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General: La Logia Luminosa del Vril
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De: Alcoseri  (message original) Envoyé: 02/04/2011 04:36
La Logia Luminosa del Vril
Los cálices para las huestes de Lucifer «Estoy fundando una orden, confió Adolf Hitler a Rauschning, hablando de sus planes para establecer los burgos en los que tendría lugar la segunda fase de la creación de una nueva raza.. De allí surgirá la fase final de la mutación humana... ¡El Hombre-Dios!» Karl Haushofer no sólo había realizado un profundo estudio sobre los orígenes de la raza aria en la Atlántida, y sobre el modo en que había sido moldeada para cumplir su destino histórico en el mundo. El profesor también era la fuente de toda la mística biológica del racismo del partido nazi, así como elresponsable inmediato de inspirar la idea de realizar experimentos de incubación y de llevar a cabo una educación especial en los burgos en los que aparecería una nueva raza de Superhombres. Después de iniciar a Adolf Hitler en la Doctrina Secreta en la fortaleza de Landsberg, Haushofer seconvirtió en la figura central de una sociedad secreta llamada «Vril» o «Logia Luminosa del Vril», que fue fundadaen Berlín. La única cualificación aceptable para entrar a formar parte de este exclusivo círculo satánico era la presentación de un grado lo suficientemente alto de iniciación en la Doctrina Secreta. La Logia Luminosa no sólo comprendía miembros procedentes de los movimientos ocultistas más importantes de Europa, sino que también atraía a iniciados de todos los rincones del planeta, incluso del Tíbet, de Japón, de la India, de Cachemira, de Turkistán y de Ceilán. En el cuartel de la Sociedad en Berlín, lamas tibetanos, budistas japoneses y miembros de otras sectas orientales se codeaban con ex alumnos de Gurdjieff, miembros de varias órdenes rosacrucianas, antiguos asociados a la Logia de París del Alba Dorada y dudosos personajes de la Ordo Templi Orientis, de Aleister Crowley. El único objetivo de esta Logia era realizar más investigaciones sobre los orígenes de la raza aria y sobre el modo en que las capacidades mágicas que dormían en la sangre aria podían ser reactivadas para convertirse en poderes sobrehumanos. Resulta sorprendente el hecho de que una de las obras que demostró ser una fuente inagotable de inspiración para los dirigentes de la Logia había sido escrita por un inglés, Bulwer-Lytton, francmasón y miembro de una sociedad inglesa rosacruciana, que escribió otras obras menos conocidas aparte de su elogiada novela Los últimos días de Pompeya, por la cual se hizo famoso. En uno de estos libros menos conocidos, titulado La Raza que viene, revelaba muchas de las verdades que había aprendido a través de la iniciación personal en la Doctrina Secreta. Lytton, un hombre íntegro y un académico de mérito, sentía gran interés por las profecías que se referían al bien y al mal mencionado en el Apocalipsis. No tenía idea de que este libro, en el que describía el surgimiento de una nueva raza de grandes facultades espirituales y poderes sobrehumanos se convertiría en la maligna inspiración de un pequeño grupo de nazis que tenían la intención de crear una Raza Superior para esclavizar al mundo. La primera noticia del Vril fue revelada al mundo occidental a través de Willi Ley, un científico de cohetes, cuando huyó de Alemania en 1933. Según Ley, los discípulos de Haushofer creían que estaban desvelando un conocimiento secreto, a través del cual serían capaces de crear una mutación en la raza aria. Entre otras cosas, relató historias que había oído sobre sus extrañas meditaciones y el tipo de ejercicios que realizaban a fin de desarrollar poderes sobrehumanos de concentración y visión clarividente. Ley, ingeniero y experto en ciencias naturales, consideraba que aquel asunto era inofensivo y bastante ridículo. No podía prever que el Reichsführer SS, Heinrich Himmler, se apoderaría un día de la Logia Luminosa y la incorporaría-al Ahnenerbe, la Oficina de Ocultismo Nazi; y tampoco podía prever que