Página principal  |  Contato  

Correio eletrónico:

Palavra-passe:

Registrar-se agora!

Esqueceu-se da palavra-passe?

LA CUBA DEL GRAN PAPIYO
 
Novidades
  Entre agora
  Painel de mensagens 
  Galeria de imagens 
 Arquivos e documentos 
 Inquéritos e Testes 
  Lista de participantes
 Conociendo Cuba 
 CANCION L..A 
 FIDEL CASTRO.. 
 Fotos de FIDEL 
 Los participantes más activos 
 PROCLAMA AL PUEBLO DE CUBA 
 
 
  Ferramentas
 
General: America latina desde abajo y a la izquierda (primera parte)
Escolher outro painel de mensagens
Assunto anterior  Assunto seguinte
Resposta  Mensagem 1 de 3 no assunto 
De: gambito2010  (Mensagem original) Enviado: 10/10/2006 07:38
Hola a tod@s:
 
Bueno antes de publicar nada, quiero pedirles una disculpa por no publicarlo en la fecha que se dijo, pero es que la escuela, la novia y el trabajo me traen en chinga loca, pero aqui esta, tarde pero seguro y disfrutenlo.
 
Agradecemos a la Otra Campaña en Nayarit, al Partido de los Comunistas y a la Juventud Comunista de México, la hospitalidad y este espacio para la palabra. Agradecemos también la compañía de miembros del Congreso Nacional Indígena y del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra, con quienes compartimos la demanda de libertad y justicia para las presas y presos de Atenco.

El que fue antes el médico de una columna guerrillera, describía de la siguiente forma, algo ocurrido hace 50 años:

Quedé tendido; disparé un tiro hacia el monte siguiendo el mismo oscuro impulso del herido. Inmediatamente me puse a pensar en la mejor manera de morir en ese minuto en que parecía todo perdido. Recordé un viejo cuento de Jack London, donde el protagonista, apoyado en un tronco de árbol se dispone a acabar con dignidad su vida, al saberse condenado a muerte por congelación, en las zonas heladas de Alaska. Es la única imagen que recuerdo. Alguien, de rodillas, gritaba que había que rendirse y se oyó atrás una voz, que después supe pertenecía a Camilo Cienfuegos, gritando: “Aquí no se rinde nadie…” y una palabrota después” (“Pasajes de la Guerra Revolucionaria”).

Dos años después de aquel diciembre de 1956, el mismo médico, pero siendo ya Comandante del Ejército Rebelde (o sea un ex médico), condujo a sus tropas a la victoria en una de las páginas más brillantes de la historia militar de América Latina, la Batalla de Santa Clara, destrozando la columna vertebral del ejército del dictador Batista en la víspera del triunfo de la Revolución Cubana.

El nombre de aquel médico, y después comandante, era Ernesto Guevara de la Serna, quien tiempo después sería conocido en todo el mundo como el Ché Guevara.

Y, 50 años después de aquel combate de Alegría de Pío, las palabras de Camilo Cienfuegos siguen alimentando el andar y luchar de esa solitaria estrella de dignidad que brilla en el Caribe: Cuba.

A lo largo de esta mezcla de dolor y esperanza que es América Latina, las palabras de Camilo Cienfuegos también se han repetido y hecho convicción y camino.

Y mucho tiempo antes, cuando el castellano no dominaba la palabra de estos suelos, la firmeza en la resistencia y la lucha tenía la voz del Purépecha, del Mayo, del Seri, del Yaqui, del Cora, del Wixaritari, del Rarámuri, del Nahuátl, del Pápago, del Pima, del Tepehua, del Kikapú, del Kiliwa, del Kumiai, del Paipai

La resistencia frente al dominio del poderoso habló también en la lengua de los pueblos Aguacateco, Amuzgo, Cakchiquel, Chatino, Chichimeca, Chinanteco, Chocho, Chontal, Chuj, Cochimi, Cucapá, Cuicateco, Guarijío, Huasteco, Huave, Ixcateco, Ixil, Jacalteco, Maya, Popoloca, Quiché, Solteco, Tacuate, Tepehuan, Tlapaneco, Kanjobal, Kekchí, Lacandón, Matlatzinca, Mazahua, Mixe, Mixteco, Motozintleco, Ocuilteco, Opata, Ñah ñú-otomí, Pame, Popoluco, Triqui, Zapoteco, Totonaco.

Y en las montañas del sureste mexicano tuvo canto de lucha en la palabra del Tzeltal, del Tzotzil, del Tojolabal, del Chol, del Zoque y del Mame en las comunidades indígenas que después sumarían a su nombre el de “zapatistas”.

Y esta palabra pretendió ser ignorada por españoles, norteamericanos, franceses, británicos, japoneses, koreanos, y las distintas banderas con las que el dinero ha cubierto su afán de destrucción y ganancias.

Hay un documento por ahí, ignorado por las modas intelectuales recientes, que entre otras cosas, presenta una muy completa lección de historia, La II Declaración de la Habana. En ella se dice

“Treinta y dos millones de indios vertebran –tanto como la misma Cordillera de los Andes – el continente americano entero. Claro que para quienes la han considerado casi como una cosa, más que como una persona, esa humanidad no cuenta, no contaba y creían que nunca contaría.” (II Declaración de La Habana. 1962).

Que los poderosos del continente no contaran con los pueblos indios no es de extrañar. Pero el reproche alcanza también a la izquierda ortodoxa latinoamericana.

La que, todavía hasta el día de hoy, sigue sin contar a los pueblos indios con su propia identidad, su historia, su cultura, su tradición de rebeldía.

Aún después de las luminosas lecciones de los indígenas en Chile, en Bolivia y en el Ecuador; después de las lecciones de dignidad de los pueblos originarios en la presuntuosa Unión Americana; después de los ejemplos de construcción de alternativas anticapitalistas en la organización social de los pueblos indios de México; aún después del alzamiento de los indígenas zapatistas, justo cuando, sobre los escombros del Muro de Berlín y del campo socialista en Europa, el poderoso declaraba la culminación de los tiempos con él arriba y dominando; aún después de todo esto, los indígenas mexicanos siguen sin contar para un importante sector de las organizaciones políticas de izquierda de nuestro país.

Como no cuentan, tampoco, los esfuerzos anticapitalistas y autogestionarios de cultura e información, de grupos y colectivos de jóvenes anarquistas y libertarios.

Pero las grandes transformaciones sociales, las que cambian radicalmente la faz del mundo, se hacen sin el permiso de manuales y de esquemas tan cuadrados como el pensamiento de quienes los hacen, difunden y defienden.

