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General: Logia Ecclesia-la Logia del Vaticano
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De: Alcoseri  (message original) Envoyé: 11/02/2013 17:32
Logia Ecclesia-la Logia del Vaticano De: No☻Ser (Mensaje original) Enviado: 11/04/2007 11:00 p.m. A pesar de que la Masonería estaba oficialmente excomulgada, había desde años importantes ramificaciones y contactos masónicos dentro de la Iglesia. Incluso existía una Logia llamada "Ecclesia", a la que pertenecían diez Cardenales, nueve Arzobispos y quince Obispos. Entre estos importantes persona jes figuraban el Cardenal Villot, y el Arzobispo Marcinckus, el "genio finan ciero" del IOR (Instituto para Obras de la Religión) que estaba conchabado con los banqueros Sindona y Calvi, que también eran masones relacionados con la Logia Propaganda Due, del Gran Maestro Licio Gelli. La Orden Masónica, influyó de tal forma en la elección al papado del Carde nal Gian Battista Montini-luego Pablo VI-que éste no tuvo reparo en levantar en el Concilio Vaticano II, la excomunión que pesaba sobre la Masonería. Una vez fallecido Juan XXIII, hubo una reunión de influyentes Cardenales en la mansión de "Villa Grottaferrata", perteneciente al influyente masón y po lítico Humberto Ortolani, en la cual, a espaldas del Cónclave que, al menos teoría, debía elegir al nuevo pontífice, liderados por el influyente Giacomo Lercaro, de Bolonia, decidieron elegir al citado Montini-con pleno conocimien to de éste-para ocupar el solio pontificio. El Cónclave, celebrado el 19 de Junio de 1.963, únicamente precisó de cinco votaciones para alcanzar un acuerdo sobre el nuevo pontífice. El ya Pablo VI agradeció a Ortolani sus buenos oficios nombrándolo "Gentilhombre de Su Santi dad". A pesar de ser un papa muy preocupado por la píldora y el condón, partidario de que la gente fornicara como Dios manda, calló como un muro los abusos de las tropas yanquis sobre la población civil de Vietnam. Volvió a callar ante las sanguinarias dictaduras latinoamericanas. Siguió callado ante los escándalos económicos que salpicaron su pontificado por causa de las oscuras maniobras financieras de Marcinckus, Sindona, Calvi, y el blanqueo de dinero del Vati cano por parte de la Mafia de Nueva York. Y siguió mudo ante los escándalos finacieros de importantes jerarcas de la Iglesia estadounidense, como el Car denal Cody, perpetrados sin rubor. Miembros importantes del clero yanqui se gastaban el dinero de los católicos en aventuras amorosas en medio de un lujo asiático, y nadie se alarmaba por eso. Ciertamente no le preocupaba en exceso que el señor Marcinckus manejase hasta tres mil millones de dólares en oro del erario Vaticano para sobornar, corromper y mediatizar a políticos, diplo máticos, jueces, fiscales y gente influyente de la banca y los negocios con el fín de enriquecer aún más a la Iglesia, mientras los niños del Tercer Mun don morían de hambre, enfermedad y miseria. La Logia Propaganda Due, era una eficaz auxiliar de estos designios, que facilitaba la evasión de capitales y las quiebras fraudulentas a través del Banco Ambrosiano y del mismísimo Banco de Roma. Casualmente, el político Aldo Moro, que denunció todo este inmenso fraude, fué asesinado por las Brigadas Rojas; vaya por Dios, qué mala suerte. Pero las cosas iban a cambiar, porque a la muerte de Pablo VI, subió al solio pontificio un Papa que, a pesar de su aspecto manso y bondadoso, era honesto y recto. Y además, creía lo que predicaba; y como todos los Papas que llegaron con ánimo saneador y reformador a la Iglesia, duró poco. Muy poco. De modo que Juan Pablo I-así se llamaba-se reunió con el Cardenal Camarlengo, Villot, y le dijo que una Iglesia de Jesucristo no podía almacenar tesoros y dejar a los pobres y necesitados a su aire; expresó claramente su intención de desman telar el IOR e investigar, exhaustívamente, sus finanzas. Y afirmó su inten ción nítida de acabar para siempre con la comandita de "redes financieras" de la Iglesia que patrocinaban oscuras operaciones económicas. Además, se decla ró partidario de la regulación de la natalidad expresando claramente que ése era el primer remedio que habría que adoptar para poner coto a la explotación, la miseria y la mortalidad infantil. Naturalmente, los miembros de la Logia Ecclesia, de la Propaganda Due, así co mo todos los prebostes del entramado socio-político-finaciero, se sintieron bastante incómodos. Y alarmados. Además, sin fundamento aparente, se empezó a extender la creencia de que el nuevo pontífice tenía la intención de convocar un Sínodo para exponer a la Iglesia toda esta serie de reformas trascendenta les y recabar el apoyo de los cristianos honestos a su programa. Esto era peli grosísimo para todos aquellos que vivían de explotar la fé y los buenos senti mientos de la gente honrada. Además, podía darse el caso de que la unión del Papa y los creyentes de base, animados y estimulados en su fé, acabase con un entramado secular y barriese para siempre de la Iglesia el cohecho, la corrup ción, el embuste y el abuso conscientemente perpetrados. El peligro consistía en que, por primera vez en la Historia, surgiese la verdadera Iglesia de Jesu cristo, libre de cargas y rémoras del pasado, limpia y adecentada de cara al futuro. Dispuesta a acoger a todos y a servir a todos. Ajena a dogmas e impo siciones. Demasiado hermoso todo ello. Y peligroso para los beneficiarios del sistema. De modo que, a los 33 días de pontificado, Juan Pablo I se encontraba una no che en su alcoba leyendo unos informes de carácter reservado, suministrados por la Secretaría de Estado. Nadie supo nunca qué es lo que decían aquellos documentos secretos. Lo cierto es que el Papa murió aquella noche, y ningún médico del Vaticano quiso firmar el parte de defunción. Igualmente sospechosa fué la negativa del Cardenal Villot a realizar la autopsia al cadáver, ampa rándose en que "no era costumbre del Vaticano". Los documentos desaparecieron de la mesilla de noche y fueron sustituidos por un "Kempis"-Imitación de la Vida de Cristo-como última lectura del pontífice. Tampoco apareció su testamen to. Y sor Vincenza, la monja que lo cuidaba, fué seriamente apercibida sobre su deber de guardar un discreto silencio sobre los hechos ocurridos aquella aciaga noche. Sin embargo, el extinto pontífice dejó un último testimonio, porque el día an terior a su deceso, hablando con su hermano Eduardo que lo visitaba, afirmó textualmente que..."hasta los bancos fundados por los católicos, que deberían tener a gente de confianza, se apoyan en ciertas personas que, de católicos no tiene ni el nombre". No cabe duda que la muerte de aquél hombre fué de lo más oportuna. ¿Verdad? https://groups.google.com/group/secreto-masonico/browse_thread/thread/209acbbd4cc972ec/3273725d28a9472e?lnk=gst&q=ecclesia#3273725d28a9472e


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De: Alcoseri Envoyé: 05/11/2015 14:18
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