proporcionaría el anteproyecto para la fundación de un nuevo orden en los burgos, y que finalmente desembocaría en experimentos con la médula espinal y con las cabezas decapitadas de los comisarios judíomarxistas73. El Vril es un antiguo nombre indio para las enormes fuentes de energía que se pueden conseguir como consecuencia de la expansión del cuerpo etéreo o del organismo del tiempo en el hombre. Los informes de Ley eran correctos, ya que los iniciados del Vril pasaban horas y horas en silenciosa contemplación de Hitler: la conspiraciσn de las tinieblas Trevor Ravenscroft semillas, hojas, flores y frutas, ¡incluso de manzanas cortadas por la mitad! De hecho, los miembros de esta Logia estudiaban las leyes de la metamorfosis en las plantas, que anteriormente habían sido estudiadas en Europa por Goethe. Goethe fue el primer europeo que consiguió, a través de este tipo de contemplación, adquirir una extensión parcial del organismo etéreo, lo cual explica tanto la fuente de su genio como sus notables poderes extrasensoriales. Existe una amplia documentación sobre el hecho de que Goethe era capaz de predecir muchos acontecimientos futuros, y de que sentía grandes tormentas, erupciones y terremotos que se producían a miles de kilómetros de distancia. La capacidad asombrosa y algo parecida de Karl Haushofer para predecir el futuro también es del dominio público. Cuando era general en el frente occidental durante la primera guerra mundial, era capaz de predecir las fechas y las horas exactas de las batallas que se avecinaban, e incluso trasladó su cuartel general en varias ocasiones, porque tenía la capacidad de predecir la estrategia que utilizaba el enemigo en sus bombardeos, y sabía incluso en que lugar exacto iban a caer los obuses. Haushofer adquirió estos extraordinarios dones gracias a su pertenencia a la Sociedad Dragón Verde, en Japón, en la que el dominio del organismo del tiempo y el control de las fuerzas de vida en el cuerpo humano es el objetivo central, a fin de ascender, por los grados sucesivos de la iniciación. Una de las pruebas más duras de este tipo de iniciación exige la capacidad de controlar las fuerzas de vida de las plantas, de un modo parecido a los poderes con que contaba el antiguo pueblo de la Atlántida. El iniciado debe activar el proceso de germinación en una semilla, y hacer que se desarrolle su crecimiento hasta el estadio de la planta madura, de modo que la flor aparezca en cuestión de minutos. Estos poderes no están tan sólo conectados con el control de los espíritus elementales, sino también con el pleno desarrollo y activación del chakra de diez brazos situado en el cuerpo astral, que interpenetra el abdomen alrededor del ombligo físico. Sólo se ha permitido a dos europeos la entrada en esta orden japonesa, que exige los juramentos de completa discreción y obediencia, juramentos mucho más estrictos e intransigentes que los de sociedades de características similares existentes en el mundo occidental. Los iniciados del Vril se daban perfecta cuenta de que su objetivo de crear una mutación en la raza aria era totalmente inalcanzable en términos de la ciencia materialista del siglo XX, que concluye que todas las mutaciones se han producido a través de influencias a largo plazo del entorno. Pero a sus ojos, la ciencia contemporánea era una ciencia judío-marxista y liberal, una conspiración de mentes mediocres que no se merecían otra cosa que el desprecio. Ellos la habían sustituido por la ciencia nordiconacionalista, una concepción mágica del mundo basada en la cosmología de la Doctrina Secreta. Sólo a los iniciados elegidos se les permitía conocer las realidades de esta cosmología. Para el consumo del gran público, se exteriorizaba como el gemelo de la geopolítica, y se incluía dentro de una propaganda conocida genéricamente con el nombre de Welteislehre74. La cosmología escondida tras la ficción popular de la Welteislehre tenía sus orígenes en el antiguo Tíbet, hace nueve mil años, y se trataba de un eco de los secretos conocimientos de los iniciados, que aparecieron por primera vez