CHE Y CAMILO
Amistad ejemplar
Aunque de caracteres opuestos los hermanó la lucha guerrillera en la que se hicieron grandes camaradas. Aniversarios este mes de la desaparición física de ambos héroes
Por WILLIAM GÁLVEZ R.*
Fotos: Archivode BOHEMIA (autores no identificados)
23 de octubre de 2015
Una foto reveladora del afecto que se profesaban ambos.
Por lo general, cada vez que hablamos de estos dos grandes de nuestra historia patria, destacamos sus ejemplares virtudes revolucionarias y humanas, y raramente se señala la gran amistad entre ambos. Al cumplirse este mes aniversarios de la desaparición física de ambos, hablemos de su hermandad.
Si nos referimos a lo expresado por Che y lo que recordamos que nos contara Camilo, ambos se ven por primera vez durante la azarosa travesía del yate Granma. En México no se conocieron.
Pasados dos días después del desastre de Alegría de Pío se encuentran, cuando trataban de burlar la feroz persecución del enemigo, compartiendo el peligro y las vicisitudes, hasta unirse con Fidel. Continuarían juntos, pero sin intimar. Y no sería hasta una nueva situación difícil, unos dos meses después, que volverían a unirse. De aquel momento Che escribió: “Nos habían sorprendido y en la huida yo perdí mi mochila, alcancé a salvar la frazada nada más... Había una ley no escrita de la guerrilla, que sentenciaba que aquel que perdiera sus bienes personales, es decir, lo que todo guerrillero debe llevar sobre sus hombros, debía arreglárselas. Entre las cosas que había perdido estaba algo muy preciado para un guerrillero: las dos o tres latas de conservas que cada uno tenía en ese momento.
Che poseía una férrea voluntad que le permitía vencer los
azarosos obstáculos creados por su terrible padecer
asmático.
“Al llegar la noche, con toda naturalidad cada uno se aprestaba a comer la pequeñísima ración que tenía y Camilo, viendo que yo no tenía nada que comer, ya que la frazada no era buen alimento, compartió conmigo la única lata de leche que tenía y desde aquel momento yo creo que nació o se profundizó nuestra amistad”.
Y de esa circunstancia que acercó tanto a los dos guerrilleros, continuaría relatando Che: “Tomando sorbos de leche y disimuladamente cuidando cada uno de que el reparto fuera parejo, íbamos hablando de toda una serie de cosas, observando cada uno que el reparto fuera parejo. Hasta ese momento no éramos particularmente amigos; nuestros caracteres eran muy diferentes. Desde el primer momento salimos juntos; sin embargo, éramos dos caracteres muy diferentes. Y fue meses después que llegamos a intimar extraordinariamente”.
La excepción de la regla
No es muy común que personas de caracteres opuestos lleguen a establecer una profunda y ejemplar amistad. Pero todas las reglas tienen excepciones, como es el caso de Camilo y Che. ¿Por qué intiman extraordinariamente? Ambos nacieron en países distintos, y distinta fue su educación. Che pudo disfrutar de una holgada infancia, aunque opacada por su dolencia asmática desde pequeñín. La de Camilo fue muy limitada en el aspecto económico, pero sin ningún padecimiento. No obstante, los dos, como en tantos infantes y adolescentes, tienen rasgos comunes en cuanto a los juegos, aprecio por la flora, la fauna y los deportes.
En sus sueños juveniles, el sudamericano tenía inclinación por las ciencias, y el caribeño por las artes plásticas. El rosarino pudo terminar una carrera, el habanero no logró sus aspiraciones de ser escultor. En su adultez mantenían coincidencia en cuanto a sus respectivos atractivos juveniles. Uno es ya un profesional de elevada cultura general, con inclinación de trotamundos; el otro es un modesto empleado en un comercio de ropa para hombres, con deseos de ampliar su posición económica, limitada cultura a partir de los libros, pero poseedor de una notable inteligencia natural. Sin embargo, en el fuero interno de ambos, existía algo oculto que, sin pretenderlo, propiciaría el encuentro y el desarrollo de una ejemplar amistad entre ellos.
Camilo, a pesar de su carácter jaranero, se destacaba
sobremanera en el combate y resultó un jefe
excepcional. En la foto, con Fidel y Raúl.
