Huye. Vete. Tan lejos como puedas.  Corre y no pares hasta donde te permita tu bolsillo, tu memoria y las  fuerzas que puedas aparentar. El destino en realidad importa menos de lo  que piensas. Estarás saliendo de un país que se está cargando el suyo.  Así que cualquier destino será mejor que uno que ha dejado de existir.
Espera,  no sé si me estoy explicando bien. Estoy diciendo que te largues. De  vacaciones, de trabajo o por simple curiosidad, da igual. Y te lo estoy  diciendo por tu bien. Ellos no se piensan largar, ya lo intenté e  inexplicablemente no me han hecho ni caso. Qué raro. Con el poder e  influencia que tengo. En fin, que no luches. Que eso es justo lo que  quieren: que protestes, para poder llamarte demagogo, anticonstitucional  o, directamente, ignorante. Vamos, que si luchas aquí te acabarás  quedando solo. O peor, acompañado por un representante del pueblo, un  mitin, unos cuantos chanchullos y un programa electoral.
Este  país no está en crisis. Está en coma. Un coma de esos irreversibles en  los que hay que decidir si esperar a que ocurra algún milagro o  directamente desenchufar. Ojalá ocurra lo primero, o lo segundo, da  igual, mira, al menos nos estaría pasando algo.
Aquí, a base de  transfusiones contaminadas y putrefactas, unos cuantos listillos se han  ido cargando la sangre que mantiene viva y oxigenada a cualquier  sociedad: la confianza. Nuestra confianza. Tu confianza. Y ahora que no  quedan apenas fuerzas ni para levantarnos, ahora descubrimos que un tipo  que está en la cárcel es el único que está dispuesto a contarnos la  verdad. Ah, y además lo hace por venganza, no te vayas a pensar que lo  hace por un repentino ataque de honestidad. Te estoy hablando del hombre  del momento -si el PP no se atreve a pronunciar su nombre, yo tampoco,  no vaya a ser una superstición chunga de la que no me he enterado- todo  un héroe dentro de la cárcel de Soto del Real.
Tampoco mires  hacia cualquier otro lado, ni izquierda, ni derecha, ni arriba, ni  abajo, porque sólo destaparás más espabilados, mamones pestilentes y  corruptos que comparecen, sobreactúan, se tapan unos a otros, se imputan  y se desimputan y acaban exculpados, sobreseídos, prescritos y diluidos  en la más insolente nada o peor aún, indultados por cualquier amiguete a  pie de página de la actualidad.
Y mientras, eso sí, les seguimos  haciendo cosquillas con pírricas manifestaciones callejeras que por no  salir, no salen ni en los informativos locales, porque han dejado de  preocupar a quienes tendrían que preocupar. Cuando deberíamos estar cada  fin de semana en la portada del The New York Times. Pero eso sí  que no, no vayamos a hacerle daño a la Marca España, que luego sube la  prima de riesgo, con lo controladita que ahora la tenemos, ¿verdad? Ay  mira, la intención de voto «se ha desplomado» unas décimas,  «reconfigurando» el panorama electoral. Pero qué panorama ni panorama.  Aquí la única Marca España realmente eficaz es la que imprime la silla  de un cargo en el culo del que la ocupa. Esa sí que es para toda la  vida. Lo demás, esta inacción, este sometimiento, este borreguismo nos  hace cómplices del mamoneo que tanto criticamos. Y ya no te digo si  encima les pensamos volver a votar.
Así que huye. Vete. Cuando se  acaba la confianza, huir ya no es de cobardes. Huir pasa a ser cosa de  valientes. De basta ya. De ahí te quedas. De se acabó. Lo que es de  cobardes es quedarse para callar. Quedarse para aguantar lo que estamos  aguantando. Quedarse para otorgar. Porque aquí, el que calla ya puede ir  abriendo bien la boca.
Huye. Sal aún que puedes. De verdad.  Planifica bien tu salida, pero hazlo ya. Y no te preocupes del nombre o  la explicación que le das a la huida, pues ya no dependerá de tus  intenciones, sino de tu situación laboral.
Si todavía tienes  trabajo, disfruta de tus mal llamadas vacaciones. Como si algún puesto  de trabajo pudiese aún disfrutar de un estado vacante con total  tranquilidad. No sé si las necesitas, pero lo que sí estoy seguro es que  te las has ganado. Aunque sólo sea por ser capaz de conservar algo tan  preciado. Cuando no tengas más remedio, vuelve. Pero no esperes que haya  mejorado en algo la situación.
Si estás estudiando, alguien dirá  que es una fuga de cerebros. No te preocupes, el Rey acaba de darnos  permiso. Tienes su bendición, esa que tanto esperabas. Además,  comprobarás en propia piel la ley de gravitación universal de Newton: la  gravedad de las ocurrencias del ministro Wert te parecerá inversamente  proporcional a los kilómetros que pongas de por medio. Vamos, que a  medida que te alejes ganarás en felicidad.
Y por último, si ni  estudias ni trabajas, llámalo éxodo, llámalo lucidez mental.  Automáticamente dejarás de ser un ni-ni y pasarás a ser un emigrante,  palabra mucho más digna y con más futuro, para qué nos vamos a engañar.
Tú huye que aún puedes.
Yo si eso me quedo, que así tocamos a más.