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General: Cristina creó el instituto de revisionismo histórico ...
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Reply  Message 1 of 19 on the subject 
From: Ruben1919  (Original message) Sent: 01/12/2011 12:25

Cristina creó el Instituto Nacional de Revisionismo Histórico Argentino

 

Se llama "Manuel Dorrego". Los hechos del pasado serán puestos a revisión por un grupo de notables designados por la Presidenta. Entre ellos están el Jefe de Gabinete, Aníbal Fernández; Mario Pacho O´Donnell y Felipe Pigna.

 

 

 
 

 

El Gobierno Nacional creó el "Instituto Nacional de Revisionismo Histórico Argentino e Iberoamericano Manuel Dorrego" que dependerá de la Secretaría de Cultura, publica este lunes el Boletín Oficial.

Según el decreto 1880/2011 se crea el Instituto, con carácter de organismo desconcentrado, para "el estudio, la ponderación y la enseñanza de la vida y obra de las personalidades de nuestra historia y de la Historia Iberoamericana". Personalidades que "obligan a revisar el lugar y el sentido que les fuera adjudicado por la historia oficial, escrita por los vencedores de las guerras civiles del siglo XIX".

El Instituto tendrá 33 miembros ad honorem, entre los que se destacan el Jefe de Gabinete Aníbal Fernández, Mario "Pacho" O´Donnell, Felipe Pigna, Hernán Brienza, Araceli Bellotta, Víctor Ramos y Luis Launay; todos designados por la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner.

El decreto además instituye dos premios. El premio "José María Rosa", que será otorgado cada dos años al historiador, ensayista o pensador argentino que más se haya destacado en la investigación, elaboración y divulgación de la historia revisionista nacional, y el premio "Jorge Abelardo Ramos", que distinguirá a quien se haya destacado, dentro del territorio iberoamericano, en la historia revisionista continental.

Ambos galardones deberán representar un aliciente económico para los ganadores y se podrán establecer Menciones para aquellos trabajos que merecieran destacarse además del ganador.

El decreto de creación del Instituto lleva las firmas de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner; del jefe de Gabinete, Aníbal Fernández; del ministro de Economía, Amado Boudou y del ministro de Educación, Alberto Sileoni.

Se eligió a Manuel Dorrego como símbolo de la iniciativa por ser "un prócer caracterizado por su patriotismo, coraje y clarividencia que lo llevaron a destacarse como pocos en las luchas de nuestra Independencia. Abogó por la organización federal de nuestra Patria y representó los intereses de los sectores populares, como quedó demostrado durante su corta gestión como Gobernador de Buenos Aires. Su trágico final y las sangrientas consecuencias posteriores son un llamado a desterrar la intolerancia y la violencia de las prácticas políticas", se explica en el decreto.

 



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Reply  Message 2 of 19 on the subject 
From: Ruben1919 Sent: 01/12/2011 12:29
Todo historiador que tenga méritos podrá escribir la historia y someterse a la consideración del instituto ....
 
"El decreto además instituye dos premios. El premio "José María Rosa", que será otorgado cada dos años al historiador, ensayista o pensador argentino que más se haya destacado en la investigación, elaboración y divulgación de la historia revisionista nacional, y el premio "Jorge Abelardo Ramos", que distinguirá a quien se haya destacado, dentro del territorio iberoamericano, en la historia revisionista continental."
 
Estoy seguro de que la historia de Nuestraamérica saldrá ganando con la creación de tal instituto ... lo demás es prejuzgar .-

Reply  Message 3 of 19 on the subject 
From: Ruben1919 Sent: 02/12/2011 13:14
Este escrito para razonar y sacar conclusiones ....
 
Publicado en Enero / Abril 2011 / Edición N° 11 / Año 4

ISSN 1851-3263

Publicación Cuatrimestral

 

Epopeya, identidad y anacronismo en la historia

Edición N° 11 - Opinión

Cómo citar este artículo

Fornelli, Julio. "Epopeya, identidad y anacronismo en la historia". La revista del CCC [en línea]. Enero / Abril 2011, n° 11. [citado 2011-12-02]. Disponible en Internet: http://www.centrocultural.coop/revista/articulo/207/. ISSN 1851-3263.

