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General: La antropofagia
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Respuesta  Mensaje 1 de 3 en el tema 
De: Alcoseri  (Mensaje original) Enviado: 28/10/2016 22:51
El historiador mexicano Edmundo O'Gorman habló de la invención de América por Europa. En efecto, la conquista del Nuevo Mundo no sólo alimentó las arcas devastadas por las guerras de las potencias reales del Viejo Continente: también despertó la imaginación de sus habitantes, echó leña al fuego de los debates religiosos del siglo XVI, generó utopías y estableció dos mitos, el del "buen salvaje" y el del malo. El primero vivía en armonía directa con la Naturaleza y, aunque anárquica, su manera de estar en comunidad probaba -para Thomas More, Montaigne, Locke, Rousseau- que el centralismo institucional europeo, es decir, monárquico, no era un rasgo indispensable de toda organización social. Esta visión de los indígenas americanos descendía o coincidía con el florecimiento renacentista de un humanismo civil que, a la vez, admitió el crudo ejercicio del poder propuesto por Maquiavelo, su primer teórico moderno. "El uno se divide en dos", decía Mao Tsé-tung para explicar la ruptura de China con la Unión Soviética. Tal vez estuviera además ofreciendo un dato de la condición humana: el uno dividido en dos -o más- apreciaciones del otro. ________ El "mal salvaje" era, esencialmente, el caníbal, calidad que los conquistadores solían adjudicar -ni casual, ni discriminadamente- a todo indígena que se les resistiera. La palabra "caníbal" designa algo terrible, pero su nacimiento fue inocente. Cristóbal Colón, convencido de haber tocado costas chinas, la anotó en los márgenes del libro de Marco Polo que le servía de fuente principal de atisbos geográficos: escribió que los caribes eran "khaníbales", es decir, "el pueblo del Gran Khan". Ignoraba que la dinastía mongol había caído más de un siglo antes. Una equivocación menor para quien no vaciló en confundir continentes. Pero la palabra se usó para acuñar el mito.________ La antropofagia -presunta o no- de los indígenas fue una justificación ideológica importante de la conquista y colonización de América. Y no sólo. Europa desplazó de su bestiario a los decrépitos grifos y dragones para instalar caníbales con cabeza de perro y cola -también los franquistas decían que los republicanos españoles tenían cola, como el diablo-, y seres "del tamaño de un gato, pero con narices, ojos y orejas de cerdo y púas en la espalda, que se alimentaban principalmente de escarabajos y caracoles que detectan con el olfato", según se asienta en el Diario de Robert Drury publicado en 1729 acerca de los aborígenes de Madagascar. Esa varia invención y las realidades de exterminio y esclavitud que encubría se condensan en una escena de La tempestad de Shakespeare: Próspero, el derrocado duque de Milán refugiado en una isla, trata a su servidor Calibán (anagrama de "caníbal") de "terrón de barro... infecto esclavo engendrado por el mismo demonio... Me tomé el trabajo de que supieras hablar... Cuando tú, hecho un salvaje, ignorando tu propia significación, balbucías como un bruto, doté tu pensamiento de palabras que lo dieran a conocer". Y Calibán le recuerda: "Esta isla me pertenece y tú me la has robado. Cuando viniste por primera vez, me halagaste, me corrompiste... Y ahora estoy desterrado en una roca desierta, mientras me despojas del resto de la isla". Es una escena que los indígenas americanos de hoy -y no sólo- comprenderían perfectamente. Por ejemplo, los yanomamíes de la frontera Venezuela-Brasil que padecen la fragmentación de sus tierras por rutas cuya construcción nadie les consultó. O los tzotziles y tzeltales chiapanecos de la selva Lacandona, cada vez más despojada de maderas preciosas por la rapacidad incontenida de empresas del ramo. O los huaoranis de Ecuador, que se sienten "tratados como huéspedes" por la compañía petrolera yanqui Dupont-Conoco, envenenadora de un medio ambiente ya infectado por la Texaco, que vertió en la región unos 75 millones de litros de crudo, o sea, una cantidad superior en vez y media a la del petróleo que el "Valdez" de la Exxon derramó frente a Alaska. En una palabra, lo que el neoliberalismo llama desarrollo.________ En Caníbales, una suerte de ensayo utópico basado en las primeras informaciones sobre los tupinambás del Brasil que empezaron a circular en Europa, Montaigne propone un modelo de sociedad más acuñado por el pensamiento de Platón y de More que por la realidad indígena. Pero no deja de señalar que los franceses eran más salvajes y caníbales que los caníbales. Sabía de qué hablaba: aunque no los mencionó, conocía los actos de antropofagia cometidos durante las guerras religiosas en Francia. En 1556, un hugonote fugitivo de esas guerras, Nicolás Durand de Villegagnon, fundó una comunidad ideal en una isla de la bahía de Río de Janeiro. Duró poco. La cuestión del canibalismo se había inscrito en la polémica que protestantes y católicos sostenían por entonces en torno de la Eucaristía o transubstanciación del pan y del vino en el cuerpo y la sangre de Cristo. Se decía que los waitakas vecinos de Villegagnon preguntaban por qué se hacía tanto escándalo con los caníbales cuando los europeos se comían y bebían a su propio Dios.________ Se han disipado las creencias sobre indígenas sin cuello y con cabeza canina, pero no el racismo que los margina con otras envolturas. Por ejemplo, su "incultura", su "incapacidad" para adaptarse a las demandas del crecimiento económico, su "falta de dotes" para gobernar. Resulta que esos indígenas son portadores de antiguas culturas, muy diferentes, desde luego, de la llamada civilización occidental. No se trata de seguir el consejo que, en un soneto, Pierre de Ronsard dio en 1559 a su compatriota Villegagnon: que no turbara "el reposo tranquilo de su vida primigenia". El sacerdote capuchino José Miguel Goldáraz, que lleva más de 20 años entre los huaoranis, respondió al especialista Joe Kane que le preguntaba qué derecho tenían esos indígenas de ser protegidos del cambio: "Un derecho moral básico: que se les permita desarrollar sus herramientas culturales propias para abordar el cambio". Y no se trata sólo de tiempo. So pretexto de "civilizarlos", se los considera material humano desechable al que hay que incluir en la uniformidad que el sistema pretende. Hacerlos cosa, como a tantos.


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De: BARILOCHENSE6999 Enviado: 31/10/2016 03:21

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De: BARILOCHENSE6999 Enviado: 01/11/2016 19:06


 
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