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Respuesta  Mensaje 1 de 3 en el tema 
De: BARILOCHENSE6999  (Mensaje original) Enviado: 13/02/2016 15:26


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Respuesta  Mensaje 2 de 3 en el tema 
De: Alcoseri Enviado: 01/03/2018 01:40
Ouspensky - Recuedo de Sí De: ■YOD■ (Mensaje original) Enviado: 14/07/2007 02:30 p.m. Los que saben esto ya saben mucho. Todo el problema es que nadie lo sabe. Si usted le pregunta a alguien si puede recordarse a sí mismo, naturalmente le contestará que si. Si le dice que no puede recordarse a sí mismo, se enojará o pensará que usted está loco. Toda la vida está basada en esto, toda la existencia humana, toda la ceguedad humana. Si un hombre sabe realmente que no puede recordarse a sí mismo, ya está cerca de una comprensión de su ser." Todo lo que decía G., todo lo que yo pensaba y sobre todo lo que me habían mostrado mis tentativas de "recordarme a mí mismo" me convencieron muy rápidamente de que me encontraba en presencia de un problema enteramente nuevo que hasta ahora la ciencia y la filosofía habían descuidado. Pero antes de hacer deducciones, trataré de describir mis tentativas de "recordarme a mí mismo". Mi primera impresión fue que los ensayos de recuerdo de sí, o de ser consciente de sí, de decirse: Soy yo el que camina, soy yo el que hace esto, al tratar continuamente de experimentar la sensación de este yo — detenían los pensamientos. Cuando tenía la sensación de mí, ya no podía ni pensar ni hablar: las mismas sensaciones se obscurecían. Por eso no se puede "recordarse a sí mismo" de esta manera sino por algunos instantes. Yo había ya hecho ciertos experimentos en "detener el pensamiento" del tipo de aquellos que son mencionados en los libios sobre el yoga, por ejemplo el libro de Edward Carpenter: From Adam's Peak to Elephanta, aunque en este caso se trata de una descripción muy general. Los primeros ensayos de "recuerdo de sí" me hicieron recordar mis tentativas anteriores. En efecto, ambas experiencias eran casi idénticas, con la única diferencia de que al detener los pensamientos la atención está totalmente orientada hacia el esfuerzo de no admitir pensamientos, mientras que en el acto del "recuerdo de sí" la atención se divide: una parte se dirige hacia el mismo esfuerzo, otra hacia la sensación de sí. Esta última experiencia me capacitó para llegar a una cierta definición, posiblemente muy incompleta, del "recuerdo de si", que sin embargo probó ser muy útil en la práctica. Yo hablo del recuerdo de sí, en lo que se refiere a la división de la atención: siendo ésta su rasgo característico. Me la representé de la siguiente manera: Cuando observo algo, mi atención está dirigida hacia lo que observo. Yo ———————————————> el fenómeno observado. Cuando, al mismo tiempo, trato de recordarme a mí mismo, mi atención está dirigida a la vez hacia el objeto observado y hacia mí mismo. Yo <———————————————> el fenómeno observado. Habiendo definido esto, vi que el problema consistía en dirigir la atención sobre uno mismo sin permitir que se debilite o se eclipse la atención dirigida sobre el fenómeno observado. Más aún, este "fenómeno" podía estar tanto dentro de mi como fuera de mí. Las primeras tentativas de hacer tal división de la atención me mostraron su posibilidad. Al mismo tiempo hice otras dos comprobaciones. En primer lugar vi que el "recuerdo de sí" resultante de este método no tenia nada en común con la "introspección", o el "análisis". Se trataba de un estado nuevo y muy interesante, con un sabor extrañamente familiar. En segundo lugar comprendí que momentos de recuerdo de sí ocurren de hecho en la vida, aunque raras veces, y que sólo la producción deliberada de estos momentos creaba la sensación de novedad. Yo había tenido además la experiencia de tales momentos desde mi más temprana infancia. Llegaban, ya sea cuando me encontraba en circunstancias nuevas o inesperadas, en lugares nuevos, entre extraños, por ejemplo durante un viaje; uno súbitamente mira a su alrededor y se dice: "¡Qué extraño! ¡Yo, y en este lugar!", o en momentos muy emocionales, en momentos de peligro, en momentos en que es necesario conservar la cabeza, cuando uno oye su propia voz y se ve y se observa a sí mismo desde afuera. Vi muy claramente que los primeros recuerdos de mi vida, que en mi propio caso eran muy tempranos, habían sido momentos de "recuerdo de si". Y en el mismo instante tuve la revelación de muchas otras cosas. De esta manera pude darme cuenta que no me acordaba realmente, sino de los momentos en que me había recordado a mi mismo. De los otros momentos sólo sabía que habían transcurrido. No era capaz de revivirlos enteramente, ni experimentarlos de nuevo. Pero los momentos en que me había "recordado a mí mismo" estaban vivos y no diferían en