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General: America latina desde abajo y a la izquierda (primera parte)
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De: gambito2010 (Mensagem original) |
Enviado: 10/10/2006 07:38 |
Hola a tod@s: Bueno antes de publicar nada, quiero pedirles una disculpa por no publicarlo en la fecha que se dijo, pero es que la escuela, la novia y el trabajo me traen en chinga loca, pero aqui esta, tarde pero seguro y disfrutenlo. Agradecemos a la Otra Campaña en Nayarit, al Partido de los Comunistas y a la Juventud Comunista de México, la hospitalidad y este espacio para la palabra. Agradecemos también la compañía de miembros del Congreso Nacional Indígena y del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra, con quienes compartimos la demanda de libertad y justicia para las presas y presos de Atenco. El que fue antes el médico de una columna guerrillera, describía de la siguiente forma, algo ocurrido hace 50 años: “Quedé tendido; disparé un tiro hacia el monte siguiendo el mismo oscuro impulso del herido. Inmediatamente me puse a pensar en la mejor manera de morir en ese minuto en que parecía todo perdido. Recordé un viejo cuento de Jack London, donde el protagonista, apoyado en un tronco de árbol se dispone a acabar con dignidad su vida, al saberse condenado a muerte por congelación, en las zonas heladas de Alaska. Es la única imagen que recuerdo. Alguien, de rodillas, gritaba que había que rendirse y se oyó atrás una voz, que después supe pertenecía a Camilo Cienfuegos, gritando: “Aquí no se rinde nadie…” y una palabrota después” (“Pasajes de la Guerra Revolucionaria”). Dos años después de aquel diciembre de 1956, el mismo médico, pero siendo ya Comandante del Ejército Rebelde (o sea un ex médico), condujo a sus tropas a la victoria en una de las páginas más brillantes de la historia militar de América Latina, la Batalla de Santa Clara, destrozando la columna vertebral del ejército del dictador Batista en la víspera del triunfo de la Revolución Cubana. El nombre de aquel médico, y después comandante, era Ernesto Guevara de la Serna, quien tiempo después sería conocido en todo el mundo como el Ché Guevara. Y, 50 años después de aquel combate de Alegría de Pío, las palabras de Camilo Cienfuegos siguen alimentando el andar y luchar de esa solitaria estrella de dignidad que brilla en el Caribe: Cuba. A lo largo de esta mezcla de dolor y esperanza que es América Latina, las palabras de Camilo Cienfuegos también se han repetido y hecho convicción y camino. Y mucho tiempo antes, cuando el castellano no dominaba la palabra de estos suelos, la firmeza en la resistencia y la lucha tenía la voz del Purépecha, del Mayo, del Seri, del Yaqui, del Cora, del Wixaritari, del Rarámuri, del Nahuátl, del Pápago, del Pima, del Tepehua, del Kikapú, del Kiliwa, del Kumiai, del Paipai La resistencia frente al dominio del poderoso habló también en la lengua de los pueblos Aguacateco, Amuzgo, Cakchiquel, Chatino, Chichimeca, Chinanteco, Chocho, Chontal, Chuj, Cochimi, Cucapá, Cuicateco, Guarijío, Huasteco, Huave, Ixcateco, Ixil, Jacalteco, Maya, Popoloca, Quiché, Solteco, Tacuate, Tepehuan, Tlapaneco, Kanjobal, Kekchí, Lacandón, Matlatzinca, Mazahua, Mixe, Mixteco, Motozintleco, Ocuilteco, Opata, Ñah ñú-otomí, Pame, Popoluco, Triqui, Zapoteco, Totonaco. Y en las montañas del sureste mexicano tuvo canto de lucha en la palabra del Tzeltal, del Tzotzil, del Tojolabal, del Chol, del Zoque y del Mame en las comunidades indígenas que después sumarían a su nombre el de “zapatistas”. Y esta palabra pretendió ser ignorada por españoles, norteamericanos, franceses, británicos, japoneses, koreanos, y las distintas banderas con las que el dinero ha cubierto su afán de destrucción y ganancias. Hay un documento por ahí, ignorado por las modas intelectuales recientes, que entre otras cosas, presenta una muy completa lección de historia, La II Declaración de la Habana. En ella se dice “Treinta y dos millones de indios vertebran –tanto como la misma Cordillera de los Andes – el continente americano entero. Claro que para quienes la han considerado casi como una cosa, más que como una persona, esa humanidad no cuenta, no contaba y creían que nunca contaría.” (II Declaración de La Habana. 1962). Que los poderosos del continente no contaran con los pueblos indios no es de extrañar. Pero el reproche alcanza también a la izquierda ortodoxa latinoamericana. La que, todavía hasta el día de hoy, sigue sin contar a los pueblos indios con su propia identidad, su historia, su cultura, su tradición de rebeldía. Aún después de las luminosas lecciones de los indígenas en Chile, en Bolivia y en el Ecuador; después de las lecciones de dignidad de los pueblos originarios en la presuntuosa Unión Americana; después de los ejemplos de construcción de alternativas anticapitalistas en la organización social de los pueblos indios de México; aún después del alzamiento de los indígenas zapatistas, justo cuando, sobre los escombros del Muro de Berlín y del campo socialista en Europa, el poderoso declaraba la culminación de los tiempos con él arriba y dominando; aún después de todo esto, los indígenas mexicanos siguen sin contar para un importante sector de las organizaciones políticas de izquierda de nuestro país. Como no cuentan, tampoco, los esfuerzos anticapitalistas y autogestionarios de cultura e información, de grupos y colectivos de jóvenes anarquistas y libertarios. Pero las grandes transformaciones sociales, las que cambian radicalmente la faz del mundo, se hacen sin el permiso de manuales y de esquemas tan cuadrados como el pensamiento de quienes los hacen, difunden y defienden. Nosotros, los pueblos zapatistas, somos pueblos indios de México, y lo somos también de América. En esa patria grande encontramos, abajo, el espejo moreno de nuestro dolor y la morena esperanza de nuestra lucha. Mirando abajo encontramos a quien es como nosotras, como nosotros. Y no es en las cumbres del poder político donde buscamos a nuestr@s iguales, sino en la lucha por la defensa de nuestra identidad, de nuestro modo, de nuestra tierra, del agua, del aire, del mundo que cuidamos y hacemos crecer, pero para que sea para todos, no para un puñado de ladrones que, con fuero político, venden lo que no les