Nosotros, los pueblos zapatistas, somos pueblos indios de México, y lo somos también de América. En esa patria grande encontramos, abajo, el espejo moreno de nuestro dolor y la morena esperanza de nuestra lucha.

Mirando abajo encontramos a quien es como nosotras, como nosotros. Y no es en las cumbres del poder político donde buscamos a nuestr@s iguales, sino en la lucha por la defensa de nuestra identidad, de nuestro modo, de nuestra tierra, del agua, del aire, del mundo que cuidamos y hacemos crecer, pero para que sea para todos, no para un puñado de ladrones que, con fuero político, venden lo que no les pertenece.

Y abajo encontramos Otra Latinoamérica.

Una Latinoamérica que tiene las enseñanzas escritas con sangre por los movimientos de liberación nacional, por las grandes movilizaciones obreras, campesinas, indígenas y estudiantiles, que arrancaron casi al mismo tiempo en el que las independencias obtenidas frente a los poderes españoles, portugueses, británicos, holandeses y franceses, fueron mediatizadas, corrompidas y compradas a precio de baratillo por el dinero norteamericano.

Una Latinoamérica que, para nosotr@s, l@s zapatistas, no sólo existe cuando baja de las montañas y cubre con sus colores las ciudades y las grandes capitales, sino que mantiene cotidianamente la doble ala de su vuelo de libertad: la resistencia y la construcción de una alternativa.

De esa América Latina es que se alimenta nuestro corazón.

Y la rebelión que ahora, como antes, estremece al continente, es también nuestra. Y nuestra es la misma aspiración de libertad, nuestro el mismo deseo de justicia, nuestro el mismo reclamo de democracia, y nuestra la misma decisión de luchar y conquistar nuestra segunda independencia como Naciones.

Alguien por ahí ha criticado que, cumpliendo lo señalado en la Sexta Declaración de la Selva Lacandona, se haya enviado maíz zapatista al noble y digno pueblo de Cuba.

Siempre es difícil poner en palabras un sentimiento. Y cuando este sentimiento es la simpatía y solidaridad con quien lucha, se corre el riesgo del panfleto, la sensiblería, el lugar común.

Así que, en lugar de tratar de razonar un sentimiento, permítanme contarles dos anécdotas que tal vez ayuden a entender lo que nosotros, nosotras, las zapatistas, los zapatistas, sentimos por el pueblo de Cuba.

En los primeros años de la guerrilla, cuando el EZLN lo formaban un puñado de mujeres y hombres, la supervivencia era el tema principal de nuestras vidas. Conseguir el alimento, conocer la montaña, aprender a vivir en ella para después pelear bajo su cobijo.

Con la ropa y el cuerpo rotos, sin que nadie nos llevara la cuenta (si acaso una montaña, primero recelosa y luego amable), subimos y bajamos cerros, cruzamos ríos y lagunas, nos adentramos en cuevas y cabalgamos el lomo de sierras. Pronto tuvimos el color y el olor de la montaña. Alguien bromeó diciendo que éramos la prueba viviente de la transformación del hombre en mono.

La supervivencia: el tema principal, pero no el único.

Hace 22 años, el 7 de octubre de 1984, montamos un campamento al que bautizamos “Che Guevara”. El campamento se encontraba al pie de una colina que permitía la vigilancia y la defensa. La tropa del EZLN entonces éramos 5 insurgentes, así que imaginen ustedes tres o cuatro techos de plástico, dispersos en torno a una fogata que, en el suelo, calentaba una olla conteniendo algún brebaje desconocido. Salvo por el combatiente que le hacía de cocinero, no se apreciaba ningún movimiento.

El día había transcurrido en la rutina señalada puntualmente en la orden del día. Llegó la hora de la comida. Habíamos tratado de reservar un faisán para la cena del día siguiente. El ave había sido herida en un ala y fue operada para que no muriera de inmediato, esperando alguna de las espaciadas celebraciones que teníamos: el 1 de mayo, el 10 de abril, el 16 de septiembre, el 8 de octubre, el 17 de noviembre, además de los días en que recordábamos a nuestros compañeros y compañeras caídas en el combate entonces silencioso. Pero, o al faisán le faltó resistencia o a nosotros oficio médico. El caso es que murió y hubo que echarlo a la olla. Comimos. Siguió la reunión de la célula y las pláticas nocturnas de la tropa: sobre alguna película de Bruce Lee, las ampollas en los pies, la diarrea, el saraguato que escapó herido, el tlacuache que asolaba nuestra magra despensa.

Serían las 0000 horas cuando el superintendente, un recluta de recién ingreso, informó que ya no había azúcar.

Si la supervivencia era el tema principal que nos ocupaba, lo dulce era una obsesión. La ración por combatiente era entonces de dos cucharadas en la mañana, una al mediodía y dos en la tarde. En ocasiones la tomábamos con agua, pero las más de las veces era sola, masticándola y tragándola con lentitud, tratando de alargar lo más posible el dulce alivio del polvo en el paladar.

Lejos estaban todavía los días en que los pueblos nos mandarían panela (hecha con miel de caña), y lejos quedaba también el buzón donde estaba una reserva de alimentos: arroz, frijol, sal, jabón… y azúcar. Había que caminar lo menos 12 horas en total, ida y vuelta, para recoger, en ese buzón de campaña, 2 kilos de azúcar.

Serían las 0020 del 8 de octubre cuando el mando pidió un voluntario para ir, temprano en la mañana, a traer el dulce.

Serían las 0020 y segundos cuando dos combatientes se ofrecieron de voluntarios.

Serían las 0021 cuando el mando designó a uno de ellos.

Serían las 0045 cuando la tropa se fue a sus techos, ahora con el azúcar como tema de conversación.

Serían las 0700 cuando el insurgente se alistó para salir.

Serían las 0730 cuando recibió las indicaciones de la misión.

Serían las 0800 cuando salió del campamento “Che Guevara”.

Serían las 1000 cuando cruzó por el campamento “De tres, tres”.

Serían las 1200 cuando pasó a un costado del campamento “Cecilia”.

Serían las 1245 cuando tomó la picada principal, marcada por las huellas de una danta (un tapir, para ustedes).

Serían las 1355 cuando coronó la loma “del Purgatorio”.

Serían las 1420 cuando llegó al campamento “Rosita”.

Serían las 1425 cuando sacó del buzón los 2 kilos de azúcar, e inició el retorno.

