En una modesta sala de la enfermería de la iglesia Nuestra Señora del Rosario de Pompeya, el sacerdote Antonio Puigjané recibe al cronista. A pesar sus 84 años y del ACV que lo obliga a desplazarse en silla de ruedas, lo anima conversar sobre el Papa Francisco y la Iglesia a la que ha servido toda su vida en la Orden de Frailes Menores Capuchinos.
–¿Lo sorprendió la elección de Bergoglio como Papa?
–Me sorprendió muy gratamente porque creo que es un hombre humilde, muy inteligente y creo que va a hacer honor al nombre que se puso, Francisco, un hombre que renovó la relación con Cristo, haciendo que la Iglesia mirara o marchara hacia otro rumbo. Creo que el Papa Francisco va a lograr con el tiempo muchos cambios muy importantes que son necesarios en la Iglesia. Sobre todo ese acercamiento al pueblo, a la gente, a los más pobres, que en Bergoglio es una característica.
–¿Cómo es su relación con él? ¿Estaban en contacto cercano?
–Muy cercano, él me quiere mucho también. Creo que me quiere porque estuve diez años preso en la cárcel de Caseros. Él tiene predilección por los que llegaron a esas situaciones.
–¿Lo acompañó mientras estaba en prisión?
–Me escribió varias veces.
–¿Qué le decía en esas cartas?
–Me alentaba. Y con esa letra chiquitita que tenía, me ponía abajo: "rezá por mí."
–Es lo que dijo ahora en la plaza del Vaticano. ¿Habló con él antes de que viajara al cónclave?
–Unos días antes hablé por teléfono y para tomarle el pelo le dije: "¿así que vas a ser Papa ahora?”. Se mataba de risa.
–¿Tenía alguna esperanza o indicio de que iba a ser Papa?
–Creo que en el fondo alguna cosa sentía, pero no creo que pensara que iba a ser Papa.
–En su opinión, ¿cuáles son las virtudes que tiene Bergoglio? ¿Por qué cree que lo eligieron?
–La principal de todas es la humildad. Es un hombre muy humilde y muy inteligente. Ahora, él por naturaleza, es un hombre más bien de derecha, conservador, de joven estuvo en Guardia de Hierro. En esa época lo conocía, pero no tan cercanamente como ahora. Y se veía ya la discusión. Los obispos de avanzada y los obispos reaccionarios, que siempre fueron mayoría.
–Entonces, ¿qué pasó? ¿Cree que hubo una transformación en él?
–Básicamente sigue siendo el mismo, pero poco a poco ese contacto con los pobres, que lo tuvo muy intensamente, seguro que lo fue transformando. Y creo que va a seguir. Viste cómo se escapaba para saludar a la gente, para ver a los enfermos…
–¿Leyó las declaraciones de Horacio González? Habla de esas actitudes de Francisco como demagogia. Una voz disonante en estos días en los que el Papa conquistó a tanta gente.
–No sabía. Habrá leído demasiado a Verbitsky (se ríe), porque Verbistsky lo odia, para mí, con ensañamiento. Está envenenado, y eso lo hace exagerar y ver solo eso. No ve para nada lo que dice Bergoglio, que intentó protegerlos a (Orlando) Yorio y a (Francisco) Jalics. Y Jalics dice que no tienen nada contra Bergoglio.
–Es notable el proceso que se dio de "apropiación" de la figura del Papa. De los afiches que lo reivindicaron como "argentino y peronista" al New York Times, que lo interpretó como el Papa de las Américas. Mucha gente aparece diciendo: es de los míos.
–Lo importante es que la gente se lo toma en serio y se lo apropia. A mí me dio mucho consuelo ver la alegría de los pobres. ¿Viste cómo saltaban y gritaban en la Catedral, vivándolo al Papa? Eso no se ha dado nunca, y es muy significativo. La voz del pueblo.
–Es una frase del obispo Enrique Angelelli. Decía que había que tener un oído en el pueblo…
–… y el otro en el Evangelio. Eso es fundamental. Creo que Bergoglio lo pone, y al final los pobres lo van a convertir del todo. Cuando tenga que tomar decisiones graves, creo que se va a apoyar en eso.
–Usted ha declarado que el Vaticano hizo todo para tapar la muerte de Angelelli.
-Más que el Vaticano, los obispos nuestros, porque el Vaticano está muy lejos. Vamos a ver si este Papa ahora hace algo. Él fue a la Rioja y llegó a decir que Angelelli era un obispo enamorado de su pueblo. Yo no recordaba que hubiera dicho que lo habían asesinado, en cambio Luis (Coscia, sacerdote) ayer me contó que sí, que había dicho que Angelelli era mártir. Y si es mártir es porque fue asesinado. Eso me alegró mucho. Y están las noticias que dicen que va a impulsar el proceso de beatificación de Carlos Murias. De ellos no hay dudas que los destrozaron a balazos las fuerzas de seguridad.
–¿Cuáles son las decisiones que debería tomar Francisco en el Vaticano?