manera alguna del presente. Aún temía el llegar demasiado rápido a conclusiones, pero ya veía que me encontraba en el umbral de un gran descubrimiento. Siempre me había asombrado ante la debilidad y la insuficiencia de nuestra memoria. ¡Son tantas las cosas que desaparecen y que son olvidadas! Me parecía que todo el absurdo de nuestra vida tenía como base este olvido. ¡Para qué atravesar por tantas experiencias para luego olvidarlas! Además, había algo degradante en esto. Un hombre siente algo que le parece muy grande, piensa que nunca lo olvidará: pasan uno o dos años — y de ello nada queda. Se me hizo claro entonces por qué esto era así y por qué no podía ser de otro modo. Si nuestra memoria realmente mantiene vivos sólo los momentos de recuerdo de sí, entonces resulta claro por qué ésta es tan pobre. Tales fueron mis experiencias de los primeros días. Más tarde. cuando comencé a aprender a dividir mi atención vi que el "recuerdo de sí" producía sensaciones maravillosas que no venían por sí solas, sino muy raras veces y en condiciones excepcionales. Así, por ejemplo, me gustaba mucho en ese entonces vagar por San Petersburgo en la noche y "sentir la presencia" de las casas y de las calles. San Petersburgo está lleno de estas extrañas sensaciones. Las casas, particularmente las viejas, estaban vivas para mí, no cesaba de hablar con ellas. No había "imaginación" alguna en esto. Yo no pensaba en nada, simplemente caminaba mirando a mi alrededor y tratando de "recordarme a mí mismo"; las sensaciones venían por sí solas. De este modo iba a hacer luego muchos otros descubrimientos. Pero de esto hablaré más adelante. Algunas veces el "recuerdo de sí" no tenía éxito; en otros momentos estaba acompañado de curiosas observaciones. En cierta oportunidad estaba caminando a lo largo de la Liteiny hacia la avenida Nevsky y a pesar de todos mis esfuerzos no era capaz de mantener mi atención en el "recuerdo de mí mismo". La bulla, el movimiento, todo me distraía. A cada instante perdía el hilo de mi atención, lo encontraba de nuevo y luego lo volvía a perder. Finalmente sentí una especie (le ridícula irritación conmigo mismo y doblé hacia la calle de la izquierda, firmemente decidido, esta vez, a recordarme a mí mismo al menos por algún tiempo, y en todo caso hasta que hubiera llegado a la calle siguiente. Llegue a la Nadesjdinskaya sin perder el hilo de mi atención salvo, quizás, por breves momentos. Entonces, dándome cuenta de que me era más fácil no perder la línea de mi pensamiento en las calles tranquilas y deseando probarme en las calles más ruidosas, decidí retomar la Nevsky, mientras continuaba recordándome a mí mismo. Llegué a la Nevsky sin haber cesado de recordarme a mí mismo y comenzaba ya a experimentar el extraño estado emocional de paz interior y de confianza que sigue a grandes esfuerzos de esta clase. Justamente a la vuelta de la esquina, en la Nevsky, había una cigarrería donde compraba mis cigarrillos. Todavía recordándome a mí mismo pensé pasar por ahí y encargar algunas cajas. Dos horas más tarde, desperté en la Tavrisheskaya, es decir, muy lejos. Estaba yendo en un trineo hacia la imprenta. La sensación de despertar fue extraordinariamente vivida. Casi puedo decir que volvía en mí. De golpe recordé todo. Cómo había estado caminando a lo largo de la Nadejdinskaya, cómo había estado recordándome a mí mismo, cómo había pensado en los cigarrillos y cómo, en este pensamiento, había caído como anonadado en un profundo sueño. Sin embargo, mientras estaba sumido en este sueño, había continuado ejecutando acciones coherentes y oportunas. Había salido de la cigarrería, telefoneado a mi departamento en la Liteyni y luego al impresor. Había escrito dos cartas. Luego había regresado a la casa nuevamente y retomado la Nevsky por la acera izquierda hasta la puerta Gostinoy con intención de llegar a la Offitzerskaya. Luego había cambiado de opinión porque se estaba haciendo tarde. Había tomado un trineo para ir a la imprenta en la Kavalergardskaya. Y por el camino, mientras me dirigía por la Tavricheskaya comencé a sentir una extraía inquietud, como si hubiese olvidado algo. Y de pronto me acordé de que había olvidado recordarme a mí mismo. Hablé acerca de mis observaciones y deducciones a las personas de nuestro grupo así como a varios amigos literatos y otros. Les dije que éste era el centro de gravedad de toda la enseñanza y de todo trabajo sobre uno mismo; que ahora, el trabajo sobre sí ya no era una palabra, sino un hecho real, pleno de significación, gracias al cual la psicología se convertía en una ciencia exacta y al mismo tiempo práctica. Dije que la psicología occidental había pasado por alto un hecho de una importancia prodigiosa, es decir, que no nos recordamos a nosotros mismos; que vivimos, actuamos y razonamos en un sueño