Una mañana, mi padre me invitó a dar un paseo. En esa ocasión se detuvo y, después de un pequeño silencio, me preguntó:
- ¿Además del canto de los pájaros en los árboles, y del viento oyes algo más? agudicé mis oídos durante algunos segundos y le respondí:
- Sí, oigo una Carreta.
- Eso mismo - dijo mi padre. Es una Carreta vacía.
Le pregunté:
- ¿Cómo sabes que está vacía la Carreta , si aún no la hemos visto?
-Justo -me contestó. Es muy fácil saber que una Carreta va vacía debido al ruido que hace. Cuanto más vacía, más ruido hace.
Me convertí en adulto y, hasta hoy, cuando oigo a una persona hablando demasiado, gritando , intimidando , tratando a los demás groserías, prepotente, interrumpiendo las conversaciones de las demás personas, ya queriendo demostrar que es la dueña de la razón, y de la verdad absoluta, parece que todavía se escucha la voz de mi padre:
- Cuanto más la Carreta está vacía, más ruido hace.
Y la sabiduría de esa voz, que el tiempo no consigue borrar de mi mente , se une al confort que siento a partir del momento en que he pasado por en medio las 2 columnas del Templo de nuestra Augusta Orden masónica, y llegando al punto geométrico donde reina el silencio de los sabios, la fraternidad, la tolerancia , la comprensión, la igualdad entre todos los Hermanos, donde se hace la búsqueda de la Perfección, Perfección que anticipadamente sabemos que nunca se podrá alcanzar, pero que aún así insistentemente los masones perseguimos.