pertenece. Y abajo encontramos Otra Latinoamérica. Una Latinoamérica que tiene las enseñanzas escritas con sangre por los movimientos de liberación nacional, por las grandes movilizaciones obreras, campesinas, indígenas y estudiantiles, que arrancaron casi al mismo tiempo en el que las independencias obtenidas frente a los poderes españoles, portugueses, británicos, holandeses y franceses, fueron mediatizadas, corrompidas y compradas a precio de baratillo por el dinero norteamericano. Una Latinoamérica que, para nosotr@s, l@s zapatistas, no sólo existe cuando baja de las montañas y cubre con sus colores las ciudades y las grandes capitales, sino que mantiene cotidianamente la doble ala de su vuelo de libertad: la resistencia y la construcción de una alternativa. De esa América Latina es que se alimenta nuestro corazón. Y la rebelión que ahora, como antes, estremece al continente, es también nuestra. Y nuestra es la misma aspiración de libertad, nuestro el mismo deseo de justicia, nuestro el mismo reclamo de democracia, y nuestra la misma decisión de luchar y conquistar nuestra segunda independencia como Naciones. Alguien por ahí ha criticado que, cumpliendo lo señalado en la Sexta Declaración de la Selva Lacandona, se haya enviado maíz zapatista al noble y digno pueblo de Cuba. Siempre es difícil poner en palabras un sentimiento. Y cuando este sentimiento es la simpatía y solidaridad con quien lucha, se corre el riesgo del panfleto, la sensiblería, el lugar común. Así que, en lugar de tratar de razonar un sentimiento, permítanme contarles dos anécdotas que tal vez ayuden a entender lo que nosotros, nosotras, las zapatistas, los zapatistas, sentimos por el pueblo de Cuba. En los primeros años de la guerrilla, cuando el EZLN lo formaban un puñado de mujeres y hombres, la supervivencia era el tema principal de nuestras vidas. Conseguir el alimento, conocer la montaña, aprender a vivir en ella para después pelear bajo su cobijo. Con la ropa y el cuerpo rotos, sin que nadie nos llevara la cuenta (si acaso una montaña, primero recelosa y luego amable), subimos y bajamos cerros, cruzamos ríos y lagunas, nos adentramos en cuevas y cabalgamos el lomo de sierras. Pronto tuvimos el color y el olor de la montaña. Alguien bromeó diciendo que éramos la prueba viviente de la transformación del hombre en mono. La supervivencia: el tema principal, pero no el único. Hace 22 años, el 7 de octubre de 1984, montamos un campamento al que bautizamos “Che Guevara”. El campamento se encontraba al pie de una colina que permitía la vigilancia y la defensa. La tropa del EZLN entonces éramos 5 insurgentes, así que imaginen ustedes tres o cuatro techos de plástico, dispersos en torno a una fogata que, en el suelo, calentaba una olla conteniendo algún brebaje desconocido. Salvo por el combatiente que le hacía de cocinero, no se apreciaba ningún movimiento. El día había transcurrido en la rutina señalada puntualmente en la orden del día. Llegó la hora de la comida. Habíamos tratado de reservar un faisán para la cena del día siguiente. El ave había sido herida en un ala y fue operada para que no muriera de inmediato, esperando alguna de las espaciadas celebraciones que teníamos: el 1 de mayo, el 10 de abril, el 16 de septiembre, el 8 de octubre, el 17 de noviembre, además de los días en que recordábamos a nuestros compañeros y compañeras caídas en el combate entonces silencioso. Pero, o al faisán le faltó resistencia o a nosotros oficio médico. El caso es que murió y hubo que echarlo a la olla. Comimos. Siguió la reunión de la célula y las pláticas nocturnas de la tropa: sobre alguna película de Bruce Lee, las ampollas en los pies, la diarrea, el saraguato que escapó herido, el tlacuache que asolaba nuestra magra despensa. Serían las 0000 horas cuando el superintendente, un recluta de recién ingreso, informó que ya no había azúcar. Si la supervivencia era el tema principal que nos ocupaba, lo dulce era una obsesión. La ración por combatiente era entonces de dos cucharadas en la mañana, una al mediodía y dos en la tarde. En ocasiones la tomábamos con agua, pero las más de las veces era sola, masticándola y tragándola con lentitud, tratando de alargar lo más posible el dulce alivio del polvo en el paladar. Lejos estaban todavía los días en que los pueblos nos mandarían panela (hecha con miel de caña), y lejos quedaba también el buzón donde estaba una reserva de alimentos: arroz, frijol, sal, jabón… y azúcar. Había que caminar lo menos 12 horas en total, ida y vuelta, para recoger, en ese buzón de campaña, 2 kilos de azúcar. Serían las 0020 del 8 de octubre cuando el mando pidió un voluntario para ir, temprano en la mañana, a traer el dulce. Serían las 0020 y segundos cuando dos combatientes se ofrecieron de voluntarios. Serían las 0021 cuando el mando designó a uno de ellos. Serían las 0045 cuando la tropa se fue a sus techos, ahora con el azúcar como tema de conversación. Serían las 0700 cuando el insurgente se alistó para salir. Serían las 0730 cuando recibió las indicaciones de la misión. Serían las 0800 cuando salió del campamento “Che Guevara”. Serían las 1000 cuando cruzó por el campamento “De tres, tres”. Serían las 1200 cuando pasó a un costado del campamento “Cecilia”. Serían las 1245 cuando tomó la picada principal, marcada por las huellas de una danta (un tapir, para ustedes). Serían las 1355 cuando coronó la loma “del Purgatorio”. Serían las 1420 cuando llegó al campamento “Rosita”. Serían las 1425 cuando sacó del buzón los 2 kilos de azúcar, e inició el retorno. Serían las 1700, con la noche ya descolgándose de las copas de los árboles, cuando vadeó un arroyo crecido y estuvo a punto de naufragar con la preciada carga. Serían las 1800 cuando la posta le marcó el alto a la entrada del “Che Guevara”. Serían las 1815 cuando se reportó con el mando. Serían las 1830 cuando empezó a limpiar su arma, mientras comía frijol con una hierba llamada “momo”, y agua endulzada con 2 cucharadas de azúcar. Serían las 1930 cuando participó en el acto cultural de la célula “Emiliano Zapata”, leyendo el poema del cubano Nicolás Guillén: “Che Comandante Amigo”. Serían las 2140 cuando el mando lo llamó para decirle que, como recompensa, podía escuchar el radio, en la estación que quisiera, por media hora antes del toque de