por escrito miles de años más tarde en los Vedas, las Upanishads y en la filosofía Samkhya. El universo se concebía como un vasto organismo que abarcaba en su interior tanto al macrocosmos como al microcosmos, la sucesión de acontecimientos en la tierra que tenían su origen y estímulo en los movimientos dirigidos por el espíritu del sol y de los planetas, sobre un trasfondo de las emanaciones cósmicas procedentes de las estrellas fijas. Esta referencia a la astronomía espiritual, en la que los ritmos reiterados de los cuerpos celestiales activaban las condiciones cambiantes de la vida en la tierra, puede encontrarse también en muchos otros sistemas orientales y occidentales. Tal vez este tema alcanzó su máxima expresión en las obras de Dionisio el Aeropagita y de Enéades de Plotino, así como en el pensamiento de toda la escuela neoplatónica, uno de los sistemas filosóficos más espirituales y de mayor profundidad intelectual que el mundo ha conocido. Una parte integrante de esta cosmología era la idea de que la tierra era también un organismo consciente y viviente, una especie de reflejo gigante del hombre, de cada aspecto de la constitución física y psicoespiritual del hombre, que encuentra su contrapartida exacta en el organismo de la tierra. Del mismo modo que se consideraba que el hombre tenía un organismo etéreo, se atribuía un organismo de similares características, aunque en tamaño gigante, a la tierra. Y todo el proceso de evolución espiritual y física de la humanidad se atribuía a un gran ritmo central de la aspiración y la espiración del organismo del tiempo de la tierra, que desembocaba al mismo tiempo en la contracción correspondiente en la vida del hombre en evolución. Los miembros del Vril creían que el punto crítico de la contracción del organismo del tiempo coincidía con la aparición de la raza aria y el eclipse de todos los poderes mágicos en el continente de la Atlántida. Y veían el contrapunto vital en la expansión del organismo etéreo del planeta, que tendría lugar en el siglo XX. Por esta razón pronosticaron un gran amanecer para la magia. Horst Wessel, miembro del Vril y uno de los máximos exponentes de la Welteislehre, predijo que la fecha exacta de este punto sería el año 1909, treinta años después del fin del Kali-Yuga, o Era Oscura. Éste fue el año en que Adolf Hitler contempló por primera vez la Lanza de Longino en el Hofburg de Viena75. Las teorías y las conclusiones del Vril fueron puestas a disposición de Adolf Hitler, el cual demostró gran interés por todos los detalles que pudieran contribuir a la personal mezcla de mística biológica, que estaba cobrando forma en su mente brutal y demente76. Adolf Hitler creía que el siglo XX sería un «punto crítico en el tiempo» en toda la evolución de la humanidad. Imaginaba que el resurgimiento de los poderes mágicos se produciría de un modo asombrosamente repentino. E incluso comparó la anticipada transición con la aparición de la pubertad en la adolescencia, cuando las fuerzas dormidas se despiertan de pronto para marcar el significativo cambio de la niñez a la edad adulta. Ya hemos descrito que Adolf Hitler imaginaba que estaba en el umbral de estos poderes mágicos, y que las facultades que había adquirido a través de la iniciación eran en sí mismas una especie de preludio de lo que vendría en un futuro muy próximo, cuando las grandes fuerzas invisibles del mundo etéreo se convirtieran en algo mucho más asequible para el hombre. Según él, el nuevo tipo de hombre que estaba a punto de aparecer en la tierra sería capaz de viajar hacia adelante y hacia atrás en el tiempo, y de captar acontecimientos de un pasado muy lejano, así como de contemplar el destino del hombre que viviría miles de años más tarde. «Lo que hoy se conoce como historia .decía., lo aboliremos por completo.» Pero Hitler no sólo vaticinó el nacimiento de facultades espirituales, sino que llegó hasta el punto de profetizar verdaderos cambios fisiológicos en las generaciones venideras, tales como la abertura de una cuenca frontal y la reaparición visible del «ojo del