–Desarmar esa especie de mafia que hay entre los cardenales. El Vaticano es un circo y tiene que ir poco a poco desarmando eso. Ya comenzó. Ya tuvo unos cuantos gestos. Muy suavemente, con inteligencia. Traté de ver cuando saludaba a los cardenales. A todos los trataba con un cariño bárbaro, pero al mismo tiempo se tiene que cuidar de ellos. Porque así, en conjunto, son una especie de mafia tremenda que no se acerca ni de lejos al proyecto de Jesús. Y creo que el Papa Francisco quiere volver al proyecto de Jesús, como San Francisco de Asís. Es muy difícil, porque el antipoder… Él ha dicho que el verdadero poder es el poder del servicio, y es verdad. Jesús dio hasta la vida por servir.
–¿Qué influencia tendrá en la política y en la sociedad la elección de este Papa argentino?
–Creo que a muchos les tocará el corazón. A Cristina le toco el corazón, parecía toda enamorada. Se trataron con un cariño que daba gusto.
–¿La conoce personalmente a Cristina?
–No, pero por lo que está haciendo, me gusta mucho. Hace todo lo que puede para llevarnos a ser un país de hermanos.
–Volviendo a la tarea del Papa, conoce la lucha de Jerónimo Podestá y su mujer Clelia Luro por la posibilidad de que los curas puedan tener una compañera, ¿puede haber una chance de que esté pensando en algo así?
–Me parece que sí. Yo sé que él antes bendijo y conservó en su ministerio a sacerdotes que tenían su compañera y que tenían hijos. Calladito, viste, sin hacer alharaca, porque estaban del otro lado mirándolo con ojos inquisitoriales para caerle encima al menor desliz.
–¿Le consta eso?
–Me consta, sí.
–Entonces tiene esperanzas con Francisco en el Vaticano.
–Es un hombre bueno, humilde, pobre. Tengo esperanza de que Francisco va a cambiar las cosas, que va a ir buscando las oportunidades para ir haciendo el cambio tremendo que tiene que hacer ahí. Creo que también va a tocar el celibato sacerdotal. Con la participación de la mujer, no sé si llegará a tanto. Pero puede ser también. Por acciones que tuvo, pienso que puede ser.
–¿Cambios que Benedicto XVI no pudo o no quiso hacer?
–Su misma forma de ser y su pensamiento estaba muy atado a todo lo anterior. Pero me parece que fue un gesto muy hermoso el que renunciara .
–Cuando apenas se conoció que Bergoglio fue elegido, hubo reacciones. De hecho, es la misma persona que se opuso al matrimonio entre personas del mismo sexo.
–Al matrimonio igualitario.
–O que no apoya las políticas de salud sexual reproductiva. Incluso rápidamente hubo una mirada política. Dicho burdamente: que el imperio lo puso para frenar la unión americana en marcha. Algo así como que llegó para romper la hermandad latinoamericana.
–¿Quién dijo eso?
–Luis D´Elía.
–¡Qué raro el Gordo! Creo que no, todo lo contrario. Si vos vieras con qué cariño lo saludó Rafael Correa en el Vaticano. Y Correa no se confunde con cualquiera. Lo saludó con mucho cariño él también.
–Hablemos de sus días en prisión. Aún detenido, daba misa con un cáliz que hicieron los Pallarols.
–Un cáliz precioso, que lo tiene Luis (Coscia). Cada uno de ellos hizo un poquitito, según me contaron.
–Siempre dijo que el ataque al cuartel de La Tablada fue un error.
-Un error terrible que yo ignoraba totalmente hasta el mismo momento del hecho. El verdadero motivo por el que me mandaron en cana fue por haber acompañado a las Madres de Plaza de Mayo en la plaza, que lo hice durante varios años con mucho entusiasmo y dedicación. Lo consideraba casi más importante que participar en una misa. Al principio se les fue la mano y quisieron condenarme como partícipe del copamiento. Y entonces llevaron testigos que vieron fantasías, como una especie de superhombre, corriendo por todo el cuartel de punta a punta, disparando con una ametralladora a lo loco. Y yo apenas podía caminar en aquel entonces. Ahora, con el ACV, ya nada. Me habían operado y apenas me movía. Sin embargo, decían barbaridades. Fue tan exagerado que se tornó imposible de mantener. Entonces cambiaron la acusación y me hicieron participar como ideólogo del copamiento de La Tablada.
–Así fue que estuvo diez años.
–Entré con 60 y salí el día que cumplí los 70, el 13 de junio de 1999. Ese día me mandaron a prisión domiciliaria. Fui a Coghlan y ahí me recibió Luis Coscia, mi gran amigo. Con el que no fue fiesta fue con el párroco, no quería que apareciera por ningún lado, por vergüenza. A los que me querían sacar por algo, les decía: "no, Antonio es un preso, tiene que estar en su celda."
-¿Cómo se comportó con usted la Iglesia en todo ese proceso?