silencio. Serían las 2200 cuando el insurgente buscó, sin éxito, el programa “La canción es también un arma de la revolución” que trasmitía entonces Radio Habana Cuba. Radio Habana, junto a unas 2 o 3 estaciones más, era lo único audible que podía agarrar el pequeño radio de onda corta. Por sus emisiones nos asomábamos al mundo de fuera, excluido México, porque los noticieros cubanos poco o nada decían antes de nuestro país. Las pilas o las baterías, como gusten llamarlas, se cuidaban más que el azúcar (lo que ya es decir bastante), y el tiempo en que la radito permanecía encendida era el mínimo necesario para escuchar el noticiero. En la mañana, después de las noticias empezaba ese programa, y apenas se escuchaban los primeros acordes de la guitarra o el inicio de canciones de Silvio Rodríguez o Pablo Milanés o Noel Nicola o Pablo Ferrer o Carlos Puebla, cuando el mando apagaba el aparato y a darle a la cacería, a la exploración, a la cocina, a la posta, al estudio, al entrenamiento. Tiempo después, cuando ya hicimos contacto con los pueblos, supimos que ahí también se sintonizaba esa estación y que conocían bastante de la revolución cubana. Quiero decir, bastante más que el común de los ciudadanos. Cuba no era, para las comunidades que después serían zapatistas, un país extranjero. Era, es, un pueblo que levantaba, y levanta, la dignidad como sólo la levantan los de abajo, es decir, con decisión y firmeza, mascullando entre dientes el “aquí no se rinde nadie” que enfrentó y sobrevivió a la invasión española y a las invasiones que, con banderas distintas, se han ido sucediendo en las tierras indias de México. Eso fue hace 22 años… Gambito Tezcatlipoca Hasta la victoria siempre No hay dolor en la muerte, esperanza hay en la vida |
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De: gambito2010 |
Enviado: 10/10/2006 15:51 |
Hace unos meses, cuando todavía nuestras tropas insurgente barbechaban los campos para el maíz que sería para el pueblo hermano y compañero, llegó en la mirada morena de nuestras comunidades el trabajo y el destino que concretaban lo que habían votado y aprobado en la Sexta Declaración. Las jefas y jefes zapatistas, las comandantas y comandantes del EZLN, habían decidido que esta pequeña muestra de hermandad con un pueblo que resiste con dignidad, no fuera una carga extra en las ya de por sí difíciles condiciones de vida de las comunidades zapatistas. Para esto se giraron órdenes para que fueran las tropas regulares zapatistas las que, sin abandonar el fusil alerta de defensa, cosecharan de nuestra tierra rebelde el maíz que llegaría a tierras cubanas. Alguien vio la milpa trabajada por l@s insurgent@s y la noticia recorrió los valles y montañas. Hubo enojo e indignación en nuestras comunidades y en sus autoridades autónomas. Un viento inquieto recorrió nuestras montañas. Se hicieron reuniones y se escuchó. Los pueblos reclamaban que no aportaran ellos al modesto puente que se tendía desde las montañas del sureste mexicano hasta el caribe digno. Se explicó, se aclaró, se argumentó. Fue inútil. Y, como en tierras zapatistas manda quien manda, comunidades enteras fueron apartando de sus cosechas, del maíz que tortilla y pozol y tamales y marquesote sería en sus mesas, los granos que después llenaron los costales marcados con la leyenda “De las comunidades zapatistas para el digno pueblo cubano”. El apoyo entre hermanos de lucha es siempre una fiesta. Y como fiesta se sembró, se cosechó, se limpió, de empacó y se mandó, al pueblo cubano, el maíz zapatista. Tal vez algunas notas de la cumbia que tocaba la marimba zapatista, lograron colarse en los costales y alcanzaron a verse libres en territorio cubano. Al elegir Cuba, no sólo elegimos reconocer y saludar una historia y una lucha. También elegimos una definición: el enemigo del pueblo cubano es el mismo enemigo de los pueblos indios zapatistas, de los pueblos indios de México, de los pueblos indios de América. Y elegimos esa definición cuando la moda era, y es, atacar a la revolución cubana. Cuando se busca desesperadamente a donde voltear la mirada sin que implique compromiso y consecuencia. Y cuando se mira a otros lados que permitan o reafirmen la comodidad de la palabra sin acción. Para nosotr@s, elegir Cuba es elegir señalar un dolor y una esperanza. El dolor inflingido por un bloqueo ilegal e ilegítimo, por los intentos de sabotaje y crimen, por la afrenta de una bandera extranjera en una porción del territorio cubano, por la campaña mediática permanente de verdades a medias y mentiras completas. El dolor inflingido por el Poder de las barras y las turbias estrellas que, en el norte geográfico y social, piensa y actúa como si el mundo entero fuera de su propiedad. Y la esperanza que da un ejemplo que se asoma ya a su medio siglo de edad. El ejemplo de que es posible y necesario que los pueblos tomen en sus manos su destino, y decidan sus pasos, sus modos, su rumbo. Pero en el largo y extendido dolor de América, Cuba es un alivio, pero no la medicina. Nosotr@s habremos de curarnos por nosotr@s mism@s, de sanar nuestras heridas, de levantarnos como Nación y como Nación conquistar nuestra segunda independencia, nuestra libertad, nuestra democracia, nuestra justicia. En el maíz que enviamos al pueblo cubano iba también nuestro mensaje: el “esto soy” y el “aquí estoy” de los pueblos indios zapatistas. Somos indígenas, somos zapatistas, somos mexicanos, somos latinoamericanos. Y como tales, no sólo vemos nuestros dolores, también a quienes son los responsables. Y uno de ellos, el más grande y poderoso de la historia, anida en las grandes metrópolis del norte del Río Bravo. Si ignorarlo es un error, callarlo es una cobardía. Y nosotras, nosotros, el EZLN, no podemos asomarnos al mundo y hacer como que Cuba no existe, como que no hay un bloqueo; como que no existe la base norteamericana en Guantánamo; como que no se calumnia y miente con los endebles disfraces de preocupaciones supuestamente democráticas; como que no se pretende humillar a un país; como que no resiste ahí un pueblo entero; como que no es una bandera de dignidad, como que no aprendemos de sus aciertos y sus errores; como que no han sido y son ejemplo; como si no hubiera un sentimiento nuestro, inexplicable en palabras castellanas, que une a nuestros