POR SU IMPORTANCIA LA NUEVA CUBA
PUBLICA ESTE ANALISIS DE UNA ANALISTA TROSKISTA
QUE PUDIERA COMPLEMENTAR INFORMACION
SOBRE LA ACTUAL LUCHA POR EL PODER
EN EL SENO DE LA NOMENKLATURA CUBANA
ALGUNAS CONCLUSIONES
SOBRE LA SUCESION EN CUBA
Por Gina Álvarez
Análisis
Infosearch:
Máximo Tomás
Dept. de Investigaciones
La Nueva Cuba
Noviembre 14, 2006
La revolución cubana de 1959 fue dirigida por un movimiento radical de clase media con métodos de la guerra de guerrillas. No fue dirigida por una clase obrera organizada desde abajo utilizando los métodos de la huelga general, de las barricadas y la insurrección.
Como lo ejemplifican sus manifiestos, programa y práctica durante la lucha revolucionaria y durante su primer año en el poder, el movimiento revolucionario tuvo un programa nacionalista, reformista y anti-imperialista, y no uno socialista. Fue la resistencia violenta de los reaccionarios e imperialistas la que los empujó a llevar ese programa más allá de los deseos de la dirección de la revolución.
El programa de la revolución era un programa nacionalista burgués y reformista que se vio empujado a romper con el imperialismo y a la expropiación del capitalismo sólo por el ataque inexorable y violento del imperialismo norteamericano y la reacción.
Se cumplieron algunas tareas democráticas y revolucionarias significativas como la reforma agraria, la nacionalización de industrias y la eliminación casi total del analfabetismo. La asistencia médica y la educación para todos llegaron a ser las características más sobresalientes de la sociedad cubana.
La revolución derrocó al odiado gobierno de un régimen político dictatorial – el Ejército, los tribunales y el Congreso– y los reemplazó por un gobierno burgués provisional basado en el poder del ejército guerrillero; éste se vio reemplazado después por un poder completo del Ejército, ya institucionalizado, no como una milicia popular sino como un ejército regular como el existente en los países capitalistas.
La abrumadora derrota de la contrarrevolución en el período de 1959 a 1965 produjo un éxodo masivo de la clase media alta y de la burguesía cubana que se transplantó a Miami en donde establecieron su base de oposición a la revolución tramando constantemente la contrarrevolución.
Casi el 30% de la población de Cuba abandonó el país en los años que siguieron a la victoria de la revolución en 1959. Entre los que salieron se encontraban muchos artistas, la mayoría de los intelectuales, profesionales y técnicos del país.
Esta combinación de circunstancias completamente excepcionales, aunada a la necesidad de ampliar la economía nacionalizada –bajo el mando del ejército guerrillero– proletarizaron prácticamente a la sociedad cubana, dando lugar a la creación de la base social más importante para la defensa de la revolución: una nueva clase obrera mejor educada, más sana y más joven.
Estas victorias de la revolución mostraron claramente y de muchas maneras la superioridad de una economía planificada y centralizada –a diferencia de la anarquía y la naturaleza ávida de ganancias del capitalismo– a pesar de que hayan quedado truncadas y de estar plagadas de ineficiencias y de que haya surgido una capa privilegiada de burócratas.
El caracter del estado Cubano y su defensa
Esta base social de la nueva Cuba es el factor decisivo que nos ayuda a caracterizarlo como un estado obrero, reforzado por la nacionalización y la transformación en propiedad pública de la mayoría de las industrias y el comercio y del desplazamiento físico de la burguesía que abandonó en masa el país.
La revolución no impulsó ni creó órganos de doble poder, ni durante los levantamientos ni después de la toma del poder. Todas las instituciones que se crearon para representar formalmente a la clase obrera y al campesinado – como los Comités a la Defensa de la Revolución (CDR), las Asambleas Populares, los sindicatos obreros y campesinos, etc. – fueron creadas desde arriba y nacían completamente controladas por las fuerzas armadas, el régimen, partido político y el gobierno y no se basan en la democracia obrera.
Este híbrido de sistema que surgió fue transformado aún más tras la incorporación de Cuba al bloque de países dominado por la Unión Soviética, cuando adoptó muchas de las instituciones burocráticas, los métodos, las formas de gobierno y la retórica así como la política internacional de la burocracia de Moscú.
La combinación de todos estos factores dieron como resultado la creación de un estado obrero deformado e incompleto con un gobierno bonapartista – basado en el poder de las fuerzas armadas – y un régimen político híbrido donde instituciones que se asemejan a las de la democracia burguesa (Asamblea) se mezclan con comités locales y regionales que no gozan de ningún poder– que actúan más como órganos consultivos – y los sindicatos, integrados, subordinados y carentes de toda independencia respecto del estado.
Incluso el poder del partido gobernante es limitado y está subordinado al poder superestatal del Consejo de Estado, mismo que no es electo directamente por la población, sino que se compone de miembros designados por la élite gobernante, semi-independiente incluso de los principales comités regionales y de base del Partido Comunista Cubano.
Estas superestructuras burocráticas y el carácter bonapartista del estado, del régimen y del gobierno son lo que nos ayuda a definir a Cuba como un estado obrero deformado.
Las limitadas pero importantes conquistas de la revolución cubana: la independencia de los EU; la propiedad pública de muchos de los elementos de la economía; la asistencia médica y educación universal y gratuita y la vivienda como un derecho, no un privilegio, así como la eliminación del sistema de renta de viviendas – entre otros – son las conquistas que necesitan ser defendidas contra el imperialismo y los reaccionarios, pero al mismo tiempo los marxistas pugnamos por una revolución política – no social – para que la clase obrera y los oprimidos de Cuba ejerzan el poder directamente a través de sus propias instituciones y garanticen que se detenga el retroceso de la revolución, que ahora está siendo implementado por el gobierno de Castro con la reintroducción del capitalismo y de la diferenciación de clases.
La sucesión
Esta tarea se vuelve más urgente cada día. Debido a las características deformadas del actual régimen, Fidel Castro es el único líder indiscutible entre los cubanos. Ni siquiera los enemigos de la revolución se atreven a desafiar esto.
A su avanzada edad, Fidel ha designado como su heredero a su hermano Raúl, a quien muchos cubanos le tienen antipatía por haber sido el encargado de la represión en distintas épocas y el encargado de llevar a cabo las purgas en el partido y en las organizaciones “de masas.” La Revolución no tiene heredero y no cuenta con una clase obrera independiente que pueda tomar la decisión de revolucionar el sistema político y encender la energía de la clase obrera y los oprimidos cubanos y latinoamericanos.
Sin ese elemento, y sin un partido revolucionario de un nuevo tipo, todas las conquistas de la revolución están en riesgo de perderse una vez que se vaya Fidel. Eso será una tragedia para las masas latinoamericanas y por supuesto para el pueblo cubano. Eso hace que la revolución política sea una tarea urgente.