Serían las 1700, con la noche ya descolgándose de las copas de los árboles, cuando vadeó un arroyo crecido y estuvo a punto de naufragar con la preciada carga.

Serían las 1800 cuando la posta le marcó el alto a la entrada del “Che Guevara”.

Serían las 1815 cuando se reportó con el mando.

Serían las 1830 cuando empezó a limpiar su arma, mientras comía frijol con una hierba llamada “momo”, y agua endulzada con 2 cucharadas de azúcar.

Serían las 1930 cuando participó en el acto cultural de la célula “Emiliano Zapata”, leyendo el poema del cubano Nicolás Guillén: “Che Comandante Amigo”.

Serían las 2140 cuando el mando lo llamó para decirle que, como recompensa, podía escuchar el radio, en la estación que quisiera, por media hora antes del toque de silencio.

Serían las 2200 cuando el insurgente buscó, sin éxito, el programa “La canción es también un arma de la revolución” que trasmitía entonces Radio Habana Cuba.

Radio Habana, junto a unas 2 o 3 estaciones más, era lo único audible que podía agarrar el pequeño radio de onda corta. Por sus emisiones nos asomábamos al mundo de fuera, excluido México, porque los noticieros cubanos poco o nada decían antes de nuestro país.

Las pilas o las baterías, como gusten llamarlas, se cuidaban más que el azúcar (lo que ya es decir bastante), y el tiempo en que la radito permanecía encendida era el mínimo necesario para escuchar el noticiero. En la mañana, después de las noticias empezaba ese programa, y apenas se escuchaban los primeros acordes de la guitarra o el inicio de canciones de Silvio Rodríguez o Pablo Milanés o Noel Nicola o Pablo Ferrer o Carlos Puebla, cuando el mando apagaba el aparato y a darle a la cacería, a la exploración, a la cocina, a la posta, al estudio, al entrenamiento.

Tiempo después, cuando ya hicimos contacto con los pueblos, supimos que ahí también se sintonizaba esa estación y que conocían bastante de la revolución cubana. Quiero decir, bastante más que el común de los ciudadanos.

Cuba no era, para las comunidades que después serían zapatistas, un país extranjero. Era, es, un pueblo que levantaba, y levanta, la dignidad como sólo la levantan los de abajo, es decir, con decisión y firmeza, mascullando entre dientes el “aquí no se rinde nadie” que enfrentó y sobrevivió a la invasión española y a las invasiones que, con banderas distintas, se han ido sucediendo en las tierras indias de México.

Eso fue hace 22 años…

Gambito Tezcatlipoca

Hasta la victoria siempre
No hay dolor en la muerte, esperanza hay en la vida
 
 
 


Primeira  Anterior  2 a 3 de 3  Seguinte   Última  
Resposta  Mensagem 2 de 3 no assunto 
De: gambito2010 Enviado: 10/10/2006 15:51
Hace unos meses, cuando todavía nuestras tropas insurgente barbechaban los campos para el maíz que sería para el pueblo hermano y compañero, llegó en la mirada morena de nuestras comunidades el trabajo y el destino que concretaban lo que habían votado y aprobado en la Sexta Declaración.

Las jefas y jefes zapatistas, las comandantas y comandantes del EZLN, habían decidido que esta pequeña muestra de hermandad con un pueblo que resiste con dignidad, no fuera una carga extra en las ya de por sí difíciles condiciones de vida de las comunidades zapatistas. Para esto se giraron órdenes para que fueran las tropas regulares zapatistas las que, sin abandonar el fusil alerta de defensa, cosecharan de nuestra tierra rebelde el maíz que llegaría a tierras cubanas.

Alguien vio la milpa trabajada por l@s insurgent@s y la noticia recorrió los valles y montañas. Hubo enojo e indignación en nuestras comunidades y en sus autoridades autónomas. Un viento inquieto recorrió nuestras montañas. Se hicieron reuniones y se escuchó.

Los pueblos reclamaban que no aportaran ellos al modesto puente que se tendía desde las montañas del sureste mexicano hasta el caribe digno. Se explicó, se aclaró, se argumentó. Fue inútil. Y, como en tierras zapatistas manda quien manda, comunidades enteras fueron apartando de sus cosechas, del maíz que tortilla y pozol y tamales y marquesote sería en sus mesas, los granos que después llenaron los costales marcados con la leyenda “De las comunidades zapatistas para el digno pueblo cubano”.

El apoyo entre hermanos de lucha es siempre una fiesta.

Y como fiesta se sembró, se cosechó, se limpió, de empacó y se mandó, al pueblo cubano, el maíz zapatista.

Tal vez algunas notas de la cumbia que tocaba la marimba zapatista, lograron colarse en los costales y alcanzaron a verse libres en territorio cubano.

Al elegir Cuba, no sólo elegimos reconocer y saludar una historia y una lucha.

También elegimos una definición: el enemigo del pueblo cubano es el mismo enemigo de los pueblos indios zapatistas, de los pueblos indios de México, de los pueblos indios de América.

Y elegimos esa definición cuando la moda era, y es, atacar a la revolución cubana.

Cuando se busca desesperadamente a donde voltear la mirada sin que implique compromiso y consecuencia. Y cuando se mira a otros lados que permitan o reafirmen la comodidad de la palabra sin acción.

Para nosotr@s, elegir Cuba es elegir señalar un dolor y una esperanza.

El dolor inflingido por un bloqueo ilegal e ilegítimo, por los intentos de sabotaje y crimen, por la afrenta de una bandera extranjera en una porción del territorio cubano, por la campaña mediática permanente de verdades a medias y mentiras completas. El dolor inflingido por el Poder de las barras y las turbias estrellas que, en el norte geográfico y social, piensa y actúa como si el mundo entero fuera de su propiedad.

Y la esperanza que da un ejemplo que se asoma ya a su medio siglo de edad. El ejemplo de que es posible y necesario que los pueblos tomen en sus manos su destino, y decidan sus pasos, sus modos, su rumbo.

Pero en el largo y extendido dolor de América, Cuba es un alivio, pero no la medicina.

Nosotr@s habremos de curarnos por nosotr@s mism@s, de sanar nuestras heridas, de levantarnos como Nación y como Nación conquistar nuestra segunda independencia, nuestra libertad, nuestra democracia, nuestra justicia.

En el maíz que enviamos al pueblo cubano iba también nuestro mensaje: el “esto soy” y el “aquí estoy” de los pueblos indios zapatistas.