Resúmenes

Español: El debate generado en relación a la conmemoración de los hechos de “la Vuelta de Obligado” conlleva ciertos prejuicios y atajos. La historia oficial argentina ha sido escrita por la clase dominante conservadora argentina y ha contado con la pluma de grandes escritores como Mitre y la Academia Nacional de Historia. En este sentido, afirmar absolutamente, por ejemplo, que Sarmiento era un reaccionario porque pretendía marginar a los aborígenes ocultando su política revolucionaria con respecto a la reforma agraria y la educación popular es igual de pobre que definir a Rosas como un simple dictador por haber creado la mazorca, sin traer a composición su identidad con los sectores populares y la defensa de la soberanía cuando, por ejemplo, la conjunción anglo-francesa intentó dominar una parte importante del territorio y fracasó rápidamente.

Palabras claves

Español: Rosas, Vuelta de Obligado, Absolutismo histórico, Identidad Popular, Soberanía Nacional

Tanto el debate histórico como el político, íntimamente vinculados, están siempre atravesados por las subjetividades y pasiones, lo que no debe actuar como un manto para ocultar, tergiversar o negar hechos y procesos constitutivos en las distintas etapas del desarrollo de las sociedades, de los países y sectores que conforman el conglomerado humano.

En torno al intercambio surgido por estos días en relación a la conmemoración de los hechos de “la vuelta de obligado”, se percibe cómo ciertos prejuicios y “atajos” se hilvanan como recurso defensivo a partir de considerar a la historia como un panteón solo para “entendidos” y una coraza que no debe cuestionarse.

La historia oficial argentina, enseñada durante largas décadas en las escuelas y repetida en la prensa, ha sido escrita por la clase dominante conservadora argentina y ha contado con la pluma de grandes escritores como Mitre y la Academia Nacional de Historia. Los sectores sociales que gobernaron durante mucho tiempo, fundamentalmente los provenientes de la oligarquía y del Ejército, repitieron hasta el cansancio un relato histórico bastante pobre y bronceado de estatuas, que ha sido cuestionado desde el surgimiento del revisionismo histórico, entendido este como un movimiento historiográfico heterogéneo con sus aristas tanto nacionales como de izquierda, que intentó renovar la historia con mayor o menor éxito, pero con algunos aportes importantes sin lugar a dudas. El más importante a mi entender es el de ubicar a los sectores populares como protagónicos de la construcción de la sociedad y no solo a los dirigentes y las elites, típica marca de la historia liberal oficial.

Los “atajos” en la interpretación histórica generalmente conducen a “callejones sin salida” que opacan y estancan a la historia que debe ser una disciplina y una ciencia tan dinámica como certera.

También, la búsqueda de epopeyas históricas que permitan construir identidades político-culturales muchas veces lleva a la construcción de “absolutismos históricos” presentando a personajes o describiendo hechos como perfectos e inmaculados o recortando aspectos determinados y ninguneando otros para así reconfigurarlos, otorgando nuevos “sentidos” particulares. Esta práctica muchas veces plaga a las interpretaciones históricas.

El anacronismo es una enfermedad del análisis histórico, que maniquea y disimula la riqueza constitutiva del “objeto histórico” justamente por no comprender que se trata de sujetos dinámicos y complejos que configuran el terreno contradictorio y abigarrado del proceso histórico.

Afirmar absolutamente, por ejemplo, que Sarmiento era un reaccionario porque pretendía marginar a los aborígenes ocultando su política revolucionaria con respecto a la reforma agraria y la educación popular es igual de pobre que definir a Rosas como un simple dictador por haber creado la mazorca, sin traer a composición su identidad con los sectores populares y la defensa de la soberanía cuando, por ejemplo, la conjunción anglo-francesa intentó dominar una parte importante del territorio y fracasó rápidamente.

Si siguiéramos la misma tónica podríamos afirmar que Marx era igual de reaccionario e imperialista porque alguna vez pensó que la colonización de la Indía por el imperio ingles jugaría un rol positivo al llevar el capitalismo a una región atrasada o cuando describió a Bolívar como un simple dictador.