profundo, en un sueño que no tiene nada de metafórico sino que es absolutamente real, y sin embargo, que podemos recordarnos a nosotros mismos si hacemos los esfuerzos suficientes: que podemos despertarnos. Me llamó poderosamente la atención la diferencia de comprensión entre las personas de nuestros grupos y las de afuera. En general los nuestros comprendían de inmediato que habíamos establecido contacto con un "milagro", con algo "nuevo", algo que nunca había existido antes en ninguna parte. Los otros no lo comprendían; tomaban todo muy a la ligera y algunas veces hasta comenzaron a demostrarme que tales teorías habían existido desde mucho antes. A. L. Volinsky, con quien me había encontrado a menudo, con quien había conversado bastante desde 1909 y cuyas opiniones respetaba mucho, no encontró en la idea del "recuerdo de sí" nada que ya no conociese. —Esta es una apercepción, me dijo. ¿Ha leído usted la lógica de Wundt? Allí encontrará su última definición de la apercepción. Es exactamente lo mismo de lo que usted habla. «La simple observación» es percepción. «La observación con el recuerdo de sí», como usted la llama, es apercepción. Por supuesto Wundt la conocía." No quise discutir con Volinsky. Yo había leído a Wundt. Y naturalmente, lo que Wundt había escrito no tenia nada que ver con lo que yo le había dicho a Volinsky. Wundt se había acercado a esta idea, pero otros habían llegado igualmente cerca y luego se habían desviado. Él no había visto la grandeza de la idea que estaba oculta detrás de lo que él mismo pensaba acerca de las diferentes formas de percepción. Y, no habiendo visto la magnitud de la idea, naturalmente no podía ver la posición central que debería ocupar en nuestro pensamiento tanto la idea de la ausencia de la conciencia, como la idea de la posibilidad de una creación voluntaria de ésta. Sólo me pareció extraño que Volinsky no pudiera ver esto aun cuando yo se lo señalaba. Me convencí entonces de que un velo impenetrable ocultaba esta idea a los ojos de muchas personas por lo demás muy inteligentes; más tarde vi por qué esto era así. La siguiente vez que G. vino de Moscú nos encontró sumergidos en experimentos de recuerdo de sí, y en discusiones sobre estos experimentos. Pero en nuestra primera reunión habló de otra cosa. —Según el verdadero conocimiento el estudio del hombre debe proseguirse paralelamente al estudio del mundo, y el estudio del mundo paralelamente al estudio del hombre. Las leyes son las mismas en todas partes, tanto en el mundo como en el hombre. Habiendo comprendido los principios de una ley cualquiera, debemos buscar su manifestación, simultáneamente en el mundo y en el hombre. Además, ciertas leyes son más fáciles de observar en el mundo, otras más fáciles de observar en el hombre. Por lo tanto, en algunos casos es mejor comenzar con el mundo y después pasar al hombre, y en otros casos es mejor comenzar con el hombre y luego pasar al mundo. "Este estudio paralelo del mundo y del hombre muestra al estudiante la unidad fundamental de todo lo que existe y lo ayuda a descubrir analogías entre todos los fenómenos de diferentes órdenes. "El número de las leyes fundamentales que gobiernan todos los procesos, tanto en el mundo como en el hombre, es muy limitado. Diferentes combinaciones numéricas de un pequeño número de fuerzas elementales crean toda la aparente variedad de fenómenos. "A fin de comprender la mecánica del universo es necesario reducir los fenómenos complejos a estas fuerzas elementales. "La primera ley fundamental del universo es la ley de las tres fuerzas, o de los tres principios, o como a menudo se le llama, la Ley de Tres. De acuerdo con esta ley, toda acción, todo fenómeno, en todos los mundos sin excepción, es el resultado de una acción simultánea de tres fuerzas, la positiva, la negativa y la neutralizante. Sobre esto ya hemos hablado, y volveremos a esta ley con cada nuevo aspecto del estudio. "La segunda ley fundamental del Universo es la Ley de Siete, o la Ley de Octava. "A fin de comprender la significación de esta ley, es necesario figurarse que el universo consiste de vibraciones. Estas vibraciones se efectúan en todas las clases de materia, sea cual fuere su aspecto y su densidad, desde la más sutil hasta la más grosera; provienen de varias fuentes y prosiguen en varias direcciones, cruzándose entre sí, chocando, fortaleciéndose, debilitándose, deteniéndose unas a otras, y así sucesivamente. Ouspensky - octavas Elegir otro panel de mensajes Discusión anterior Discusión siguiente Eliminar - https://groups.google.com/forum/#!searchin/secreto-masonico/ouspensky%7Csort:date/secreto-masonico/9wCJRqLbcVQ/aqLDOsa8NmYJ

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De: BARILOCHENSE6999 Enviado: 01/03/2018 17:56


 
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