ni la vida), pero todos
están, con distintos nombres y en distinto grado, a veces inconscientemente, en
el camino amplio de la solidaridad socialista y de la libertad.


El acento en la libertad creadora
A la organización coordinadora y
no subordinada de ese mundo alternativo que nace, a su autoconciencia, queremos
contribuir en la medida de nuestras fuerzas. El método depende en parte de las
circunstancias. Pero estamos convencidos de que un movimiento de liberación no
puede emplear en ningún caso, so pena de destruirse, los resortes del dominio.
Donde se ha querido hacer pagar el socialismo al caro precio de la libertad, el
socialismo ha muerto para dar lugar a su antítesis, que usurpa su nombre: un
despotismo, que tiene en el salario un instrumento de directo dominio
estatal.
Por esto, por un lado nos negamos a entrar en el engranaje político
que lleva a posiciones de poder, por otro afirmamos la necesidad de la más
amplia tolerancia en las relaciones entre los seres humanos. Es demasiado lo que
la humanidad no sabe, para que nadie tenga el derecho de forzar la adhesión de
los demás. Contra el dogma, afirmamos el papel liberador de la duda que,
mientras sirve de acicate que no permite descansar en los conocimientos
adquiridos, libera al hombre del peligro de sentirse tutor de los otros hombres.
Estamos hartos de absolutismos más o menos ilustrados.
En la historia del
inmediato futuro, las fuerzas destructivas amenazan prevalecer: empezaron su
obra en gran escala en Hiroshima, y Chernobyl es una macabra advertencia de lo
que puede pasar. Nosotros únicamente queremos destruir barreras, las que impiden
que los frutos de la tierra y del trabajo vayan a saciar el hambre de la parte
más débil de la humanidad, las que encierran y tuercen la creatividad del mayor
número. Pero ponemos el acento en esta creatividad, que es en sí misma una
fuerza. Cultivada por una educación que tendría que ser cada vez más
autoeducación (en este campo hay mucho que hacer), constituye la savia misma de
la vida social. No es la utopía: es la esperanza, que contraponemos a la
resignación cada vez más desesperanzada con que el mundo asiste a la progresiva
fabricación de la muerte.



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