pueblos zapatistas con esa Nación que desafía al imperio más poderoso en la historia de la humanidad. Cierto. Tal vez estarán de moda los supuestos gobiernos de izquierda en América Latina (ese apocado empeño por hacerle manicure a las garras del neoliberalismo), los coloquios de intelectuales preocupados por la democracia pintada de barras y estrellas, los distanciamientos de los pasajeros fugaces de todos los movimientos de liberación. Pero ya ven que a l@s zapatistas las modas nos aburren y hacen bostezar. Y ahora decimos que lástima que sólo pudimos mandar maíz y gasolina, y no algo que represente de forma más cabal todo el respeto y admiración que tenemos por el pueblo cubano. Y si no les gusta, pues échenle azúcar… y que se chingue Roma. Tan-tan. ¡Libertad y justicia para las presas y presos de Atenco! Desde el Otro Nayarit, México. A nombre de los hombres, mujeres, niños y ancianos, indígenas mexicanos en su inmensa mayoría, del EZLN. Subcomandante Insurgente Marcos. México, Octubre 8 del 2006. Gambito Tezcatlipoca Hasta la victoria siempre No hay dolor en la muerte, esperanza hay en la vida |
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De: RudolfRocker1 |
Enviado: 10/10/2006 15:51 |
Reflexiones en torno a la VI Declaración de la Selva Lacandona y la nueva izquierda latinoamericana Movimiento Libertario Cubano (MLC) movimientolibertariocubano@yahoo.com.mx www.movimientolibertariocubano.org [* El MLC presenta a consideración y debate colectivo sus reflexiones en torno al pronunciamiento hecho público en julio de 2005 por el EZLN, en el estado de Chiapas, México]
El 1º de enero de 1994 entraba en vigencia el Tratado de Libre Comercio entre los Estados Unidos, Canadá y México; y, junto con el nuevo año, para aguar la fiesta de los poderosos, irrumpieron también en el escenario histórico, desde las entrañas mismas de la olvidada Selva Lacandona, ?el fuego y la palabra? de los rebeldes zapatistas. En ese entonces, el mundo entero parecía transitar sin demasiados sobresaltos ni enérgicas contestaciones hacia el ?fin de la historia? y lo hacía por el camino de la ?globalización? y el neoliberalismo; es decir -para no olvidarlo y suponer erróneamente que esas palabras todo lo explican-, por el sendero de las que no son más que las formas presentes asumidas hegemónicamente por el sistema estatal de cuadriculación de los pueblos y el capitalismo transnacional; o sea, los modos actualmente prevalentes de dominación y explotación a gran escala. En un contexto tan escasamente esperanzador, la irrupción zapatista significó un vigoroso soplo de aire fresco y una estruendosa confirmación -anticipada, naturalmente, en innumerables pero menos resonantes gestos de resistencia a lo largo y a lo ancho del mundo- de que la historia seguía su curso y de que nada había detenido la lucha de los pueblos. Así fue saludada desde un primer momento por agrupaciones izquierdistas de diversos pelajes y trayectorias y así fue recibida también por el Movimiento Libertario Cubano, habiendo prestado entonces nuestro apoyo inicial a proyectos comunitarios específicos en la Selva Lacandona como el de la Escuela Anti-autoritaria 1º de Mayo o el Campamento de Solidaridad Directa Mártires de Chicago. Para nosotros, tanto en aquellos primeros tiempos como ahora, la emergencia y el desarrollo del Ejército Zapatista de Liberación Nacional y los hechos que éste ha producido se vuelven comprensibles y reclaman una mirada especial en tanto parte de la emergencia y el desarrollo de una nueva izquierda revolucionaria latinoamericana. Es la conformación, el perfil y las orientaciones de esa constelación de agrupaciones y prácticas rebeldes lo que constituye una de nuestras preocupaciones básicas y por ello no podemos menos que inscribir en ese marco nuestra toma de posición sobre el recorrido del EZLN y su desembocadura en la reciente Sexta Declaración de la Selva Lacandona; como también sobre su tratamiento y sus derivaciones. Así lo haremos, entonces, con las solidaridades y los respetos que el movimiento zapatista se ha ganado por méritos propios y cuya proclamación es innecesaria; pero también sin ahorrarnos -en lo que sería una inconcebible demostración de demagogia y oportunismo- las anotaciones críticas que nos parezcan particularmente oportunas en tanto aportes a este lento y trabajoso proceso de consolidación de la nueva izquierda revolucionaria latinoamericana.
¿Cuál izquierda y dónde encontrarla? Comencemos por el principio y démosle respuesta a la madre de todas las preguntas: ¿qué cosa es esa nueva izquierda revolucionaria latinoamericana de la que hablamos? En principio, no hay duda que esa izquierda es la que no ha renunciado a la utopía ni de palabra ni de hecho y la que, a pesar de los pesares, encuentra en ella su principal aliento; una utopía que puede definirse, en trazos muy generales, como una espesa trama de relaciones de convivencia entre seres libres, iguales y solidarios; una utopía capaz de identificar sus lejanos y venerables antecedentes y de recuperarlos enaltecidos en su imprescindible actualización. Esa izquierda que se nutre no sólo de la anhelada plenitud propia sino también del vacío ajeno y crece en el desesperanzado y ancho espacio abierto por los estruendosos fracasos del ?socialismo realmente existente? y por la inmediata defección de la anti-utopía neoliberal. Es la izquierda que ha aprendido a reconocer y a mirar de soslayo los estrechos y marchitados senderos dejados por el vanguardismo de corte guerrillero luego devenido en partido único y excluyente, el populismo civil o militar y el reformismo de corte o inspiración social-demócrata; la izquierda que no se siente representada por ninguna autoridad ?revolucionaria? y que cuestiona el concepto mismo de ?representación?; que se busca a sí misma entre los clamores del ?¡Que se vayan todos?! y la promesa susurrante de ?cambiar el mundo sin tomar el poder?; la izquierda que se apoya en la autonomía innegociable de los movimientos sociales de base como matriz de un mundo nuevo y que encuentra en la autogestión y en la acción directa su más genuina forma de ser. Una izquierda de la que, seguramente, el EZLN quiere formar parte y que, en abierta reciprocidad, encuentra en él una de sus expresiones de más amplia visibilidad.