cíclope». «Hitler siempre hablaba del ojo del cíclope», escribe Rauschning, que oyó en varias ocasiones las opiniones de Hitler acerca de la llegada del Superhombre. «Algunas personas ya pueden activar su glándula pineal para una visión limitada de los secretos del tiempo .le dijo Hitler, y con estas palabras se refería, sin lugar a dudas, a sus propias experiencias de sus reencarnaciones anteriores.. Pero el nuevo tipo de hombre estará equipado físicamente para esta visión, del mismo modo que nosotros vemos ahora con nuestros ojos físicos. Será un don natural, que no requerirá esfuerzo alguno». Adolf Hitler había recorrido un largo camino desde que leyera por primera vez el Superhombre de Nietzsche en sus tiempos de pobreza, en Viena. Se siente uno tentado a preguntarse que habría pensado el propio Nietzsche de los puntos de vista de Adolf Hitler acerca del tema de su libro más elogiado. Si recopilamos todo lo que Hitler dijo sobre el Superhombre que se avecinaba, nos encontramos ante un cuadro de lo más fantástico. El Nuevo Hombre tendría un semblante extraordinario, estatura gigantesca, un físico glorioso y fuerza sobrehumana. Sus poderes intuitivos sobrepasarían de largo el mero pensamiento intelectual, tendría una facultad mágica de imaginación, una especie de consciencia sobrehumana en imágenes, que obviaría la necesidad de la combinación sensorial de los pensamientos intelectuales y abstractos. Este Superhombre, que nacería entre nosotros en un espacio de tiempo muy corto, manifestaría facultades mágicas, tales como poderes mágicos de lenguaje, que todos los mortales se verían obligados a obedecer. Todos los espíritus entre cielo y tierra obedecerían sus órdenes. Incluso el clima y la combinación de los elementos químicos se regirían por sus poderes acústicos. Los Superhombres se convertirían en la élite de la tierra, en los señores de todo lo que dominaban. Nada escaparía a su visión espiritual, y ningún poder terrenal podría enfrentarse a ellos. «Serán los Hijos de los Dioses», dijo Hitler. ¿Y cuál era la clave de este increíble potencial en el hombre? Sería descubierta a través de la naturaleza y la calidad de la sangre. ¡Tan sólo la sangre aria percibiría los recursos recientemente liberados del poder creativo cósmico! Estos pueblos, que nacían a partir de los remanentes de otras razas que habían sobrevivido a la destrucción de la Atlántida, no serían incluidas en las mutaciones. Y la raza judía, que había surgido en un momento en que el poder etéreo creativo había tocado fondo, sería excluida de todo este proceso de evolución humana. «Sólo imitan a los hombres, pero no pertenecen a la misma especie», dijo el profesor Kart Haushofer. «Los judíos están tan apartados de los humanos como lo están los animales», reiteró Heinrich Himmler. «No considero que los judíos sean animales, están más alejados de los animales de lo que lo estamos nosotros . concluyó Adolf Hitler.. Por ello no constituye un crimen eliminarlos, ya que no pertenecen a la humanidad». Adolf Hitler expresaba las conclusiones del Vril cuando afirmaba que la única raza verdadera era la raza aria, y que sólo la raza aria podía tomar parte en la gran aventura heroica del repentino y mágico paso en el progreso de la evolución de la humanidad. Éste era el credo nazi, y Adolf Hitler se convirtió en su profeta. En diversas ocasiones habló de su vocación como heraldo de la nueva raza de Superhombres: «La creación todavía no ha finalizado. El hombre todavía tiene que pasar por varias etapas de metamorfosis. El hombre postatlántico ya está en una fase de degeneración tal que apenas es capaz de sobrevivir... Todas las fuerzas creativas se concentrarán en una especie nueva. Los dos tipos de hombre, el viejo y el nuevo, evolucionarán rápidamente en diferentes direcciones. Uno de ellos desaparecerá de la faz de la tierra, el otro florecerá... ¡Éste es el verdadero objetivo que se esconde detrás del movimiento nacionalsocialista!» «Estoy fundando una orden .confió Adolf Hitler a Rauschning, poco antes de que éste desertara a occidente. En esta ocasión hablaba