Por distintos caminos van acrecentando poco a poco su toma de conciencia acerca de los problemas sociales, y cómo enfrentarlos. Los viajes y aventuras del joven Ernesto lo llevarán a recorrer primero varias provincias de su Argentina en una sencilla bicicleta a la que adaptó un pequeño motor, y luego lo hará en motocicleta por distintos países de América Latina. Esos recorridos lo conducirían a “echar su suerte con los pobres de la tierra”: conoció a una vieja moribunda y a un hambriento matrimonio de las minas, ambos en Chile; la miserable vida de los indígenas; los abandonados leprosos del Amazonas peruana y la invasión mercenaria que derrocara al gobierno progresista en Guatemala, todo lo cual lo marcaría definitoriamente, al materializar su decisión al conocer a Fidel y aceptar unirse a él para venir a combatir a Cuba contra la tiranía existente en esta nación.
En Camilo la toma de conciencia se inicia con las enseñanzas del padre y las recibidas de su maestro en la escuela primaria. De adulto, viendo y a la vez sufriendo los desmanes de los desgobiernos existentes. El abusivo y desigual sistema social hace que vaya adquiriendo poco a poco una conciencia de clase. Participa en actos de protesta por las leyes antipopulares y antiobreras, en apoyo a los exiliados de nuestra América, en repudio a las tiranías latinoamericanas; asiste al entierro del asesinado líder obrero y comunista Jesús Menéndez y del más popular dirigente político de la época, Eduardo Chibás. Al producirse el golpe militar del 10 de marzo de 1952 acude a la Universidad de La Habana, al llamado de la FEU, para defender la Constitución. Durante su estancia en Estados Unidos, como emigrante económico, sus preocupaciones sociales se acrecientan.
Ascendido a comandante de la segunda Columna, Che
solicitó a Fidel el traslado de Camilo a su tropa para
que asumiera como jefe de la vanguardia.
Al ser deportado de esa nación debe regresar a la patria y es entonces cuando su toma de conciencia será total y definitoria. La lectura de La Historia me absolverá, escrita por Fidel, jefe de las acciones del 26 de Julio de 1953, deviene profunda revelación. Con tales motivaciones participa de las manifestaciones estudiantiles, en dos de ellas lo hieren de bala y le golpean; lejos de intimidarse, es mayor su decisión de luchar por medio de las armas contra el régimen.
En carta a un amigo le dice: “A mi modo de ver las cosas, hay un solo camino digno de terminar la situación actual, y con sus responsables, seguir la causa de Fidel. Llevar las cosas hasta un punto que el Gobierno se vea obligado a las elecciones generales con verdadera pulcritud. De lo contrario que corra la sangre. Fidel afirmó que en este año seremos libres, o él morirá. Yo desde hace mucho estoy con él, me lo había jurado y lo cumpliré. El miércoles 19 de este mes me voy a México… Voy con el único interés de ser útil, y hacer lo que más pueda, así por lo menos saber el día que tengo que estar en Cuba”.
Profesor y amigo
Volvamos a la valoración de Che sobre Camilo: “Chocamos por cuestiones de disciplina, por problemas de concepción de una serie de actitudes dentro de la guerrilla. Camilo en aquella época estaba equivocado. Era un guerrillero muy indisciplinado, muy temperamental; pero se dio cuenta rápidamente y rectificó aquello”.
Ante los ojos de Che, educado con otras concepciones, el comportamiento bromista y temperamental de Camilo le hacía parecer indisciplinado, al dedicar la mayor parte de su tiempo libre a las jaranas, o reaccionar mal ante cualquier tontería, mostrando inmadurez. Siempre que el futuro Señor de la Vanguardia hacía alguna broma, el escogido era de los compañeros con los que sostenía amistad. Con un cuchillo le hacía un corte a una de las sogas de la hamaca, y así el propietario al acostarse caía al suelo. También echaba basura u otras cosas en sus botas, ocasionándole molestia al que se la pusiera.
Después del triunfo, junto a Fidel, Che y Camilo asisten
a un partido de beisbol en el Latinoamericano, entonces
estadio del Cerro.