Ahora bien; ni esa nueva izquierda ni el EZLN son edificios terminados que respondan a un riguroso y prolijo plan de construcción sino que deben ser concebidos como obras en marcha, pautadas aquí y allá por dudas inevitables y por invenciones que se fundamentan en las necesidades de unas prácticas rabiosamente antagonistas. El EZLN, por ejemplo, se vuelve comprensible si es ubicado como un movimiento guerrillero de transición. Su origen está más o menos marcado por las constantes propias de las guerrillas latinoamericanas de los años 60 y 70: la ?liberación nacional? como concepto constitutivo, el orgullo de llamarse y sentirse ?ejército?, la mística de las ?comandancias?, ciertas reminiscencias simbólicas, etc; constantes no precisamente exitosas y sobre las cuales el EZLN no parece haber practicado todavía el ejercicio de una crítica en profundidad. Pero su propio contexto de actuación lo fue llevando a adoptar un perfil que ya no responde ni total ni preferentemente al viejo modelo. Y no sólo porque la ?guerra de liberación? en su sentido clásico duró apenas 12 días sino porque ya el 1º de enero de 1996 -en la Cuarta Declaración- el EZLN nos daba la alegre sorpresa de llamar a la constitución de ?una fuerza política que no sea un partido político? e indicar que tampoco aspirara a la toma del poder. Para decirlo en nuestros propios términos de demarcación: ni el viejo vanguardismo guerrillero ni el reformismo socialdemócrata. Ni -mucho menos, por supuesto- los manes del salvacionismo populista que difícilmente se sintieran a gusto entre las anónimas cotidianeidades de la Selva Lacandona. Lo que ya en ese entonces comenzaba a adquirir la mayor relevancia es casualmente lo que a nosotros más nos interesa destacar como piedra miliar de la nueva izquierda latinoamericana: la autonomía de los movimientos sociales de base; una autonomía que, en el radio de acción chiapaneco del EZLN, es la de las comunidades de los pueblos originarios.
Marchas y contramarchas del zapatismo En la compleja andadura del EZLN han convivido desde un principio, por lo tanto, las luces y las sombras. Buscando legítimamente ensanchar su respiración y proyectar su lucha a la totalidad del Estado mexicano, el EZLN alternó o hizo convivir guiños y miradas de cierta confianza a la institucionalidad dominante con la consolidación y la expansión de su desarrollo regional autónomo. Las primeras no produjeron otra cosa que reconocimientos mediatizados, pactos incumplidos, aplazamientos, dilatorias y fracasos; las segundas, por el contrario, cimentaron su arraigo en su esfera de influencia inmediata. Y, así como las primeras condujeron a la formación episódica de grandes superestructuras políticas que voluntaria o involuntariamente quedaron libradas a la dinámica del Estado o a su entorno implícito de actuación y luego atrapadas en sus mallas de acero (Convención Nacional Democrática, Movimiento de Liberación Nacional, Comisión de Concordia y Pacificación, etc.), las segundas propiciaron desde agosto del 2003 en adelante la emergencia de un mayor protagonismo de las comunidades zapatistas y una quizás saludable redefinición del EZLN; apuntando ahora en este plano -aunque nunca del todo ni con energías uniformemente convincentes- a situarse más como acompañante que como innecesario primer violín. Ha sido esta forma alternativa de pensar la política y este último curso de acción el que permitió la formación de las cinco regiones autónomas en Chiapas y de las (no muy bien) llamadas juntas de buen gobierno; un reordenamiento de los protagonismos que dista de haber sido resuelto y que mucho tiene que ver con los debates y problemas de la nueva izquierda revolucionaria latinoamericana. Luces y sombras, entonces, a través de las cuales el EZLN ha puesto de manifiesto la fusión, sin un plan preconcebido, de elementos viejos y nuevos; combinando -algo bien propio de un movimiento de transición, tal como lo hemos caracterizado- algunas de las prácticas de un ejército guerrillero convencional con las imprescindibles osadías que reclaman las organizaciones de base en la auto-construcción de sus autonomías. Un juego de luces y de sombras que no deja de ejercer sus efectos también sobre la Sexta Declaración y "la otra campaña"; a las que convendrá pasar de inmediato.
Cabe comenzar siendo ecuánimes y concordantes: si hay algo que el EZLN ha dejado perfectamente bien claro en su Sexta Declaración de la Selva Lacandona es que se siente defraudado y que los principales agentes del fiasco son los partidos políticos institucionales, con sus dirigentes en primera fila. Las palabras en tal sentido dejan poco espacio para exégesis demasiado complicadas e innecesariamente sinuosas: ?los políticos demostraron claro que no tienen nada de decencia y son unos sinvergüenzas que sólo piensan en ganar sus buenos dineros como malos gobernantes que son. Esto hay que recordarlo porque ya van a ver ustedes que ahora van a decir que sí van a reconocer los derechos indígenas, pero es una mentira que echan para que votemos por ellos, pero ya tuvieron su oportunidad y no cumplieron.? Oportunidades e incumplimientos que -todo hay que decirlo y con idéntica claridad- recorren país por país la biografía de la democracia ?representativa? y se incorporan con ribetes propios a una hipotética historia universal de la infamia. Siendo así, es correcto que el EZLN quiera dejar fuera de sus expectativas de una vez por todas al sistema institucional de partidos, trace una nítida línea divisoria en tal sentido y oriente su mensaje en otra dirección: ?un nuevo paso adelante en la lucha indígena sólo es posible si el indígena se junta con obreros, campesinos, estudiantes, maestros, empleados... o sea los trabajadores de la ciudad y el campo.? O diciéndolo de otro modo, yendo más allá todavía y ampliando el espectro de movimientos resistentes: ?en esta globalización de la rebeldía no sólo aparecen los trabajadores del campo y de la ciudad, sino que también aparecen otros y otras que mucho los persiguen y desprecian por lo mismo de que no se dejan dominar, como son las mujeres, los jóvenes, los indígenas, los homosexuales, lesbianas, transexuales, los migrantes, y muchos otros grupos que de por sí hay en todo el mundo pero que no vemos hasta que gritan que ya basta de que los desprecien, y se levantan, y pues ya los vemos, y los oímos, y los aprendemos.? Una red de opresiones, de exclusiones y de dolores parece estar en la base de las preocupaciones y de los deseos del EZLN; y tal vez hasta pueda sentirse que la propia Selva Lacandona palpita por detrás y por debajo de esas palabras; unas palabras que no por ser deliberadamente sencillas dejan de tener un significado entrañable y profundo a la vez.
