Tremendo invento
Ahora se van como viejos artefactos, pero tal vez algunos podrían quedar en un museo, como símbolo de la resistencia y la ingeniosidad del cubano
Julieta García Ríos y Jorge Legañoa Alonso,
estudiante de Periodismo
leganoa@jrebelde.cip.cu
A falta de pan, casabe. Así reza un refrán popular que al cubano le viene como anillo al dedo. Porque ante la necesidad y escasez no solemos quedarnos cruzados de brazos, ni conformarnos con vanas lamentaciones.
Así, de hábiles manos, han nacido los más inimaginables inventos criollos, algunos dignas piezas museológicas, como los rústicos ventiladores que van siendo desterrados del hogar cubano.
Sobre una llanta de carro descansa el tubo de hierro que lleva encima el motor de centrífuga sacado de una lavadora rusa marca Aurika. Cuatro aspas de metal aseguradas cada una con tres remaches unen las piezas al motor; un grueso cable, con más de un empate, sirve de conexión eléctrica.
Basta conectarlo para que un aire fuerte y en la misma dirección se haga insoportable a ratos. Y para quien pueda cuestionar la relación entre la llanta de carro y el equipo electrodoméstico, aclaramos, su función es solo de seguridad.
Sí porque estos aparatos criollos son andariegos. Puedes instalarlos en la sala o encontrarlos en el pasillo de la casa a unos dos metros del lugar inicial; solo la longitud del cable les ponen freno, o una llanta como la mencionada.
El ejemplar descrito lo encontramos, junto a otros rústicos ventiladores, en casa de Santiago Hernández González, secretario del núcleo del Partido que agrupa a jubilados de su zona, en el Consejo Popular Vedado, del capitalino municipio de Plaza, donde casi 900 núcleos familiares han sido beneficiados con nuevos ventiladores que sustituyeron a los “inventos”.
Su hogar, como otros muchos del país, ha servido de escenario para el cambio de los viejos ventiladores por otros modernos. El proceso une en un solo grupo a trabajadores sociales, delegados del Poder Popular, federadas, directivos de los Comités de Defensa, militantes del Partido...
En el momento de nuestra visita, Santiago comenta que casi 60 ventiladores criollos fueron sustituidos en su zona. “Este es un salvaje, pesa más de 20 libras”, dice, luego de cargar uno de los “monstruos” que en la sala de su hogar esperan para ser recogidos por los trabajadores de la Empresa de Recuperación de Materia Prima.
Santiago cuenta que en su circunscripción solo una persona se negó a cambiar su viejo ventilador por los modernos marca HOPEFUL, modelo FT-30E, los cuales tienen tres velocidades, son giratorios y consumen solamente 55 watts.
Los más comunes son los equipos hechos con las secadoras de las lavadoras Aurika —llegadas al país en los años 70 y 80—. Pero ante nuestra sorpresa escuchamos que motores de tocadiscos, de extractores de aire, y hasta motores de agua fueron adaptados para aliviar la canícula.
TODO UN INNOVADOR
Estamos frente a todo un innovador. “Soy talento de oro tres estrellas”, dice como carta de presentación Julio Jorge Alemán, de 62 años, quien nos recibió en su apartamento de la calle 2 entre 25 y 27, en el Vedado.
¿Cómo es eso de tres estrellas? “La primera estrella se la otorgan al que inventa; la segunda a quien coopera y la última al que generaliza sus creaciones”, contesta este fundador de la Asociación Nacional de Innovadores y Racionalizadores (ANIR). Hemos llegado a él casi por casualidad, en búsqueda de historias singulares de esos viejos artefactos que son desterrados de los hogares cubanos por equipos con bajo consumo de energía.
“Me dolió desprenderme de mi viejo ventilador. Parecía un trasto, pero me salió bueno. Uno le coge cariño y cómo no hacerlo si me duró más de 30 años. Todavía estaba al quilo cuando lo entregué y eso que apenas le daba mantenimiento.
Cuenta Julio Jorge que con el viejo ventilador se echó aire su hija pequeñita, que es ya una mujer. “Recuerdo que cuando lo sustituí por uno más moderno se lamentaba, porque no podía quedarse dormida con facilidad. Imagínense, el ruido acompasado de aquel invento cubano la dormía”.
âYo tenía un aire acondicionado Gold Star de los años 50, que trabajaba con 110 volt y cuando se rompió aproveché el fan (ventilador), lo monté sobre un trípode y le hice la conexión eléctrica. Además, le puse una careta que un día recogí tirada en la calle, le di una pinturita y así estuvo listo para la batallaâ.
AIRE A LO CUBANO
Aquella tarde Lázaro Watson venía rumbo a su casa cuando vio que la joven tiraba en la esquina su “viejo aire acondicionado”.
Ella recién se había comprado uno auténtico y quería deshacerse de ese, que si bien le refrescaba su habitación, le causaba otras molestias.
Lázaro le preguntó cómo trabajaba el “equipo” y cargó con este para su casa, donde lo usarían tres años más.
Se compuso con la estructura externa de un televisor KRIM, al cual se le colocó dentro un pequeño extractor. Y para que cumpliera su función de enfriar el ambiente, ¡se le colocaban unos trozos de hielo!
“Echaba tremendo aire”, asegura Sandra Samada, esposa de Lázaro, quien ahora manifiesta sentirse contenta con el moderno ventilador chino que ha venido a sustituir su “aire a lo cubano”.
VENTILADORICIDIO
Para Grettel Iglesia Reyes esta ha sido una nueva experiencia. Como trabajadora social se ha enfrentado a tareas anteriores, pero la nueva misión de cambiar los “ingeniosos inventos” ha sido la más sui géneris.
“Estuve en una casa para hacer el cambio y me sorprendí al ver que la parte exterior de “aquello” que usaban como ventilador era un secadora de pelo. Lo peor es que hasta el día de hoy esa persona no se ha querido deshacer de su artefacto porque “echa más aire que un ciclón”. Tratamos de convencerla, pero fue inútil”.
En este bregar por las barriadas del país siempre se recogen variadas anécdotas. “Hace unos días llegamos a una casa y cuando preguntamos por el ventilador que se cambiaría nos sacaron un ejemplar que estaba para un museo, hecho con un motor de tocadiscos”, dice Isel Álvarez Tapia, quien añade que el equipo era tan pequeño que cabía en una mano.
 Ejemplares como estos sustituyen a los viejos artefactos grandes consumidores de energía eléctrica. (Foto: Juan Moreno) |
Su dueña, añade la trabajadora social de 22 años, decía que este echaba buen aire y además que le tenía mucho cariño, porque por encima de todo le era muy funcional y casi no ocupaba espacio en la casa.
Vaitiare Rodríguez, también trabajadora social, recuerda que en una ocasión tuvieron que recabar apoyo de algunos vecinos porque aquel “mastodonte” era inmenso. “La gente, en medio de la alegría por los nuevos equipos, decía que ese ventilador rústico era tan potente, y con aspas tan grandes de hierro, que si se lo ponían a un barquito pues se podía salir a pescar”.
Sin embargo, a ella le inquietó cómo no había ocurrido ningún accidente en el hogar, con aquellas aspas tan grandes y descubiertas al alcance de los niños.
Quizá no sería descabellado que algunos de esos aparatos, como muchos otros que ahora se recogen en cada cuadra, pasaran a un museo que reúna ese sentido criollo de la resistencia y la ingeniosidad.