de sus planes para establecer los burgos en los que tendría lugar la siguiente fase de la creación de una nueva raza.. De allí surgirá la última fase de la mutación humana... ¡El HOMBRE-DIOS! Este espléndido Ser se convertirá en objeto de la adoración universal.» Sin embargo, el objetivo último de Hitler en la mutación biológica no pretendía abrir el camino a la reaparición del tipo de híbrido Dios-Hombre mencionado en el Génesis, que un día caminó por la tierra del continente de la antigua Atlántida. Esos Seres Espirituales, que se encontraban por encima del hombre, pero por debajo de las jerarquías celestiales, podían adoptar forma humana, porque la plasticidad de la constitución humana lo permitía en aquella época. Pero estos mensajeros divinos sólo estaban autorizados a actuar de puentes entre dos mundos, porque el hombre no era lo suficientemente maduro en aquella época para asumir la dirección de su propio destino. El duro aprendizaje y la despiadada e inhumana disciplina a la que fueron sometidos los desafortunados niños de los burgos, estaba destinado a moldear sus almas, para que se convirtieran en el cáliz desinteresado para la incorporación de espíritus demoníacos de un orden superior. Porque el Dios-Hombre no habría sido otra cosa que las legiones de Lucifer, las huestes del antiespíritu asociadas con la Lanza del Destino. Los alemanes son muy afortunados de que los ejércitos alemanes fueran derrotados en la batalla, y de que el régimen nazi fuera eliminado de la faz de la tierra. Porque, ¡quién puede decir que en los próximos cien años, estos experimentos con la mutación humana no hayan alcanzado, hasta cierto punto, las metas que perseguían! La Doctrina Secreta, que estudia la historia del Planeta Tierra mediante la crónica cósmica, describe que toda la evolución de la tierra y de la existencia del hombre se desarrolló a partir del macrocosmos espiritual, como consecuencia de las ininterrumpidas actividades creativas de los Seres Espirituales. Según esta doctrina, la vida interior del hombre ha sido guiada, desde los primeros tiempos, por estas jerarquías de Seres Espirituales, pero algunas de estas jerarquías son enemigas de este plan divino de la evolución humana. La consciencia del hombre de los primeros tiempos debería haber seguido siendo una imagen de espejo infalible del mundo, pero este objetivo fue vuelto del revés por una jerarquía de poderes contrarios, que pretendía evocar en el alma del hombre una suerte de resistencia a estas condiciones. Estos espíritus, la primera jerarquía de la trinidad del mal, que recibe el nombre genérico de Lucifer, pretendía apartar la consciencia del hombre de la mera naturaleza de espejo. Los adversarios luciféricos de las jerarquías celestiales deseaban crear prematuramente en el hombre una capacidad de desarrollar una actividad libre dentro de su consciencia, de modo que fuera separada de la mano conductora del macrocosmos. La intervención de Lucifer inició un proceso a través del cual el hombre se convirtió en el dueño de su propia cognición, y en un ser capaz de resolución personal. Al mismo tiempo, el hombre podía ser inducido al mal o a error. El «yo» humano, o ego, pasó a depender de ciertos elementos inferiores del alma. Las influencias superiores espirituales ya no eran capaces de controlar y regular los anhelos y las pasiones a los que se exponía el hombre. De este modo, se vio atrapado en la rueda de la existencia física, y demasiado implicado en los procesos materiales de la tierra. Este período de la evolución de la humanidad, que tuvo lugar en épocas todavía más tempranas que la Atlántida, se describe en la Biblia con la imagen simbólica de la «Caída del Paraíso», en la que las metas del mal se apoderan del hombre a través de las tentaciones de la serpiente. En las fuerzas de la propia tierra, bajo cuya influencia cayó el hombre, funcionaban otros poderes demoníacos. Estos espíritus, que pertenecían exclusivamente al mundo material en el que Lucifer confinaba al hombre, reciben el nombre de Espíritus Ahrimánicos, y genéricamente se los conoce