Se puede coincidir prácticamente por entero también con el horizonte inmediato: la articulación más o menos estable de esos movimientos resistentes detrás de un programa izquierdista de lucha y la puesta en marcha colectiva de una ?campaña nacional para la construcción de otra forma de hacer política?. Otra forma de hacer política: la cual debería ser entendida como francamente distinta de aquella desarrollada en forma descarada y contumaz por los partidos electoralistas; siempre embarcados en esa rítmica y espasmódica sucesión de promesas seductoras, de amnesias incalificables y de justificaciones posibilistas. He aquí, por ejemplo, una nueva arremetida zapatista: ?Y los partidos políticos electorales no nada más no defienden, sino que primero que nadie son los que se ponen al servicio de los extranjeros, principalmente de los de Estados Unidos, y son los que se encargan de engañarnos, haciéndonos que miramos para otro lado mientras venden todo y se quedan ellos con la paga?. Juicios ilevantables y lapidarios éstos que la Sexta Declaración quizás extiende con ciertos matices también al sindicalismo burocrático y de vocación entreguista: ?Y si el trabajador estaba en un su sindicato para demandar sus derechos legalmente, pues no, que ahora el mismo sindicato le dice que hay que apechugar que bajan el salario o la jornada de trabajo o quitan prestaciones, porque si no pues la empresa cierra y se va para otro país?. Una forma distinta de hacer política, entonces, sobre la cual no se hacen demasiadas especificaciones pero que seguramente debe ser entendida como una opción por la democracia directa antes que por las ?representaciones? jerarquizantes y cristalizadas; una opción por la participación activa de la gente con sus potencialidades a cuestas antes que por la exclusión sistemática de la que siempre se benefician los tecnócratas y los ?sabihondos?; una opción por la sinceridad, el diálogo entre iguales y la elaboración compartida de aquellos sueños que habrán de ser comunes antes que por esa insensible y absurda feria de vanidades donde la simulación y la mentira campean a su antojo. La Declaración no lo dice, pues, pero tales cosas bien pueden darse por sobre-entendidas en tanto ellas parecen ser el auténtico camino de formación y desarrollo de las comunidades indígenas zapatistas; las marcas esenciales de su existencia y de su consolidación.
Cambio constitucional: una salida a ninguna parte Que no haya definiciones excesivas ni un detallado y sofocante programa al que suscribirse es un hecho saludable, puesto que la presencia de tales cosas sería más una invitación a la adhesión que al diálogo; una consideración de los movimientos sociales de base de la sociedad mexicana más como un auditorio o un recipiente sin contenidos que como un tejido vivo y activo, capaz de producir sus propias palabras y sus propios fuegos. No obstante hay sí un único elemento programático que el EZLN parece tomar como axiomático y tácitamente consensuado, un elemento que puede ser fuente de errores de apreciación y equivocaciones estratégicas múltiples: ?una nueva Constitución?. ¿Será ésta una forma elíptica de referirse a las bases constituyentes de una nueva sociedad mexicana y, por lo tanto, el planteo incluye la convicción de que ello requiere ni más ni menos que una subversión radical de sus relaciones de poder? ¿O acaso se trata de embarcar a los movimientos sociales autónomos detrás de una reforma constitucional convencional cuyos trámites y reglas de juego ya están previamente definidos en la normativa vigente y, por ende, sujetados de antemano en esas mismas relaciones de poder? Por lo pronto, parecería que el EZLN sostiene una concepción nostálgica de la Constitución mexicana que no resiste un análisis en profundidad. Veámoslo: ?la Constitución ya está toda manoseada y cambiada. Ya no es la que tenía los derechos y las libertades del pueblo trabajador, sino que ahora están los derechos y las libertades de los neoliberalistas para tener sus grandes ganancias. Y los jueces están para servir a esos neoliberalistas, porque siempre dan su palabra a favor de ellos, y a los que no son ricos pues les tocan las injusticias, las cárceles, los cementerios.? ¿Pero es que México tuvo alguna vez una Constitución que consagrara realmente, sin cortapisas y en la más cabal extensión de los términos ?las libertades del pueblo trabajador?? Este tipo de apreciaciones quizás llevan a pensar que el EZLN ha comprendido muy bien las articulaciones de poder que distinguen a los partidos políticos estatales pero que todavía no ha aquilatado lo suficiente aquellas que distinguen al Estado mismo. Y, sin embargo, no hay misterios en esto y también puede expresarse, parafraseando la prosa de Marcos, con palabras bien sencillas: los partidos son como son porque el Estado es como es.