Otra de sus bromas era la de los nombretes. A un rebelde de origen campesino comenzó a decirle anacobero. Algunos compañeros, para que la víctima se pusiera brava, le dijeron que tal apodo se le daba a la gente de los peores comportamientos y que no permitiera se lo siguieran diciendo. La cizaña surtió efecto y de inmediato el joven fue a donde Camilo y con cara de disgusto le dijo: “Mire, yo a usted lo he respetado siempre, por eso le pido que no me diga más anacobero, hágame el favor no me lo diga más”. Camilo, lo miró sonriente y le respondió: “Mira muchacho, anacobero, es un gran cantante, pero como a ti no te gusta, entonces te diré amanerado, ¿qué te parece?”. Con rostro risueño, el amigo expresó: “Bueno, está bien… amanerado me gusta”.
Lo contrario era el argentino, que el tiempo libre lo invertía en leer, jugar ajedrez o alfabetizar a un compañero, y que siempre actuaba con extraordinaria madurez. Era inevitable que todo eso motivara algún choque entre ellos.
En el momento de la dispersión a que hace referencia Che, ambos no eran aún los heroicos comandantes de leyenda en que más tarde se convertirían. Para Ernesto Guevara, su toma de conciencia es ya plena en cuanto a lo que debe ser una verdadera Revolución, desde el momento incluso de su incorporación al grupo de cubanos en México. Para Camilo en esos días, en cambio, su conciencia revolucionaria es la de ser un patriota que comprende la lucha armada como el único medio efectivo para derrocar a la tiranía, para dar paso a un proceso democrático dentro del marco de la honestidad de los gobernantes, pero aún sin llegar a asumir plenamente los principios de la problemática social.
Por esa fecha, aunque existía una sola columna, la Nº1, José Martí, al mando del Comandante en Jefe, ellos no estaban en el mismo pelotón; Che como teniente Jefe de Sanidad de la tropa, permanecía en la Comandancia, y Camilo, a pesar de su carácter jaranero, se había destacado en los combates y ascendido a teniente al mando de la vanguardia de dicha columna. Luego pasaría a uno de los pelotones. Más tarde Guevara, ya comandante al frente de la segunda columna rebelde, le solicitó a Fidel el traslado de Camilo, quien como capitán pasó a ocupar la jefatura de la vanguardia.
Sería entonces que se incrementaría la amistad entre ambos, así como el interés del Che por encauzar las cualidades que había observado en su entonces subalterno: “Camilo, vos no podés seguir así... Tené bien claro que lo que quiere Fidel no es tumbar a Batista para ponerse él... Fidel aspira a hacer una verdadera Revolución, y solo no la podrá hacer... Necesitará de mucha gente que piense como él”, le insiste con inconfundible entonación porteña. “Bueno, yo estoy y estaré con él siempre... Por su ejemplo desde el Moncada y por todo lo que supe de él, es que juré unírmele en México y luego, por lo que hemos vivido desde que desembarcamos, he aprendido bajo su dirección a ser más revolucionario... Haré todo lo que pueda, te lo prometo”, responde el habanero con el típico lenguaje de nuestra tierra. “Yo estoy seguro de que vos tenés condiciones para ser mucho más útil a la Revolución... Por eso tenés que modificar tu comportamiento”. Luego me diría Camilo: “A partir de ese momento Che se convirtió en mi profesor y mi mejor amigo”.
Che
El Guerrillero Heroico ya tenía en aquel momento un gran prestigio por sus extraordinarias condiciones. A muchos en el exilio y en la Sierra Maestra les llamaba la atención su forma de hablar y por esa razón lo bautizan Che, sin imaginar entonces que esa sencilla sílaba en pocos años se pronunciaría con devoción y admiración por toda la humanidad progresista.
De carácter la mayor parte de las veces seco, mirada escrutadora, reflexivo, de expresión aguda e inquisitiva, sonrisa infrecuente; parco en palabras y lisonjas, domina con maestría y sutileza la ironía, que clava como dardo a sus merecedores, y que utiliza en broma con sus allegados. Y para sus compañeros y amigos, la más absoluta fidelidad y franqueza; para el desconocido, el recelo y la oportuna advertencia. Implacable en el combate, generoso con el vencido. Siempre la verdad como punta de lanza. Poseedor de una férrea voluntad, ella le permite vencer los azarosos obstáculos que el terrible padecer asmático le crea durante toda su vida. Estas facetas, y su notable inteligencia, le facilitan valorar, quizás primero que otros, las condiciones excepcionales de conductor y formador existentes en Fidel.