-La actitud de la orden fue buena, no hizo nada en contra y permitió que los hermanos me visitaran. Luis Coscia se comportó como un verdadero hermano: consiguió permiso para una entrevista que era semanal, era visita espiritual o algo así, que cualquier preso puede tener si lo pide. Con esa autorización me visitaba todas las semanas. Otros hermanos no lo veían tan bien, pero no se lo impidieron. Ahora, yo estaba convencido que el servicio penitenciario me impedía celebrar misa, pero Luis me dijo que no, que fue el cardenal Aramburu. Él comunicó al servicio penitenciario que no podía celebrar misa
–Pero usted celebraba misa de todos modos.
–Sí, pero particular, a las 3 de la mañana, el único momento en que podía hacerlo tranquilo, con la presencia espiritual de todos, amigos y enemigos, yo invitaba a todo el mundo en mi corazón a participar de la celebración. Cuando conté eso, a Bergoglio le impactó mucho. Todo lo que sea oración a él le mueve mucho.
–¿Sigue viendo a la gente del MTP?
–El último que me habló fue Joaquín, uno de los que más rápidamente se dio cuenta del error de La Tablada. Porque ellos lo tenían como un acto heroico que habían hecho. Creían que al terminar la condena todo el mundo iba a ir a felicitarnos, a recibirnos como héroes. Pero (ríe) no fue así, mereció el repudio de todos. Un repudio justo, no con los compañeros, sino con el hecho, que fue una idea de Gorriarán. Él los llevó a ese matadero.
–Gorriarán no se arrepintió.
–Siguió manteniendo que fue una cosa necesaria para combatir a los milicos, para que no volvieran a repetir un golpe militar.
–¿Discutieron esto entre ustedes?
–No, lo vi, lo visité, pero no llegué a hablar de eso. Seguro que lo hacía convencido. Sostenía que La Tablada no fue volver a la lucha armada, sino frenar a los militares. Pero evidentemente que frenar a los militares así, era volver a las armas. Porque ellos se mueven por las armas. Después cuando salió y empezó a manipular de nuevo a los compañeros, corté con él ya, no lo vi más, ni siquiera cuando murió.
–Cuenteme algo de su vida acá, en Pompeya. ¿Celebra misa?
–Cuando viene Luis celebramos acá mismo, en esta habitación, que es parte de la enfermería.
–¿Sale a la calle?
-El sábado (por ayer) voy a ir a una manifestación en Lanús, por 30 mil razones, por la memoria, la verdad, la justicia, que organiza un grupo de jóvenes peronistas.
La desaparición de su padre, en 1972
Juan Daniel Puigjané, el papá de Antonio, desapareció en 1972. "Fue el 8 de septiembre, pobre viejo, tenía 70 años. Pensaba lo mismo que yo. En el fondo desapareció porque los militantes pensaron que, como yo, era subversivo, que es lo que decía monseñor Plaza, quien nos echó de Mar del Plata. En ese momento papá, pensando que estábamos tristes, nos empezó a visitar los fines de semana en una casa que teníamos en San Miguel. Se veía mucho con nosotros, tenía un carácter muy lindo. Y una de las veces, al volver a su casa, en Caballito, cuando fue a comprar unas paltas a un mercadito, cuatro hombres lo metieron en un auto y se fueron a toda velocidad. Esa fue la última noticia, nunca más supimos nada de él".
–¿Se abrió alguna causa judicial?
–¡Qué va a haber, en ese entonces! Fue de los primeros desaparecidos. Para mí que lo interrogaron, lo quisieron apurar con alguna tortura tipo picana y como sufría del corazón, se les debe haber muerto. Y entonces lo más efectivo para aclarar las cosas, o mejor dicho, para taparlas para siempre, fue desaparecer su cadáver. Desapareció y chau. ¿Y sabés cómo sé algunos detalles? Cuando lo mataron a Angelelli fue la policía a ver al obispo que siguió en el cargo y le dijeron que si quería cuidar mi vida me sacara de La Rioja porque ellos no respondían por mi vida. Y le dieron una carta que yo había escrito a mi padre y que él siempre llevaba en el bolsillo. Le causaba mucha gracia y la leía con frecuencia. Por esa carta la policía concluía que yo era subversivo. En el fondo tenían razón (ríe).
–¿Que decía en esa carta?
–Era de lo mas franciscana, alegre, contándole las cosas que había hecho monseñor Plaza al ir a Mar del Plata como administrador apostólico. La carta contaba todo lo que estaba pasando, y los milicos consdieraban que eso era subversivo.
–¿Conservó esa carta?
-No, Rubiolo, que así se llamaba el obispo, se la dio a mis superiores. Ellos la trajeron a Buenos Aires, pero aquí desapareció. Sería lindo leerla ahora, estoy seguro que no tenía nada de subversivo.
–¿Qué hizo en ese momento?
–Rezaba. Me contenté con rezar. No tuve el valor ni la inteligencia de las Madres para salir a luchar entonces. Y además de rezar, hay que moverse. La oración y la acción tienen que estar juntas.