Más, cuando la historia liberal y que parece que casi todas las corrientes historiográficas, al menos las que conozco, dividen las reyertas políticas de casi medio siglo entre unitarios y federales, no producen otra cosa que un verdadero reduccionismo mediocre, al pretender encorsetar en solo dos bandos lo que realmente presentaba una gran diversidad de corrientes y partidos. Unitarios y federales, doctrinarios y lomos negro, liberales y conservadores, nacionalistas y hasta socialistas (aunque incipientes) se manifestaban entre 1810 y 1860 a partir de distintas experiencias e interpretaciones, y muchas veces sucedía lo de Facundo Quiroga, que se consideraba a sí mismo como un unitario de alma a pesar de que todos lo identifican en el bando federal. O que Alberdi se pretendía un federal a pesar de que era aborrecido por estos. No se puede reducir la riqueza, la disparidad y la densidad histórica solo para recortar aspectos y encasillar personajes y hechos del pasado para consumo de identidades del presente.

Esto de ninguna manera es un intento de “neutralizar” la construcción de identidades culturales y populares, sino todo lo contrario. Es una invitación a revisar la historia, a interpelarla sin el permiso de los que se creen poseedores de la llave del conocimiento solo porque acapararon durante un par de décadas los picaportes de las oficinas de editoriales, departamentos de publicaciones y redacciones de matutinos. De la misma manera que es menester diferenciar a aquel José Luis de este Luis Alberto, el primero un gran historiador, pobremente criticado, justo él que fue defenestrado en su propio partido por pretender interpretar al peronismo desde otras coordenadas que la “línea oficial” de una corriente dudosamente de izquierda sin lugar a dudas caduca y retrógrada.

La “Vuelta de Obligado” es un símbolo de la construcción de la soberanía nacional en el marco de luchas económicas entre distintos sectores que tenían intereses contrapuestos en un contexto de luchas intestinas entre provincias y regiones que se fueron reconfigurando y buscando síntesis en un proceso que continúa aún hoy. La Vuelta de Obligado no elimina a La Mazorca como el pedido sarmientino de sangre aborigen no borra su prédica antioligárquica y su programa de educación popular que lo llevó a ser un cuasi paria entre la élite gobernante.

Aunque la historia se repita periódicamente, nunca un proceso es igual a otro, ni en tiempo ni espacio. La diferencia, por más mínima que parezca, es suficiente para encontrar una particularidad que hace a cada proceso significante en relación a otros pero con una carga de identidad propia.

Las epopeyas históricas, como la semana trágica, el 17 de octubre, el Cordobazo y tantas otras deben ser reivindicadas como momentos de fuerte condensación histórica tan complejas cuanto más significativas. Las identidades culturales se construyen sobre esta dinámica y solo el cuchillo de la “verdadera” ciencia histórica puede romper los prejuicios y los anacronismos que solo sirven para mantener determinados “status quo”, esos verdaderos monopolios de la historia que no quieren revisar nada; tan parecidos a los monopolios que hoy pretenden hacernos confundir entre la defensa de las instituciones populares con sus más oscuros intereses corporativos.


Reply  Message 4 of 19 on the subject 
From: Ruben1919 Sent: 02/12/2011 13:17
Para tener en cuenta a la hora de hacer ... criticar o rehacer la historia ...
 

C. Marx & F. Engels

 

Feuerbach

Oposición entre las concepciones materialista e idealista

(Primer Capitulo de La Ideología Alemana)

 


 

 

Todos los encabezamientos y adiciones necesarias de la editorial van entre corchetes, así como también los números de las páginas del manuscrito. Los folios de la segunda copia en limpio, que es la fundamental, están numerados por Marx y Engels y señalados con la letra «f» y una cifra: [f. 1], etc. Las páginas de la primera copia en limpio no tienen numeración del autor y están indicadas con la letra «p» y una cifra [p. 1], etc. Las páginas de las tres partes del borrador, numeradas por Marx, se indican con una simple cifra [1], etc.

 

 

 

[III]

[1. La clase dominante y la conciencia dominante. Cómo se ha formado la concepción hegeliana de la dominación del espíritu en la historia]

[30] Las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes en cada época; o, dicho en otros términos, la clase que ejerce el poder material dominante en la sociedad es, al mismo tiempo, su poder espiritual dominante. La clase que tiene a su disposición los medios para la producción material dispone con ello, al mismo tiempo, de los medios para la producción espiritual, lo que hace que se le sometan, al propio tiempo, por término medio, las ideas de quienes carecen de los medios necesarios para producir espiritualmente. Las ideas dominantes no son otra cosa que la expresión ideal de las relaciones materiales dominantes, las mismas relaciones materiales dominantes concebidas como ideas; por tanto, las relaciones que hacen de una determinada clase la clase dominante, o sea, las ideas de su dominación. Los individuos que forman la clase dominante tienen también, entre otras cosas, la conciencia de ello y piensan a tono con ello; por eso, en cuanto dominan como clase y en cuanto determinan todo el ámbito de una época histórica, se comprende de suyo que lo hagan en toda su extensión, y, por tanto, entre otras cosas, también como pensadores, como productores de ideas, que regulan la producción y distribución de las ideas de su tiempo; y que sus ideas sean; por ello mismo, las ideas dominantes de la época. Por ejemplo, en una época y en un país en que se disputan el poder la corona, la aristocracia y la burguesía, en que, por tanto, se halla dividida la dominación, se impone como idea dominante la doctrina de la división de poderes, proclamada ahora como «ley eterna».