La idiosincrasia del rosarino es distinta y en varios sentidos opuestos a la criolla y a la jocosidad de la mayoría de los cubanos, de la que Camilo es una auténtica personificación. Sin embargo, a no ser la sequedad de su carácter, el dominio de la ironía, su infrecuente sonrisa y la parquedad en el hablar, las demás cualidades de Che eran también inherentes a Camilo, solo que su manera de manifestarlas era en ocasiones muy diferente. Si a todo esto unimos la extraordinaria calidad humana que acompañaba a ambos, encontraremos sobradas razones para esa ejemplar amistad.
Así, el argentino aparta a un lado su seco carácter para tratarlo y ayudar en su formación como dirigente revolucionario; a su vez, Camilo va modificando su comportamiento para hacerse merecedor de su amistad y maestría, que lo condujeron -partiendo también como Che, de la enseñanza y del ejemplo personal del Comandante en Jefe- a convertirse “indiscutiblemente en el más brillante de todos los guerrilleros”. Pero aunque el Señor de la Vanguardia modificó su comportamiento, no dejó de seguir haciendo bromas, sólo que en lo adelante fue más selectivo, siendo Che uno de sus principales blancos, y este, lejos de contrariarse, las aceptaba, tal como lo hace un hermano mayor, una persona que siente un gran cariño por la otra. Siempre he dicho que nunca he podido determinar cuál de los dos sentía mayor respeto, admiración y cariño hacia el otro.
Inflexibles en la disciplina
Por lo regular escuchamos de la extremada rigidez de Che con respecto a la disciplina. De igual forma se habla de las constantes jaranas y bromas de Camilo. Pero no debemos olvidar que ambos sabían comportarse en cada momento como las circunstancias lo exigían. En realidad Che era tan agradable y jaranero como el que más cuando compartía con sus amigos y seres queridos, solo que sus bromas solían ser más sutiles, muchas veces vinculadas con una fina ironía que manejaba con gran talento.
Por su parte, Camilo era tan rígido en exigir disciplina como lo fuera Che. Nuestros jefes mambises también lo fueron. No se concibe un jefe, y menos si es militar, que no sea exigente. De esa misma forma Camilo nunca usó sus bromas con alguien desconocido, y ninguna de ellas estuvo jamás emponzoñada por la burla hiriente o humillante.
Valoraciones mutuas
Retrocediendo en el tiempo expondremos una muestra más de esa amistad: la nota de Che, desde la Sierra Maestra, que expresa preocupación por su compañero y amigo que entonces operaba en los llanos del Cauto: “(A Camilo) Pobre diablo: Recibí tus noticias cuando me disponía a salir a tu región: a meter en un zapato al […] Tengo autorización del gigante (1) para ello. No vayas a Camagüey todavía. Te diré que pensaba proponerle, si fracasaba la huelga, organizar una columna invasora de 20 hombres y dejarte varado en la zona, pero como te anticipaste por escrito, le propondré que sean 2 columnitas con sus correspondientes comandantes. Por la zona puedes hacer lo que te venga en gana, pero no te arriesgues mucho para ver el final de la fiestaque me parece está próxima (subrayado W.G.R.). Además te mando este pequeño recuerdo de una noche en la Otilia: He aprendido en libros viejos/ donde tratan del destino/ que no se llega muy lejos/ si yo voy detrás, cretino./ M.I.O. Te alcanzo pronto, prepare tabacos, besitos a todos CHE / abril 12/11:05”.
Luego de su desaparición física, en un acto de recordación, Che habló de su antiguo subalterno: “Camilo era hombre de mil anécdotas, las creaba a su paso con naturalidad. Es que unía a su desenvoltura y a su aprecio por el pueblo, su personalidad; eso que a veces se olvida y se desconoce, eso que imprimía el sello de Camilo a todo lo que le pertenecía; el distintivo precioso que tan pocos hombres alcanzan de dejar marcado lo suyo en cada acción… Camilo practicaba la lealtad como una religión; era devoto de ella; tanto de la lealtad personal hacia Fidel, que encarna como nadie la voluntad del pueblo, como la de ese mismo pueblo, pueblo y Fidel marchan unidos y así marchaban las devociones del guerrillero invicto”.