Somos indígenas, somos zapatistas, somos mexicanos, somos latinoamericanos.

Y como tales, no sólo vemos nuestros dolores, también a quienes son los responsables.

Y uno de ellos, el más grande y poderoso de la historia, anida en las grandes

metrópolis del norte del Río Bravo.

Si ignorarlo es un error, callarlo es una cobardía.

Y nosotras, nosotros, el EZLN, no podemos asomarnos al mundo y hacer como que Cuba no existe, como que no hay un bloqueo; como que no existe la base norteamericana en Guantánamo; como que no se calumnia y miente con los endebles disfraces de preocupaciones supuestamente democráticas; como que no se pretende humillar a un país; como que no resiste ahí un pueblo entero; como que no es una bandera de dignidad, como que no aprendemos de sus aciertos y sus errores; como que no han sido y son ejemplo; como si no hubiera un sentimiento nuestro, inexplicable en palabras castellanas, que une a nuestros pueblos zapatistas con esa Nación que desafía al imperio más poderoso en la historia de la humanidad.

Cierto. Tal vez estarán de moda los supuestos gobiernos de izquierda en América Latina (ese apocado empeño por hacerle manicure a las garras del neoliberalismo), los coloquios de intelectuales preocupados por la democracia pintada de barras y estrellas, los distanciamientos de los pasajeros fugaces de todos los movimientos de liberación.

Pero ya ven que a l@s zapatistas las modas nos aburren y hacen bostezar.

Y ahora decimos que lástima que sólo pudimos mandar maíz y gasolina, y no algo que represente de forma más cabal todo el respeto y admiración que tenemos por el pueblo cubano.

Y si no les gusta, pues échenle azúcar… y que se chingue Roma.

Tan-tan.

¡Libertad y justicia para las presas y presos de Atenco!

Desde el Otro Nayarit, México.
A nombre de los hombres, mujeres, niños y ancianos, indígenas mexicanos en su inmensa mayoría, del EZLN.

Subcomandante Insurgente Marcos.
México, Octubre 8 del 2006.

Gambito Tezcatlipoca

Hasta la victoria siempre

No hay dolor en la muerte, esperanza hay en la vida


Resposta  Mensagem 3 de 3 no assunto 
De: RudolfRocker1 Enviado: 10/10/2006 15:51

Reflexiones en torno a la VI Declaración de la Selva Lacandona y la nueva
izquierda latinoamericana Movimiento Libertario Cubano (MLC)
movimientolibertariocubano@yahoo.com.mx www.movimientolibertariocubano.org
[* El MLC presenta a consideración y debate colectivo sus reflexiones en
torno al pronunciamiento hecho público en julio de 2005 por el EZLN, en el
estado de Chiapas, México]

El 1º de enero de 1994 entraba en vigencia el Tratado de Libre Comercio
entre los Estados Unidos, Canadá y México; y, junto con el nuevo año, para
aguar la fiesta de los poderosos, irrumpieron también en el escenario
histórico, desde las entrañas mismas de la olvidada Selva Lacandona, ?el
fuego y la palabra? de los rebeldes zapatistas. En ese entonces, el mundo
entero parecía transitar sin demasiados sobresaltos ni enérgicas
contestaciones hacia el ?fin de la historia? y lo hacía por el camino de
la ?globalización? y el neoliberalismo; es decir -para no olvidarlo y
suponer erróneamente que esas palabras todo lo explican-, por el sendero
de las que no son más que las formas presentes asumidas hegemónicamente
por el sistema estatal de cuadriculación de los pueblos y el capitalismo
transnacional; o sea, los modos actualmente prevalentes de dominación y
explotación a gran escala. En un contexto tan escasamente esperanzador, la
irrupción zapatista significó un vigoroso soplo de aire fresco y una
estruendosa confirmación -anticipada, naturalmente, en innumerables pero
menos resonantes gestos de resistencia a lo largo y a lo ancho del mundo-
de que la historia seguía su curso y de que nada había detenido la lucha
de los pueblos. Así fue saludada desde un primer momento por agrupaciones
izquierdistas de diversos pelajes y trayectorias y así fue recibida
también por el Movimiento Libertario Cubano, habiendo prestado entonces
nuestro apoyo inicial a proyectos comunitarios específicos en la Selva
Lacandona como el de la Escuela Anti-autoritaria 1º de Mayo o el
Campamento de Solidaridad Directa Mártires de Chicago. Para nosotros,
tanto en aquellos primeros tiempos como ahora, la emergencia y el
desarrollo del Ejército Zapatista de Liberación Nacional y los hechos que
éste ha producido se vuelven comprensibles y reclaman una mirada especial
en tanto parte de la emergencia y el desarrollo de una nueva izquierda
revolucionaria latinoamericana. Es la conformación, el perfil y las
orientaciones de esa constelación de agrupaciones y prácticas rebeldes lo
que constituye una de nuestras preocupaciones básicas y por ello no
podemos menos que inscribir en ese marco nuestra toma de posición sobre el
recorrido del EZLN y su desembocadura en la reciente Sexta Declaración de
la Selva Lacandona; como también sobre su tratamiento y sus derivaciones.
Así lo haremos, entonces, con las solidaridades y los respetos que el
movimiento zapatista se ha ganado por méritos propios y cuya proclamación
es innecesaria; pero también sin ahorrarnos -en lo que sería una
inconcebible demostración de demagogia y oportunismo- las anotaciones
críticas que nos parezcan particularmente oportunas en tanto aportes a
este lento y trabajoso proceso de consolidación de la nueva izquierda
revolucionaria latinoamericana.

¿Cuál izquierda y dónde encontrarla? Comencemos por el principio y démosle
respuesta a la madre de todas las preguntas: ¿qué cosa es esa nueva
izquierda revolucionaria latinoamericana de la que hablamos? En principio,
no hay duda que esa izquierda es la que no ha renunciado a la utopía ni de
palabra ni de hecho y la que, a pesar de los pesares, encuentra en ella su
principal aliento; una utopía que puede definirse, en trazos muy
generales, como una espesa trama de relaciones de convivencia entre seres
libres, iguales y solidarios; una utopía capaz de identificar sus lejanos
y venerables antecedentes y de recuperarlos enaltecidos en su
imprescindible actualización. Esa izquierda que se nutre no sólo de la
anhelada plenitud propia sino también del vacío ajeno y crece en el
desesperanzado y ancho espacio abierto por los estruendosos fracasos del
?socialismo realmente existente? y por la inmediata defección de la
anti-utopía neoliberal. Es la izquierda que ha aprendido a reconocer y a
mirar de soslayo los estrechos y marchitados senderos dejados por el
vanguardismo de corte guerrillero luego devenido en partido único y
excluyente, el populismo civil o militar y el reformismo de corte o
inspiración social-demócrata; la izquierda que no se siente representada
por ninguna autoridad ?revolucionaria? y que cuestiona el concepto mismo
de ?representación?; que se busca a sí misma entre los clamores del ?¡Que
se vayan todos?! y la promesa susurrante de ?cambiar el mundo sin tomar el
poder?; la izquierda que se apoya en la autonomía innegociable de los
movimientos sociales de base como matriz de un mundo nuevo y que encuentra
en la autogestión y en la acción directa su más genuina forma de ser. Una
izquierda de la que, seguramente, el EZLN quiere formar parte y que, en
abierta reciprocidad, encuentra en él una de sus expresiones de más amplia
visibilidad.