Que el Estado es una estructura específica de dominación, una forma jerárquica y codificada de las relaciones sociales de poder y un aparato pensado para perpetuarse a sí mismo es algo que debería estar fuera de toda discusión. Siendo así, la correcta descripción que el EZLN hace del sistema estatal de partidos no puede fundarse solamente en la malevolencia, el carácter perverso o la venalidad de sus dirigentes sino que debe encontrar una parte sustancial de su explicación en el hecho de que tales partidos establecen su orientación básica como una operación de captura de las riendas del Estado. Y precisamente por eso es que tales partidos adoptan una configuración que reproduce puntualmente al Estado en su propia escala de actuación: es por eso que los mismos se constituyen como instancias de control y disciplinamiento de sus afiliados; es por eso que asignan atribuciones diferenciales a cada uno de los órganos de su existencia piramidal; y es por eso también que creen que su supervivencia, más allá de cualquier consideración histórica y social, debería ser vivida por los ?votantes? -los propios y los ajenos- como una bendición del cielo. Los anarquistas estamos convencidos de estas cosas desde hace más de 130 años y la experiencia histórica subsiguiente no ha hecho más que confirmar puntualmente aquellas viejas intuiciones; y lo ha hecho sin que, desde entonces, se haya presentado una sola excepción ante nuestra ansiosa y expectante mirada. Más aún: si antiguamente se decía que ?el poder corrompe? hoy podemos decir incluso que la mera aspiración al poder también lo hace, por anticipado y con holgura suficiente.
En esto hay que ser claros y coherentes. ¿Cómo se compagina, entonces, el EZLN que dice ?nosotros peleamos por ser libres, no por cambiar de amo cada seis años? con el EZLN que habla de ?una nueva Constitución?? ¿Acaso una Carta Magna pactada y transada necesariamente con la organización estatal presente, según el sentido tradicional de la expresión, puede congeniarse con la pelea por la libertad? Parecería que no; y parecería también que la orientación correcta es exactamente la contraria: la pelea por la libertad comienza con la forja autonómica de los movimientos sociales de base y se desarrolla en ella, mientras que la búsqueda negociada de una nueva Constitución está condenada a empantanarse en los tortuosos vericuetos del Estado y en sus incesantes traqueteos. Una conclusión para la que no hace falta ningún estudio erudito de política comparada sino que alcanza y sobra con la propia experiencia del EZLN en parecidas materias. El fundamentado y radical rechazo que se ha hecho del sistema estatal de partidos es un paso conceptual de importancia que ahora sólo requiere de su complemento necesario: el rechazo de la angosta senda estatal que permita transitar sin compromisos, ataduras o distracciones por el fértil camino de la autonomía. Es esa autonomía de los movimientos sociales, asentados todos ellos en el marco de actuación territorial que resuelvan darse, la condición libertaria por excelencia: una autonomía que requiere emanciparse de todo poder omnisapiente, externo y superior para que cada colectivo pueda trazarse, con el mayor margen de libertad posible, sus propios objetivos, sus propias relaciones de convivencia y sus propios cursos de acción; sin condicionamientos ni extorsiones, pensándose a sí mismos y a sus devenires y confiando antes en sus propias capacidades que en predestinaciones, mesianismos, ingenierías, conspiraciones o casualidades que -ya se sabe- no condujeron, no conducen y no conducirán a parte deseable alguna.
Porque todos podamos ?caminar preguntando? y ?mandar obedeciendo? Muchas más cosas podrían discutirse solidariamente con el EZLN a propósito de su Sexta Declaración; o, mejor aún, hacerlo con las comunidades zapatistas en pleno y, en general, sobre las vidas y las luchas de los pueblos.
Nos gustaría, por ejemplo, profundizar bastante más sobre la ?globalización? y el neoliberalismo, de modo que entre todos podamos trazarnos un mapa del mundo que no es representable exclusivamente en blanco y negro, ver que en la arena de este circo hay algo más de dos gladiadores y que es necesario identificar toda una trama de relaciones locales que se articulan por conveniencia propia y no por pura obsecuencia con los grandes centros de poder mundial. Porque, en definitiva, el capitalismo también tiene en México su carta de ciudadanía y su faceta transnacional específica, sin la imperiosa necesidad de que sea un agente externo el que le dé vida, lo impulse y lo proyecte. Y consideraciones de ese tipo nos permitirían poner en común, casi con íntegra certeza, la convicción de que no sólo los políticos entreguistas y sus corruptelas son los responsables de la situación sino que además hay una cierta gama de capas sociales que también se desvelan por el mantenimiento del statu quo. Tal vez ello nos llevaría a compartir definiciones mucho más marcadamente anticapitalistas, antiestatistas y antiburocráticas que quizás el EZLN ya se haya formulado para sus adentros pero que todavía no ha puesto rotundamente de manifiesto.
Nos gustaría reflexionar fraternalmente también sobre una frase de la Sexta Declaración a la que asignamos especial importancia y que ilustra uno de los rasgos distintivos del EZLN durante todo este tiempo: ?o sea que arriba lo político democrático mandando y abajo lo militar obedeciendo. O tal vez es mejor que nada abajo sino que puro planito todo, sin militar, y por eso los zapatistas son soldados para que no haya soldados.? Porque, realmente, si fuera ?puro planito todo? nadie manda y nadie obedece sino que cada cual actúa a partir de sus convicciones, de sus posibilidades y de sus compromisos con los acuerdos libremente adoptados. Y diríamos también que es paradójico y peligroso eso de que haya soldados para que no haya soldados puesto que entonces -¡qué lío con las palabras!- siempre tendríamos que contar con algunos soldados para que no hubiera más soldados. Porque parece mucho mejor, más directo y más claro decir que somos anti-militaristas; y luego trabajar realmente, de lleno y sin medias tintas por la disolución de todos los ejércitos.
Nos gustaría discutir más detenidamente con nuestros compañeros de la Selva Lacandona los motivos por los cuales estamos entusiasmados con la idea de reunir a los movimientos sociales mexicanos en una red amplia y sin exclusiones. Pero, incluso así, querríamos mantener una respetuosa discrepancia respecto a un procedimiento que tal vez no sea el mejor. En efecto, creemos que esa red no debería tener centro alguno y, precisamente por eso, el EZLN no tendría que haberse auto-atribuido el papel de coordinador inicial, asignándose a sí mismo la administración de un diálogo en rueda donde los participantes han sido previamente categorizados y se reúnen según las disposiciones de fecha, lugar y agenda decididos por el CCRI. Seguramente habría sido mejor que las fechas hubieran surgido de una vasta consulta previa, que el lugar fuera equidistante y que la agenda de partida no resultara ser otra cosa que el libre fluir de una palabra plural e irreductible. Pero quizás tampoco quepa desconfiar de las intenciones y sí pensar que esta convocatoria no es más que una urgida necesidad fundacional y que no faltarán oportunidades en el futuro para que las cosas sean de otro modo.