por «Ahriman». Se trata de la segunda jerarquía de la trinidad del mal, y estos espíritus pretenden desposeer al hombre de toda visión del macrocosmos, y reducirle al confinamiento total en el mundo tridimensional de medida, número y peso. Ahriman quiere conseguir que el hombre contemple el mundo susceptible de ser percibido por los sentidos como su única realidad. Si no hubiera sido por la intervención de Ahriman, los poderes espirituales que yacen en las fuerzas de la naturaleza nunca habrían estado vedados a la visión humana. Lucifer y Ahriman son dos grandes enemigos de la evolución de la humanidad. Lucifer provoca que el hombre sea espiritualmente independiente de las jerarquías celestiales, y le tienta a erigirse él mismo en un Dios. Ahriman lucha por establecer un reino totalmente material en la tierra, un reino aislado por completo de las realidades espirituales, y pretende hundir al hombre tan profundamente en él, que llegue a perder toda su consciencia acerca de sus orígenes y su destino espirituales. Las jerarquías del mal fueron las culpables de la degeneración de la vida del alma de las masas de la Atlántida, que ya hemos descrito con anterioridad. Lucifer provocó la lujuria del poder, el falso orgullo y el egoísmo, rasgos que condujeron al abuso de los poderes mágicos, mientras que Ahriman utilizó los perversos anhelos sexuales del populacho para inspirar rituales de magia negra, que produjeron la destrucción del continente. Ni siquiera las disciplinas y los entrenamientos que acompañaron a la fundación de la raza aria fueron suficientes para librarse de las perniciosas influencias de los poderes del mal. Dos secciones separadas de los pueblos arios, encabezadas por iniciados desertores de los Oráculos, se dedicaron al culto al mal, y establecieron sus propias comunidades separadas en las montañas que ahora están sumergidas en el fondo del Océano Atlántico, en las proximidades de Islandia. A partir de estas civilizaciones crueles y sedientas de sangre nació la leyenda de Thule. Estos iniciados del mal también sobrevivieron a lo que la Biblia denomina el Diluvio Universal. También emigraron hacia el este, a través de Europa hacia Asia, y se establecieron en el Tíbet, en dos grandes asentamientos de cavernas debajo de los santuarios de las montañas del Oráculo del Sol, donde los grandes iniciados se instalaron para supervisar la sabia conducción de las civilizaciones de la era postatlántica. En tanto que el Oráculo del Sol empezó a declinar al cabo de unos cinco mil años, las Comunidades de las Cavernas que servían a las fuerzas del mal han sobrevivido hasta la era moderna. El repentino y definitivo eclipse de estos centros del misterio demoníaco se produjo cuando la China comunista se anexionó el Tíbet en 1959, y los soldados de Mao aniquilaron a todos los adeptos que quedaban. Muchos rumores e historias sobre las actividades demoníacas de los adeptos de las cavernas habían llegado a occidente en las primeras dos décadas del siglo XX. La literatura del Grupo Thule hablaba de estas dos órdenes secretas, que seguían el «camino de la derecha» y el «camino de la izquierda». El Oráculo luciférico recibía el nombre de Agartha, y se creía que era un centro de meditación concentrado en proporcionar sustento a los Poderes. El Oráculo Ahrimánico se denominaba Schamballah, un centro en el que se celebraban rituales para controlar los poderes elementales. Los iniciados de Agartha estaban especializados en la proyección astral, y pretendían inspirar el falso liderazgo en todo el mundo. Los adeptos de Schamballah querían implantar la ilusión del materialismo y llevar todos los aspectos de la actividad humana al abismo. Sobre todo a raíz de la iniciativa del profesor Karl Haushofer y otros miembros de la Sociedad Vril de Berlín y de Munich, fueron enviados equipos de exploración al Tíbet. Las expediciones alemanas al Tíbet, que se realizaron entre 1926 y 1942, iban dirigidas a establecer contacto con las Comunidades de las Cavernas, y convencerlas de que consiguieran la ayuda de los poderes ahrimánicos y