La división del trabajo, con que nos encontrábamos ya más arriba (págs. [15-18]) [i] como una de las potencias fundamentales de la historia anterior, se manifiesta también en el seno de la clase dominante como división del trabajo espiritual y [31] material, de tal modo que una parte de esta clase se revela como la que da sus pensadores (los ideólogos conceptivos activos de dicha clase, que hacen del crear la ilusión de esta clase acerca de sí mismo su rama de alimentación fundamental), mientras que los demás adoptan ante estas ideas e ilusiones una actitud más bien pasiva y receptiva, ya que son en realidad los miembros activos de esta clase y disponen de poco tiempo para formarse ilusiones e ideas acerca de sí mismos. Puede incluso ocurrir que, en el seno de esta [[46]] clase, el desdoblamiento a que nos referimos llegue a desarrollarse en términos de cierta hostilidad y de cierto encono entre ambas partes, pero esta hostilidad desaparece por sí misma tan pronto como surge cualquier colisión práctica susceptible de poner en peligro a la clase misma, ocasión en que desaparece, asimismo, la apariencia de que las ideas dominantes no son las de la clase dominante, sino que están dotadas de un poder propio, distinto de esta clase. La existencia de ideas revolucionarias en una determinada época presupone ya la existencia de una clase revolucionaria, acerca de cuyas premisas ya hemos dicho más arriba (págs. [18-19, 22-23]) [ii] lo necesario.

Ahora bien, si, en la concepción del proceso histórico, se separan las ideas de la clase dominante de esta clase misma; si se las convierte en algo aparte e independiente; si nos limitamos a afirmar que en una época han dominado tales o cuales ideas, sin preocuparnos en lo más mínimo de las condiciones de producción ni de los productores de estas ideas; si, por tanto, damos de lado a los individuos y a las situaciones universales que sirven de base a las ideas, podemos afirmar, por ejemplo, que en la época en que dominó la aristocracia imperaron las ideas del honor, la lealtad, etc., mientras que la dominación de la burguesía representó el imperio de las ideas de la libertad, la igualdad, etc. Así se imagina las cosas, por regla general, la propia clase dominante. Esta concepción de la historia, que prevalece entre todos los historiadores desde el siglo XVIII, tropezará necesariamente con el [32] caso de que imperan ideas cada vez más abstractas, es decir, que se revisten cada vez más de la forma de lo general. En efecto, cada nueva clase que pasa a ocupar el puesto de la que dominó antes de ella se ve obligada, para poder sacar adelante los fines que persigue, a presentar su propio interés como el interés común de todos los miembros de la sociedad, es decir, expresando esto mismo en términos ideales, a imprimir a sus ideas la forma de la universalidad, a presentar estas ideas como las únicas racionales y dotadas de vigencia absoluta. La clase revolucionaria aparece en un principio, ya por el solo hecho de contraponerse a una clase, no como clase, sino como representante de toda la sociedad, como toda la masa de la sociedad, frente a la clase única, a la clase dominante. [iii] Y puede hacerlo así, porque en los comienzos su interés se armoniza realmente todavía más o menos con el interés común de todas las demás clases no dominantes y, bajo la opresión de las relaciones existentes, no ha podido desarrollarse aún como el interés específico de una clase especial. Su triunfo aprovecha también, por tanto, a muchos individuos de las demás clases que no llegan a dominar, pero sólo en la medida en que estos individuos se hallen ahora en condiciones de elevarse hasta la clase dominante. Cuando la burguesía francesa derrocó el poder de la aristocracia, hizo posible con ello que muchos proletarios se elevasen por encima del proletariado, pero sólo los que pudieron llegar a convertirse en burgueses. Por eso, cada nueva clase instaura su dominación siempre sobre una base más extensa que la dominante con anterioridad a ella, lo que, a su vez, hace que, más tarde, se ahonde y agudice todavía más la oposición entre la clase no dominante y la dominante ahora. Y ambos factores hacen que la lucha que ha de librarse contra esta nueva clase dominante tienda, a su vez, a una negación más resuelta, más radical de los estados sociales anteriores [33] de la que pudieron expresar todas las clases que anteriormente habían aspirado al poder.