Ahora bien; ni esa nueva izquierda ni el EZLN son edificios terminados que
respondan a un riguroso y prolijo plan de construcción sino que deben ser
concebidos como obras en marcha, pautadas aquí y allá por dudas
inevitables y por invenciones que se fundamentan en las necesidades de
unas prácticas rabiosamente antagonistas. El EZLN, por ejemplo, se vuelve
comprensible si es ubicado como un movimiento guerrillero de transición.
Su origen está más o menos marcado por las constantes propias de las
guerrillas latinoamericanas de los años 60 y 70: la ?liberación nacional?
como concepto constitutivo, el orgullo de llamarse y sentirse ?ejército?,
la mística de las ?comandancias?, ciertas reminiscencias simbólicas, etc;
constantes no precisamente exitosas y sobre las cuales el EZLN no parece
haber practicado todavía el ejercicio de una crítica en profundidad. Pero
su propio contexto de actuación lo fue llevando a adoptar un perfil que ya
no responde ni total ni preferentemente al viejo modelo. Y no sólo porque
la ?guerra de liberación? en su sentido clásico duró apenas 12 días sino
porque ya el 1º de enero de 1996 -en la Cuarta Declaración- el EZLN nos
daba la alegre sorpresa de llamar a la constitución de ?una fuerza
política que no sea un partido político? e indicar que tampoco aspirara a
la toma del poder. Para decirlo en nuestros propios términos de
demarcación: ni el viejo vanguardismo guerrillero ni el reformismo
socialdemócrata. Ni -mucho menos, por supuesto- los manes del
salvacionismo populista que difícilmente se sintieran a gusto entre las
anónimas cotidianeidades de la Selva Lacandona. Lo que ya en ese entonces
comenzaba a adquirir la mayor relevancia es casualmente lo que a nosotros
más nos interesa destacar como piedra miliar de la nueva izquierda
latinoamericana: la autonomía de los movimientos sociales de base; una
autonomía que, en el radio de acción chiapaneco del EZLN, es la de las
comunidades de los pueblos originarios.

Marchas y contramarchas del zapatismo En la compleja andadura del EZLN han
convivido desde un principio, por lo tanto, las luces y las sombras.
Buscando legítimamente ensanchar su respiración y proyectar su lucha a la
totalidad del Estado mexicano, el EZLN alternó o hizo convivir guiños y
miradas de cierta confianza a la institucionalidad dominante con la
consolidación y la expansión de su desarrollo regional autónomo. Las
primeras no produjeron otra cosa que reconocimientos mediatizados, pactos
incumplidos, aplazamientos, dilatorias y fracasos; las segundas, por el
contrario, cimentaron su arraigo en su esfera de influencia inmediata. Y,
así como las primeras condujeron a la formación episódica de grandes
superestructuras políticas que voluntaria o involuntariamente quedaron
libradas a la dinámica del Estado o a su entorno implícito de actuación y
luego atrapadas en sus mallas de acero (Convención Nacional Democrática,
Movimiento de Liberación Nacional, Comisión de Concordia y Pacificación,
etc.), las segundas propiciaron desde agosto del 2003 en adelante la
emergencia de un mayor protagonismo de las comunidades zapatistas y una
quizás saludable redefinición del EZLN; apuntando ahora en este plano
-aunque nunca del todo ni con energías uniformemente convincentes- a
situarse más como acompañante que como innecesario primer violín. Ha sido
esta forma alternativa de pensar la política y este último curso de acción
el que permitió la formación de las cinco regiones autónomas en Chiapas y
de las (no muy bien) llamadas juntas de buen gobierno; un reordenamiento
de los protagonismos que dista de haber sido resuelto y que mucho tiene
que ver con los debates y problemas de la nueva izquierda revolucionaria
latinoamericana. Luces y sombras, entonces, a través de las cuales el EZLN
ha puesto de manifiesto la fusión, sin un plan preconcebido, de elementos
viejos y nuevos; combinando -algo bien propio de un movimiento de
transición, tal como lo hemos caracterizado- algunas de las prácticas de
un ejército guerrillero convencional con las imprescindibles osadías que
reclaman las organizaciones de base en la auto-construcción de sus
autonomías. Un juego de luces y de sombras que no deja de ejercer sus
efectos también sobre la Sexta Declaración y "la otra campaña"; a las que
convendrá pasar de inmediato.

Cabe comenzar siendo ecuánimes y concordantes: si hay algo que el EZLN ha
dejado perfectamente bien claro en su Sexta Declaración de la Selva
Lacandona es que se siente defraudado y que los principales agentes del
fiasco son los partidos políticos institucionales, con sus dirigentes en
primera fila. Las palabras en tal sentido dejan poco espacio para exégesis
demasiado complicadas e innecesariamente sinuosas: ?los políticos
demostraron claro que no tienen nada de decencia y son unos sinvergüenzas
que sólo piensan en ganar sus buenos dineros como malos gobernantes que
son. Esto hay que recordarlo porque ya van a ver ustedes que ahora van a
decir que sí van a reconocer los derechos indígenas, pero es una mentira
que echan para que votemos por ellos, pero ya tuvieron su oportunidad y no
cumplieron.? Oportunidades e incumplimientos que -todo hay que decirlo y
con idéntica claridad- recorren país por país la biografía de la
democracia ?representativa? y se incorporan con ribetes propios a una
hipotética historia universal de la infamia. Siendo así, es correcto que
el EZLN quiera dejar fuera de sus expectativas de una vez por todas al
sistema institucional de partidos, trace una nítida línea divisoria en tal
sentido y oriente su mensaje en otra dirección: ?un nuevo paso adelante en
la lucha indígena sólo es posible si el indígena se junta con obreros,
campesinos, estudiantes, maestros, empleados... o sea los trabajadores de
la ciudad y el campo.? O diciéndolo de otro modo, yendo más allá todavía y
ampliando el espectro de movimientos resistentes: ?en esta globalización
de la rebeldía no sólo aparecen los trabajadores del campo y de la ciudad,
sino que también aparecen otros y otras que mucho los persiguen y
desprecian por lo mismo de que no se dejan dominar, como son las mujeres,
los jóvenes, los indígenas, los homosexuales, lesbianas, transexuales, los
migrantes, y muchos otros grupos que de por sí hay en todo el mundo pero
que no vemos hasta que gritan que ya basta de que los desprecien, y se
levantan, y pues ya los vemos, y los oímos, y los aprendemos.? Una red de
opresiones, de exclusiones y de dolores parece estar en la base de las
preocupaciones y de los deseos del EZLN; y tal vez hasta pueda sentirse
que la propia Selva Lacandona palpita por detrás y por debajo de esas
palabras; unas palabras que no por ser deliberadamente sencillas dejan de
tener un significado entrañable y profundo a la vez.