Cuba: tan cerca de Chiapas y tan lejos del EZLN Nos gustaría extendernos sobre estas cosas y muchas otras, pero no parece oportuno ahora más que dejarlas planteadas. Sin embargo, hay un tema que no podemos soslayar en este momento y que, en tanto Movimiento Libertario Cubano, nos interesa directa y especialmente. Nos parece magnífico que el EZLN ponga de manifiesto su solidaridad con los pueblos en lucha de América Latina y del mundo y bien podemos hacer nuestras sus declaraciones en tal sentido. Incluso, en la medida que las luchas de los pueblos están en todas partes, creemos que es una buena imagen literaria sostener que no se sabe muy bien dónde entregar los testimonios solidarios del EZLN. Lo que no queda claro, entonces, es el mecanismo ideológico y político por el cual todos los pueblos del mundo son ?inubicables? mientras que el pueblo cubano sí puede encontrar su sede, su residencia natural y su legítima representación en la embajada de su gobierno en Ciudad de México. Planteadas las cosas de este modo es como si el EZLN interrumpiera casi todos sus conceptos, prácticas y aprendizajes en el momento mismo de ?desembarcar? en Cuba. Porque ¿qué vinculación natural y coherente puede haber entre un planteo que apunta a exaltar el tejido de la sociedad mexicana a través de sus movimientos sociales de base y otro que supone que su equivalente cubano se encuentra enteramente absorbido por su gobierno? Más aún, ¿el EZLN cree que el gobierno cubano encarna el modelo de la nueva izquierda revolucionaria latinoamericana o que está dispuesto a participar del mismo así sea como discreto acompañante? ¿El EZLN considera que hay que hacer en México lo mismo que ha hecho el Partido ?Comunista? en Cuba? ¿El EZLN no supone que es contradictorio e inconsecuente emparentar solidariamente la autonomía de las comunidades de base con un régimen centralizador y excluyente? ¿El EZLN no piensa que la expresión del pueblo cubano puedan ser organizaciones populares autónomas cuya emergencia el gobierno se encarga meticulosa y sistemáticamente de evitar por medio de la represión preventiva? ¿Qué respuestas de fondo, en definitiva, puede dar el EZLN a interrogantes de tanta gravitación?
Pero, además, el EZLN no puede desconocer ni haber olvidado que durante cuatro largas décadas los gobiernos cubano y mexicano mantuvieron relaciones carnales; uno de cuyos mejores momentos seguramente puede encontrarse en torno al silencio cómplice del gobierno cubano respecto a la matanza de Tlatelolco en 1968 y al envío de deportistas a las olimpíadas inmediatamente subsiguientes; aun a pesar de los llamados al boicot de las mismas a que entonces convocara la izquierda mexicana. Una relación carnal inter-estatal a la que no le cuesta encontrar su personificación en la amistad de Fidel Castro y Carlos Salinas de Gortari; una parte de cuya fortuna -amasada gracias al expolio de trabajadores mexicanos- es hoy invertida en territorio cubano. A partir de estos antecedentes y de muchos de similar talante, al EZLN no debería resultarle difícil constatar que, para la élite dirigente cubana, el eje de las relaciones internacionales no está constituido por las luchas de los pueblos sino que esas luchas son reinterpretadas a voluntad según el tipo de vinculación que el partido monopólico defina tener con el resto de los gobiernos; siempre y cuando éstos puedan aportarle algo de oxígeno a su capacidad de sobrevivencia. ¿Cómo se explica, si no, que la diplomacia cubana haya apoyado las luchas contra el apartheid en Sudáfrica y también se haya solidarizado casi hasta la extremaunción con el régimen de Suharto en Indonesia, que mantenía una situación parecida en Timor del Este? ¿Qué coherencia puede haber entre suscribirse al derecho de los pueblos africanos a definir su destino y al mismo tiempo enviar tropas de ocupación a enfrentarse a los independentistas eritreos según las necesidades del ajedrez soviético o, ya en un registro virtualmente paródico, entrenar a la escolta militar de Idi Amin? ¿Qué justificación tiene el gobierno cubano para enviar a su vicepresidente a participar en el Foro de Davos y luego al presidente de su Asamblea Nacional a protestar en Porto Alegre contra ese mismo foro? ¿Cómo puede ser que se condene con tanto énfasis el racismo en la Conferencia Mundial de la ONU realizada sobre el tema en Durban y luego se rechacen todas las invitaciones para analizar las razones por las cuales hay una sobre-representación de personas negras en las cárceles cubanas? Y así sucesivamente; hasta donde pueda llegar la curiosidad crítica de quien sea.
A todo esto: ¿hace falta que se le recuerde al EZLN las condiciones de vida del pueblo cubano y su imposibilidad absoluta de organizarse autónomamente o tan siquiera de expresarse para enfrentar esa situación? Pensamos que toda referencia concreta al respecto es innecesaria en este momento y queremos creer que la mención a la embajada del gobierno cubano en Ciudad de México no es mucho más que un acto fallido; un lapsus que puede ser enmendado cuando se presente la primera oportunidad. Y queremos creerlo así porque lo que está en juego es mucho más importante y así lo hemos insinuado desde un principio. Repitámoslo y tengámoslo presente de aquí en más: lo que importa es la conformación, el perfil y las orientaciones de una constelación de agrupaciones y prácticas rebeldes que hoy están en condiciones de nutrir a la nueva izquierda revolucionaria latinoamericana. En ese trabajo de creación no puede haber descuidos ni ligerezas ni frases de cortesía. En ese trabajo de creación el gobierno cubano no tiene nada para aportar porque los únicos mensajes genuinos que nos permitirán avanzar en el camino de la libertad no habrán de partir de los despachos burocráticos de La Habana sino de bullicios y estrépitos que surgen bien de abajo y que abajo mismo encuentran sus ecos inconfundibles. Es allí donde están los ?forajidos? ecuatorianos, la resistencia mapuche, los regantes cochabambinos, las fábricas recuperadas en Argentina, las ocupaciones de tierras en Brasil y, por supuesto, también las búsquedas y ensayos que hoy mismo tienen lugar en la Selva Lacandona.
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