Toda esta apariencia de que la dominación de una determinada clase no es más que la dominación de ciertas ideas, se esfuma, naturalmente, de por sí, tan pronto como la dominación de clases en general deja de ser la forma de organización de la sociedad; tan pronto como, por consiguiente, ya no es necesario presentar un interés particular como general o hacer ver que es «lo general», lo dominante.

Una vez que las ideas dominantes se desglosan de los individuos dominantes y, sobre todo, de las relaciones que brotan de una fase dada del modo de producción, lo que da como resultado el que el factor dominante en la historia son siempre las ideas, resulta ya muy fácil abstraer de estas diferentes ideas el pensamiento, «la idea», etc., como lo que impera en la historia, presentando así todos estos conceptos e ideas concretos como «autodeterminaciones» del Concepto que se desarrolla por sí mismo en la historia. Así consideradas las cosas, es perfectamente natural también que todas las relaciones existentes entre los hombres se deriven del concepto del hombre, del hombre imaginario, de la esencia del hombre, del «Hombre». Así lo ha hecho, en efecto, la filosofía especulativa. El propio Hegel confiesa, al final de su "Filosofía de la Historia", que «sólo considera el desarrollo ulterior del concepto» y que ve y expone en la historia la «verdadera teodicea» (pág. 446). Pero, cabe remontarse, a su vez, a los productores del «concepto», a los teóricos, ideólogos y filósofos, y se llegará entonces a la conclusión de que los filósofos, los pensadores como tales, han dominado siempre en la historia; conclusión que, en efecto, según veremos, ha sido proclamada ya por Hegel [24].

Por tanto, todo el truco que consiste en demostrar el alto imperio del espíritu en la historia (de la jerarquía, en Stirner) se reduce a los tres esfuerzos siguientes:

[34] Nº 1. Desglosar las ideas de los individuos dominantes, que dominan por razones empíricas, bajo condiciones empíricas y como individuos materiales, de estos individuos dominantes, reconociendo con ello el imperio de las ideas o las ilusiones en la historia.

Nº 2. Introducir en este imperio de las ideas un orden, demostrar la existencia de una conexión mística entre las ideas sucesivamente dominantes, lo que se logra concibiéndolas como «autodeterminaciones del concepto» (lo que es posible porque estas ideas, por medio del fundamento empírico sobre que descansan, forman realmente una conexión y porque, concebidas como meras ideas, se convierten en autodistinciones, en distinciones establecidas por el propio pensamiento).

Nº 3. Para eliminar la apariencia mística de este «concepto que se determina a si mismo», se lo convierte en una persona, «Autoconciencia» o, si se quiere aparecer como muy materialista, en una serie de personas representantes del «concepto» en la historia, en los «pensadores», los «filósofos», los ideólogos, concebidos a su vez como los productores de la historia, como el «Consejo de los Guardianes», como los dominantes [iv]. Con lo cual habremos eliminado de la historia todos los elementos materialistas y podremos soltar tranquilamente las riendas al potro especulativo.

Este método histórico, que en Alemania ha llegado a imperar, y la causa de su dominio en este país, preferentemente, deben ser explicados en relación con las ilusiones de los ideólogos, en general, por ejemplo, con las ilusiones de los juristas y los políticos (incluyendo entre éstos a los estadistas prácticos), en relación con los dogmáticos ensueños y tergiversaciones de estos individuos. Estas ilusiones, ensueños e ideas tergiversadas se explican de un modo muy sencillo por la posición práctica de los mismos en la vida, por los negocios y por la división del trabajo existente.

[35] Mientras que en la vida vulgar y corriente todo shopkeeper [v] sabe distinguir perfectamente entre lo que alguien dice ser y lo que realmente es, nuestra historiografía no ha logrado todavía penetrar en un conocimiento tan trivial como éste. Cree a cada época por su palabra, por lo que ella dice acerca de sí misma y lo que se figura ser.



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