Se puede coincidir prácticamente por entero también con el horizonte
inmediato: la articulación más o menos estable de esos movimientos
resistentes detrás de un programa izquierdista de lucha y la puesta en
marcha colectiva de una ?campaña nacional para la construcción de otra
forma de hacer política?. Otra forma de hacer política: la cual debería
ser entendida como francamente distinta de aquella desarrollada en forma
descarada y contumaz por los partidos electoralistas; siempre embarcados
en esa rítmica y espasmódica sucesión de promesas seductoras, de amnesias
incalificables y de justificaciones posibilistas. He aquí, por ejemplo,
una nueva arremetida zapatista: ?Y los partidos políticos electorales no
nada más no defienden, sino que primero que nadie son los que se ponen al
servicio de los extranjeros, principalmente de los de Estados Unidos, y
son los que se encargan de engañarnos, haciéndonos que miramos para otro
lado mientras venden todo y se quedan ellos con la paga?. Juicios
ilevantables y lapidarios éstos que la Sexta Declaración quizás extiende
con ciertos matices también al sindicalismo burocrático y de vocación
entreguista: ?Y si el trabajador estaba en un su sindicato para demandar
sus derechos legalmente, pues no, que ahora el mismo sindicato le dice que
hay que apechugar que bajan el salario o la jornada de trabajo o quitan
prestaciones, porque si no pues la empresa cierra y se va para otro país?.
Una forma distinta de hacer política, entonces, sobre la cual no se hacen
demasiadas especificaciones pero que seguramente debe ser entendida como
una opción por la democracia directa antes que por las ?representaciones?
jerarquizantes y cristalizadas; una opción por la participación activa de
la gente con sus potencialidades a cuestas antes que por la exclusión
sistemática de la que siempre se benefician los tecnócratas y los
?sabihondos?; una opción por la sinceridad, el diálogo entre iguales y la
elaboración compartida de aquellos sueños que habrán de ser comunes antes
que por esa insensible y absurda feria de vanidades donde la simulación y
la mentira campean a su antojo. La Declaración no lo dice, pues, pero
tales cosas bien pueden darse por sobre-entendidas en tanto ellas parecen
ser el auténtico camino de formación y desarrollo de las comunidades
indígenas zapatistas; las marcas esenciales de su existencia y de su
consolidación.

Cambio constitucional: una salida a ninguna parte Que no haya definiciones
excesivas ni un detallado y sofocante programa al que suscribirse es un
hecho saludable, puesto que la presencia de tales cosas sería más una
invitación a la adhesión que al diálogo; una consideración de los
movimientos sociales de base de la sociedad mexicana más como un auditorio
o un recipiente sin contenidos que como un tejido vivo y activo, capaz de
producir sus propias palabras y sus propios fuegos. No obstante hay sí un
único elemento programático que el EZLN parece tomar como axiomático y
tácitamente consensuado, un elemento que puede ser fuente de errores de
apreciación y equivocaciones estratégicas múltiples: ?una nueva
Constitución?. ¿Será ésta una forma elíptica de referirse a las bases
constituyentes de una nueva sociedad mexicana y, por lo tanto, el planteo
incluye la convicción de que ello requiere ni más ni menos que una
subversión radical de sus relaciones de poder? ¿O acaso se trata de
embarcar a los movimientos sociales autónomos detrás de una reforma
constitucional convencional cuyos trámites y reglas de juego ya están
previamente definidos en la normativa vigente y, por ende, sujetados de
antemano en esas mismas relaciones de poder? Por lo pronto, parecería que
el EZLN sostiene una concepción nostálgica de la Constitución mexicana que
no resiste un análisis en profundidad. Veámoslo: ?la Constitución ya está
toda manoseada y cambiada. Ya no es la que tenía los derechos y las
libertades del pueblo trabajador, sino que ahora están los derechos y las
libertades de los neoliberalistas para tener sus grandes ganancias. Y los
jueces están para servir a esos neoliberalistas, porque siempre dan su
palabra a favor de ellos, y a los que no son ricos pues les tocan las
injusticias, las cárceles, los cementerios.? ¿Pero es que México tuvo
alguna vez una Constitución que consagrara realmente, sin cortapisas y en
la más cabal extensión de los términos ?las libertades del pueblo
trabajador?? Este tipo de apreciaciones quizás llevan a pensar que el EZLN
ha comprendido muy bien las articulaciones de poder que distinguen a los
partidos políticos estatales pero que todavía no ha aquilatado lo
suficiente aquellas que distinguen al Estado mismo. Y, sin embargo, no hay
misterios en esto y también puede expresarse, parafraseando la prosa de
Marcos, con palabras bien sencillas: los partidos son como son porque el
Estado es como es.

