Peligroso, seguir el juego de Uribe
Desear no basta. El gobierno de Uribe Vélez desea derrotar a la insurgencia, pero no es suficiente. ¿Cómo echar por tierra un conflicto que dura ya más de cuatro décadas? ¿Negando el conflicto? ¿Negando las raíces sociales de éste? ¿Desapareciendo por decreto —y con una ayudita de los medios— al adversario?
Cuántas veces se ha difundido en los medios oficialistas, desde la década de los 50 del siglo XX, la supuesta muerte del máximo jefe de las FARC, Manuel Marulanda, a manos del ejército, el cáncer de próstata y sus propios compañeros de armas en las FARC. Cuántas veces hemos leído, visto o escuchado en los medios notas donde se anuncia que se dio de baja âal cerebro financieroâ, âal número tres en el mandoâ, âal ideólogo del bloque Xâ de la organización insurgente. Cuántas veces hemos leído en el último año cifras de bajas guerrilleras que, de ser ciertas, demostrarían que es el fantasma de la guerrilla quien pelea con el ejército, pues las cifras de militantes en activo y bajas guerrilleras que maneja el gobierno desafían las más elementales reglas de la aritmética.
Evidentemente, ésta es una más de las muchas farsas de Uribe en lo que lleva de gobierno. Es imposible que las deserciones y bajas guerrilleras hayan mermado a las FARC al 50 por ciento en estos años sin que el gobierno se apunte un triunfo visible. Por el contrario, vemos un presidente colombiano cada vez más acabado por su incapacidad para sofocar la rebelión popular colombiana, tal y como se lo prometió a los Estados Unidos y a la oligarquía paramilitar que lo eligió.
Las cifras y los análisis gubernamentales no hacen una cortina de humo lo suficientemente gruesa como para ocultar el hecho de que las FARC ganan credibilidad y terreno como fuerza beligerante en el campo nacional e internacional. De ahí la abrupta reacción de Uribe contra las gestiones del presidente venezolano Hugo Chávez, y la senadora colombiana Piedad Córdoba, como facilitadores del intercambio humanitario de prisioneros entre el gobierno y la organización guerrillera.
Uribe ha puesto a circular la versión de que las FARC están diezmadas en el terreno militar para legitimar así su intransigente política de Seguridad Democrática con que sostiene su dictadura civil de extrema derecha. La cerrazón militarista del gobierno de Uribe lo ha llevado a, entre otras cosas, buscar a toda costa el cierre de las puertas de la negociación política con la guerrilla, incluyendo el tema del intercambio humanitario.
Uribe preparO un show del rescate âa sangre y fuegoâ de Ingrid Betancur y los demás prisioneros en poder de las FARC. Recordemos que en uno de esos intentos de rescate perdieron la vida a mediados del 2007 diez de los once diputados que estaban en poder de las FARC.
No se deben firmar cheques en blanco al paramilitar Uribe. Por eso es tan importante que el periodismo serio no se deje llevar por la superficialidad de las versiones, análisis, cifras y voceros del gobierno colombiano. Hay que pensar con cabeza propia. Esa es ya, de entrada, una gran contribución a la causa de la paz para Colombia.
ojala se le de un seguimiento imparcial y serio a esta noticia que demuestra que la paz sí es posible en Colombia. Enhorabuena, hermanos colombianos.
Agencia Bolivariana de Prensa