luciféricos para la continuación de la causa nazi y para la proyectada mutación, que anunciaría la nueva raza de los Superhombres. Tres años después del primer contacto con los adeptos de Agartha y Schamballah, una comunidad tibetana se estableció en Alemania, con sucursales en Berlín, Munich y Nuremberg. Pero sólo los adeptos de Agartha, los servidores de Lucifer, estaban dispuestos a apoyar la causa nazi. Los iniciados de Schamballah, que se ocupaban de la llegada del materialismo y de la continuación de la era de la máquina, se negaron a cooperar. ¡En el servicio a Ahriman, ya habían establecido contacto con el occidente, y trabajaban en afiliación con determinadas logias de Inglaterra y América! Los adeptos de Agartha eran conocidos en Alemania como la «Sociedad de los Hombres Verdes», y se tomaron fuertes medidas para guardar silencio sobre su verdadero significado. Se unieron a ellos siete miembros de la «Sociedad del Dragón Verde», de Japón, con los que habían mantenido comunicación astral durante cientos de años. Adolf Hitler mantenía conversaciones regulares con el líder de los tibetanos en la capital alemana, un hombre de probada clarividencia que dominaba las artes de la predicción. Se rumoreaba que había predicho la fecha exacta en la que Hitler se convertiría en canciller, así como la fecha exacta del comienzo de la guerra mundial. Las enseñanzas de este grupo tibetano, que habían sido desarrolladas por la inspiración directa del profesor Karl Haushofer, atrajeron la atención del Reichsführer SS Heinrich Himmler. Himmler creó una escuela de ocultismo en la sucursal de Berlín, y se impuso a muchos de los miembros de las capas altas de las Totenkopf SS, el Sicherheitsdienst y la Gestapo, la asistencia a cursos de meditación, trascendentalismo y magia. Himmler fue persuadido para fundar el Ahnenerbe, la Oficina de Ocultismo nazi. El Ahnenerbe incorporó a los miembros de la Orden Templaría de Crowley, del Vril y la Thule Gesellschaft en la Orden Negra de las SS. Sus objetivos eran: llevar a cabo investigaciones sobre la localización, las características generales, los logros y la herencia de la raza indogermánica. El director de investigaciones era un amigo íntimo de Karl Haushofer, el profesor Wirrst, un experto en filosofía oriental, que enseñaba sánscrito y Sagradas Escrituras en la Universidad de Viena. Muchos de los cerebros académicos de Alemania fueron presionados a engrosar las filas del Ahnenerbe, que tenía cuarenta y nueve ramales. Tal era la influencia de Agartha en la Alemania nazi. Con el trasfondo ocultista que hemos descubierto, debería resultar posible entender que las enseñanzas geopolíticas de Karl Haushofer y su exigencia de Lebensraum no eran más que la fachada de objetivos exclusivamente demoníacos. No le interesaba la investigación del verdadero origen de la raza aria. Su única intención era conquistar el mundo al servicio de los poderes luciféricos. La derrota de los ejércitos alemanes en Stalingrado puso fin a sus sueños. Y también produjo el eclipse de la confianza nazi en Agartha. Durante los últimos meses de la guerra, los lamas del Tíbet fueron descuidados completamente por los nazis. Habían fracasado en su misión de utilizar los poderes de Lucifer para la causa nazi. A fin de expresarles su repulsa personal, Hitler ordenó que se les dieran las mismas reducidas raciones que recibían los prisioneros de los campos de concentración. Cuando los rusos llegaron a su cuartel general, situado en las afueras de Berlín, descubrieron sus cuerpos desnudos dispuestos en filas, y cada uno de ellos tenía un puñal ceremonial clavado en el abdomen. Habían escogido la versión oriental del suicidio, ya que lo preferían a la rendición a los comunistas y a las desgracias que les esperaban en el futuro. La primera asociación de los nazis con los Oráculos tibetanos de las Cavernas no pasó inadvertida a ciertos hombres perspicaces y observadores del mundo occidental. Hombres de la talla de lord Tweedsmuir, más conocido como John Buchan, el novelista, advirtieron a los políticos de la época de la llegada