Que el Estado es una estructura específica de dominación, una forma
jerárquica y codificada de las relaciones sociales de poder y un aparato
pensado para perpetuarse a sí mismo es algo que debería estar fuera de
toda discusión. Siendo así, la correcta descripción que el EZLN hace del
sistema estatal de partidos no puede fundarse solamente en la
malevolencia, el carácter perverso o la venalidad de sus dirigentes sino
que debe encontrar una parte sustancial de su explicación en el hecho de
que tales partidos establecen su orientación básica como una operación de
captura de las riendas del Estado. Y precisamente por eso es que tales
partidos adoptan una configuración que reproduce puntualmente al Estado en
su propia escala de actuación: es por eso que los mismos se constituyen
como instancias de control y disciplinamiento de sus afiliados; es por eso
que asignan atribuciones diferenciales a cada uno de los órganos de su
existencia piramidal; y es por eso también que creen que su supervivencia,
más allá de cualquier consideración histórica y social, debería ser vivida
por los ?votantes? -los propios y los ajenos- como una bendición del
cielo. Los anarquistas estamos convencidos de estas cosas desde hace más
de 130 años y la experiencia histórica subsiguiente no ha hecho más que
confirmar puntualmente aquellas viejas intuiciones; y lo ha hecho sin que,
desde entonces, se haya presentado una sola excepción ante nuestra ansiosa
y expectante mirada. Más aún: si antiguamente se decía que ?el poder
corrompe? hoy podemos decir incluso que la mera aspiración al poder
también lo hace, por anticipado y con holgura suficiente.

En esto hay que ser claros y coherentes. ¿Cómo se compagina, entonces, el
EZLN que dice ?nosotros peleamos por ser libres, no por cambiar de amo
cada seis años? con el EZLN que habla de ?una nueva Constitución?? ¿Acaso
una Carta Magna pactada y transada necesariamente con la organización
estatal presente, según el sentido tradicional de la expresión, puede
congeniarse con la pelea por la libertad? Parecería que no; y parecería
también que la orientación correcta es exactamente la contraria: la pelea
por la libertad comienza con la forja autonómica de los movimientos
sociales de base y se desarrolla en ella, mientras que la búsqueda
negociada de una nueva Constitución está condenada a empantanarse en los
tortuosos vericuetos del Estado y en sus incesantes traqueteos. Una
conclusión para la que no hace falta ningún estudio erudito de política
comparada sino que alcanza y sobra con la propia experiencia del EZLN en
parecidas materias. El fundamentado y radical rechazo que se ha hecho del
sistema estatal de partidos es un paso conceptual de importancia que ahora
sólo requiere de su complemento necesario: el rechazo de la angosta senda
estatal que permita transitar sin compromisos, ataduras o distracciones
por el fértil camino de la autonomía. Es esa autonomía de los movimientos
sociales, asentados todos ellos en el marco de actuación territorial que
resuelvan darse, la condición libertaria por excelencia: una autonomía que
requiere emanciparse de todo poder omnisapiente, externo y superior para
que cada colectivo pueda trazarse, con el mayor margen de libertad
posible, sus propios objetivos, sus propias relaciones de convivencia y
sus propios cursos de acción; sin condicionamientos ni extorsiones,
pensándose a sí mismos y a sus devenires y confiando antes en sus propias
capacidades que en predestinaciones, mesianismos, ingenierías,
conspiraciones o casualidades que -ya se sabe- no condujeron, no conducen
y no conducirán a parte deseable alguna.

Porque todos podamos ?caminar preguntando? y ?mandar obedeciendo? Muchas
más cosas podrían discutirse solidariamente con el EZLN a propósito de su
Sexta Declaración; o, mejor aún, hacerlo con las comunidades zapatistas en
pleno y, en general, sobre las vidas y las luchas de los pueblos.

Nos gustaría, por ejemplo, profundizar bastante más sobre la
?globalización? y el neoliberalismo, de modo que entre todos podamos
trazarnos un mapa del mundo que no es representable exclusivamente en
blanco y negro, ver que en la arena de este circo hay algo más de dos
gladiadores y que es necesario identificar toda una trama de relaciones
locales que se articulan por conveniencia propia y no por pura obsecuencia
con los grandes centros de poder mundial. Porque, en definitiva, el
capitalismo también tiene en México su carta de ciudadanía y su faceta
transnacional específica, sin la imperiosa necesidad de que sea un agente
externo el que le dé vida, lo impulse y lo proyecte. Y consideraciones de
ese tipo nos permitirían poner en común, casi con íntegra certeza, la
convicción de que no sólo los políticos entreguistas y sus corruptelas son
los responsables de la situación sino que además hay una cierta gama de
capas sociales que también se desvelan por el mantenimiento del statu quo.
Tal vez ello nos llevaría a compartir definiciones mucho más marcadamente
anticapitalistas, antiestatistas y antiburocráticas que quizás el EZLN ya
se haya formulado para sus adentros pero que todavía no ha puesto
rotundamente de manifiesto.

Nos gustaría reflexionar fraternalmente también sobre una frase de la
Sexta Declaración a la que asignamos especial importancia y que ilustra
uno de los rasgos distintivos del EZLN durante todo este tiempo: ?o sea
que arriba lo político democrático mandando y abajo lo militar
obedeciendo. O tal vez es mejor que nada abajo sino que puro planito todo,
sin militar, y por eso los zapatistas son soldados para que no haya
soldados.? Porque, realmente, si fuera ?puro planito todo? nadie manda y
nadie obedece sino que cada cual actúa a partir de sus convicciones, de
sus posibilidades y de sus compromisos con los acuerdos libremente
adoptados. Y diríamos también que es paradójico y peligroso eso de que
haya soldados para que no haya soldados puesto que entonces -¡qué lío con
las palabras!- siempre tendríamos que contar con algunos soldados para que
no hubiera más soldados. Porque parece mucho mejor, más directo y más
claro decir que somos anti-militaristas; y luego trabajar realmente, de
lleno y sin medias tintas por la disolución de todos los ejércitos.

Nos gustaría discutir más detenidamente con nuestros compañeros de la
Selva Lacandona los motivos por los cuales estamos entusiasmados con la
idea de reunir a los movimientos sociales mexicanos en una red amplia y
sin exclusiones. Pero, incluso así, querríamos mantener una respetuosa
discrepancia respecto a un procedimiento que tal vez no sea el mejor. En
efecto, creemos que esa red no debería tener centro alguno y, precisamente
por eso, el EZLN no tendría que haberse auto-atribuido el papel de
coordinador inicial, asignándose a sí mismo la administración de un
diálogo en rueda donde los participantes han sido previamente
categorizados y se reúnen según las disposiciones de fecha, lugar y agenda
decididos por el CCRI. Seguramente habría sido mejor que las fechas
hubieran surgido de una vasta consulta previa, que el lugar fuera
equidistante y que la agenda de partida no resultara ser otra cosa que el
libre fluir de una palabra plural e irreductible. Pero quizás tampoco
quepa desconfiar de las intenciones y sí pensar que esta convocatoria no
es más que una urgida necesidad fundacional y que no faltarán
oportunidades en el futuro para que las cosas sean de otro modo.