A Camilo no le fue posible escribir una valoración de las cualidades de Che; sin embargo, en la correspondencia entre ellos durante la lucha guerrillera, hay una breve carta que deja bien claro el concepto que tenía sobre su amigo. Las líneas son escritas cuando el Señor de la Vanguardia operaba en las llanuras del río Cauto, en el Oriente cubano. Guevara le había mandado a decir que lo visitaría, a lo cual el habanero, consciente de lo peligroso del recorrido, le escribe: “Abril 24–58 Che, hermano del alma.
Recibí tu nota, veo que Fidel te ha puesto al frente de la Escuela Militar, mucho me alegro pues de ese modo podremos contar en el futuro con soldados de primera, cuando me dijeron que venías a “hacernos el regalo de tu presencia”, no me agradó mucho, tú has desempeñado un papel principalísimo en esta contienda, si te necesitamos en esta etapa insurreccional, más te necesita Cuba cuando la guerra termine, por lo tanto hace bien el gigante en cuidarte.
“Mucho me gustaría estar siempre a tu lado, fuiste por mucho tiempo mi jefe y siempre lo seguirás siendo, gracias a ti, tengo la oportunidad de ser ahora más útil, haré lo indecible por no hacerte quedar mal. Tu eterno chicharrón. Camilo”.
La siguiente anécdota es reveladora también del alto concepto y estima que profesaba el caribeño por el sudamericano. A poco del triunfo revolucionario, Camilo, que había ocupado el campamento de Columbia, fue designado por el Comandante en Jefe, al mando de todas las tropas de tierra, mar y aire de la entonces provincia de La Habana, por lo que Che, que comandaba la fortaleza de La Cabaña, quedaba subordinado a él. Recuerdo que tan pronto nos vimos, un poco confundido me dijo: “Yo creo que Fidel se ha equivocado, cómo yo voy a ser jefe de Che”. Aquello me pareció lógico y solo atiné a responderle: “Tienes razón, pero pregúntale al gigante, él sabrá por qué tuvo que hacerlo”.
Según me contara posteriormente, Fidel le explicó que ese nombramiento se debía a los prejuicios anticomunistas de muchos compañeros y como Che era bien conocido como marxista, consideró que no sería correcto políticamente en ese momento nombrarlo en tal cargo. Es entonces que este aprovecha la ocasión para hacerle una broma a su querido amigo.
Cuando fue a visitarlo a La Cabaña, Che leía acostado en una cama de soldado y al verlo llegar, con su ironía habitual le dijo: “¿Qué tal el jefecito del ejército?”. “¿Cómo jefecito? ¡Soy su jefazo y pónganse en atención!”, respondió Camilo, simulando una expresión seria; Che se incorporó en posición de atención y le preguntó: “¿Qué hago ahora, jefe?”. “Ahora va a marchar… Un dos, tres, cuatro, un, dos, tres, cuatro”. Che comenzó a marchar, pero a la tercera voz de mando, Camilo lo mandó a descansar y le preguntó: “Oiga, ¿tiene tabaco por ahí?”. “Sí, tengo en la gaveta una caja que me regalaron”. Camilo buscó la caja y con una mano tomó todos los que quedaban en ella. Che protestó: “Oiga jefe, déjeme algunos tabaquitos”. “Está bien, le dejaré un par de tabaquitos, pero recuerde que cuando su jefazo venga a visitarlo, tenga tabacos o de lo contrario será castigado”. Camilo comenzó a reírse y fue a abrazar a su querido amigo, quien también reía al igual que los demás presentes.
Para mí es reveladora de esa fraterna amistad la foto donde Che mira lleno de felicidad a su hermano de lucha. Este, un momento antes, le había colocado al rosarino su sombrero alón, apropiándose a su vez de la boina negra de aquel. Camilo reía ampliamente. Seguro estoy, con los mismos sentimientos que Che.
* General de brigada. Combatiente del llano y la Sierra en la lucha insurreccional, integró la Columna Dos Antonio Maceo, bajo el mando de Camilo, en la Invasión a Las Villas (1958).