de una religión satánica a Alemania, así como del tipo de civilización que podría desarrollarse a partir de la fusión entre la tecnología alemana y el misticismo y la magia orientales. Huelga decir que no se prestó ninguna atención a estas advertencias. Incluso en el proceso de Nuremberg, celebrado al final de una guerra mundial que había costado veinticinco millones de vidas y había creado los horrores de los campos de concentración, sólo se escucharon algunas risas avergonzadas cuando antiguos miembros del Ahnenerbe declaraban desde el banquillo e incluían menciones sobre Agartha y Schamballah. Los representantes de occidente se negaban simplemente a reconocer la verdadera naturaleza de sus enemigos derrotados. Sus extrañas creencias, sus prácticas inhumanas y sus horribles crímenes sólo podían explicarse en términos psicoanalíticos como aberración mental. La ciencia occidental, que había creado la bomba atómica, negaba la existencia del mal y hablaba en términos de behaviorismo y relatividad de la moral. La religión de occidente, que había reducido a su Dios a un simple carpintero de Nazaret, no comprendía el concepto de hombres que adorasen al Anticristo cósmico, y que hubiesen adquirido la iniciación en los mundos suprasensibles a través de rituales de sacrificio. Los que lo sabían guardaban silencio. Los líderes de las logias ocultistas y las sociedades secretas no tenían nada que ganar si exponían en público la naturaleza satánica del partido nazi. Una investigación pública de estos ritos ocultistas y del conocimiento de la iniciación podrían haber desvelado realidades espirituales que ellos mismos pretendían ocultar a la humanidad a toda costa. Era tal la ceguera y la ignorancia de los oficiales de seguridad aliados, encargados de los prisioneros de Nuremberg, que no reconocieron la naturaleza demoníaca de los «últimos ritos» que se practicaron con algunos convictos que esperaban la horca. El coronel de las SS Von Sievers, el director del Ahnenerbe, que fue condenado por su participación en los monstruosos crímenes contra la humanidad, fue a la horca sin haberse arrepentido. El último visitante de su celda de la muerte fue un tal Friedrich Heischler, una de las figuras más enigmáticas del siglo XX, además del responsable de la concepción original de la «Sociedad para el Estudio de las Herencias Ancestrales». Heischler, un iniciado en un grado aún más alto que Haushofer, y muy superior a él en cuanto al conocimiento de la Doctrina Secreta, nunca se unió al partido nazi. Era miembro de un culto mundial de orden superior, y muchos de los miembros de la cúpula dirigente del partido nazi le consideraban su mentor espiritual y padre confesor. Von Sievers, Heydrich y Kaltenbrunner le profesaban una profunda devoción. Heinrich Himmler hablaba de él en respetuosos susurros, y le consideraba la figura más importante de Alemania después de Adolf Hitler. Cuando Karl Haushofer cayó en desgracia en el tribunal nazi, el Führer buscaba el consejo de Friedrich Heischler en todos los asuntos de ocultismo, sobre todo en lo que se refería a los ritos del medio ambiente, de entrenamiento y panreligiosos de los burgos, en los que surgiría la raza luciférica. Heischler también era el responsable del «ritual del aire sofocante», en los que miembros seleccionados de las SS hacían votos de fidelidad irreversible a los poderes satánicos. Si los nazis hubieran ganado la guerra, Heischler podría haberse convertido en el Sumo Sacerdote de una nueva religión mundial, que habría sustituido la cruz por la esvástica. Ante los mismísimos ojos de los guardianes de las celdas de los condenados, que se cuidaban sobre todo de que los presos no recibieran veneno con el que les fuera posible librarse de la horca, Wolfram von Sievers se hincó de rodillas mientras Heischler entonaba los cánticos de una misa negra, un himno final de adoración a los poderes del mal, que aguardaban a su alma al otro lado de la tumba. Ahora debemos dirigir nuestra atención a los orígenes de la misa negra.
 


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