Cuba: tan cerca de Chiapas y tan lejos del EZLN Nos gustaría extendernos
sobre estas cosas y muchas otras, pero no parece oportuno ahora más que
dejarlas planteadas. Sin embargo, hay un tema que no podemos soslayar en
este momento y que, en tanto Movimiento Libertario Cubano, nos interesa
directa y especialmente. Nos parece magnífico que el EZLN ponga de
manifiesto su solidaridad con los pueblos en lucha de América Latina y del
mundo y bien podemos hacer nuestras sus declaraciones en tal sentido.
Incluso, en la medida que las luchas de los pueblos están en todas partes,
creemos que es una buena imagen literaria sostener que no se sabe muy bien
dónde entregar los testimonios solidarios del EZLN. Lo que no queda claro,
entonces, es el mecanismo ideológico y político por el cual todos los
pueblos del mundo son ?inubicables? mientras que el pueblo cubano sí puede
encontrar su sede, su residencia natural y su legítima representación en
la embajada de su gobierno en Ciudad de México. Planteadas las cosas de
este modo es como si el EZLN interrumpiera casi todos sus conceptos,
prácticas y aprendizajes en el momento mismo de ?desembarcar? en Cuba.
Porque ¿qué vinculación natural y coherente puede haber entre un planteo
que apunta a exaltar el tejido de la sociedad mexicana a través de sus
movimientos sociales de base y otro que supone que su equivalente cubano
se encuentra enteramente absorbido por su gobierno? Más aún, ¿el EZLN cree
que el gobierno cubano encarna el modelo de la nueva izquierda
revolucionaria latinoamericana o que está dispuesto a participar del mismo
así sea como discreto acompañante? ¿El EZLN considera que hay que hacer en
México lo mismo que ha hecho el Partido ?Comunista? en Cuba? ¿El EZLN no
supone que es contradictorio e inconsecuente emparentar solidariamente la
autonomía de las comunidades de base con un régimen centralizador y
excluyente? ¿El EZLN no piensa que la expresión del pueblo cubano puedan
ser organizaciones populares autónomas cuya emergencia el gobierno se
encarga meticulosa y sistemáticamente de evitar por medio de la represión
preventiva? ¿Qué respuestas de fondo, en definitiva, puede dar el EZLN a
interrogantes de tanta gravitación?

Pero, además, el EZLN no puede desconocer ni haber olvidado que durante
cuatro largas décadas los gobiernos cubano y mexicano mantuvieron
relaciones carnales; uno de cuyos mejores momentos seguramente puede
encontrarse en torno al silencio cómplice del gobierno cubano respecto a
la matanza de Tlatelolco en 1968 y al envío de deportistas a las
olimpíadas inmediatamente subsiguientes; aun a pesar de los llamados al
boicot de las mismas a que entonces convocara la izquierda mexicana. Una
relación carnal inter-estatal a la que no le cuesta encontrar su
personificación en la amistad de Fidel Castro y Carlos Salinas de Gortari;
una parte de cuya fortuna -amasada gracias al expolio de trabajadores
mexicanos- es hoy invertida en territorio cubano. A partir de estos
antecedentes y de muchos de similar talante, al EZLN no debería resultarle
difícil constatar que, para la élite dirigente cubana, el eje de las
relaciones internacionales no está constituido por las luchas de los
pueblos sino que esas luchas son reinterpretadas a voluntad según el tipo
de vinculación que el partido monopólico defina tener con el resto de los
gobiernos; siempre y cuando éstos puedan aportarle algo de oxígeno a su
capacidad de sobrevivencia. ¿Cómo se explica, si no, que la diplomacia
cubana haya apoyado las luchas contra el apartheid en Sudáfrica y también
se haya solidarizado casi hasta la extremaunción con el régimen de Suharto
en Indonesia, que mantenía una situación parecida en Timor del Este? ¿Qué
coherencia puede haber entre suscribirse al derecho de los pueblos
africanos a definir su destino y al mismo tiempo enviar tropas de
ocupación a enfrentarse a los independentistas eritreos según las
necesidades del ajedrez soviético o, ya en un registro virtualmente
paródico, entrenar a la escolta militar de Idi Amin? ¿Qué justificación
tiene el gobierno cubano para enviar a su vicepresidente a participar en
el Foro de Davos y luego al presidente de su Asamblea Nacional a protestar
en Porto Alegre contra ese mismo foro? ¿Cómo puede ser que se condene con
tanto énfasis el racismo en la Conferencia Mundial de la ONU realizada
sobre el tema en Durban y luego se rechacen todas las invitaciones para
analizar las razones por las cuales hay una sobre-representación de
personas negras en las cárceles cubanas? Y así sucesivamente; hasta donde
pueda llegar la curiosidad crítica de quien sea.

A todo esto: ¿hace falta que se le recuerde al EZLN las condiciones de
vida del pueblo cubano y su imposibilidad absoluta de organizarse
autónomamente o tan siquiera de expresarse para enfrentar esa situación?
Pensamos que toda referencia concreta al respecto es innecesaria en este
momento y queremos creer que la mención a la embajada del gobierno cubano
en Ciudad de México no es mucho más que un acto fallido; un lapsus que
puede ser enmendado cuando se presente la primera oportunidad. Y queremos
creerlo así porque lo que está en juego es mucho más importante y así lo
hemos insinuado desde un principio. Repitámoslo y tengámoslo presente de
aquí en más: lo que importa es la conformación, el perfil y las
orientaciones de una constelación de agrupaciones y prácticas rebeldes que
hoy están en condiciones de nutrir a la nueva izquierda revolucionaria
latinoamericana. En ese trabajo de creación no puede haber descuidos ni
ligerezas ni frases de cortesía. En ese trabajo de creación el gobierno
cubano no tiene nada para aportar porque los únicos mensajes genuinos que
nos permitirán avanzar en el camino de la libertad no habrán de partir de
los despachos burocráticos de La Habana sino de bullicios y estrépitos que
surgen bien de abajo y que abajo mismo encuentran sus ecos inconfundibles.
Es allí donde están los ?forajidos? ecuatorianos, la resistencia mapuche,
los regantes cochabambinos, las fábricas recuperadas en Argentina, las
ocupaciones de tierras en Brasil y, por supuesto, también las búsquedas y
ensayos que hoy mismo tienen lugar en la Selva Lacandona.


 
©2025 - Gabitos - Todos os direitos reservados